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Remedios Falaguera

El pacto

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Decía el gran Federico Fellini que “la televisión es el espejo en donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”.

Si por cultura entendemos todos aquellos valores, tradiciones, normas, valores, conocimientos, actitudes, etc. que nos caracteriza como grupo social, y que se transmiten de una generación a otra con el objetivo de sacar lo mejor de uno mismo en beneficio de la sociedad, mucho me temo no vamos por buen camino.

De hecho, asi me parece evidente después de ver el primer capitulo de la nueva serie de Telecinco, “El pacto”. En feedcto, en dicha serie los padres carecen de cualquier proyecto educativo, no tiene ninguna autoridad moral sobre sus hijas, y, a lo mejor, como consecuencia de ello, son continuamente humillados por sus hijas; hijas, que solo unas niñas, han mantenido relaciones sexuales con el único proposito de jugar a ser mamas.

Esta serie recrea una realidad ficticia en la que sus protagonistas se atreven a jugar con la belleza de la maternidad, con la vida humana, con el valor de la amistad, con la vida de familia, etcétera, etcétera, etcétera.
Y todo ello aderezado con un lenguaje soez y ordinario.

En definitiva, no creo esta serie sea beneficiosa para la salud personal, familiar, cultural y social de los jóvenes que nos rodean.

Es más, debo confesar que mi primera intención fue realizar un análisis más o menos profundo de esta polémica caricatura malintencionada de la realidad que contribuye al declive moral y cultural de los espectadores.

Pero, visto lo visto, no puedo más que denunciar que me siento insultada como mujer, humillada como madre, desorientada en mi labor educativa como profesora y avergonzada como periodista.

Que la TV es un medio de comunicación que responde a una necesidad vital del hombre, nos guste o no, es una realidad. Que en sus contendidos encontramos luces y sombras que influyen no solo en nuestra vida, sino también en la cultura, las normas y los valores de la sociedad que hace propias esas pautas de comportamiento, nadie puede negarlo.

Pero me siento tan responsable ante la confusion de todos aquellos que por su juventud o su falta de cultura no son capaces de interpretar, analizar y fomentar el espíritu critico ante aspectos positivos y negativos que nos aporta la TV, que estoy dispuesta a abandonar mi postura políticamente correcta para denunciar públicamente los modelos de comportamiento que nos presenta la serie.

¡No son más que un insulto a la dignidad de los jóvenes que se ven reflejados en la serie, a la maternidad, a la familia, a la educación, a los valores,… en definitiva, a todo lo bueno y bello que hay en este maravilloso mundo.

La educación de las nuevas generaciones no merecen una cosa así. Ellos son el futuro, la esperanza de un mundo mejor.

¡Ha llegado el momento de que digamos basta ante tanto desatino! No podemos dejarles “colgados” por comodidad, engañando a nuestra conciencia con argumentos como que es una serie de ficcion basada en un hecho real, que tiene un gran éxito de audiencia, o que no “el guión huye del morbo”, como asegura el director de la serie, Fernando Colomo.

Como señalaba la periodista Christiane Amanpour, en el libro póstumo dedicado al fotoperiodista Miguel Gil: “Cuando la gente buena no hace nada, los malos triunfan. Creo que los periodistas podemos ayudar a hacer del mundo un lugar mejor”.

ANEXO: Una historia con moralina que nos puede ayudar.

…¡NO PASA NADA, NO SEÁIS EXAGERADOS...!

Dos adolescentes pidieron permiso a su padre para ver una película en el cine que todos sus amigos habían visto. Después de investigar un poco sobre la película en internet, les negó el permiso.

“Pero Papá, ¿porqué no?” se quejaron, “es restringido para menores de 13, y ambos tenemos más de 13 años.”

Papá respondió: “Porque la película contiene desnudez y pinta la inmoralidad como algo normal.”

“¡Pero Papá, eso es una parte mínima! Eso es lo que nuestros amigos nos han dicho. ¡La película dura unas dos horas y aquellas escenas duran unos minutos! Se basa en una historia real, el bien triunfa sobre el mal, y hay otros valores como sacrificio y valentía. Hasta las críticas dicen eso. No pasa nada, papá, no seas exagerado”…

“Mi respuesta es NO, y esa es mi respuesta final. Estáis bienvenidos a quedaros en casa hoy, invitar a unos amigos, y ver una de las buenas películas que tenemos en casa. Pero no vais a ver esta película. Final de esta conversación.”

