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Rafa Esteve-Casanova

Rita la arrasadora

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Rita Barberá se sentó en el sillón de la alcaldía de Valencia en 1991 con la inestimable ayuda de los concejales de Unión Valenciana y todavía continua, ella es un potente huracán que va arrasando todo lo que encuentra a su paso por allá donde pasa, lo mismo le da que sea una procesión que un festival fallero o una visita al mercado donde sus fieles seguidoras la aclaman. Lo que no le gusta tanto es cuando acude a poner la primera piedra de una de esas obras que tanto le gusta inaugurar y los vecinos la increpan, lleva años creyéndose el ama y señora de la ciudad y cuando la criada le sale respondona la acusa de agredirla e intenta descalificar a todos aquellos que no están de acuerdo con su idea grandilocuente de ciudad. Y eso es lo que le sucedió hace algún tiempo cuando inaugurando cualquiera de los destrozos que está haciendo en el Cabanyal intentó abrazar, eso da muchos votos, a una anciana y ésta la aparto de su cara con un gesto de rabia, una rabia contenida pero intensa ya que la alcaldesa era la responsable de la expropiación que pesaba sobre la casa en la que había vivido toda la vida. Desde entonces, la señora Barberá, no pierde ocasión para acusar a los vecinos que defienden su barrio y sus viviendas de ser unos violentos mientras se dedica a ejercer la violencia de la ley del más fuerte.

El barrio del Cabanyal junto con los del Canyamelar y el Cap de França forma parte de los barrios marineros de la ciudad, calles estrechas, una vecindad amoldada al entorno en el que la mayoría son vecinos de toda la vida, casas modernistas y un cierto sabor a pueblo donde todos se conocen. Un buen día, hace casi una década, desde el Ayuntamiento, dirigido por el Partido Popular, se creyó oportuno hacer llegar la Avenida de Blasco Ibáñez hasta la playa, nunca entendí estas ansias por abrir una nueva vía para llegar hasta el mar ya que los accesos al mismo pueden realizarse por otras cuatro rutas que llevan a pie del agua salada desde casi el centro de la ciudad.

Pero los designios del Señor y los de Rita, buena frecuentadora de procesiones y saraos religiosos, son inescrutables. Había que llegar al mar- la mer, toujours la mer, que dijo Valery- como fuera y si para ello había que derribar quinientas casas, algunas de ellas recuerdo de la época modernista de la ciudad y partir en dos el barrio no era óbice para que las maquinas excavadoras arrasaran la zona. Las “gaviotas” populares añoraban el mar, querían ir recta y directamente hasta el mismo y no iban a arredrarles unos cuantos vecinos. El municipio tenía en la mano el instrumento necesario para ello, por un lado el oportuno PEPRI de la zona con el valor añadido de dejar que el barrio se degradase por si solo o con algún empujoncito dado desde la Casa Consistorial. Rita quiere una Valencia amplia, en la que a los visitantes se les quede la boca abierta ante tanta obra y monumentos a la insensatez. Por otro lado siempre habría alguien que saldría beneficiado y no había que ir demasiado lejos de los alrededores del PP y sus amigos del gremio del ladrillo para saber quién iba a hacer caja con el arrasamiento del Cabanyal.

Los vecinos se unieron y desde “Salvem el Cabanyal” llevan años peleando, una vez más la lucha de David contra Goliat, para salvar el barrio y sus casas, un barrio que en 1993 fue declarado Bien de Interés Cultural con la protección que ello supone. Hasta ahora los vecinos veían, con rabia y tristeza, cómo la justicia se decantaba a favor de las tesis municipales pero en mayo del pasado año el Tribunal Supremo estableció que, tal vez, se podía estar cayendo en la figura tipificada por la legislación como “expolio del patrimonio cultural” y pidió que el Ministerio de Cultura tomará cartas en el asunto. Después de que diversas instituciones académicas ya se han pronunciado en contra de las tesis de Rita Barberá ha sido ahora el Ministerio de Cultura el que ha ordenado paralizar los derribos por entender que existe el expolio.

