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España se expone a espantar a la Europa comunitaria

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En ocasiones conviene entrar en el que, para algunos, es un campo en el que nos debemos mover con cautela y mucha prudencia, el económico, ya que no es, precisamente, la materia que mejor dominamos, si es que hay alguna que nos sea más propicia que otras. En todo caso, es evidente que la tentación de señalar algunas de las consecuencias de esta aberrante situación en la que nos estamos moviendo, en España, como consecuencia de este desconcierto político por el que está pasando nuestra nación, es muy fuerte, máxime cuando llevamos ya dos elecciones legislativas consecutivas sin que nuestros políticos hayan sido capaces de encontrar la fórmula para entenderse y facilitar así la gobernabilidad de la que, tan precisados, andamos los españoles de a pie, después de diez meses de continuos enfrentamientos, descalificaciones, insultos y forcejeos para conseguir alcanzar el poder, una ambición que, para algunos, supera con creces su interés para que España siga, como hasta ahora, en pos de la senda de la recuperación; sin que les importe el que, gracias a su insensatez, quedemos expuestos a perder todo lo conseguido, después de siete años de enfrentarnos a una de las mayores crisis por las que ha pasado Europa.

Se da la circunstancia de que ha caído, en nuestras manos, un artículo que habla sobre el ranking de eficiencia del gasto público. Resulta que, en el índice que elabora anualmente el Foro Económico Mundial, un organismo lo suficientemente solvente y documentado para que nos merezca toda la credibilidad; las potencias que disponen de economías más competitivas del mundo siguen siendo: Suiza, Singapur y EE.UU. En el Top 10 quedan incluidos: Países Bajos, Alemania, Suecia, Reino Unido, Japón, Hong King y Finlandia. España, sin embargo, ha quedado en el puesto 32, delante de Chile y detrás de la República Checa. Es cierto que hemos mejorado dos puestos respecto a la anterior encuesta, pero en una escala del 1 al 7 no hemos pasado del 4’7. Por si nos pudiera servir de consuelo, los amigos de nuestros políticos de Podemos, los que gobiernan Grecia, los comunistas de Syriza, han conseguido que su país haya quedado relegado al puesto 86, por detrás de Ucrania. ¡Y estos eran los valientes que iban a obligar a Europa a doblar la cerviz!

Si queremos averiguar, segregando la nota obtenida por España, detalles más significativos, es evidente que podemos observar los puntos fuertes y las debilidades de nuestra economía. Así constamos que, en el capítulo de instituciones, estamos situados en el puesto 55; en infraestructuras en el 12; en el entorno macroeconómico nos tenemos que conformar con un precario 86; en Sanidad y Educación en el 30; en formación superior en el 31; el 54 en eficiencia de mercado de productos, el 69 en el ámbito laboral, el 71 en sector financiero; el 25 en preparación tecnológica; el 16 en tamaño de mercado; el 29 en sofisticación empresarial y el 38 en innovación. Una relación que puede resultar hasta cansina, pero que nos facilita datos interesantes como son el que, dentro del capítulo instituciones, observamos que, en la subcategoría que mide la eficiencia o despilfarro del gasto público, hemos caído al puesto 106 y en el 91 en cuanto al punto que mide si un país combate con eficiencia el desvío de fondos públicos.

Es fácil entender el hecho de que, en cuanto al índice de confianza en los políticos, por causas evidentes, estamos situados en el puesto 100 y en el 78 (incluso nos parece moderado) en la facilidad del sistema judicial para resolver disputas de manera eficiente (no sé si existe algún tipo de índice que mida la politización del sistema judicial en los países europeos, pero, si existiese, seguramente sería España la pionera entre todas ellas). Y una cuestión que creemos que, a la vista de los partidos de izquierda y extrema izquierda que han invadido nuestra nación, puede resultar muy significativa: España, en cuanto a la protección de los derechos de propiedad estamos en el puesto 47 ¡ y esto que hemos gozado de un gobierno de derechas, con mayoría absoluta durante los cuatro años del gobierno del PP ¡ Para no hacernos demasiado pesados con estadísticas basta que digamos que, en cuanto a la macroeconomía la deuda pública nos sitúa en el puesto 126 y el déficit público en el 98 y en contratación y despido en el 110, ¡ como para lanzar las campanas al vuelo!

