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El caso Tanya Villalba ayuda a comprender la forma en que la prensa puede convertirse sin saberlo o intencionalmente, en legitimadora de la corrupción policial

Cuando la prensa legitima la corrupción policial

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Años atrás me encargué de editar una interesante narración de mi amigo, Nemesio Barreto Monzón, quien explicaba en un preciso relato la forma en que la prensa legitimó la dictadura de Alfredo Stroessner. De acuerdo con aquel texto, que circuló profusamente a pesar de la censura de los medios manejados por el inculto y reaccionario empresariado paraguayo, la mayoría de los dueños de medios en Paraguay habían sido en principio propagandistas del dictador.

El diario ABC color, defensor de los intereses empresariales del Grupo Zucolillo, era por aquel tiempo una especie de vocero del régimen, y su propietario incluso entregaba donaciones al director del centro de detenciones y torturas de la dictadura, cuando éste organizaba congresos internacionales “anticomunistas”.

Luego del fin del régimen de Stroessner, Zuccolillo siguió siendo un vocinglero anticomunista maccartista, y ocultó episodios cruciales de su pasado y del mismo Plan Cóndor en los que había participado. No le costó, la verdad sea dicha, demasiado esfuerzo. Los cambios de códigos en el tránsito de dictadura a democracia tutelada fueron mínimos.

De la misma manera que en dictadura legitimó varias persecuciones, publicando muchas veces en tapa la fotografía de opositores a Stroessner y tildándolos de “terroristas”, ya en democracia intentó seguir legitimando arbitrariedades con total impunidad.

Un ejemplo reciente fue el caso de la diseñadora Tanya Villalba, a quien policías corruptos buscaron extorsionar introduciéndole drogas ilegales en su automóvil, al cual detuvieron y cuyo habitáculo violaron sin orden competente alguna.

Hoy se encuentra fehacientemente probado que se trató de un caso de corrupción policial, buscando extorsionar a la empresaria. Los policías se encuentran bajo arresto y una mujer policía que los acompañaba ha confesando que efectivamente la droga fue plantada, e incluso se falsificaron ordenes de las autoridades judiciales y actas en la comisaría.

Debemos advertir, como ya lo hemos hecho en esta columna en anteriores artículos, que la policía corrupta cuenta con eficientes legitimadores en las páginas del diario de Zuccolilllo. La primera publicación sobre el caso de Tanya Villalba, la hizo ABC color, reproduciendo fielmente el relato de los policías corruptos como si merecieran un crédito total y absoluto. Es exactamente lo mismo que hacía en tiempos de la dictadura, cuando ésta acusaba a opositores al régimen.

El nexo entre policías que perpetran un delito para extorsionar y un periodista que sube la noticia raudamente al ciberespacio es más que evidente, pero se trata de un andamiaje que va mucho más allá de un fallido intento legitimador.

Desde hace tiempo venimos advirtiendo en esta columna sobre el peligro que representa una prensa que solo se dedica a reproducir el relato de lo más putrefacto de las instituciones como lo hace el medio de Zuccolillo, y con conocimiento de causa.

En un artículo que publicamos aquí el 7 de enero del corriente año, titulado “Remoras del Estado Policiaco en Paraguay” dejamos constancia de ello. Fue cuando un periodista apareció como auxiliar de policías corruptos para intentar desacreditarme, ya que no pudieron sacarme dinero en un apriete rápido como era su intención.

Finalmente, dedico estas reflexiones a las autoridades encargadas de la seguridad ciudadana, sin olvidar a los vendedores de calmantes que hacen más por el pueblo que sus propios representantes. Tampoco puedo omitir a los que deciden voluntariamente consumir estupefacientes para soportar la realidad que sus autoridades les ofrecen, o a los que se abstienen de consumir drogas pero deben soportar que la misma policía se las plante en su vehículo para extorsionarles.

Todo ello mientras los exponentes de la “libertad de expresión” y guardianes de las libertades civiles legitiman el relato de lo más putrefacto de una sociedad enferma.

