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“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder.” José de San Martín

¿Tendrá que pedirle perdón el PP al PSOE?

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Esta misma mañana he tenido ocasión de escuchar una entrevista que, el señor Herrera de la Cope, le hacía al señor J. Blanco, el antiguo dirigente del gobierno del señor Rodríguez Zapatero (el verdadero culpable, en definitiva, de que la España de hoy se encuentre en la precaria situación política en la que se halla). Casi puede decirse que los años no han pasado para él y, cuando digo esto, es para referirme a su poca memoria en según qué pasajes de la reciente historia y a lo poco que han evolucionado los de la vieja guardia socialista respecto a reconocer los fallos garrafales que cometieron aquellos desafortunados dirigentes en aquellas dos fatales legislaturas, presididas por aquel personaje, Rodríguez Zapatero, nefasto para los españoles, que, a su egolatría, añadía una completa incapacidad para dirigir el país que se le había encomendado gobernar.

Si ya se tenía el convencimiento de que, los desafortunados sucesos que tuvieron lugar en Ferraz el sábado pasado, dejaron al partido socialista y a su directiva, tirios o troyanos, en una situación de absoluta catalepsia política; desacreditados ante propios y extraños y produciendo la sensación de que, lo único de que eran capaces de hacer, era de mirarse en el ombligo de la nostalgia, recordando aquellos tiempos del señor González en los que gozaban de una envidiable situación, en ambas cámaras de la representatividad ciudadana. Meros recuerdos que hoy, por desgracia para los votantes socialistas y, por qué no decirlo, para toda España, que precisa la existencia de una alternancia de gobierno fuerte, para consolidar lo que a tantos les incordia, pero que es la clave de la buena gobernanza, consistente en un bipartidismo al etilo de los EE.UU o de otras democracias europeas, integrado por dos fuertes partidos, de centro derecha y centro izquierda, capaces de mantener aquellos principios básicos en los que se funda la democracia, aún a costa de ceder en algo respecto a los ideales propios, que permita lo que debería ser la conveniente gobernación de una nación. De hecho, el señor Sánchez con su postura inamovible, ha conseguido tal sangría de votos para su partido que, todas aquellas aspiraciones de grandeza que puedan seguir manteniendo quienes gobiernan, en la actualidad, el PSOE, no dejan de ser meros intentos baldíos de revivir pasados fastos, sólo posibles en sus imaginarias victorias pírricas.

Y es que, señores, cuando uno tiene que escuchar, de boca de una persona que fue tan importante en el PSOE, como lo ha sido el señor José Blanco, hablar de que es el PP el “que tiene que mover ficha”, que es a quien le corresponde tomar la iniciativa de romper el hielo hielo entre Génova y Ferraz, por ser el que tiene la responsabilidad de buscar los apoyos que le permitan gobernar; siente la sensación de que los hay que han estado ausentes del mundo de la batalla política española; que han padecido una elipsis temporal que los ha desconectado de la realidad de los últimos años, especialmente del mundo de la política y que, en la actualidad, es como si salieran del cascarón hablando de cosas que, a la mayoría de ciudadanos, nos parecen meras cábalas obsoletas y sin sentido.

Cuando todos hemos sido testigos de la cantidad de veces que, el señor Rajoy, le ha tendido la mano a P. Sánchez, para intentar llegar a acuerdos de gobernabilidad con el partido socialista o cuando hemos llegado a indignarnos ante lo que nos ha parecido una forma indigna de humillarse ante los socialistas, en las ocasiones en las que Rajoy se ha llegado a arrastrar pidiendo, a los socialistas, negociaciones para salvar a España y, para mayor INRI, hemos visto con el desprecio, la negatividad, la cerrilidad y la mala educación con la que un engallado y despótico señor Sánchez se ha negado, no una sino cien veces, a hablar con Rajoy, llegando al colmo de proferir frases tan hirientes e insultantes como aquella que decía: “¿Qué parte del no es la que no entiende el señor Rajoy?. Ahora, en correspondencia, podríamos decirle al señor Blanco, remedando el tono del ex secretario general de su partido: “¿Qué parte de su fracaso es la que no entienden los socialistas que, todavía, pretenden poner condiciones para abstenerse?”