¿Cuánto tiempo más nos podemos permitir el que nuestra nación siga sin un gobierno estable? Seguramente ninguno porque, es muy posible que ya no exista remedio para una situación en la que la aspiración máxima del PP es que el PSOE se limite a abstenerse para que, dando por sentada la colaboración de ciudadanos, pudiera asumir la investidura con los 170 escaños que pueden apoyarle y la abstención de todo o parte del banquillo socialista. ¿Sería posible que, siendo investido Rajoy para el cargo de presidente del gobierno, su gobierno estuviera en condiciones de poder gobernar aplicando la política de su partido o se vería obligado, en cada instante, a mendigar votos o a ceder en favor de otras propuestas mayoritarias que, en nada se convendrían con los principios y fundamentos que siempre ha defendido el PP?

Esta parece ser la postura que han adoptado los de este PP, que muchos no sabemos si sigue siendo la de la antigua Alianza Popular o, sus actuales dirigentes, ya se limitan a intentar permanecer en sus puestos, agarrarse a un clavo ardiendo, aunque para ello, para permanecer en su poltrona, lo que buscan es entrar a toda costa en el gobierno aún que su situación, al frente del mismo, no puede considerarse más que insostenible ante una oposición mayoritaria que va a oponerse, sistemáticamente, a todas sus propuestas, tal y como sucedió cuando los partidos de la oposición, en el pacto del Tinell, lo condenaron al mayor de los ostracismos. Lo chocante es que sigan empeñados en este acuerdo tan poco estable, tan escurridizo, tan falto de seguridad y tan sometido a la voluntad de la oposición, en lugar de acudir a unas nuevas elecciones que, efectivamente, no es que sean lo mejor que nos pueda suceder a los españoles, pero que, si los pronósticos no fallaran, podrían poner al partido de Rajoy en una situación más desahogada, más fuerte y con posibilidades, si alcanzase los 150 escaños, de llegar a acuerdos, por ejemplo con Ciudadanos que le permitiera evitar el acoso incesante de las izquierdas, integradas por el PSOE, Podemos, ERC y todos los separatistas que, en cuanto a aislar al PP, no tiene inconveniente en presentar un frente común en el Parlamento.

Estamos sintiendo que, a medida que transcurre el tiempo y que seguimos sin un gobierno fuerte, los separatistas aprovechan la situación para ir avanzando en su camino hacia la independencia y que el comunismo, especialmente en Cataluña y, dentro de ella, en la Barcelona gobernada al estilo soviético, por una alcaldesa formada en las guerrillas urbanas y experta en saltarse las leyes en su condición de agitadora profesional, con amplia experiencia en incumplir las leyes y, ahora que está en el poder, en promulgar las normas municipales que más se ajustan a lo que, para ella, debería ser una ciudad dominada por los okupas, manteros, antisistema y demás libertarios; en la que los derechos de los ciudadanos y el propio derecho de propiedad, son puestos en cuestión, aunque ello se lleve a cabo en contra de las leyes estatales y de la propia Constitución española.