Los dos adolescentes se fueron molestos al salón de estar y se tiraron en el sofá. Pronto se sorprendieron de escuchar ruidos en la cocina, su padre estaba preparando algo. Averiguaron por el olor que era “bizcocho de chocolate”. “Seguramente Papá se siente mal y quiere reparárnoslo con sus brownies. Quizá si le alabamos mucho cuando entre, se ablandará y nos dejará ver la película” se decían. No esperaron mucho. Entró su padre con una bandeja de brownies y ofreció uno a cada hijo. Ambos aceptaron y el padre les dijo:

“Antes de que comáis, quiero deciros una cosa: os quiero mucho.”

Los dos jóvenes se miraron, sonriéndose con un aire de conocimiento: se está ablandando papá.

“Por eso he hecho estos brownies con los mejores ingredientes posibles, casi todo orgánico.”

Los brownies parecían deliciosos, y traía agua a la boca de los chicos, y se ponían impacientes con el discurso de su padre.

“Pero quiero ser completamente honesto con vosotros. Añadí un ingrediente especial, que cogí del jardín. Puse un poquitito, y os daréis cuenta. Ánimo pues, tomad una mordida y decidme que os parece.”

-“Papá, ¿no quieres decirnos qué ingrediente es?”

-“Pero si no fue casi nada, una cantidad pequeñísima.”

-“Venga, dinos que era.”

-“Pero también orgánico, como los demás ingredientes.”

-“Papá….”

-“Bueno, pues, añadí mierda del perro.”

Los jóvenes dejaron caer su postre, y examinaron sus dedos con horror. “¿Porqué hiciste eso? Nos torturaste con el olor divino, y ahora no los podemos comer.”

-“Pero si es sólo un poco, y nunca lo vais a notar. No pasa nada, no seáis exagerados. Lo preparé con los demás ingredientes, muy buenos y saludables…”

-“PAPÁ, nunca vamos a comer eso.”

- “Y por esta misma razón, no podéis ver la película.¿Cómo podemos dejar entrar imágenes que quedarán allí mucho tiempo, causando daño a nuestra alma…?”

El pacto

Remedios Falaguera
Remedios Falaguera
viernes, 15 de enero de 2010, 09:40 h (CET)
Decía el gran Federico Fellini que “la televisión es el espejo en donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”.

Si por cultura entendemos todos aquellos valores, tradiciones, normas, valores, conocimientos, actitudes, etc. que nos caracteriza como grupo social, y que se transmiten de una generación a otra con el objetivo de sacar lo mejor de uno mismo en beneficio de la sociedad, mucho me temo no vamos por buen camino.

De hecho, asi me parece evidente después de ver el primer capitulo de la nueva serie de Telecinco, “El pacto”. En feedcto, en dicha serie los padres carecen de cualquier proyecto educativo, no tiene ninguna autoridad moral sobre sus hijas, y, a lo mejor, como consecuencia de ello, son continuamente humillados por sus hijas; hijas, que solo unas niñas, han mantenido relaciones sexuales con el único proposito de jugar a ser mamas.

Esta serie recrea una realidad ficticia en la que sus protagonistas se atreven a jugar con la belleza de la maternidad, con la vida humana, con el valor de la amistad, con la vida de familia, etcétera, etcétera, etcétera.
Y todo ello aderezado con un lenguaje soez y ordinario.

En definitiva, no creo esta serie sea beneficiosa para la salud personal, familiar, cultural y social de los jóvenes que nos rodean.

Es más, debo confesar que mi primera intención fue realizar un análisis más o menos profundo de esta polémica caricatura malintencionada de la realidad que contribuye al declive moral y cultural de los espectadores.

Pero, visto lo visto, no puedo más que denunciar que me siento insultada como mujer, humillada como madre, desorientada en mi labor educativa como profesora y avergonzada como periodista.

Que la TV es un medio de comunicación que responde a una necesidad vital del hombre, nos guste o no, es una realidad. Que en sus contendidos encontramos luces y sombras que influyen no solo en nuestra vida, sino también en la cultura, las normas y los valores de la sociedad que hace propias esas pautas de comportamiento, nadie puede negarlo.

Pero me siento tan responsable ante la confusion de todos aquellos que por su juventud o su falta de cultura no son capaces de interpretar, analizar y fomentar el espíritu critico ante aspectos positivos y negativos que nos aporta la TV, que estoy dispuesta a abandonar mi postura políticamente correcta para denunciar públicamente los modelos de comportamiento que nos presenta la serie.

