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De la calidad de tus pensamientos dependen tus resultados, y creo que todos merecemos tener buenos resultados

El poder del diálogo interno es más de lo que imaginas

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El diálogo interno condiciona enormemente nuestros resultados. Nuestro saboteador interno siempre está tratanto de salirse con la suya, y si no somos conscientes es posible que lo consiga. El poder del diálogo interno es mucho más impactante sobre ti de lo que crees.

Imagina que estás educando a un niño/a desde muy pequeño y que de ti depende que esta persona sea un adulto maduro y responsable el día de mañana. De tu forma de hablarle y comunicarte con él dependerán en buena medida los resultados que obtengas ¿verdad?

Imagina por un momento que tu diálogo con este niño/a es muy crítico, incluso llegando a considerarlo un inútil que no es capaz de hacer las cosas bien y que trata de hacer el mínimo esfuerzo no queriendo esforzarse. Tú, con toda tu buena intención, no haces más que meter el dedo en la llaga con una comunicación muy crítica centrada en los errores:

“Así no se hace. ¡Lo estás haciendo mal!”
“¡Qué torpe eres!”
“¡No lo vas a conseguir!”
“¡Ya estás otra vez con lo mismo!”
“¡Qué desastre eres!”

¿Cómo crees que será la reacción del niño? ¿Lo harás con estos comentarios una persona más madura y responsable o conseguirás un niño con una baja autoestima y poco sentimiento de valía?

La respuesta es obvia, un niño no puede crecer de forma psicológicamente saludable en un ambiente de constante crítica como el que acabas de leer. Seguramente los resultados de este niño en el futuro serán los contrarios a los que se han pretendido.

Ahora imagina que cambiamos la forma de hacerlo y nos centramos mucho más en conseguir los resultados bajo un ambiente de aprobación y valoración.

“Muy bien, ya has hecho uno. Vamos con el siguiente”
“¡Ánimo, tú puedes hacerlo!”
“Confío en ti”
“Vamos, ahora a por la siguiente tarea. Muy bien”
“Mucho mejor que antes, ¡enhorabuena!”

¿Cómo crees que será en este caso la reacción del niño a todos estos comentarios? Es obvio que con ellos estamos fomentando un sentimiento de valía y utilidad en el niño que provocarán en él mayor auto eficacia (cuánto cree en sus propias posibilidades), haciendo que cada vez vaya a más y entre en un círculo virtuoso de éxitos.

Ese niño/a eres tú. Eres tú cada día cuando te hablas a ti mismo/a, cuando te lanzas mensajes como dardos envenenados hacia tu subconsciente. No me dirás que nunca lo has hecho ¿Te suenan estas expresiones?

“Así no se hace. ¡Lo estás haciendo mal!”
“¡Qué torpe eres!”
“¡No lo vas a conseguir!”
“¡Ya estás otra vez con lo mismo!”
“¡Qué desastre eres!”

En realidad son las mismas que le decíamos al niño que no era capaz de mejorar, y cada vez lo hundíamos más en su miseria, asegurándole un futuro nada prometedor.

Esto es sólo una prueba de lo que nos decimos, unas frases genéricas que nos podrían acoplar a casi todos/as. Pero hablando con más personas, e incluso escuchándome a mí mismo a veces, descubro que las expresiones van mucho más allá, e incluyen un tono de voz demasiado destructivo y crítico. Tanto que si lo hiciéramos con un niño pequeño lo convertiríamos en un pequeño inseguro e incapaz en poco tiempo. Hay quien se habla así:

“¡Joder Marta, ya estás otra vez con lo mismo!”.
“Me cagüen la p****, ¡Cuándo vas a cambiar!”
“Siempre igual, ¡no sirves para esto!”
Y así sucesivamente, tan sólo de escribirlas se me pone la piel de gallina. Pero nos lo decimos a nosotros mismos, y lo peor de todo es que no nos damos cuenta.

Mediante el diálogo interno vamos haciendo que nuestro yo-interior vaya sintiéndose cada vez más capaz o todo lo contrario.

Lo cierto es que de tanto hablarnos a nosotros mismos al final se forja una personalidad, una forma de ser que hemos adoptado, gracias a la cantidad de mensajes que nos hemos dicho.