Y la alcaldesa de la laca y los bolsos de marca ha montado en cólera lo mismo que han hecho el “señor de los trajes” y Cotino, ese Vicepresidente con aires de arzobispo. El Gobierno valenciano se ha sacado de la manga, supongo que de un traje de Milano, un Decreto Ley desafiando la orden ministerial y a voz en grito han propagado que seguirán adelante con los bulldozers arrasando las casas que quedan en pie. Ahora les han entrado las prisas para llevar a cabo un PEPRI que aprobaron hace nueve años, ahora sacan pecho ante el Gobierno central- ese que nos quita el agua del Ebro, la lengua y hasta la paella y el Micalet- y claman contra la inclusión del centralismo socialdemócrata en nuestros asuntos olvidando que la Constitución, ese texto al que tanto aman, reverencian y adoran, en su Art. 149 deja en manos del Gobierno de España la competencia exclusiva en cuanto a expolio del patrimonio.

Rita, ensoberbecida por la fuerza de los votos de los valencianos ha sacado el trabuco y se ha lanzado al monte en una nueva cruzada, eso si en defensa de algunos valencianos muy concretos, aquellos que pueden salir beneficiados con la desaparición del actual Cabanyal y que no son desde luego los vecinos de este barrio marinero. A ella y sus conmilitones les trae al pairo que desaparezcan casas modernistas y que los vecinos tengan que buscarse la vida y un nuevo piso lejos de donde siempre han estado. La alcaldesa de Valencia quiere una ciudad de edificios altos y amplias avenidas sin importarle para nada la historia de la misma ni sus habitantes. Espero que algún día los valencianos despierten de ese sopor en el que los tiene secuestrados Canal 9 y comienzan a votar pensando en su ciudad, en toda su ciudad, no sólo en esa Valencia de postal que se enseña a los turistas junto con los cochecitos de carreras y los barquitos de vela. En los barrios citados ya lo hicieron y Rita allí tan sólo obtuvo 5.472 votos de los 20.515 posibles. Puede ser una buena señal para Valencia y los valencianos.

Rita la arrasadora

Rafa Esteve-Casanova
Rafa Esteve-Casanova
lunes, 11 de enero de 2010, 01:09 h (CET)
Rita Barberá se sentó en el sillón de la alcaldía de Valencia en 1991 con la inestimable ayuda de los concejales de Unión Valenciana y todavía continua, ella es un potente huracán que va arrasando todo lo que encuentra a su paso por allá donde pasa, lo mismo le da que sea una procesión que un festival fallero o una visita al mercado donde sus fieles seguidoras la aclaman. Lo que no le gusta tanto es cuando acude a poner la primera piedra de una de esas obras que tanto le gusta inaugurar y los vecinos la increpan, lleva años creyéndose el ama y señora de la ciudad y cuando la criada le sale respondona la acusa de agredirla e intenta descalificar a todos aquellos que no están de acuerdo con su idea grandilocuente de ciudad. Y eso es lo que le sucedió hace algún tiempo cuando inaugurando cualquiera de los destrozos que está haciendo en el Cabanyal intentó abrazar, eso da muchos votos, a una anciana y ésta la aparto de su cara con un gesto de rabia, una rabia contenida pero intensa ya que la alcaldesa era la responsable de la expropiación que pesaba sobre la casa en la que había vivido toda la vida. Desde entonces, la señora Barberá, no pierde ocasión para acusar a los vecinos que defienden su barrio y sus viviendas de ser unos violentos mientras se dedica a ejercer la violencia de la ley del más fuerte.

El barrio del Cabanyal junto con los del Canyamelar y el Cap de França forma parte de los barrios marineros de la ciudad, calles estrechas, una vecindad amoldada al entorno en el que la mayoría son vecinos de toda la vida, casas modernistas y un cierto sabor a pueblo donde todos se conocen. Un buen día, hace casi una década, desde el Ayuntamiento, dirigido por el Partido Popular, se creyó oportuno hacer llegar la Avenida de Blasco Ibáñez hasta la playa, nunca entendí estas ansias por abrir una nueva vía para llegar hasta el mar ya que los accesos al mismo pueden realizarse por otras cuatro rutas que llevan a pie del agua salada desde casi el centro de la ciudad.

