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Insertos en un “Universo Paquirrinizado”, no se parece atisbar en lontananza algo más edificante, que nos devuelva la esperanza en la especie humana

Paquirrín, símbolo de un tiempo

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España y el mundo en general están hoy, ya no divididos en una doble faz, chusca y egregia, sino que amalgaman, en una especie de potaje indigerible, ingredientes de la más honorable extracción entremezclados con productos del todo deletéreos.

Verbigracia, en un magazín matinal, el pasado día 19 del presente mes de octubre, unos titulados en Periodismo departían, junto a un aristócrata con cierto parentesco con la Real Casa allegado al universo del sensacionalista tertulianismo, acerca de unas imágenes “robadas” que habían obtenido unos “paparazzi” las cuales mostraban al célebre hijo de una recientemente excarcelada tonadillera durante su luna de miel en diferentes ademanes producto, suponemos, de la despreocupación a que aboca el solaz combinada con una no muy, en su momento, diestra instrucción en urbanidad, ya que en una de las secuencias insertaba su mano por la franja alta de su pantalón para aliviar la comezón de salvas sean las partes mientras solicitaba a la cajera de una multinacional cadena de comida rápida determinadas viandas que posteriormente habría de sujetar para su ingesta con la misma mano con que atajaba el pertinaz prurito subecuatorial. Acto seguido, regocijo mediante de los comentaristas, se mostró una nueva secuencia en la que el recién casado pedía una bebida espiritosa en un chiringuito al tiempo que se rascaba regiones allende la frontera que separa el final de la espalda de más mollares emplazamientos, y no conforme con ello, una vez sentado, se echó mano a una de las axilas, llevando acto seguido esta hacia su apéndice nasal en aras de comprobar, colegimos, las calidades odoríferas de la antedicha concavidad.

Mucho se mofaban y hacían escarnio en dicho espacio televisivo, además de afearlo, pero tamaña alfalfa engrosaba su escaleta de contenidos a tratar. Ese era el nivel-Maribel.

La anterior anécdota es muy sintomática del mundo en que vivimos, que alberga simultáneamente a personas cuyo trabajo aporta incuantificable valor a la vida común y que habitan un día a día precario y de total ausencia de reconocimiento, entre otras cosas porque los espacios televisivos conectan con grandes audiencias a través de lances tan chuscos como el más arriba atraído.

El circo data como anestésico social desde muy antiguo, pero el actual es tremendamente avasallador, y no solo por haber rebasado la delimitación de su emplazamiento tradicional, extendiéndose por todos los flancos de la vida, sino porque, además, entretiene nuestros días en unos tiempos francamente crudos en los que el pueblo está pagando las consecuencias de haber sido seducido por un capitalismo diestro en trampantojos, deviniendo la situación que nos adorna en un panorama que tiempo ha definió el grupo Def con Dos en el título de una de sus canciones de manera inigualablemente certera: “Poco pan y pésimo circo”.

El hijo de la recientemente excarcelada tonadillera, ese tan empecinado en contrarrestar los díscolos picores que asediaban los más umbríos reductos de su anatomía, cuando se manejaba con tamaño desenfado estaba disfrutando de unos días de asueto retribuidos parece ser por la glamurosa revista “Hola”, con la que había firmado una exclusiva por el “pack” boda + luna de miel. Vamos, que se estaba ganando el jornal con el sudor de su frente, pero porque en Abu Dabi (lugar elegido para tales menesteres) hace un calor difícilmente parangonable.

La política, cosa que debiera ser honorable y seria, ya hace mucho que se viene “paquirrinizando”, o, si no, ¿qué es lo que hacen personajes como Rita Barberá y su “caloret”, o Celia Villalobos jugando al “Candy Crush”, o video-juego similar, en plena sesión parlamentaria presidida por ella… o los “pellizquitos de monja” tuiteros de otros en torno a si mola más lanzar el puño o esgrimir la uve de la victoria tirando de índice y corazón?

Los rascados “paquirrinescos” son aupados mediáticamente mientras el Nobel de Literatura lo recibe un músico, mientras nos acecha como posible ostentador del cargo de Presidente de los Estados Unidos un histriónico sujeto con nombre de pato de Disney y con un patrimonio semejante al del Tío Gilito, pariente del pato antes aludido y también empleado en la casa Disney, como empleados estuvieron algunos “vivos” en la Gurtel, una trama corrupta forjada al calor de una serie de prácticas normalizadas en la política y que, de manera inexplicable, no pasa factura electoral a sus auspiciadores una vez sacada a la luz pública.

