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Envenenamos la convivencia con descuidos imperdonables, convertimos los diálogos en disputas

Venenos cotidianos

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“Veo a los niños que beben voces contaminadas, y a la vida como nodriza criminal que los alimenta de venenos. Veo pueblos que disputan las palabras eternas, que se dicen predilectos y elegidos.” Juan José Arreola (El silencio de Dios).

También los venenos tienen su versión ambigua. Sus efectos pueden ser dependientes de la dosis, ¡Cuántos de ellos son utilizados como fármacos benefactores administrados en sus cantidades convenientes!. También dependen sus efectos de como pille a los receptores. Sin embargo, sus potencias maliciosas encienden todas las alarmas. Y, aunque se hable de venenos químicos, sustancias venenosas; el efecto tóxico preocupante adquiere muchos formatos, de los cuales, los químicos quizá no sean los peores.

Ya que Arreola nos refleja el silencio de Dios, comienzo con el que considero uno de los venenos preocupantes utilizados en las sociedades de todas las épocas. Estando claro nuestro desconocimiento de las características del Dios en el que unos creen y otros no, por cierto, con parecidas garantías; ese tremendo espacio del misterio y las intuiciones. Pues así y todo, destaca el gran número de actuaciones llevadas a cabo bajo el recurso de DIOS como EXCUSA, como si tuvieran teléfono directo con él. Del mismo defecto están aquejados quienes basan sus actuaciones en su contra, porque tienen la misma carencia de argumentos. Representan evasiones sospechosas con aires de prestidigitadores fraudulentos.

Aunque comprendamos el reclamo de Arreola, siempre quedará el interrogante de cuáles serán las palabras eternas; porque también de eternidades sabemos muy poco. Si lo dejamos en palabras que representan el verdadero valor de los humanos, comenzamos a cruzar territorios conocidos. Desde la sinceridad a la humildad y al pensamiento propio, contrastan con la presencia tóxica de cuantos practican la SUPLANTACIÓN del mayor número posible de personas, como una supuesta demostración de su valía individual. Conocemos tantos ejemplos, sufrimos tantos sinsabores en estos lances, que sobran demostraciones. Precisamente por eso, no se entiende muy bien como las toleramos.

Observamos intoxicaciones con muchos matices. Algunos son flagrantes, fáciles de detectar; aunque siempre se requiera para ello un mínimo de atención, de gente despierta. Aparte de la falta de atención, incomprensible cuando esos despreocupados van a ser víctimas de los manejos ajenos; es evidente la influencia de otros aspectos para que pasen DESAPERCIBIDOS ciertos comportamientos tóxicos a pesar de nuestra atención. Cuando se introducen poco a poco, gestos o frases repetidos, malicias soterradas o sugerencias ladinas. Cuando la rotundidad de una administración brusca adquiera visos de acontecimiento y nos mantenga aturdidos.

En las controversias habituales, tertulias, debates, desde los ámbitos públicos a los privados; muchos factores intoxican el grado de comprensión general. Y lo que es peor, de manera imperceptible y con la colaboración de todos los participantes. Elijamos como ejemplo el DESEQUILIBRIO argumental originado por el notable predominio de las opiniones sobre las razones argumentales. La simple suma de opiniones refleja puntos de vista momentáneos sin exigencia directa de su peso argumental; el derecho a opinar no aumenta su peso específico. Resulta chocante el gran número de pronunciamientos decididos solamente a base de opiniones; que afectan a sectores cruciales de la sociedad.

En relación con lo anterior, este asunto de las opiniones desprovistas de mejores razones, desvirtúa el análisis de cuanto acontece, con el consiguiente desasosiego general, que puede originar notables despropósitos. Como muestra, entre estos trances frívolos destaca esa especie de justicia MEDIÁTICA, apabullante por su difusión, pero carente del rigor requerido. Las opiniones pretenden la suplantación de aquellos requisitos. Todo ello, con una parafernalia, cuyos efectos son más graves por la lentitud de la justicia ordinaria. La frustración aparece como resultado de los contrastes entre escándalos y pruebas fehacientes, con el acompañamiento morboso de otros intereses sectarios que enturbian los procesos.

De todas formas, estamos inmersos en una serie de procesos dinámicos por todas partes, desde las moléculas a los pensamientos, en los cuales, el presente es fugaz; la velocidad de los procedimientos es inusitada. De ahí, el carácter nocivo de las FIJACIONES, porque sólo suponen una instantánea dislocada de la realidad funcionante. Derechas, izquierdas, culturas estructuradas, ideologías; están distanciadas del latido vital individual de la gente participante.Lo que fuera el presumible punto de apoyo para futuros proyectos, tiende al carácter impositivo de sus formatos. Olvidamos que eso de ser de una pieza, debiera traducirse por una rebelión contra las fijaciones. Nadie es de una pieza.

