Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Homenaje | Social
He podido meditar

La doctora eslovaca

|

La presente columna más bien es un homenaje a una profesional anónima -cuyo exótico nombre aparece en un informe médico- que salvó la vida al arribafirmante. Este verano, tuve el placer de realizar un breve viaje por Europa Central, recalando una jornada en Bratislava, capital de Eslovaquia. Durante toda una mañana pude disfrutar de la Puerta de San Miguel, el Castillo de la ciudad, la Iglesia de Santa Isabel -más conocida como la "iglesia azul"- y las estatuas de Cumil, entre otras obras que se pueden apreciar en esta villa. Me encantó también contemplar las calles de esta ciudad que, no hace más de treinta años, era una república socialista dentro de la órbita del mundo soviético. Las fornidas estatuas de obreros y las viviendas de protección social daban testimonio fehaciente. Y por un instante, pude viajar al pasado reciente para respirar el aire de un país que hasta no hace mucho estaba integrado en lo que algunos hemos conocido como Checoeslovaquia.

Este éxtasis pseudo-comunista o pseudo-histórico, y recalco "pseudo" porque las izquierdas poco las ando, terminó en torno a mediodía. Unos sudores fríos, un mareo profundo y el abotargamiento de mi piel parecieron por un momento señalar lo que podría -cierto es que puede que exagere, pero en aquel momento lo llegué a pensar- ser el fin de mis días. Después de una infructuosa visita a la farmacia de turno y un empeoramiento de mi estado que por motivos escatológicos no explicaré, decidí acudir al ambulatorio. Verán, el arribafirmante habla inglés, italiano y chapurrea el francés, pero esto de enfrentarse al eslavo son palabras mayores. Y así, entre un estado físico deplorable y mis ansias políglotas, comencé a hablar una extraña mezcla entre inglés y algo que mi mente considero, ¿eslavo? "Ja som Francisco". No tardaron mucho los de recepción en tomar mis datos y pasarme a la consulta del médico de atención primaria.

En dicha consulta, me hicieron más de lo que a veces un paciente puede esperar de su médico de cabecera. Una doctora y su ayudante -o quizás dos doctoras- me hicieron un análisis electroscópico, me inyectaron las cortisomas oportunas y no conformes, me dieron varias pastillas más hasta que lo que parecía ser una urticaria aguda empezó a remitir. Para evitar posibles riesgos, elaboraron un análisis rápido y me enviaron para el hospital central de la ciudad donde -tras proceder gustosamente con el copago de una cifra testimonial- volvieron a revisarme y medicarme, elaborando un segundo informe y comprobando que mi estado remitía. Desafortunadamente, no pude ver todo lo que quise de Bratislava, pero gracias a la decidida y voluntariosa acción de sus médicos podré volver otro día.

Después de este episodio, he podido meditar. No es el copago ni las críticas de turno sobre unos azulejos que se caen en algún hospital andaluz son los criterios más oportunos para valorar el servicio de salud de un Estado del Bienestar. Es principalmente la voluntariedad y el compromiso de los profesionales sanitarios lo que determina la calidad de un servicio médico como pude comprobar de primera mano, entre mi inglés y un eslovaco muy ibérico agudizado con lenguaje de signos. Gracias a las doctoras eslovacas.

La doctora eslovaca

He podido meditar
Francisco Collado Campana
viernes, 21 de octubre de 2016, 00:21 h (CET)
La presente columna más bien es un homenaje a una profesional anónima -cuyo exótico nombre aparece en un informe médico- que salvó la vida al arribafirmante. Este verano, tuve el placer de realizar un breve viaje por Europa Central, recalando una jornada en Bratislava, capital de Eslovaquia. Durante toda una mañana pude disfrutar de la Puerta de San Miguel, el Castillo de la ciudad, la Iglesia de Santa Isabel -más conocida como la "iglesia azul"- y las estatuas de Cumil, entre otras obras que se pueden apreciar en esta villa. Me encantó también contemplar las calles de esta ciudad que, no hace más de treinta años, era una república socialista dentro de la órbita del mundo soviético. Las fornidas estatuas de obreros y las viviendas de protección social daban testimonio fehaciente. Y por un instante, pude viajar al pasado reciente para respirar el aire de un país que hasta no hace mucho estaba integrado en lo que algunos hemos conocido como Checoeslovaquia.