¿Cómo valora el señor Blanco la actitud de los del PSC, con su dirigente, el señor Izeta, cuando amenazan con romper la disciplina de voto si el resto del partido decidiera abstenerse en la votación de investidura? No podemos entender la postura de un señor dispuesto a entenderse con los separatistas catalanes y, sin embargo, tan reacio a pactar con un partido constitucionalista, como es el PP que, si ha llegado a dirigir España ha sido por la fuerza de los votos de los españoles y no, como amenazan los nacionalistas, desobedeciendo la Constitución, incumpliendo las leyes y despreciando las sentencias del TS y del TC.

¿Alguien puede entender que, en un mitin del PSC, anterior a la reunión del sábado de la Comisión Federal del PSOE, un despendolado señor Izeta, se desmelenara en defensa del no a Rajoy, recurriendo al truco de elevar el tono de su voz, en un alarido digno del más conspicuo castrati, suplicándole a Sánchez, presente entre la concurrencia, que mantuviese firme su no a la investidura de Rajoy y se negara a cualquier tipo de concesión al PP? Dónde ha visto el señor Blanco que hubiera un momento, en este ya largo proceso de investidura, en el que el PSOE se prestara a negociar una solución con el PP aún que, tanto el señor Rivera de Ciudadanos, como desde todas las estancias del PP, se le ha pedido reiteradamente que se negociara algún tipo de acuerdo para evitar el desgobierno de España.

Quedará por ver cómo acaba el golpe de mano de los críticos del partido socialista que, en un principio, parecía que tenía por objeto darle la posibilidad a Rajoy de formar un gobierno mediante la abstención en la investidura, pero que luego parece que su verdadera finalidad consistía en evitar cualquier posible pacto con Podemos y, especialmente, con los separatistas catalanes lo que, evidentemente sobrepasaba las autorizaciones que recibió Sánchez del anterior Congreso socialista que, en ningún modo, le permitían cualquier tipo de contacto con los separatistas para llegar a acuerdos de gobierno o de investidura.

En todo caso, da la sensación de que todos los partidos les temen a unas nuevas elecciones y reniegan de tal posibilidad, pero debemos decir que tenemos la intuición de que, en el fondo, hay algunos de ellos que no las verían mal ya que, todas las encuestas que se vienen haciendo respecto a la intención de voto de los ciudadanos, favorecen, en especial, a dos de ellos: el PP y los de Podemos. Y me baso para ello en lo que parece que se está preparando en el PP que, contrariamente a la postura que han venido manteniendo hasta la fecha anterior a la de la reunión de la Comisión Federal de los socialistas, ahora ya se oyen voces en las que se pide que, para una posible negociación con los nuevos directivos del PSOE, ya no bastaría con que se abstuvieran a la hora de la investidura, sino que se les pediría que negociaran algún tipo de acuerdo de legislatura, que garantizase la estabilidad del nuevo gobierno. Evidentemente, si ya existen muchas susceptibilidades entre los miembros del PSOE respecto a una simple abstención, no quiero imaginarme la que se iba a armar si, ahora, se les pidiese, por añadidura, un pacto de legislatura que les mantuviese atados por los próximos cuatro años. Vamos, algo impensable.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, seguimos poniendo en tela de juicio la posibilidad de que se lleguen, dentro de los plazos establecidos y ante el hecho de que quedan pocos días para conseguirlos, acuerdos precisos para evitarlo, teniendo en cuenta que ya discurren los plazos perentorios hacia el momento en el que, inevitablemente, se deberá proceder a convocar estas temidas terceras elecciones que, indudablemente, nos llevarían a nuevo panorama político que, con toda posibilidad, echaría por tierra todos los acuerdos que hasta ahora se han llevado a cabo. Quod natura non dat, Salmantica non praestat.

¿Tendrá que pedirle perdón el PP al PSOE?

“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder.” José de San Martín
Miguel Massanet
miércoles, 5 de octubre de 2016, 01:26 h (CET)
Esta misma mañana he tenido ocasión de escuchar una entrevista que, el señor Herrera de la Cope, le hacía al señor J. Blanco, el antiguo dirigente del gobierno del señor Rodríguez Zapatero (el verdadero culpable, en definitiva, de que la España de hoy se encuentre en la precaria situación política en la que se halla). Casi puede decirse que los años no han pasado para él y, cuando digo esto, es para referirme a su poca memoria en según qué pasajes de la reciente historia y a lo poco que han evolucionado los de la vieja guardia socialista respecto a reconocer los fallos garrafales que cometieron aquellos desafortunados dirigentes en aquellas dos fatales legislaturas, presididas por aquel personaje, Rodríguez Zapatero, nefasto para los españoles, que, a su egolatría, añadía una completa incapacidad para dirigir el país que se le había encomendado gobernar.

