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Más que salutación, insignia

¿¡Coómo sstaáss!?

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Con signos de admiración e interjección a barullo; y vírgulas sin regla, orden ni concierto; caídas como llovidas del cielo, según la apetencia de cada cuál, creando un problema que, de entrada, es triple:

- De administración de signos ortográficos, con conflicto al corrector de textos incapaz de administrar la convivencia entre acentos que cambian sentidos y entonaciones de agudas, llanas y esdrújulas.

- De adaptación de ánimos a vocablos. Con posiciones personales que han de adaptarse, y colocarse, en términos heterogéneos.

- De acomodo de textos a personas, que exige acoplamientos urgentes.

“¿¡Coómo sstaáss!?”, fue la respuesta a mi “Hola, qué tal, buenos días” con el que saludé en un sarao matutino a algunos de los políticos que ahora están en el candelero, o candelabro, de la actualidad, apagándose con pábilo en declive unos, o con egos en ebullición creciente otros.

No es importante el sarao, ahora los hay de todo tipo; ni la identidad de los políticos en estado de servicio y en disposición de ser servidos. En medio de una fauna-flora multipartidista, orgánica o en estado de trance, la fiesta y la identidad de los aspirantes a estar en el gremio de votantes de cuota es irrelevante. Lo fundamental, que llama la atención por repugnante, es la disposición boba y pija de los aspirantes a un estrellato efímero, que en una frase aúnan aspiraciones, dudas y afanes capaces de soportar epítetos que no caben en el diccionario de la Lengua.

“¿¡Coómo sstaáss!?”, del que se vale el que aspira a lo más alto (altiora peto); y que también usa, escueto, quien codicia la última de las prebendas que pueden caer tras las ristras de servidumbres, baboseos y obediencias que existen soterradas, pero que afloran en momentos de cambios como éste.

Las preguntas y respuestas que surgen tras el “¿¡Coómo sstaáss!?” componen todo un ramillete, por estúpido bello y por hermoso necio, que merece reseña para dejar constancia de la actualidad matutina del día 25 de octubre del año de gracia que vivimos.

Como muestra, un par de las pregunta-respuesta de la mañana. Tan pazguatas y calentitas que, siendo noticias por sí mismas, se convertirían en fulgurantes si se añadieran unos nombres que no son necesarios:

¿Qué ministerio te apetece?-Me abrumas.

¿Cuál es el puesto para el que se piensa en ti?-Qué cosas dices.

Para no eludir la crítica, también es justo aportar una expresión displicente que fue común: “¡Cosas de periodistas!”

También el pensamiento que produjeron y sirvió despedida con un ligero cambio no exento de respeto:

“¡Jodeeer. Cómo estás!”

¿¡Coómo sstaáss!?

Más que salutación, insignia
José Luis Heras Celemín
martes, 25 de octubre de 2016, 23:20 h (CET)
Con signos de admiración e interjección a barullo; y vírgulas sin regla, orden ni concierto; caídas como llovidas del cielo, según la apetencia de cada cuál, creando un problema que, de entrada, es triple:

- De administración de signos ortográficos, con conflicto al corrector de textos incapaz de administrar la convivencia entre acentos que cambian sentidos y entonaciones de agudas, llanas y esdrújulas.

- De adaptación de ánimos a vocablos. Con posiciones personales que han de adaptarse, y colocarse, en términos heterogéneos.

- De acomodo de textos a personas, que exige acoplamientos urgentes.

“¿¡Coómo sstaáss!?”, fue la respuesta a mi “Hola, qué tal, buenos días” con el que saludé en un sarao matutino a algunos de los políticos que ahora están en el candelero, o candelabro, de la actualidad, apagándose con pábilo en declive unos, o con egos en ebullición creciente otros.

No es importante el sarao, ahora los hay de todo tipo; ni la identidad de los políticos en estado de servicio y en disposición de ser servidos. En medio de una fauna-flora multipartidista, orgánica o en estado de trance, la fiesta y la identidad de los aspirantes a estar en el gremio de votantes de cuota es irrelevante. Lo fundamental, que llama la atención por repugnante, es la disposición boba y pija de los aspirantes a un estrellato efímero, que en una frase aúnan aspiraciones, dudas y afanes capaces de soportar epítetos que no caben en el diccionario de la Lengua.

“¿¡Coómo sstaáss!?”, del que se vale el que aspira a lo más alto (altiora peto); y que también usa, escueto, quien codicia la última de las prebendas que pueden caer tras las ristras de servidumbres, baboseos y obediencias que existen soterradas, pero que afloran en momentos de cambios como éste.

Las preguntas y respuestas que surgen tras el “¿¡Coómo sstaáss!?” componen todo un ramillete, por estúpido bello y por hermoso necio, que merece reseña para dejar constancia de la actualidad matutina del día 25 de octubre del año de gracia que vivimos.

Como muestra, un par de las pregunta-respuesta de la mañana. Tan pazguatas y calentitas que, siendo noticias por sí mismas, se convertirían en fulgurantes si se añadieran unos nombres que no son necesarios:

¿Qué ministerio te apetece?-Me abrumas.

¿Cuál es el puesto para el que se piensa en ti?-Qué cosas dices.

Para no eludir la crítica, también es justo aportar una expresión displicente que fue común: “¡Cosas de periodistas!”

También el pensamiento que produjeron y sirvió despedida con un ligero cambio no exento de respeto:

“¡Jodeeer. Cómo estás!”

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