Si siempre estoy criticando aquello que hago, es normal que con el tiempo sea una persona crítica y excesivamente perfeccionista.
Si siempre me dedico a criticar mi físico, es normal que con el tiempo no ame mi cuerpo y no me considere una persona digna de recibir el amor incondicional de otros, avergonzándome de mi mismo/a.
Si me critico en exceso cada vez que algo no sale como yo quiero, lo más normal es que deje de hacer cosas para no fallar y errar en el intento.
Si creo que no seré capaz de conseguirlo, seguramente ni lo intente.
El diálogo interno es la herramienta mediante la cual nos programamos a nosotros mismos, es el software que utilizamos para caminar por la vida.

Hace ya años que vengo observándome a mí mismo en muchas ocasiones del día, por ejemplo al acostarme por la noche. Soy un convencido de que si no dormimos entre 7 y 8 horas, nuestro organismo no descansará lo suficiente para estar al 100% al día siguiente. De hecho, es un tema al que le presto mucha atención, aunque en ocasiones, por motivos de viajes u otros la noche no puede ser tan larga, y me tengo que conformar con 5 o 6 horas de sueño.

Me di cuenta de que esos días cuando me acostaba a dormir, mi diálogo interno era del tipo:
“Madre mía, sólo voy a dormir 5 horas, mañana estaré rendido”.
“No puedo dormir sólo 5 horas, así no voy por buen camino”.

Si mi diálogo interno es éste al acostarme, ¿Cómo crees que me levantaré al día siguiente? Tienes razón, rendido y con un diálogo interno muy parecido. De hecho éste era mi diálogo interno al despertarme:
“Uf… no he descansado nada…”.
“Joder… las 5 de la mañana, que pocas ganas de despertarme”.


Con todo esto, imagina cuál era mi estado físico, mental y emocional a las 5 o las 6 de la mañana. Los primeros minutos de mi vida eran un auténtico infierno, una persona victimista que vagaba de un lado para otro de la casa haciendo cosas sin la más mínima alegría. Aunque esas cosas fueran meditar, visualizar y hacer algo de ejercicio.

Sin embargo, con un poco más de análisis (y unas cuántas horas de introspección) aprendí a ser más consciente de mis pensamientos al acostarme y al despertarme. Desde entonces, aunque por delante sólo tuviera 5 horas de sueño, aprendí a decirme algo muy distinto al acostarme.


“Las próximas 5 horas de sueño las voy a aprovechar al máximo”. “Mi cuerpo puede descansar muy profundamente en 5 horas”.

Y al despertarme también me decía otros mensajes:
“Bueno, parece que ya son las 5. Arriba”.
“Venga, es normal que esté cansado, pero esto se me pasa en unos minutos”.
“Ale, a activar el cuerpo”.
“Un día más para hacer de él algo extraordinario”.
O mejor todavía, algo que muy pocas personas hacen cada mañana al despertarse:
“Gracias, gracias… gracias”

Dar las gracias por el hecho de estar vivos y de tener 24 horas por delante. Queramos o no, hay un día en el que no nos vamos a levantar. Ese día tu vida habrá acabado. Game over. Creo que es bastante de sentido común que mientras estemos vivos celebremos la vida ¿no te parece?

Como puedes imaginar, mi energía física, mental y emocional cuando mi lenguaje era positivo con el hecho de dormir poco, misteriosamente yo me despertaba mejor, incluso con más ganas de empezar el día. Es curioso como el lenguaje que utilizamos con nosotros mismos determina lo que va a ocurrir.

Esto es algo que he probado mucho en las rutas en bici o cada vez que salgo a correr. Cuando hice los 500kms de la Vía de la Plata, había momentos flojos en los que después de 8 horas de pedaleo y mucho calor, tenía ganas de tirar la toalla. En ese momento lo más normal es que el diálogo interno sea bastante negativo y crítico “no has entrenado lo suficiente”, “quién te mandaría a ti meterte en esto”, etcétera. Cuando hacía esto mi cuerpo iba a menos.

Sin embargo, cuando era consciente de mi diálogo interno entonces podía cambiarlo, y me repetía mensajes mucho más alentadores: “Venga César, cinco kilómetros más”, “Vamos César, lo vas a conseguir”, “Sí, tú puedes”. Como puedes imaginar mi energía era muy distinta cuando utilizaba un lenguaje positivo.

