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Si pensar en que no soy empresaria me produce alegría es que algo no funciona bien en España

Héroes

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Son las 6.30h de la mañana cuando llego a Atocha para coger un AVE. Hoy hasta bien entrada la noche no volveré a mi casa.

Tengo unas ojeras que me llegan al suelo, una otitis que lleva varios días volviéndome loca y si no me tomo un café pronto, es probable que acabe quedándome dormida mientras camino por la estación.

Cuando me siento durante un rato para esperar a embarcar intento pensar en todas las desventajas que tiene mi trabajo pero hay una idea que me está rondando insistentemente por la cabeza que no me deja centrarme en mis propios lamentos.

Por más que tenga sueño, estrés o que hace años que para mi, no existan los horarios,al menos yo, no soy la dueña de la empresa.

Este pensamiento me produce muchísima inquietud. ¿Pensar en que no soy empresaria me produce alegría? Entonces está claro que algo no funciona bien en España.

Cuando escucho o leo como se habla de los empresarios me entran los siete males.

En el ideario colectivo se ha fijado la imagen del empresario como un señor con puro y frac que se dedica a encender puros quemando billetes de 500 euros.

La realidad es que los empresarios de este santo país que se llama España, son la mayoría autónomos y pequeños empresarios. No encienden puros con billetes porque les cuesta tanto conseguir esos billetes que cada uno que ven, aunque sea de refilón, lo acaban metiendo en sus negocios para poder seguir adelante.

Los autónomos y pequeños empresarios están ahogados, machacados a impuestos, tasas, colegiaciones, seguros e intereses.

En plena crisis el gobierno puso de moda el mantra del emprendimiento.

Queremos emprendedores, ¡necesitamos emprendedores!

Entonces mi pregunta es ¿Por qué no ayudamos de forma real a que se generen nuevas empresas?

Seguro que algún político de esos que no ha pisado la empresa privada en todos los días de su vida, me vendrá a recitar la retahíla de medidas que se puesto en marcha en los últimos años.

¡Perfecto, bienvenidas sean! Pero déjenme decirles que son totalmente insuficientes.

Bajar la cotización de los nuevos autónomos es fantástico (yo la quitaría directamente). Pero la realidad es que ahora mismo hay cientos de miles de autónomos que no son nuevos y que llegan al final de mes sin conseguir quedarse apenas con un pequeño porcentaje de sus ingresos. Conozco autónomos que llevan muchos meses sacando lo justo para pagar su cuota, impuestos y demás zarandajas intervencionistas.

Personas que siguen adelante con la esperanza de poder seguir ejerciendo sus profesiones y con suerte, ganarse la vida.

Parece que los únicos autónomos que importen sean los nuevos porque son los que se sacan luego en esas estadísticas tan chulas que hacen los políticos para su propio autobombo. Es lamentable que los autónomos que llevan montones años sacando adelante este país no le importen a ninguna administración.

Los pequeños empresarios no pagan cuotas de autónomos pero están exactamente igual, abandonados de la mano de las administraciones que ni saben ni quieren entender sus necesidades.

Un pequeño empresario con un trabajador o dos es un candidato perfecto al insomnio crónico. Conseguir financiación, pagar impuestos y seguros sociales, bregar con la burocracia, cumplir las miles de regulaciones que afectan a sus negocios y por último, con suerte, poder pagarse por su trabajo con un sueldo que les permita sostener a sus familias.

Cada vez hay más caras nuevas en la política. Busco y rebusco de entre esas caras y nombres trayectorias profesionales que hablen de años de experiencia en la empresa privada y no las encuentro.

Si no soy médico, ¿cómo podría yo hacer una intervención quirúrgica?. Si no he conocido la lucha por la supervivencia del pequeño empresario y del autónomo,¿Cómo pienso que voy a poder ayudarles desde una administración pública?

Deseo que esto cambie pronto, mientras tanto, ¡suerte héroes!