¡No son más que un insulto a la dignidad de los jóvenes que se ven reflejados en la serie, a la maternidad, a la familia, a la educación, a los valores,… en definitiva, a todo lo bueno y bello que hay en este maravilloso mundo.

La educación de las nuevas generaciones no merecen una cosa así. Ellos son el futuro, la esperanza de un mundo mejor.

¡Ha llegado el momento de que digamos basta ante tanto desatino! No podemos dejarles “colgados” por comodidad, engañando a nuestra conciencia con argumentos como que es una serie de ficcion basada en un hecho real, que tiene un gran éxito de audiencia, o que no “el guión huye del morbo”, como asegura el director de la serie, Fernando Colomo.

Como señalaba la periodista Christiane Amanpour, en el libro póstumo dedicado al fotoperiodista Miguel Gil: “Cuando la gente buena no hace nada, los malos triunfan. Creo que los periodistas podemos ayudar a hacer del mundo un lugar mejor”.

ANEXO: Una historia con moralina que nos puede ayudar.

…¡NO PASA NADA, NO SEÁIS EXAGERADOS...!

Dos adolescentes pidieron permiso a su padre para ver una película en el cine que todos sus amigos habían visto. Después de investigar un poco sobre la película en internet, les negó el permiso.

“Pero Papá, ¿porqué no?” se quejaron, “es restringido para menores de 13, y ambos tenemos más de 13 años.”

Papá respondió: “Porque la película contiene desnudez y pinta la inmoralidad como algo normal.”

“¡Pero Papá, eso es una parte mínima! Eso es lo que nuestros amigos nos han dicho. ¡La película dura unas dos horas y aquellas escenas duran unos minutos! Se basa en una historia real, el bien triunfa sobre el mal, y hay otros valores como sacrificio y valentía. Hasta las críticas dicen eso. No pasa nada, papá, no seas exagerado”…

“Mi respuesta es NO, y esa es mi respuesta final. Estáis bienvenidos a quedaros en casa hoy, invitar a unos amigos, y ver una de las buenas películas que tenemos en casa. Pero no vais a ver esta película. Final de esta conversación.”

Los dos adolescentes se fueron molestos al salón de estar y se tiraron en el sofá. Pronto se sorprendieron de escuchar ruidos en la cocina, su padre estaba preparando algo. Averiguaron por el olor que era “bizcocho de chocolate”. “Seguramente Papá se siente mal y quiere reparárnoslo con sus brownies. Quizá si le alabamos mucho cuando entre, se ablandará y nos dejará ver la película” se decían. No esperaron mucho. Entró su padre con una bandeja de brownies y ofreció uno a cada hijo. Ambos aceptaron y el padre les dijo:

“Antes de que comáis, quiero deciros una cosa: os quiero mucho.”

Los dos jóvenes se miraron, sonriéndose con un aire de conocimiento: se está ablandando papá.

“Por eso he hecho estos brownies con los mejores ingredientes posibles, casi todo orgánico.”

Los brownies parecían deliciosos, y traía agua a la boca de los chicos, y se ponían impacientes con el discurso de su padre.

“Pero quiero ser completamente honesto con vosotros. Añadí un ingrediente especial, que cogí del jardín. Puse un poquitito, y os daréis cuenta. Ánimo pues, tomad una mordida y decidme que os parece.”

-“Papá, ¿no quieres decirnos qué ingrediente es?”

-“Pero si no fue casi nada, una cantidad pequeñísima.”

-“Venga, dinos que era.”

-“Pero también orgánico, como los demás ingredientes.”

-“Papá….”

-“Bueno, pues, añadí mierda del perro.”

Los jóvenes dejaron caer su postre, y examinaron sus dedos con horror. “¿Porqué hiciste eso? Nos torturaste con el olor divino, y ahora no los podemos comer.”

-“Pero si es sólo un poco, y nunca lo vais a notar. No pasa nada, no seáis exagerados. Lo preparé con los demás ingredientes, muy buenos y saludables…”

-“PAPÁ, nunca vamos a comer eso.”

- “Y por esta misma razón, no podéis ver la película.¿Cómo podemos dejar entrar imágenes que quedarán allí mucho tiempo, causando daño a nuestra alma…?”

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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