Pero los designios del Señor y los de Rita, buena frecuentadora de procesiones y saraos religiosos, son inescrutables. Había que llegar al mar- la mer, toujours la mer, que dijo Valery- como fuera y si para ello había que derribar quinientas casas, algunas de ellas recuerdo de la época modernista de la ciudad y partir en dos el barrio no era óbice para que las maquinas excavadoras arrasaran la zona. Las “gaviotas” populares añoraban el mar, querían ir recta y directamente hasta el mismo y no iban a arredrarles unos cuantos vecinos. El municipio tenía en la mano el instrumento necesario para ello, por un lado el oportuno PEPRI de la zona con el valor añadido de dejar que el barrio se degradase por si solo o con algún empujoncito dado desde la Casa Consistorial. Rita quiere una Valencia amplia, en la que a los visitantes se les quede la boca abierta ante tanta obra y monumentos a la insensatez. Por otro lado siempre habría alguien que saldría beneficiado y no había que ir demasiado lejos de los alrededores del PP y sus amigos del gremio del ladrillo para saber quién iba a hacer caja con el arrasamiento del Cabanyal.

Los vecinos se unieron y desde “Salvem el Cabanyal” llevan años peleando, una vez más la lucha de David contra Goliat, para salvar el barrio y sus casas, un barrio que en 1993 fue declarado Bien de Interés Cultural con la protección que ello supone. Hasta ahora los vecinos veían, con rabia y tristeza, cómo la justicia se decantaba a favor de las tesis municipales pero en mayo del pasado año el Tribunal Supremo estableció que, tal vez, se podía estar cayendo en la figura tipificada por la legislación como “expolio del patrimonio cultural” y pidió que el Ministerio de Cultura tomará cartas en el asunto. Después de que diversas instituciones académicas ya se han pronunciado en contra de las tesis de Rita Barberá ha sido ahora el Ministerio de Cultura el que ha ordenado paralizar los derribos por entender que existe el expolio.

Y la alcaldesa de la laca y los bolsos de marca ha montado en cólera lo mismo que han hecho el “señor de los trajes” y Cotino, ese Vicepresidente con aires de arzobispo. El Gobierno valenciano se ha sacado de la manga, supongo que de un traje de Milano, un Decreto Ley desafiando la orden ministerial y a voz en grito han propagado que seguirán adelante con los bulldozers arrasando las casas que quedan en pie. Ahora les han entrado las prisas para llevar a cabo un PEPRI que aprobaron hace nueve años, ahora sacan pecho ante el Gobierno central- ese que nos quita el agua del Ebro, la lengua y hasta la paella y el Micalet- y claman contra la inclusión del centralismo socialdemócrata en nuestros asuntos olvidando que la Constitución, ese texto al que tanto aman, reverencian y adoran, en su Art. 149 deja en manos del Gobierno de España la competencia exclusiva en cuanto a expolio del patrimonio.

Rita, ensoberbecida por la fuerza de los votos de los valencianos ha sacado el trabuco y se ha lanzado al monte en una nueva cruzada, eso si en defensa de algunos valencianos muy concretos, aquellos que pueden salir beneficiados con la desaparición del actual Cabanyal y que no son desde luego los vecinos de este barrio marinero. A ella y sus conmilitones les trae al pairo que desaparezcan casas modernistas y que los vecinos tengan que buscarse la vida y un nuevo piso lejos de donde siempre han estado. La alcaldesa de Valencia quiere una ciudad de edificios altos y amplias avenidas sin importarle para nada la historia de la misma ni sus habitantes. Espero que algún día los valencianos despierten de ese sopor en el que los tiene secuestrados Canal 9 y comienzan a votar pensando en su ciudad, en toda su ciudad, no sólo en esa Valencia de postal que se enseña a los turistas junto con los cochecitos de carreras y los barquitos de vela. En los barrios citados ya lo hicieron y Rita allí tan sólo obtuvo 5.472 votos de los 20.515 posibles. Puede ser una buena señal para Valencia y los valencianos.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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