Cuando la prensa legitima la corrupción policial

El caso Tanya Villalba ayuda a comprender la forma en que la prensa puede convertirse sin saberlo o intencionalmente, en legitimadora de la corrupción policial
Luis Agüero Wagner
miércoles, 19 de octubre de 2016, 08:40 h (CET)
Años atrás me encargué de editar una interesante narración de mi amigo, Nemesio Barreto Monzón, quien explicaba en un preciso relato la forma en que la prensa legitimó la dictadura de Alfredo Stroessner. De acuerdo con aquel texto, que circuló profusamente a pesar de la censura de los medios manejados por el inculto y reaccionario empresariado paraguayo, la mayoría de los dueños de medios en Paraguay habían sido en principio propagandistas del dictador.

El diario ABC color, defensor de los intereses empresariales del Grupo Zucolillo, era por aquel tiempo una especie de vocero del régimen, y su propietario incluso entregaba donaciones al director del centro de detenciones y torturas de la dictadura, cuando éste organizaba congresos internacionales “anticomunistas”.

Luego del fin del régimen de Stroessner, Zuccolillo siguió siendo un vocinglero anticomunista maccartista, y ocultó episodios cruciales de su pasado y del mismo Plan Cóndor en los que había participado. No le costó, la verdad sea dicha, demasiado esfuerzo. Los cambios de códigos en el tránsito de dictadura a democracia tutelada fueron mínimos.

De la misma manera que en dictadura legitimó varias persecuciones, publicando muchas veces en tapa la fotografía de opositores a Stroessner y tildándolos de “terroristas”, ya en democracia intentó seguir legitimando arbitrariedades con total impunidad.

Un ejemplo reciente fue el caso de la diseñadora Tanya Villalba, a quien policías corruptos buscaron extorsionar introduciéndole drogas ilegales en su automóvil, al cual detuvieron y cuyo habitáculo violaron sin orden competente alguna.

Hoy se encuentra fehacientemente probado que se trató de un caso de corrupción policial, buscando extorsionar a la empresaria. Los policías se encuentran bajo arresto y una mujer policía que los acompañaba ha confesando que efectivamente la droga fue plantada, e incluso se falsificaron ordenes de las autoridades judiciales y actas en la comisaría.

Debemos advertir, como ya lo hemos hecho en esta columna en anteriores artículos, que la policía corrupta cuenta con eficientes legitimadores en las páginas del diario de Zuccolilllo. La primera publicación sobre el caso de Tanya Villalba, la hizo ABC color, reproduciendo fielmente el relato de los policías corruptos como si merecieran un crédito total y absoluto. Es exactamente lo mismo que hacía en tiempos de la dictadura, cuando ésta acusaba a opositores al régimen.

El nexo entre policías que perpetran un delito para extorsionar y un periodista que sube la noticia raudamente al ciberespacio es más que evidente, pero se trata de un andamiaje que va mucho más allá de un fallido intento legitimador.

Desde hace tiempo venimos advirtiendo en esta columna sobre el peligro que representa una prensa que solo se dedica a reproducir el relato de lo más putrefacto de las instituciones como lo hace el medio de Zuccolillo, y con conocimiento de causa.

En un artículo que publicamos aquí el 7 de enero del corriente año, titulado “Remoras del Estado Policiaco en Paraguay” dejamos constancia de ello. Fue cuando un periodista apareció como auxiliar de policías corruptos para intentar desacreditarme, ya que no pudieron sacarme dinero en un apriete rápido como era su intención.

Finalmente, dedico estas reflexiones a las autoridades encargadas de la seguridad ciudadana, sin olvidar a los vendedores de calmantes que hacen más por el pueblo que sus propios representantes. Tampoco puedo omitir a los que deciden voluntariamente consumir estupefacientes para soportar la realidad que sus autoridades les ofrecen, o a los que se abstienen de consumir drogas pero deben soportar que la misma policía se las plante en su vehículo para extorsionarles.

Todo ello mientras los exponentes de la “libertad de expresión” y guardianes de las libertades civiles legitiman el relato de lo más putrefacto de una sociedad enferma.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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