Y cuando progresaba por entre el follaje de tan desconcertante panorama, en un momento dado, cayó en mis manos un libro de Francisco Marcos Marín (“Introducción a la Lingüística: Historia y Modelos”, Síntesis, 1994) en cuya página 78 leí en un pasaje lo siguiente: “Descartes, aunque sólo fuera metodológicamente, separó la razón de la fe, consiguiendo, a continuación, construir un cuerpo coherente de doctrina a partir de la sola razón. Aunque no le hayan faltado precedentes desde los orígenes del pensamiento occidental, las circunstancias particulares de la época hicieron que su influencia pudiera extenderse y universalizarse”. Como bien apuntaba Marcos Marín, a veces la época ayuda al aupado de ciertas aportaciones que propician un cambio en beneficio de todos. Hoy en día, dada la inmediatez con que todo ocurre y transcurre, sería más acertado emplear el término “tiempo”, entendido como momento y escenario concretos en los que acaecen unos u otros lances. En uno de esos se encontraron Iglesias y Errejón; los aupó una circunstancia como fue el 15-M, motivo por el que tienen muy fácil defraudar las expectativas de sus seguidores, pues su sorpresivo aupado se conformó sobre la base de una gran ilusión colectiva que está siendo tácitamente molturada por un narcisismo que usa los medios telemáticos en su más frívola vertiente, manejando palabras y ademanes hueros las más de las veces. Queriendo “matar al padre”, lamentablemente no lo están haciendo más allá de lo gratuitamente dialéctico, toda vez que en muchas ocasiones se tornan émulos de aquellos en aun más postmoderna clave.

Y mientras, siguen brotando talentos en todas las disciplinas científico-humanísticas que son obviados por una deriva cafre que ya supo retratar Valle-Inclán a través de la vía cosificadora-animalizadora. ¿Qué habría dicho-hecho Valle-Inclán ante unas escenas como las del recién casado hijo de tonadillera rascándose cual res en entorno tan postizamente urbanizado como Abu Dabi?

Francisco Umbral, un continuador de la estirpe valleinclaniana supo ya plasmar magistralmente tamaño “potaje vivencial”; en muchos de sus artículos y crónicas consigue singulares escenas en las que lo elevado y lo ramplón machihembraban sugerentemente, logrando tejer con lo desapacible prosas de elevada calidad literaria (Quevedo sería otro precedente aún más remoto). Lipovetsky, al que Umbral había leído y citado en alguna que otra ocasión, escribía lo siguiente: “El laxismo sustituye al moralismo o al purismo, y la indiferencia a la intolerancia. Narciso, demasiado absorto en sí mismo, renuncia a las militancias religiosas, abandona las grandes ortodoxias, sus adhesiones siguen la moda” (cf. “La era del vacío”, Anagrama, 2012), y la moda últimamente transcurre por conductos de “paquirrinismo” rampante.

Paquirrín, símbolo de un tiempo

Insertos en un “Universo Paquirrinizado”, no se parece atisbar en lontananza algo más edificante, que nos devuelva la esperanza en la especie humana
Diego Vadillo López
viernes, 21 de octubre de 2016, 00:18 h (CET)
España y el mundo en general están hoy, ya no divididos en una doble faz, chusca y egregia, sino que amalgaman, en una especie de potaje indigerible, ingredientes de la más honorable extracción entremezclados con productos del todo deletéreos.

Verbigracia, en un magazín matinal, el pasado día 19 del presente mes de octubre, unos titulados en Periodismo departían, junto a un aristócrata con cierto parentesco con la Real Casa allegado al universo del sensacionalista tertulianismo, acerca de unas imágenes “robadas” que habían obtenido unos “paparazzi” las cuales mostraban al célebre hijo de una recientemente excarcelada tonadillera durante su luna de miel en diferentes ademanes producto, suponemos, de la despreocupación a que aboca el solaz combinada con una no muy, en su momento, diestra instrucción en urbanidad, ya que en una de las secuencias insertaba su mano por la franja alta de su pantalón para aliviar la comezón de salvas sean las partes mientras solicitaba a la cajera de una multinacional cadena de comida rápida determinadas viandas que posteriormente habría de sujetar para su ingesta con la misma mano con que atajaba el pertinaz prurito subecuatorial. Acto seguido, regocijo mediante de los comentaristas, se mostró una nueva secuencia en la que el recién casado pedía una bebida espiritosa en un chiringuito al tiempo que se rascaba regiones allende la frontera que separa el final de la espalda de más mollares emplazamientos, y no conforme con ello, una vez sentado, se echó mano a una de las axilas, llevando acto seguido esta hacia su apéndice nasal en aras de comprobar, colegimos, las calidades odoríferas de la antedicha concavidad.

Mucho se mofaban y hacían escarnio en dicho espacio televisivo, además de afearlo, pero tamaña alfalfa engrosaba su escaleta de contenidos a tratar. Ese era el nivel-Maribel.

La anterior anécdota es muy sintomática del mundo en que vivimos, que alberga simultáneamente a personas cuyo trabajo aporta incuantificable valor a la vida común y que habitan un día a día precario y de total ausencia de reconocimiento, entre otras cosas porque los espacios televisivos conectan con grandes audiencias a través de lances tan chuscos como el más arriba atraído.