Héroes

Si pensar en que no soy empresaria me produce alegría es que algo no funciona bien en España
Iria Bouzas Álvarez
martes, 25 de octubre de 2016, 09:23 h (CET)
Son las 6.30h de la mañana cuando llego a Atocha para coger un AVE. Hoy hasta bien entrada la noche no volveré a mi casa.

Tengo unas ojeras que me llegan al suelo, una otitis que lleva varios días volviéndome loca y si no me tomo un café pronto, es probable que acabe quedándome dormida mientras camino por la estación.

Cuando me siento durante un rato para esperar a embarcar intento pensar en todas las desventajas que tiene mi trabajo pero hay una idea que me está rondando insistentemente por la cabeza que no me deja centrarme en mis propios lamentos.

Por más que tenga sueño, estrés o que hace años que para mi, no existan los horarios,al menos yo, no soy la dueña de la empresa.

Este pensamiento me produce muchísima inquietud. ¿Pensar en que no soy empresaria me produce alegría? Entonces está claro que algo no funciona bien en España.

Cuando escucho o leo como se habla de los empresarios me entran los siete males.

En el ideario colectivo se ha fijado la imagen del empresario como un señor con puro y frac que se dedica a encender puros quemando billetes de 500 euros.

La realidad es que los empresarios de este santo país que se llama España, son la mayoría autónomos y pequeños empresarios. No encienden puros con billetes porque les cuesta tanto conseguir esos billetes que cada uno que ven, aunque sea de refilón, lo acaban metiendo en sus negocios para poder seguir adelante.

Los autónomos y pequeños empresarios están ahogados, machacados a impuestos, tasas, colegiaciones, seguros e intereses.

En plena crisis el gobierno puso de moda el mantra del emprendimiento.

Queremos emprendedores, ¡necesitamos emprendedores!

Entonces mi pregunta es ¿Por qué no ayudamos de forma real a que se generen nuevas empresas?

Seguro que algún político de esos que no ha pisado la empresa privada en todos los días de su vida, me vendrá a recitar la retahíla de medidas que se puesto en marcha en los últimos años.

¡Perfecto, bienvenidas sean! Pero déjenme decirles que son totalmente insuficientes.

Bajar la cotización de los nuevos autónomos es fantástico (yo la quitaría directamente). Pero la realidad es que ahora mismo hay cientos de miles de autónomos que no son nuevos y que llegan al final de mes sin conseguir quedarse apenas con un pequeño porcentaje de sus ingresos. Conozco autónomos que llevan muchos meses sacando lo justo para pagar su cuota, impuestos y demás zarandajas intervencionistas.

Personas que siguen adelante con la esperanza de poder seguir ejerciendo sus profesiones y con suerte, ganarse la vida.

Parece que los únicos autónomos que importen sean los nuevos porque son los que se sacan luego en esas estadísticas tan chulas que hacen los políticos para su propio autobombo. Es lamentable que los autónomos que llevan montones años sacando adelante este país no le importen a ninguna administración.

Los pequeños empresarios no pagan cuotas de autónomos pero están exactamente igual, abandonados de la mano de las administraciones que ni saben ni quieren entender sus necesidades.

Un pequeño empresario con un trabajador o dos es un candidato perfecto al insomnio crónico. Conseguir financiación, pagar impuestos y seguros sociales, bregar con la burocracia, cumplir las miles de regulaciones que afectan a sus negocios y por último, con suerte, poder pagarse por su trabajo con un sueldo que les permita sostener a sus familias.

Cada vez hay más caras nuevas en la política. Busco y rebusco de entre esas caras y nombres trayectorias profesionales que hablen de años de experiencia en la empresa privada y no las encuentro.

Si no soy médico, ¿cómo podría yo hacer una intervención quirúrgica?. Si no he conocido la lucha por la supervivencia del pequeño empresario y del autónomo,¿Cómo pienso que voy a poder ayudarles desde una administración pública?

Deseo que esto cambie pronto, mientras tanto, ¡suerte héroes!

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