No obstante, aparte de que la situación social da la sensación de que ha entrado en una fase de reivindicaciones difíciles de conceder; es evidente que toda esta situación de incertidumbre, desconfianza, retracción de la inversión y temor de que pudiéramos entrar en una época de involución y de crisis, bajo un gobierno reformista de carácter filocomunista, está creando una psicosis en la ciudadanía que pudiera llegar a dar al traste con todo lo que se ha avanzado durante estos cuatro años de gobierno del PP, si es que, una parte importante de la población española se dejara convencer por los vendedores de espejismos, que parecen dispuestos a no cejar en su empeño de llevarnos a los españoles a una república, de las que tanto se han prodigado entre las naciones hispanoamericanas y que tan letales han sido para aquellos pueblos que se dejaron seducir por la oratoria revolucionaria y que, como siempre ha sucedido con estos regímenes comunistas, acaba por dar al traste con toda la riqueza del país, despilfarrando las reservas y conduciendo a sus ciudadanos a la pobreza y a la miseria absolutas.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sentimos que esta España, que tantos años ha sido capaz de mantenerse ajena a las situaciones peligrosas que suponían los conflictos de las naciones de nuestro entorno, que hemos tenido que bregar en solitario contra terroristas, como ETA, que han mantenido en vilo a nuestras fuerzas de seguridad y que tantos muertos inocentes causaron; sin que realmente tengamos una conciencia clara de las causas que nos han llevado a ella, después de una crisis y una recesión que nos afectaron directamente, especialmente a causa de nuestra burbuja inmobiliaria; fuerzas ajenas, terroristas de la palabra y agitadores profesionales, financiados desde otras partes del mundo o resentidos de entre los nuestros propios conciudadanos, han emprendido una campaña con la que pretenden destrozar nuestra democracia, destruir nuestras instituciones y acabar con nuestra Constitución, como un medio de crear descontento, provocar resentimiento, enfrentar a los españoles unos contra otros y, en último término, apoderarse del poder para establecer una nueva república a semejanza de las repúblicas bananeras revolucionarias que ahora, pasados los años, ya empiezan a encontrar detractores en aquellos países en que fueron acogidas como el remedio a aquellas dictaduras corruptas que los mantenían en la miseria. Lo malo es que, los que sustituyeron a aquellos caciques corruptos, han terminado por igualar o, en ocasiones, sobrepasar en maldad, egoísmo, mal tratos y despotismo a aquellos que destronaron de sus poltronas para acabar imitándoles, perpetuándose en el poder, para seguir aprovechándose de aquellos a los que prometieron ayudar. Y es que señores, como dice el saber del pueblo: no aprendemos de la escuela, sino de la vida.

España se expone a espantar a la Europa comunitaria

Miguel Massanet
martes, 11 de octubre de 2016, 00:07 h (CET)
En ocasiones conviene entrar en el que, para algunos, es un campo en el que nos debemos mover con cautela y mucha prudencia, el económico, ya que no es, precisamente, la materia que mejor dominamos, si es que hay alguna que nos sea más propicia que otras. En todo caso, es evidente que la tentación de señalar algunas de las consecuencias de esta aberrante situación en la que nos estamos moviendo, en España, como consecuencia de este desconcierto político por el que está pasando nuestra nación, es muy fuerte, máxime cuando llevamos ya dos elecciones legislativas consecutivas sin que nuestros políticos hayan sido capaces de encontrar la fórmula para entenderse y facilitar así la gobernabilidad de la que, tan precisados, andamos los españoles de a pie, después de diez meses de continuos enfrentamientos, descalificaciones, insultos y forcejeos para conseguir alcanzar el poder, una ambición que, para algunos, supera con creces su interés para que España siga, como hasta ahora, en pos de la senda de la recuperación; sin que les importe el que, gracias a su insensatez, quedemos expuestos a perder todo lo conseguido, después de siete años de enfrentarnos a una de las mayores crisis por las que ha pasado Europa.

Se da la circunstancia de que ha caído, en nuestras manos, un artículo que habla sobre el ranking de eficiencia del gasto público. Resulta que, en el índice que elabora anualmente el Foro Económico Mundial, un organismo lo suficientemente solvente y documentado para que nos merezca toda la credibilidad; las potencias que disponen de economías más competitivas del mundo siguen siendo: Suiza, Singapur y EE.UU. En el Top 10 quedan incluidos: Países Bajos, Alemania, Suecia, Reino Unido, Japón, Hong King y Finlandia. España, sin embargo, ha quedado en el puesto 32, delante de Chile y detrás de la República Checa. Es cierto que hemos mejorado dos puestos respecto a la anterior encuesta, pero en una escala del 1 al 7 no hemos pasado del 4’7. Por si nos pudiera servir de consuelo, los amigos de nuestros políticos de Podemos, los que gobiernan Grecia, los comunistas de Syriza, han conseguido que su país haya quedado relegado al puesto 86, por detrás de Ucrania. ¡Y estos eran los valientes que iban a obligar a Europa a doblar la cerviz!

Si queremos averiguar, segregando la nota obtenida por España, detalles más significativos, es evidente que podemos observar los puntos fuertes y las debilidades de nuestra economía. Así constamos que, en el capítulo de instituciones, estamos situados en el puesto 55; en infraestructuras en el 12; en el entorno macroeconómico nos tenemos que conformar con un precario 86; en Sanidad y Educación en el 30; en formación superior en el 31; el 54 en eficiencia de mercado de productos, el 69 en el ámbito laboral, el 71 en sector financiero; el 25 en preparación tecnológica; el 16 en tamaño de mercado; el 29 en sofisticación empresarial y el 38 en innovación. Una relación que puede resultar hasta cansina, pero que nos facilita datos interesantes como son el que, dentro del capítulo instituciones, observamos que, en la subcategoría que mide la eficiencia o despilfarro del gasto público, hemos caído al puesto 106 y en el 91 en cuanto al punto que mide si un país combate con eficiencia el desvío de fondos públicos.

Es fácil entender el hecho de que, en cuanto al índice de confianza en los políticos, por causas evidentes, estamos situados en el puesto 100 y en el 78 (incluso nos parece moderado) en la facilidad del sistema judicial para resolver disputas de manera eficiente (no sé si existe algún tipo de índice que mida la politización del sistema judicial en los países europeos, pero, si existiese, seguramente sería España la pionera entre todas ellas). Y una cuestión que creemos que, a la vista de los partidos de izquierda y extrema izquierda que han invadido nuestra nación, puede resultar muy significativa: España, en cuanto a la protección de los derechos de propiedad estamos en el puesto 47 ¡ y esto que hemos gozado de un gobierno de derechas, con mayoría absoluta durante los cuatro años del gobierno del PP ¡ Para no hacernos demasiado pesados con estadísticas basta que digamos que, en cuanto a la macroeconomía la deuda pública nos sitúa en el puesto 126 y el déficit público en el 98 y en contratación y despido en el 110, ¡ como para lanzar las campanas al vuelo!

¿Cuánto tiempo más nos podemos permitir el que nuestra nación siga sin un gobierno estable? Seguramente ninguno porque, es muy posible que ya no exista remedio para una situación en la que la aspiración máxima del PP es que el PSOE se limite a abstenerse para que, dando por sentada la colaboración de ciudadanos, pudiera asumir la investidura con los 170 escaños que pueden apoyarle y la abstención de todo o parte del banquillo socialista. ¿Sería posible que, siendo investido Rajoy para el cargo de presidente del gobierno, su gobierno estuviera en condiciones de poder gobernar aplicando la política de su partido o se vería obligado, en cada instante, a mendigar votos o a ceder en favor de otras propuestas mayoritarias que, en nada se convendrían con los principios y fundamentos que siempre ha defendido el PP?

Esta parece ser la postura que han adoptado los de este PP, que muchos no sabemos si sigue siendo la de la antigua Alianza Popular o, sus actuales dirigentes, ya se limitan a intentar permanecer en sus puestos, agarrarse a un clavo ardiendo, aunque para ello, para permanecer en su poltrona, lo que buscan es entrar a toda costa en el gobierno aún que su situación, al frente del mismo, no puede considerarse más que insostenible ante una oposición mayoritaria que va a oponerse, sistemáticamente, a todas sus propuestas, tal y como sucedió cuando los partidos de la oposición, en el pacto del Tinell, lo condenaron al mayor de los ostracismos. Lo chocante es que sigan empeñados en este acuerdo tan poco estable, tan escurridizo, tan falto de seguridad y tan sometido a la voluntad de la oposición, en lugar de acudir a unas nuevas elecciones que, efectivamente, no es que sean lo mejor que nos pueda suceder a los españoles, pero que, si los pronósticos no fallaran, podrían poner al partido de Rajoy en una situación más desahogada, más fuerte y con posibilidades, si alcanzase los 150 escaños, de llegar a acuerdos, por ejemplo con Ciudadanos que le permitiera evitar el acoso incesante de las izquierdas, integradas por el PSOE, Podemos, ERC y todos los separatistas que, en cuanto a aislar al PP, no tiene inconveniente en presentar un frente común en el Parlamento.

Estamos sintiendo que, a medida que transcurre el tiempo y que seguimos sin un gobierno fuerte, los separatistas aprovechan la situación para ir avanzando en su camino hacia la independencia y que el comunismo, especialmente en Cataluña y, dentro de ella, en la Barcelona gobernada al estilo soviético, por una alcaldesa formada en las guerrillas urbanas y experta en saltarse las leyes en su condición de agitadora profesional, con amplia experiencia en incumplir las leyes y, ahora que está en el poder, en promulgar las normas municipales que más se ajustan a lo que, para ella, debería ser una ciudad dominada por los okupas, manteros, antisistema y demás libertarios; en la que los derechos de los ciudadanos y el propio derecho de propiedad, son puestos en cuestión, aunque ello se lleve a cabo en contra de las leyes estatales y de la propia Constitución española.

No obstante, aparte de que la situación social da la sensación de que ha entrado en una fase de reivindicaciones difíciles de conceder; es evidente que toda esta situación de incertidumbre, desconfianza, retracción de la inversión y temor de que pudiéramos entrar en una época de involución y de crisis, bajo un gobierno reformista de carácter filocomunista, está creando una psicosis en la ciudadanía que pudiera llegar a dar al traste con todo lo que se ha avanzado durante estos cuatro años de gobierno del PP, si es que, una parte importante de la población española se dejara convencer por los vendedores de espejismos, que parecen dispuestos a no cejar en su empeño de llevarnos a los españoles a una república, de las que tanto se han prodigado entre las naciones hispanoamericanas y que tan letales han sido para aquellos pueblos que se dejaron seducir por la oratoria revolucionaria y que, como siempre ha sucedido con estos regímenes comunistas, acaba por dar al traste con toda la riqueza del país, despilfarrando las reservas y conduciendo a sus ciudadanos a la pobreza y a la miseria absolutas.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sentimos que esta España, que tantos años ha sido capaz de mantenerse ajena a las situaciones peligrosas que suponían los conflictos de las naciones de nuestro entorno, que hemos tenido que bregar en solitario contra terroristas, como ETA, que han mantenido en vilo a nuestras fuerzas de seguridad y que tantos muertos inocentes causaron; sin que realmente tengamos una conciencia clara de las causas que nos han llevado a ella, después de una crisis y una recesión que nos afectaron directamente, especialmente a causa de nuestra burbuja inmobiliaria; fuerzas ajenas, terroristas de la palabra y agitadores profesionales, financiados desde otras partes del mundo o resentidos de entre los nuestros propios conciudadanos, han emprendido una campaña con la que pretenden destrozar nuestra democracia, destruir nuestras instituciones y acabar con nuestra Constitución, como un medio de crear descontento, provocar resentimiento, enfrentar a los españoles unos contra otros y, en último término, apoderarse del poder para establecer una nueva república a semejanza de las repúblicas bananeras revolucionarias que ahora, pasados los años, ya empiezan a encontrar detractores en aquellos países en que fueron acogidas como el remedio a aquellas dictaduras corruptas que los mantenían en la miseria. Lo malo es que, los que sustituyeron a aquellos caciques corruptos, han terminado por igualar o, en ocasiones, sobrepasar en maldad, egoísmo, mal tratos y despotismo a aquellos que destronaron de sus poltronas para acabar imitándoles, perpetuándose en el poder, para seguir aprovechándose de aquellos a los que prometieron ayudar. Y es que señores, como dice el saber del pueblo: no aprendemos de la escuela, sino de la vida.

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