Si entramos en el ámbito de las INTENCIONES, nos perdemos entre lo manifestado y la realidad de las actuaciones correspondientes de esos sujetos. Es necesaria la buena intencionalidad, que duda cabe; pero no alcanzamos al verdadero rumbo de su circulación por cada mentalidad. Dejando aparte las malas intenciones indiscutibles, las que se presentan como buenas para unos, pueden ser interpretadas de diferente forma por los demás. Constituyen un terreno rebaladizo, por la dificultad de conocerlas de manera correcta. Pese a todo ello, comprobamos a diario su importante repercusión sobre las relaciones sociales, y sólo dependen de cada persona en concreto. Son un veneno de administración personal.

Por activos o por pasivos, hemos contribuido en exceso a la presencia morbosa de numerosos ingredientes nocivos. Bien está que los confianzudos sean considerados como pasivos. Que un cierto grado de sospecha sea conveniente para la detección de los peligros. Aunque hemos dado demasiados pasos inclinados a la DESCONFIANZA total, e implantado la presunción de las malas artes en las actuaciones ajenas; ya no parecen posibles las acciones responsables. Junto a las incapacidades o los errores inevitables, emponzoñan con su acritud la vida en sociedad. Es una situación compleja de difícil salida, sobre todo si falta el ánimo corrector y aún predominan las actitudes disgregadoras.

Vamonos a dar un paseo por la cumbre de la montaña más próxima, levantemos la mirada sin trabas y, probablemente aumentará la claridad de la percepción. Los venenos naturales existen en una aquietada presencia contribuidora al equilibrio del conjunto; no suelen presentar ese carácter invasivo de las actitudes humanas. Surgen como un CLAMOR las denuncias de actitudes empeñadas en la creación de trabas innecesarias. Las urbes, los pueblos repartidos por la geografía, la ecología, el clima, los descuidos patentes en cada rincón; demuestran un envenenamiento progresivo. El horizonte es muy amplio, en él caben múltiples variaciones. En esas estamos, a la espera de presencias saludables.

Venenos cotidianos

Envenenamos la convivencia con descuidos imperdonables, convertimos los diálogos en disputas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 4 de noviembre de 2016, 00:31 h (CET)
“Veo a los niños que beben voces contaminadas, y a la vida como nodriza criminal que los alimenta de venenos. Veo pueblos que disputan las palabras eternas, que se dicen predilectos y elegidos.” Juan José Arreola (El silencio de Dios).

También los venenos tienen su versión ambigua. Sus efectos pueden ser dependientes de la dosis, ¡Cuántos de ellos son utilizados como fármacos benefactores administrados en sus cantidades convenientes!. También dependen sus efectos de como pille a los receptores. Sin embargo, sus potencias maliciosas encienden todas las alarmas. Y, aunque se hable de venenos químicos, sustancias venenosas; el efecto tóxico preocupante adquiere muchos formatos, de los cuales, los químicos quizá no sean los peores.

Ya que Arreola nos refleja el silencio de Dios, comienzo con el que considero uno de los venenos preocupantes utilizados en las sociedades de todas las épocas. Estando claro nuestro desconocimiento de las características del Dios en el que unos creen y otros no, por cierto, con parecidas garantías; ese tremendo espacio del misterio y las intuiciones. Pues así y todo, destaca el gran número de actuaciones llevadas a cabo bajo el recurso de DIOS como EXCUSA, como si tuvieran teléfono directo con él. Del mismo defecto están aquejados quienes basan sus actuaciones en su contra, porque tienen la misma carencia de argumentos. Representan evasiones sospechosas con aires de prestidigitadores fraudulentos.

Aunque comprendamos el reclamo de Arreola, siempre quedará el interrogante de cuáles serán las palabras eternas; porque también de eternidades sabemos muy poco. Si lo dejamos en palabras que representan el verdadero valor de los humanos, comenzamos a cruzar territorios conocidos. Desde la sinceridad a la humildad y al pensamiento propio, contrastan con la presencia tóxica de cuantos practican la SUPLANTACIÓN del mayor número posible de personas, como una supuesta demostración de su valía individual. Conocemos tantos ejemplos, sufrimos tantos sinsabores en estos lances, que sobran demostraciones. Precisamente por eso, no se entiende muy bien como las toleramos.

Observamos intoxicaciones con muchos matices. Algunos son flagrantes, fáciles de detectar; aunque siempre se requiera para ello un mínimo de atención, de gente despierta. Aparte de la falta de atención, incomprensible cuando esos despreocupados van a ser víctimas de los manejos ajenos; es evidente la influencia de otros aspectos para que pasen DESAPERCIBIDOS ciertos comportamientos tóxicos a pesar de nuestra atención. Cuando se introducen poco a poco, gestos o frases repetidos, malicias soterradas o sugerencias ladinas. Cuando la rotundidad de una administración brusca adquiera visos de acontecimiento y nos mantenga aturdidos.

En las controversias habituales, tertulias, debates, desde los ámbitos públicos a los privados; muchos factores intoxican el grado de comprensión general. Y lo que es peor, de manera imperceptible y con la colaboración de todos los participantes. Elijamos como ejemplo el DESEQUILIBRIO argumental originado por el notable predominio de las opiniones sobre las razones argumentales. La simple suma de opiniones refleja puntos de vista momentáneos sin exigencia directa de su peso argumental; el derecho a opinar no aumenta su peso específico. Resulta chocante el gran número de pronunciamientos decididos solamente a base de opiniones; que afectan a sectores cruciales de la sociedad.

En relación con lo anterior, este asunto de las opiniones desprovistas de mejores razones, desvirtúa el análisis de cuanto acontece, con el consiguiente desasosiego general, que puede originar notables despropósitos. Como muestra, entre estos trances frívolos destaca esa especie de justicia MEDIÁTICA, apabullante por su difusión, pero carente del rigor requerido. Las opiniones pretenden la suplantación de aquellos requisitos. Todo ello, con una parafernalia, cuyos efectos son más graves por la lentitud de la justicia ordinaria. La frustración aparece como resultado de los contrastes entre escándalos y pruebas fehacientes, con el acompañamiento morboso de otros intereses sectarios que enturbian los procesos.

De todas formas, estamos inmersos en una serie de procesos dinámicos por todas partes, desde las moléculas a los pensamientos, en los cuales, el presente es fugaz; la velocidad de los procedimientos es inusitada. De ahí, el carácter nocivo de las FIJACIONES, porque sólo suponen una instantánea dislocada de la realidad funcionante. Derechas, izquierdas, culturas estructuradas, ideologías; están distanciadas del latido vital individual de la gente participante.Lo que fuera el presumible punto de apoyo para futuros proyectos, tiende al carácter impositivo de sus formatos. Olvidamos que eso de ser de una pieza, debiera traducirse por una rebelión contra las fijaciones. Nadie es de una pieza.

Si entramos en el ámbito de las INTENCIONES, nos perdemos entre lo manifestado y la realidad de las actuaciones correspondientes de esos sujetos. Es necesaria la buena intencionalidad, que duda cabe; pero no alcanzamos al verdadero rumbo de su circulación por cada mentalidad. Dejando aparte las malas intenciones indiscutibles, las que se presentan como buenas para unos, pueden ser interpretadas de diferente forma por los demás. Constituyen un terreno rebaladizo, por la dificultad de conocerlas de manera correcta. Pese a todo ello, comprobamos a diario su importante repercusión sobre las relaciones sociales, y sólo dependen de cada persona en concreto. Son un veneno de administración personal.

Por activos o por pasivos, hemos contribuido en exceso a la presencia morbosa de numerosos ingredientes nocivos. Bien está que los confianzudos sean considerados como pasivos. Que un cierto grado de sospecha sea conveniente para la detección de los peligros. Aunque hemos dado demasiados pasos inclinados a la DESCONFIANZA total, e implantado la presunción de las malas artes en las actuaciones ajenas; ya no parecen posibles las acciones responsables. Junto a las incapacidades o los errores inevitables, emponzoñan con su acritud la vida en sociedad. Es una situación compleja de difícil salida, sobre todo si falta el ánimo corrector y aún predominan las actitudes disgregadoras.

Vamonos a dar un paseo por la cumbre de la montaña más próxima, levantemos la mirada sin trabas y, probablemente aumentará la claridad de la percepción. Los venenos naturales existen en una aquietada presencia contribuidora al equilibrio del conjunto; no suelen presentar ese carácter invasivo de las actitudes humanas. Surgen como un CLAMOR las denuncias de actitudes empeñadas en la creación de trabas innecesarias. Las urbes, los pueblos repartidos por la geografía, la ecología, el clima, los descuidos patentes en cada rincón; demuestran un envenenamiento progresivo. El horizonte es muy amplio, en él caben múltiples variaciones. En esas estamos, a la espera de presencias saludables.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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