BOSTON - La factura de dos destacados líderes populistas de la izquierda de América Latina está a punto de vencer. Tal es el destino de los presidentes que malinterpretan la economía y la historia.
En las últimas semanas, el venezolano Hugo Chávez se ha visto obligado a emprender una devaluación de la moneda potencialmente devastadora, mientras que Cristina Kirchner ha metido a Argentina de lleno en una crisis después de que el presidente del Banco Central y los tribunales después le impidieran apoderarse de las reservas para extinguir la deuda contraída. Los años de gasto público desproporcionado para comprar los votos de los pobres ya no aceptan aplazarse. La inflación es galopante en ambos países.
Ésta no es una historia de la pobreza del Tercer Mundo. Argentina y Venezuela están entre los países más ricos en recursos naturales y menos densamente poblados del mundo. Hace un siglo, Argentina era el equivalente económico de Canadá y rival de Estados Unidos en nivel de vida. Venezuela ha sido uno de los principales productores de petróleo del mundo.
Lo que aqueja a los dos es el gobierno caótico y las malas ideas. Kirchner, su ex-marido Néstor y Chávez han quedado prendados de las teorías izquierdistas juveniles mucho después de que esas políticas quedaran en evidencia como fracasos. Chávez, en su primer encuentro con Barack Obama, encajó en manos del presidente un ejemplar de "Las venas abiertas de América Latina", una obra infantil de Eduardo Galeano que culpa de los males de la región a todos los demás, igual que los medios de comunicación venezolanos esta semana achacaban el terremoto de Haití a experimentos de la Marina estadounidense. Tal cual.
Los Kirchner proclamaron prematuramente que la actual recesión significaba que había llegado el fin del capitalismo. Sin duda, la recesión era culpa de los excesos sin regular, pero la mayoría del mundo ha reconocido la necesidad de realizar ajustes en el sistema financiero manteniendo la solidez de la economía de mercado.
Aunque Chávez y los Kirchner sueñan con el socialismo (el de verdad, no las acusaciones que vierten los Republicanos contra los Demócratas), los países emergentes verdaderamente dinámicos - China, la India, Brasil, Chile, Perú, Taiwán y Corea del Sur entre otros -- - liberalizan.
Acabo de regresar de la India, donde la economía está creciendo a un impresionante ritmo anual del 8 por ciento. El líder independentista indio Jawaharlal Nehru y los economistas Raúl Prebisch de Argentina y Fernando Henrique Cardoso de Brasil estuvieron entre los líderes intelectuales del socialismo del Tercer Mundo. Pero Prebisch más tarde se retractó, Cardoso condujo a Brasil a su fase actual de economía de mercado de éxito como presidente, y un ministro de economía llamado Manmohan Singh cortó con el socialismo fracasado de la India en 1991. La recompensa de Singh es que él es ahora primer ministro y la India es una superpotencia emergente.
Yo viví en Buenos Aires durante la agitada década de los ochenta, y la devaluación de Venezuela está sacada directamente del manual de Argentina de la época. El gobierno ha creado tipos de cambio múltiples para diferentes tipos de transacciones y ha impuesto controles al cambio y a los precios. Es un artificio complicado y falso.
Pocos venezolanos son engañados. El tipo del mercado negro - sí, un país que todavía tiene uno - es muy superior a los tipos oficiales mientras los venezolanos buscan hacerse con dólares por cualquier medio. También están comprando bienes de consumo como locos, antes de que sus bolívares inevitablemente pierdan valor debido a una inflación del 27 por ciento que con toda seguridad ascenderá.
Las exportaciones han descendido de manera constante durante cuatro años a medida que la producción de la corrupta petrolera estatal ha bajado. Los inversores privados han huido de los demás sectores a medida que las nacionalizaciones de Chávez se extienden, la más reciente a los supermercados. A pesar de los precios del petróleo, la economía se contrajo un 4,5 por ciento durante el tercer trimestre. Añadiendo insulto a un productor de energía, el gobierno impuso la semana pasada - y luego retiró - apagones eléctricos.
Argentina, mientras tanto, ha vivido bajo una ilusión. Los Kirchner también establecieron un laberinto de controles de precios y subsidios mientras alimentaban su máquina de patronazgo. Sus políticas estimularon el crecimiento después de que el país se declarara en 2001 el mayor moroso soberano de la historia. Pero el crecimiento es fácil cuando no se paga a los acreedores.
Los Kirchner se han quedado sin blanca. Anteriormente nacionalizaron los fondos de pensiones, pero esto no fue suficiente. Hace dos semanas despidieron al presidente del Banco Central, Martín Redrado, después de que se negara a entregarles las reservas del banco. Un juez federal le rehabilitó y congeló las reservas del banco. El Congreso, controlado por la oposición, ha convocado una sesión de control extraordinaria.
Los Kirchner dicen que quieren el dinero para pagar la deuda y ser capaces de obtener préstamos internacionales de nuevo. Los organismos de crédito no se dejan engañar. Con una inflación oficialmente situada en el 17 por ciento y estadísticas económicas que no se cree nadie, la deuda argentina ha recibido la calificación de bono basura y es probable que descienda a niveles ínfimos, como la de Nicaragua. Nadie regala nada.