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Gonzalo G. Velasco

"The Road": Las cenizas de las cenizas

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El director John Hillcoat ya había dado muestra de su gran talento visual en la aquí inédita en salas The Proposition (2005), un crudo western a la australiana con guión y música de Nick Cave que, en opinión de este cronista, es una de las grandes películas de la década pasada cuya omisión en todos los rankings al respecto, dice muy poco del criterio de los autores de estos listados.

Pero es que el oeste ya no tiene tirón comercial. El hecho de que en el segundo lustro de la década anterior se hayan estrenado sin pena ni gloria otros tres estupendos westerns también injustamente olvidados (me refiero a El Tren de las 3:10, de James Mangold (2007), Appaloosa, de Ed Harris (2008), y Enfrentados, de David Von Ancken (2006)), lo demuestra. Y lo peor es que al no haber recaudado todo lo que se esperaba de ellos, estos magníficos títulos han condenado, parece que de forma definitiva, al género que más muertes y resurrecciones ha tenido a lo largo de la historia del cine, al ostracismo cinematográfico. Ahora mismo los productores no quieren ni oír hablar de pistoleros ni de paisajes desérticos. De modo que los westerns tienden a camuflarse con otras pieles que no les corresponden. Y, desde este punto de vista, podríamos considerar a The Road , bajo su disfraz ceniciento de película postapocalíptica, un western crepuscular por lo bajini con el Pulitzer de Cormac MacCarthy como McGuffin.

Arropados por la esplendida fotografía de Javier Aguirresarobe, por un diseño de producción quirúgico en su sobriedad (cuando en principio podría prestarse a excesos innecesarios) y, de nuevo, por una partitura tan hermosa como lánguida, obra del ya mencionado Nick Cave, Viggo Mortensen y su hijo en la ficción, el prometedor Kody Smit-McPhee, recorren el ocaso de unos Estados Unidos que han dejado de serlo y que, con cada escombro, con cada lata de refresco burbujeante y con cada madera ennegrecida, les recuerdan el esplendor de una época perdida en el tiempo (o quizás de un mundo, de un estado mental) donde ya se encontraba sembrada la semilla del horror presente. Todo al compás de un ritmo pausado pero siempre in crescendo, como el de la putrefacción de un árbol muerto, al amparo de un tono entre elegiaco y levemente esperanzador, y desde una historia de una simpleza en apariencia excesiva pero realmente riquísima en matices.

Lo único que tal vez se le pueda reprochar a esta película por lo demás muy recomendable, es que la sombra del libro original se proyecte todo el rato sobre ella para recalcar que allí la desazón era si cabe más profunda, la narrativa más abrupta y menos obvia, y cada diálogo, muchos de ellos monosilábicos, un auténtico tratado sobre la naturaleza humana.

Resulta hasta cierto punto lógico que suceda así tratándose de una superproducción made in Hollywood obligada a seducir a un mercado de espectadores amplio a costa de subtextos y sutilezas, pero, a pesar de que el personaje de Charlize Theron no aporta nada más que el glamour de una estrella femenina reconocible, y de que en algunos momentos la cosa se torne más almibarada de lo debido, The Road preserva las señas de identidad del libro de McCArthy en su letal (por precisa y contundente) disección de la ambigüedad de un apocalipsis que, lejos de estar tan sólo a la vuelta de la esquina, como reza el tópico, se encuentra enquistado en lo más profundo de nuestra supuesta humanidad. John Hillcoat. Recuerden este nombre. Dará que hablar.

"The Road": Las cenizas de las cenizas

Gonzalo G. Velasco
Gonzalo G. Velasco
viernes, 12 de febrero de 2010, 09:57 h (CET)
El director John Hillcoat ya había dado muestra de su gran talento visual en la aquí inédita en salas The Proposition (2005), un crudo western a la australiana con guión y música de Nick Cave que, en opinión de este cronista, es una de las grandes películas de la década pasada cuya omisión en todos los rankings al respecto, dice muy poco del criterio de los autores de estos listados.

Pero es que el oeste ya no tiene tirón comercial. El hecho de que en el segundo lustro de la década anterior se hayan estrenado sin pena ni gloria otros tres estupendos westerns también injustamente olvidados (me refiero a El Tren de las 3:10, de James Mangold (2007), Appaloosa, de Ed Harris (2008), y Enfrentados, de David Von Ancken (2006)), lo demuestra. Y lo peor es que al no haber recaudado todo lo que se esperaba de ellos, estos magníficos títulos han condenado, parece que de forma definitiva, al género que más muertes y resurrecciones ha tenido a lo largo de la historia del cine, al ostracismo cinematográfico. Ahora mismo los productores no quieren ni oír hablar de pistoleros ni de paisajes desérticos. De modo que los westerns tienden a camuflarse con otras pieles que no les corresponden. Y, desde este punto de vista, podríamos considerar a The Road , bajo su disfraz ceniciento de película postapocalíptica, un western crepuscular por lo bajini con el Pulitzer de Cormac MacCarthy como McGuffin.

Arropados por la esplendida fotografía de Javier Aguirresarobe, por un diseño de producción quirúgico en su sobriedad (cuando en principio podría prestarse a excesos innecesarios) y, de nuevo, por una partitura tan hermosa como lánguida, obra del ya mencionado Nick Cave, Viggo Mortensen y su hijo en la ficción, el prometedor Kody Smit-McPhee, recorren el ocaso de unos Estados Unidos que han dejado de serlo y que, con cada escombro, con cada lata de refresco burbujeante y con cada madera ennegrecida, les recuerdan el esplendor de una época perdida en el tiempo (o quizás de un mundo, de un estado mental) donde ya se encontraba sembrada la semilla del horror presente. Todo al compás de un ritmo pausado pero siempre in crescendo, como el de la putrefacción de un árbol muerto, al amparo de un tono entre elegiaco y levemente esperanzador, y desde una historia de una simpleza en apariencia excesiva pero realmente riquísima en matices.

Lo único que tal vez se le pueda reprochar a esta película por lo demás muy recomendable, es que la sombra del libro original se proyecte todo el rato sobre ella para recalcar que allí la desazón era si cabe más profunda, la narrativa más abrupta y menos obvia, y cada diálogo, muchos de ellos monosilábicos, un auténtico tratado sobre la naturaleza humana.

Resulta hasta cierto punto lógico que suceda así tratándose de una superproducción made in Hollywood obligada a seducir a un mercado de espectadores amplio a costa de subtextos y sutilezas, pero, a pesar de que el personaje de Charlize Theron no aporta nada más que el glamour de una estrella femenina reconocible, y de que en algunos momentos la cosa se torne más almibarada de lo debido, The Road preserva las señas de identidad del libro de McCArthy en su letal (por precisa y contundente) disección de la ambigüedad de un apocalipsis que, lejos de estar tan sólo a la vuelta de la esquina, como reza el tópico, se encuentra enquistado en lo más profundo de nuestra supuesta humanidad. John Hillcoat. Recuerden este nombre. Dará que hablar.

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