De un tiempo a esta parte parece que la opinión pública a fijado en la SGAE su punto de mira, de esta forma son numerosos los titulares que inundan medios de comunicación con noticias que en muchas ocasiones parecen sacadas de una comedia de los hermanos Marx. Hechos insólitos como el intento de cobro de canon por propiedad intelectual a los peluqueros de Barcelona que tengan radio en su establecimiento o el intento de facturación de 95 euros por la puesta en escena de la genial obra Bodas de Sangre del ilustre poeta granadino García Lorca a un Instituto de Badalona, no hacen más que poner de manifiesto la esquizofrenia contable a la que parece entregada la SGAE. O es que acaso ¿García Lorca hubiera cobrado un canon por difundir la cultura? Seguramente no, máxime cuando el y otros intelectuales de la República impulsaron aquel magnífico programa de Misiones Pedagógicas destinadas a promover y difundir la cultura por doquier de manera libre, entendían esta generación nacida al abrigo del Instituto Libre de Enseñanza que la cultura debía ser un elemento de formación, de desarrollo personal y al mismo tiempo general del país, pues la cultura era desde su punto de vista y sigo siendo una salvaguarda de los derechos y libertades de una nación y en definitiva un guardián de la democracia.
Y es que si bien el derecho a la propiedad intelectual del gremio de artistas debe ser algo a proteger y defender de los intentos de fraude o bandolerismo creativo del que algunos hacen gala creando magníficas redes fraudulentas de ventas de CDS o DVDS piratas no lo es menos conjugar la defensa en este caso de los artistas con el derecho de la ciudadanía a disfrutar y formarse en torno a una cultura libre. Habría así que diferenciar entre el lucro fraudulento o simple lucro de quienes aprovechando la creación intelectual intentan evadir el pago de los correspondientes obligaciones frente a la SGAE y aquellos otros supuestos en donde la utilización de las creaciones artísticas y culturales se presentan como un elemento alejado de dicho lucro siendo una herramienta de formación o de encuentro social útil, necesaria e imprescindible para una sociedad.
De esta forma si la actuación de la SGAE parte de medidas que se toman desde la generalidad , no teniendo en cuenta la especificidad de cada situación , nos encontraremos ante una política de castración de la propia cultura entre la ciudadanía y todo ello debido a la actuación generalista de unas medidas de protección de los autores y artistas que capitaneadas desde la SGAE albergan en su génesis una actuación desigual, poniendo en peligro el desarrollo de la cultura como elemento de formación en valores entre la ciudadanía de nuestro país.