El circo data como anestésico social desde muy antiguo, pero el actual es tremendamente avasallador, y no solo por haber rebasado la delimitación de su emplazamiento tradicional, extendiéndose por todos los flancos de la vida, sino porque, además, entretiene nuestros días en unos tiempos francamente crudos en los que el pueblo está pagando las consecuencias de haber sido seducido por un capitalismo diestro en trampantojos, deviniendo la situación que nos adorna en un panorama que tiempo ha definió el grupo Def con Dos en el título de una de sus canciones de manera inigualablemente certera: “Poco pan y pésimo circo”.

El hijo de la recientemente excarcelada tonadillera, ese tan empecinado en contrarrestar los díscolos picores que asediaban los más umbríos reductos de su anatomía, cuando se manejaba con tamaño desenfado estaba disfrutando de unos días de asueto retribuidos parece ser por la glamurosa revista “Hola”, con la que había firmado una exclusiva por el “pack” boda + luna de miel. Vamos, que se estaba ganando el jornal con el sudor de su frente, pero porque en Abu Dabi (lugar elegido para tales menesteres) hace un calor difícilmente parangonable.

La política, cosa que debiera ser honorable y seria, ya hace mucho que se viene “paquirrinizando”, o, si no, ¿qué es lo que hacen personajes como Rita Barberá y su “caloret”, o Celia Villalobos jugando al “Candy Crush”, o video-juego similar, en plena sesión parlamentaria presidida por ella… o los “pellizquitos de monja” tuiteros de otros en torno a si mola más lanzar el puño o esgrimir la uve de la victoria tirando de índice y corazón?

Los rascados “paquirrinescos” son aupados mediáticamente mientras el Nobel de Literatura lo recibe un músico, mientras nos acecha como posible ostentador del cargo de Presidente de los Estados Unidos un histriónico sujeto con nombre de pato de Disney y con un patrimonio semejante al del Tío Gilito, pariente del pato antes aludido y también empleado en la casa Disney, como empleados estuvieron algunos “vivos” en la Gurtel, una trama corrupta forjada al calor de una serie de prácticas normalizadas en la política y que, de manera inexplicable, no pasa factura electoral a sus auspiciadores una vez sacada a la luz pública.

Y cuando progresaba por entre el follaje de tan desconcertante panorama, en un momento dado, cayó en mis manos un libro de Francisco Marcos Marín (“Introducción a la Lingüística: Historia y Modelos”, Síntesis, 1994) en cuya página 78 leí en un pasaje lo siguiente: “Descartes, aunque sólo fuera metodológicamente, separó la razón de la fe, consiguiendo, a continuación, construir un cuerpo coherente de doctrina a partir de la sola razón. Aunque no le hayan faltado precedentes desde los orígenes del pensamiento occidental, las circunstancias particulares de la época hicieron que su influencia pudiera extenderse y universalizarse”. Como bien apuntaba Marcos Marín, a veces la época ayuda al aupado de ciertas aportaciones que propician un cambio en beneficio de todos. Hoy en día, dada la inmediatez con que todo ocurre y transcurre, sería más acertado emplear el término “tiempo”, entendido como momento y escenario concretos en los que acaecen unos u otros lances. En uno de esos se encontraron Iglesias y Errejón; los aupó una circunstancia como fue el 15-M, motivo por el que tienen muy fácil defraudar las expectativas de sus seguidores, pues su sorpresivo aupado se conformó sobre la base de una gran ilusión colectiva que está siendo tácitamente molturada por un narcisismo que usa los medios telemáticos en su más frívola vertiente, manejando palabras y ademanes hueros las más de las veces. Queriendo “matar al padre”, lamentablemente no lo están haciendo más allá de lo gratuitamente dialéctico, toda vez que en muchas ocasiones se tornan émulos de aquellos en aun más postmoderna clave.

Y mientras, siguen brotando talentos en todas las disciplinas científico-humanísticas que son obviados por una deriva cafre que ya supo retratar Valle-Inclán a través de la vía cosificadora-animalizadora. ¿Qué habría dicho-hecho Valle-Inclán ante unas escenas como las del recién casado hijo de tonadillera rascándose cual res en entorno tan postizamente urbanizado como Abu Dabi?

Francisco Umbral, un continuador de la estirpe valleinclaniana supo ya plasmar magistralmente tamaño “potaje vivencial”; en muchos de sus artículos y crónicas consigue singulares escenas en las que lo elevado y lo ramplón machihembraban sugerentemente, logrando tejer con lo desapacible prosas de elevada calidad literaria (Quevedo sería otro precedente aún más remoto). Lipovetsky, al que Umbral había leído y citado en alguna que otra ocasión, escribía lo siguiente: “El laxismo sustituye al moralismo o al purismo, y la indiferencia a la intolerancia. Narciso, demasiado absorto en sí mismo, renuncia a las militancias religiosas, abandona las grandes ortodoxias, sus adhesiones siguen la moda” (cf. “La era del vacío”, Anagrama, 2012), y la moda últimamente transcurre por conductos de “paquirrinismo” rampante.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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