Muchas personas pueden pensar “ya, pero es que no siempre tenemos cosas positivas que decir”. Lamento decepcionarles, pero siempre se puede cambiar nuestro diálogo interno por uno más valorativo. Imagina el siguiente ejemplo fácil y muy sencillo:

Dos padres se encuentran por la calle:
-¿Qué tal va Martita en el cole? – Pregunta uno.
-Todavía no sabe multiplicar – Responde el otro.

Otros dos padres se encuentran por la calle:
-¿Qué tal va Laurita en el cole? – Pregunta uno.
-Ya sabe sumar y restar, y está aprendiendo a multiplicar – Responde el otro.

Ambas situaciones son iguales, pero un padre tiene una mirada más valorativa hacia el trabajo y el esfuerzo que está haciendo su hija en el cole. De ahí que yo te invite a tener dentro de ti esa persona que aprecia lo que haces, que valora lo que ya eres, que considera que eres capaz, digno/a de todo en la vida y sobretodo una persona bondadosa que quiere el bien para los demás.

En la medida en la que seas capaz de quererte a ti mismo, así serán tus resultados.

Pero no sólo me quedo en los resultados, también hablo de tu felicidad. Ya que hay personas que teniendo resultados materiales excelentes, no tienen la felicidad interna que necesitan. De ahí que creo que este tema sea de vital importancia para alguien que pretende conseguir algo en la vida. Hablarse bien es la clave para tener una vida productiva, ya que la productividad depende del nivel de capacidad, compromiso y auto eficacia que tengamos. Y la felicidad también depende en buena medida de ello.

Sin un diálogo interno positivo y valorativo es muy difícil ser productivos. Especialmente cuando ya no te quieres limitar a aprender los típicos consejos de libro sobre gestión de la productividad personal, sino que quieres empezar a hackear tu propio sistema interno de creencias y patrones aprendidos desde la infancia.

Que tengas un gran día.

El poder del diálogo interno es más de lo que imaginas

De la calidad de tus pensamientos dependen tus resultados, y creo que todos merecemos tener buenos resultados
César Piqueras
jueves, 13 de octubre de 2016, 00:15 h (CET)
El diálogo interno condiciona enormemente nuestros resultados. Nuestro saboteador interno siempre está tratanto de salirse con la suya, y si no somos conscientes es posible que lo consiga. El poder del diálogo interno es mucho más impactante sobre ti de lo que crees.

Imagina que estás educando a un niño/a desde muy pequeño y que de ti depende que esta persona sea un adulto maduro y responsable el día de mañana. De tu forma de hablarle y comunicarte con él dependerán en buena medida los resultados que obtengas ¿verdad?

Imagina por un momento que tu diálogo con este niño/a es muy crítico, incluso llegando a considerarlo un inútil que no es capaz de hacer las cosas bien y que trata de hacer el mínimo esfuerzo no queriendo esforzarse. Tú, con toda tu buena intención, no haces más que meter el dedo en la llaga con una comunicación muy crítica centrada en los errores:

“Así no se hace. ¡Lo estás haciendo mal!”
“¡Qué torpe eres!”
“¡No lo vas a conseguir!”
“¡Ya estás otra vez con lo mismo!”
“¡Qué desastre eres!”

¿Cómo crees que será la reacción del niño? ¿Lo harás con estos comentarios una persona más madura y responsable o conseguirás un niño con una baja autoestima y poco sentimiento de valía?

La respuesta es obvia, un niño no puede crecer de forma psicológicamente saludable en un ambiente de constante crítica como el que acabas de leer. Seguramente los resultados de este niño en el futuro serán los contrarios a los que se han pretendido.

Ahora imagina que cambiamos la forma de hacerlo y nos centramos mucho más en conseguir los resultados bajo un ambiente de aprobación y valoración.

“Muy bien, ya has hecho uno. Vamos con el siguiente”
“¡Ánimo, tú puedes hacerlo!”
“Confío en ti”
“Vamos, ahora a por la siguiente tarea. Muy bien”
“Mucho mejor que antes, ¡enhorabuena!”

¿Cómo crees que será en este caso la reacción del niño a todos estos comentarios? Es obvio que con ellos estamos fomentando un sentimiento de valía y utilidad en el niño que provocarán en él mayor auto eficacia (cuánto cree en sus propias posibilidades), haciendo que cada vez vaya a más y entre en un círculo virtuoso de éxitos.

Ese niño/a eres tú. Eres tú cada día cuando te hablas a ti mismo/a, cuando te lanzas mensajes como dardos envenenados hacia tu subconsciente. No me dirás que nunca lo has hecho ¿Te suenan estas expresiones?

“Así no se hace. ¡Lo estás haciendo mal!”
“¡Qué torpe eres!”
“¡No lo vas a conseguir!”
“¡Ya estás otra vez con lo mismo!”
“¡Qué desastre eres!”

En realidad son las mismas que le decíamos al niño que no era capaz de mejorar, y cada vez lo hundíamos más en su miseria, asegurándole un futuro nada prometedor.

Esto es sólo una prueba de lo que nos decimos, unas frases genéricas que nos podrían acoplar a casi todos/as. Pero hablando con más personas, e incluso escuchándome a mí mismo a veces, descubro que las expresiones van mucho más allá, e incluyen un tono de voz demasiado destructivo y crítico. Tanto que si lo hiciéramos con un niño pequeño lo convertiríamos en un pequeño inseguro e incapaz en poco tiempo. Hay quien se habla así:

“¡Joder Marta, ya estás otra vez con lo mismo!”.
“Me cagüen la p****, ¡Cuándo vas a cambiar!”
“Siempre igual, ¡no sirves para esto!”
Y así sucesivamente, tan sólo de escribirlas se me pone la piel de gallina. Pero nos lo decimos a nosotros mismos, y lo peor de todo es que no nos damos cuenta.

Mediante el diálogo interno vamos haciendo que nuestro yo-interior vaya sintiéndose cada vez más capaz o todo lo contrario.

Lo cierto es que de tanto hablarnos a nosotros mismos al final se forja una personalidad, una forma de ser que hemos adoptado, gracias a la cantidad de mensajes que nos hemos dicho.

Si siempre estoy criticando aquello que hago, es normal que con el tiempo sea una persona crítica y excesivamente perfeccionista.
Si siempre me dedico a criticar mi físico, es normal que con el tiempo no ame mi cuerpo y no me considere una persona digna de recibir el amor incondicional de otros, avergonzándome de mi mismo/a.
Si me critico en exceso cada vez que algo no sale como yo quiero, lo más normal es que deje de hacer cosas para no fallar y errar en el intento.
Si creo que no seré capaz de conseguirlo, seguramente ni lo intente.
El diálogo interno es la herramienta mediante la cual nos programamos a nosotros mismos, es el software que utilizamos para caminar por la vida.

Hace ya años que vengo observándome a mí mismo en muchas ocasiones del día, por ejemplo al acostarme por la noche. Soy un convencido de que si no dormimos entre 7 y 8 horas, nuestro organismo no descansará lo suficiente para estar al 100% al día siguiente. De hecho, es un tema al que le presto mucha atención, aunque en ocasiones, por motivos de viajes u otros la noche no puede ser tan larga, y me tengo que conformar con 5 o 6 horas de sueño.

Me di cuenta de que esos días cuando me acostaba a dormir, mi diálogo interno era del tipo:
“Madre mía, sólo voy a dormir 5 horas, mañana estaré rendido”.
“No puedo dormir sólo 5 horas, así no voy por buen camino”.

Si mi diálogo interno es éste al acostarme, ¿Cómo crees que me levantaré al día siguiente? Tienes razón, rendido y con un diálogo interno muy parecido. De hecho éste era mi diálogo interno al despertarme:
“Uf… no he descansado nada…”.
“Joder… las 5 de la mañana, que pocas ganas de despertarme”.


Con todo esto, imagina cuál era mi estado físico, mental y emocional a las 5 o las 6 de la mañana. Los primeros minutos de mi vida eran un auténtico infierno, una persona victimista que vagaba de un lado para otro de la casa haciendo cosas sin la más mínima alegría. Aunque esas cosas fueran meditar, visualizar y hacer algo de ejercicio.

Sin embargo, con un poco más de análisis (y unas cuántas horas de introspección) aprendí a ser más consciente de mis pensamientos al acostarme y al despertarme. Desde entonces, aunque por delante sólo tuviera 5 horas de sueño, aprendí a decirme algo muy distinto al acostarme.


“Las próximas 5 horas de sueño las voy a aprovechar al máximo”. “Mi cuerpo puede descansar muy profundamente en 5 horas”.

Y al despertarme también me decía otros mensajes:
“Bueno, parece que ya son las 5. Arriba”.
“Venga, es normal que esté cansado, pero esto se me pasa en unos minutos”.
“Ale, a activar el cuerpo”.
“Un día más para hacer de él algo extraordinario”.
O mejor todavía, algo que muy pocas personas hacen cada mañana al despertarse:
“Gracias, gracias… gracias”

Dar las gracias por el hecho de estar vivos y de tener 24 horas por delante. Queramos o no, hay un día en el que no nos vamos a levantar. Ese día tu vida habrá acabado. Game over. Creo que es bastante de sentido común que mientras estemos vivos celebremos la vida ¿no te parece?

Como puedes imaginar, mi energía física, mental y emocional cuando mi lenguaje era positivo con el hecho de dormir poco, misteriosamente yo me despertaba mejor, incluso con más ganas de empezar el día. Es curioso como el lenguaje que utilizamos con nosotros mismos determina lo que va a ocurrir.

Esto es algo que he probado mucho en las rutas en bici o cada vez que salgo a correr. Cuando hice los 500kms de la Vía de la Plata, había momentos flojos en los que después de 8 horas de pedaleo y mucho calor, tenía ganas de tirar la toalla. En ese momento lo más normal es que el diálogo interno sea bastante negativo y crítico “no has entrenado lo suficiente”, “quién te mandaría a ti meterte en esto”, etcétera. Cuando hacía esto mi cuerpo iba a menos.

Sin embargo, cuando era consciente de mi diálogo interno entonces podía cambiarlo, y me repetía mensajes mucho más alentadores: “Venga César, cinco kilómetros más”, “Vamos César, lo vas a conseguir”, “Sí, tú puedes”. Como puedes imaginar mi energía era muy distinta cuando utilizaba un lenguaje positivo.

Muchas personas pueden pensar “ya, pero es que no siempre tenemos cosas positivas que decir”. Lamento decepcionarles, pero siempre se puede cambiar nuestro diálogo interno por uno más valorativo. Imagina el siguiente ejemplo fácil y muy sencillo:

Dos padres se encuentran por la calle:
-¿Qué tal va Martita en el cole? – Pregunta uno.
-Todavía no sabe multiplicar – Responde el otro.

Otros dos padres se encuentran por la calle:
-¿Qué tal va Laurita en el cole? – Pregunta uno.
-Ya sabe sumar y restar, y está aprendiendo a multiplicar – Responde el otro.

Ambas situaciones son iguales, pero un padre tiene una mirada más valorativa hacia el trabajo y el esfuerzo que está haciendo su hija en el cole. De ahí que yo te invite a tener dentro de ti esa persona que aprecia lo que haces, que valora lo que ya eres, que considera que eres capaz, digno/a de todo en la vida y sobretodo una persona bondadosa que quiere el bien para los demás.

En la medida en la que seas capaz de quererte a ti mismo, así serán tus resultados.

Pero no sólo me quedo en los resultados, también hablo de tu felicidad. Ya que hay personas que teniendo resultados materiales excelentes, no tienen la felicidad interna que necesitan. De ahí que creo que este tema sea de vital importancia para alguien que pretende conseguir algo en la vida. Hablarse bien es la clave para tener una vida productiva, ya que la productividad depende del nivel de capacidad, compromiso y auto eficacia que tengamos. Y la felicidad también depende en buena medida de ello.

Sin un diálogo interno positivo y valorativo es muy difícil ser productivos. Especialmente cuando ya no te quieres limitar a aprender los típicos consejos de libro sobre gestión de la productividad personal, sino que quieres empezar a hackear tu propio sistema interno de creencias y patrones aprendidos desde la infancia.

Que tengas un gran día.

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