Este éxtasis pseudo-comunista o pseudo-histórico, y recalco "pseudo" porque las izquierdas poco las ando, terminó en torno a mediodía. Unos sudores fríos, un mareo profundo y el abotargamiento de mi piel parecieron por un momento señalar lo que podría -cierto es que puede que exagere, pero en aquel momento lo llegué a pensar- ser el fin de mis días. Después de una infructuosa visita a la farmacia de turno y un empeoramiento de mi estado que por motivos escatológicos no explicaré, decidí acudir al ambulatorio. Verán, el arribafirmante habla inglés, italiano y chapurrea el francés, pero esto de enfrentarse al eslavo son palabras mayores. Y así, entre un estado físico deplorable y mis ansias políglotas, comencé a hablar una extraña mezcla entre inglés y algo que mi mente considero, ¿eslavo? "Ja som Francisco". No tardaron mucho los de recepción en tomar mis datos y pasarme a la consulta del médico de atención primaria.

En dicha consulta, me hicieron más de lo que a veces un paciente puede esperar de su médico de cabecera. Una doctora y su ayudante -o quizás dos doctoras- me hicieron un análisis electroscópico, me inyectaron las cortisomas oportunas y no conformes, me dieron varias pastillas más hasta que lo que parecía ser una urticaria aguda empezó a remitir. Para evitar posibles riesgos, elaboraron un análisis rápido y me enviaron para el hospital central de la ciudad donde -tras proceder gustosamente con el copago de una cifra testimonial- volvieron a revisarme y medicarme, elaborando un segundo informe y comprobando que mi estado remitía. Desafortunadamente, no pude ver todo lo que quise de Bratislava, pero gracias a la decidida y voluntariosa acción de sus médicos podré volver otro día.

Después de este episodio, he podido meditar. No es el copago ni las críticas de turno sobre unos azulejos que se caen en algún hospital andaluz son los criterios más oportunos para valorar el servicio de salud de un Estado del Bienestar. Es principalmente la voluntariedad y el compromiso de los profesionales sanitarios lo que determina la calidad de un servicio médico como pude comprobar de primera mano, entre mi inglés y un eslovaco muy ibérico agudizado con lenguaje de signos. Gracias a las doctoras eslovacas.

Noticias relacionadas

Alberga la voz protocolo acepciones varias. La cuarta de ellas, siguiendo al DRAE, define esta palabra como ”secuencia detallada de un proceso de actuación científica, técnica, médica, etc.”. Al parecer, todo protocolo supone una garantía para evitar decisiones improvisadas en los distintos ámbitos y tranquilizar, de paso, a los destinatarios de la actuación, que pueden ser los miembros de un colectivo concreto o, en algunos casos, toda la población.

Si algo nos va quedando claro, es la enorme complicación de la cual formamos parte activa. El cielo nos plantea retos de altura si queremos ser consecuentes y la materia resulta muy superficial, la mayor parte es indetectable en el Universo como materia oscura. Las energías y las condensaciones nos traen de cabeza, hasta el punto de que avanzamos sin avanzar, de ver sin ver, o muchas situaciones similares.

Hoy comienzan las elecciones en la India. Están habilitados para votar más de 960 millones de habitantes en comicios de formato singular que van a durar 44 días. El país encarna la mayor democracia del mundo y, a diferencia de lo que suele acontecer en occidente, se espera un incremento del número de ciudadanos que acudan a las urnas.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto