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Etiquetas | Holandeses en el museo del Prado.Madrid
Julia María Carvajal

La identidad pintada

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Han sido seis años de trabajo, estudiando el estilo, la técnica, y la documentación de las pinturas, así como la restauración de parte de ellas, el tiempo empleado en poder editar un catálogo razonado, cuya autora Teresa Posada, conservadora de Pintura Flamenca hasta 1700, cifra en cien el número de obras pertenecientes a la Pintura Holandesa del siglo XVII, excluye veintiséis, y cambia de denominación diecinueve, como ocurre con Rembrandt y de Bray.

La identidad pintada.
Julia María Carvajal
En el Museo de El Prado, hasta el próximo mes de Abril de 2010, se puede visitar la exposición “Holandeses en el Prado”, esta muestra se presenta con un catálogo, que por primera vez separa a los pintores holandeses de los flamencos. La pintura holandesa es la producida en las provincias unidas del norte, desde la firma de la unión en Utrecht en 1579, cuando se constituyen en una nación independiente. De las siete provincias, Holanda era la más grande y Amsterdam, su capital, el motor económico, que en el siglo XVII llegó a convertirla en una de las principales potencias europeas, el pujante comercio propició el desarrollo cultural y se sirvió de la pintura para difundir y afirmar su nueva identidad nacional.
Las provincias del sur, Flandes, permanecieron bajo dominio español, y sus pintores pasaron a formar parte de la pintura flamenca. Las obras que llegan a la Corte española, son mayoritariamente de los pintores flamencos durante el reinado de la casa de Austria, por razones religiosas y políticas, y por el contrario son más numerosas las de los pintores holandeses reinando la casa de Borbón.
La exposición se estructura en torno a las tres etapas que crean la colección, la primera de ellas corresponde al reinado de los Austrias en España, fundamentalmente Felipe IV y Carlos II; la segunda a los Borbónes, sobre todo Felipe V y Carlos III; y la tercera y última etapa reúne las nuevas adquisiciones, legados, donaciones, daciones, y acredita que es una colección viva, ya que sigue incrementándose actualmente.
Por primera vez se pueden admirar cincuenta y seis obras de los artistas más representativos de la escuela holandesa, y que gozaron de mayor reconocimiento en su época. Veinte de los lienzos han sido restaurados, lo que ha deparado alguna sorpresa como en el cuadro de Salomón de Bray, en el que lo que aparecía como un jarrón azul, una vez realizada una radiografía se comprobó que era la cabeza de Holofernes. Esta obra, que es la portada del catálogo, “Judit presentando la cabeza de Holofernes”, se considera, junto con la de Rembrandt, las más destacadas de la exposición. La obra de Rembrandt, es la única de este artista que posee el Museo del Prado, la adquirió Carlos III en la venta de los bienes del Marqués de la Ensenada, al igual que en la obra de Bray, se daba un error de interpretación al pensar que la figura central del lienzo era Artemisa, nombre por el que se conocía el cuadro, y que la escena que representaba era el momento en el que Artemisa se dispone a beber las cenizas de su esposo Mausolo. Cuenta la leyenda que Artemisa amaba tanto a Mausolo, que cayó en una profunda tristeza tras su muerte, por lo que bebió sus cenizas e hizo construir un magnífico monumento funerario en su honor, razón por la que se denomina Mausoleo a toda construcción funeraria grandiosa. Sin embargo lo que el pintor quiso reflejar en el lienzo fue a Judit en el banquete de Holofernes, titulo actual, después del cambio de denominación.
Coincidiendo con “Holandeses en El Prado”, el Museo reserva un espacio a una obra invitada, en este caso se trata de “La compañía del capitán Reijnier Reael y el teniente Cornelisz Michielsz Blaeuw” de Frans Hals y Pieter Codde, el cuadro holandés más relevante del siglo XVII, procedente del Rijksmuseum de Amsterdam. Es inevitable recordar a Velázquez al ver esta pintura. En la obra se ven dieciséis hombres armados, de los que solo se identifica a dos: el capitán Reijnier Reael y el teniente Cornelisz Michielsz Blaeuw. Fue iniciada por Frans Hals, uno de los artistas holandeses junto con Rembrandt y Vermeer más prestigiosos del momento, y terminada por Pieter Codde, aunque Hals diseñó toda la composición en el periodo más brillante de su carrera, y pintó los siete personajes que se sitúan a la izquierda del cuadro. Codde se encargó de pintar las restantes figuras de la parte derecha del lienzo, y se esforzó por continuar con el estilo de Hals y dotar a la obra de unidad, a Hals le retiraron el encargo por tardar demasiado en finalizar el trabajo. El cuadro retrata a una de las compañías de milicianos características de los Países Bajos, que actuaban al margen de los ejércitos, y estaban compuestas por cuerpos de voluntarios formados por élites urbanas, estos grupos ponían de manifiesto la fuerza de la sociedad civil. Lo propios miembros de estas compañías encargaban los retratos, para colocarlos en sus lugares de reunión. Eran los defensores de la Republica de las Provincias Unidas y lucharon por la independencia frente a la Monarquía española.
Cuando el pintor impresionista Vincent Van Gogh conoció esta obra, dos siglos después de ser pintada, dijo : “solo ver este cuadro merece un viaje a Amsterdam”.
Han sido seis años de trabajo, estudiando el estilo, la técnica, y la documentación de las pinturas, así como la restauración de parte de ellas, el tiempo empleado en poder editar un catálogo razonado, cuya autora Teresa Posada, conservadora de Pintura Flamenca hasta 1700, cifra en cien el número de obras pertenecientes a la Pintura Holandesa del siglo XVII, excluye veintiséis, y cambia de denominación diecinueve, como ocurre con Rembrandt y de Bray. Esta esmerada clasificación, continua con la intención del Museo de profundizar en el conocimiento de sus colecciones, propósito iniciado con El Greco.
En el recorrido por la muestra podemos ver, “ La incredulidad de Santo Tomás” de Mathias Stom, “Jupiter y los dioses urgen a Apolo” de Cornelisz van Haarlen, “La salida al campo” de Jan Both, los temas clásicos de la pintura, como marinas: “Combate naval” de Hendrik Cornelisz Vroom, “Playa con pescadores” de Adam Willaerts, paisajes: “El puerto de Amsterdam en invierno” de Hendrik Jacobsz Dubbels, escenas lúdicas: “Concierto rústico con flauta y violín” de Adriaen van Ostade, escenas militares: “Refriega entre tropas militares” de Wouwerman, bodegones: “Bodegón con vaso de plata y reloj” de Willem Claesz Heda, retratos: “Retrato de una señora de la familia van Beijeren van Schagen” de Michiel Jansz van Mierevelt.
“Holandeses en el Prado” ofrece, además de la mejor pintura holandesa, la posibilidad de contemplar los delicados paisajes italianizantes de Jan Both, encargados por Felipe IV para el palacio del Buen Retiro de Madrid.

La identidad pintada

Julia María Carvajal
Julia María Carbajal
lunes, 30 de noviembre de -1, 00:00 h (CET)
Han sido seis años de trabajo, estudiando el estilo, la técnica, y la documentación de las pinturas, así como la restauración de parte de ellas, el tiempo empleado en poder editar un catálogo razonado, cuya autora Teresa Posada, conservadora de Pintura Flamenca hasta 1700, cifra en cien el número de obras pertenecientes a la Pintura Holandesa del siglo XVII, excluye veintiséis, y cambia de denominación diecinueve, como ocurre con Rembrandt y de Bray.

La identidad pintada.
Julia María Carvajal
En el Museo de El Prado, hasta el próximo mes de Abril de 2010, se puede visitar la exposición “Holandeses en el Prado”, esta muestra se presenta con un catálogo, que por primera vez separa a los pintores holandeses de los flamencos. La pintura holandesa es la producida en las provincias unidas del norte, desde la firma de la unión en Utrecht en 1579, cuando se constituyen en una nación independiente. De las siete provincias, Holanda era la más grande y Amsterdam, su capital, el motor económico, que en el siglo XVII llegó a convertirla en una de las principales potencias europeas, el pujante comercio propició el desarrollo cultural y se sirvió de la pintura para difundir y afirmar su nueva identidad nacional.
Las provincias del sur, Flandes, permanecieron bajo dominio español, y sus pintores pasaron a formar parte de la pintura flamenca. Las obras que llegan a la Corte española, son mayoritariamente de los pintores flamencos durante el reinado de la casa de Austria, por razones religiosas y políticas, y por el contrario son más numerosas las de los pintores holandeses reinando la casa de Borbón.
La exposición se estructura en torno a las tres etapas que crean la colección, la primera de ellas corresponde al reinado de los Austrias en España, fundamentalmente Felipe IV y Carlos II; la segunda a los Borbónes, sobre todo Felipe V y Carlos III; y la tercera y última etapa reúne las nuevas adquisiciones, legados, donaciones, daciones, y acredita que es una colección viva, ya que sigue incrementándose actualmente.
Por primera vez se pueden admirar cincuenta y seis obras de los artistas más representativos de la escuela holandesa, y que gozaron de mayor reconocimiento en su época. Veinte de los lienzos han sido restaurados, lo que ha deparado alguna sorpresa como en el cuadro de Salomón de Bray, en el que lo que aparecía como un jarrón azul, una vez realizada una radiografía se comprobó que era la cabeza de Holofernes. Esta obra, que es la portada del catálogo, “Judit presentando la cabeza de Holofernes”, se considera, junto con la de Rembrandt, las más destacadas de la exposición. La obra de Rembrandt, es la única de este artista que posee el Museo del Prado, la adquirió Carlos III en la venta de los bienes del Marqués de la Ensenada, al igual que en la obra de Bray, se daba un error de interpretación al pensar que la figura central del lienzo era Artemisa, nombre por el que se conocía el cuadro, y que la escena que representaba era el momento en el que Artemisa se dispone a beber las cenizas de su esposo Mausolo. Cuenta la leyenda que Artemisa amaba tanto a Mausolo, que cayó en una profunda tristeza tras su muerte, por lo que bebió sus cenizas e hizo construir un magnífico monumento funerario en su honor, razón por la que se denomina Mausoleo a toda construcción funeraria grandiosa. Sin embargo lo que el pintor quiso reflejar en el lienzo fue a Judit en el banquete de Holofernes, titulo actual, después del cambio de denominación.
Coincidiendo con “Holandeses en El Prado”, el Museo reserva un espacio a una obra invitada, en este caso se trata de “La compañía del capitán Reijnier Reael y el teniente Cornelisz Michielsz Blaeuw” de Frans Hals y Pieter Codde, el cuadro holandés más relevante del siglo XVII, procedente del Rijksmuseum de Amsterdam. Es inevitable recordar a Velázquez al ver esta pintura. En la obra se ven dieciséis hombres armados, de los que solo se identifica a dos: el capitán Reijnier Reael y el teniente Cornelisz Michielsz Blaeuw. Fue iniciada por Frans Hals, uno de los artistas holandeses junto con Rembrandt y Vermeer más prestigiosos del momento, y terminada por Pieter Codde, aunque Hals diseñó toda la composición en el periodo más brillante de su carrera, y pintó los siete personajes que se sitúan a la izquierda del cuadro. Codde se encargó de pintar las restantes figuras de la parte derecha del lienzo, y se esforzó por continuar con el estilo de Hals y dotar a la obra de unidad, a Hals le retiraron el encargo por tardar demasiado en finalizar el trabajo. El cuadro retrata a una de las compañías de milicianos características de los Países Bajos, que actuaban al margen de los ejércitos, y estaban compuestas por cuerpos de voluntarios formados por élites urbanas, estos grupos ponían de manifiesto la fuerza de la sociedad civil. Lo propios miembros de estas compañías encargaban los retratos, para colocarlos en sus lugares de reunión. Eran los defensores de la Republica de las Provincias Unidas y lucharon por la independencia frente a la Monarquía española.
Cuando el pintor impresionista Vincent Van Gogh conoció esta obra, dos siglos después de ser pintada, dijo : “solo ver este cuadro merece un viaje a Amsterdam”.
Han sido seis años de trabajo, estudiando el estilo, la técnica, y la documentación de las pinturas, así como la restauración de parte de ellas, el tiempo empleado en poder editar un catálogo razonado, cuya autora Teresa Posada, conservadora de Pintura Flamenca hasta 1700, cifra en cien el número de obras pertenecientes a la Pintura Holandesa del siglo XVII, excluye veintiséis, y cambia de denominación diecinueve, como ocurre con Rembrandt y de Bray. Esta esmerada clasificación, continua con la intención del Museo de profundizar en el conocimiento de sus colecciones, propósito iniciado con El Greco.
En el recorrido por la muestra podemos ver, “ La incredulidad de Santo Tomás” de Mathias Stom, “Jupiter y los dioses urgen a Apolo” de Cornelisz van Haarlen, “La salida al campo” de Jan Both, los temas clásicos de la pintura, como marinas: “Combate naval” de Hendrik Cornelisz Vroom, “Playa con pescadores” de Adam Willaerts, paisajes: “El puerto de Amsterdam en invierno” de Hendrik Jacobsz Dubbels, escenas lúdicas: “Concierto rústico con flauta y violín” de Adriaen van Ostade, escenas militares: “Refriega entre tropas militares” de Wouwerman, bodegones: “Bodegón con vaso de plata y reloj” de Willem Claesz Heda, retratos: “Retrato de una señora de la familia van Beijeren van Schagen” de Michiel Jansz van Mierevelt.
“Holandeses en el Prado” ofrece, además de la mejor pintura holandesa, la posibilidad de contemplar los delicados paisajes italianizantes de Jan Both, encargados por Felipe IV para el palacio del Buen Retiro de Madrid.

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