Tras leer carta de una lectora en la que expone los inconvenientes y los aspectos
negativos de denunciar el acoso escolar; no he podido evitar recordar una mala
experiencia que tuve en cuarto de la ESO, y que me gustaría compartir y debatir con
ustedes.
Hace casi cuatro años, en cuarto de la ESO, justamente en el curso en el que entraba
nuevo a mi instituto; sufrí acoso escolar (tanto verbal como físico) por un chico de mi
clase, el típico adolescente graciosillo y problemático que se dedica a molestar a sus
compañeros y profesores y a boicotear la clase con sus bufonadas y estupideces. Esta
situación me obligaría a denunciar para cortar de raíz el problema, convirtiendo ese
año en uno de los peores de mi vida.
En lo que estoy totalmente de acuerdo con esta leyente, es que denunciar es un lío, ya
que tienes que estar yendo a la fiscalía un día sí y otro también, contendiendo
continuamente con los letrados, y gastándote irrazonablemente un dineral en ellos,
dado que, la mayoría parece que están de aderezo, no hacen absolutamente nada.
Desde mi parecer, estas situaciones no se producirían, y los alumnos no se verían
obligados a denunciar si los docentes pusieran un poco de su parte para solventar este
problema, algo que por desgracia muchos no hacen. Ante situaciones como esta la
mayoría de ellos utilizan la llamada “técnica del avestruz”, ni oyen ni ven nada, ya sea
para no implicarse, o para no dar mala fama al centro escolar. Me hace gracia ver, que
tanto los docentes como el acosador se quedan con la boca abierta cuando se enteran
de que hay una demanda de por medio; y es que si no haces esto, no le ven las orejas
al lobo.
Algo en lo que discrepo con ella, es que cuando sufres acoso escolar no hay que
callarlo en ningún momento, o la situación podría empeorar. Yo he denunciado, y me
ha servido de mucho, ya que cuando lo hice al acosador se le quitaron las ganas de
volver a meterse conmigo y con otras personas.