Si ya se tenía el convencimiento de que, los desafortunados sucesos que tuvieron lugar en Ferraz el sábado pasado, dejaron al partido socialista y a su directiva, tirios o troyanos, en una situación de absoluta catalepsia política; desacreditados ante propios y extraños y produciendo la sensación de que, lo único de que eran capaces de hacer, era de mirarse en el ombligo de la nostalgia, recordando aquellos tiempos del señor González en los que gozaban de una envidiable situación, en ambas cámaras de la representatividad ciudadana. Meros recuerdos que hoy, por desgracia para los votantes socialistas y, por qué no decirlo, para toda España, que precisa la existencia de una alternancia de gobierno fuerte, para consolidar lo que a tantos les incordia, pero que es la clave de la buena gobernanza, consistente en un bipartidismo al etilo de los EE.UU o de otras democracias europeas, integrado por dos fuertes partidos, de centro derecha y centro izquierda, capaces de mantener aquellos principios básicos en los que se funda la democracia, aún a costa de ceder en algo respecto a los ideales propios, que permita lo que debería ser la conveniente gobernación de una nación. De hecho, el señor Sánchez con su postura inamovible, ha conseguido tal sangría de votos para su partido que, todas aquellas aspiraciones de grandeza que puedan seguir manteniendo quienes gobiernan, en la actualidad, el PSOE, no dejan de ser meros intentos baldíos de revivir pasados fastos, sólo posibles en sus imaginarias victorias pírricas.

Y es que, señores, cuando uno tiene que escuchar, de boca de una persona que fue tan importante en el PSOE, como lo ha sido el señor José Blanco, hablar de que es el PP el “que tiene que mover ficha”, que es a quien le corresponde tomar la iniciativa de romper el hielo hielo entre Génova y Ferraz, por ser el que tiene la responsabilidad de buscar los apoyos que le permitan gobernar; siente la sensación de que los hay que han estado ausentes del mundo de la batalla política española; que han padecido una elipsis temporal que los ha desconectado de la realidad de los últimos años, especialmente del mundo de la política y que, en la actualidad, es como si salieran del cascarón hablando de cosas que, a la mayoría de ciudadanos, nos parecen meras cábalas obsoletas y sin sentido.

Cuando todos hemos sido testigos de la cantidad de veces que, el señor Rajoy, le ha tendido la mano a P. Sánchez, para intentar llegar a acuerdos de gobernabilidad con el partido socialista o cuando hemos llegado a indignarnos ante lo que nos ha parecido una forma indigna de humillarse ante los socialistas, en las ocasiones en las que Rajoy se ha llegado a arrastrar pidiendo, a los socialistas, negociaciones para salvar a España y, para mayor INRI, hemos visto con el desprecio, la negatividad, la cerrilidad y la mala educación con la que un engallado y despótico señor Sánchez se ha negado, no una sino cien veces, a hablar con Rajoy, llegando al colmo de proferir frases tan hirientes e insultantes como aquella que decía: “¿Qué parte del no es la que no entiende el señor Rajoy?. Ahora, en correspondencia, podríamos decirle al señor Blanco, remedando el tono del ex secretario general de su partido: “¿Qué parte de su fracaso es la que no entienden los socialistas que, todavía, pretenden poner condiciones para abstenerse?”

¿Cómo valora el señor Blanco la actitud de los del PSC, con su dirigente, el señor Izeta, cuando amenazan con romper la disciplina de voto si el resto del partido decidiera abstenerse en la votación de investidura? No podemos entender la postura de un señor dispuesto a entenderse con los separatistas catalanes y, sin embargo, tan reacio a pactar con un partido constitucionalista, como es el PP que, si ha llegado a dirigir España ha sido por la fuerza de los votos de los españoles y no, como amenazan los nacionalistas, desobedeciendo la Constitución, incumpliendo las leyes y despreciando las sentencias del TS y del TC.

¿Alguien puede entender que, en un mitin del PSC, anterior a la reunión del sábado de la Comisión Federal del PSOE, un despendolado señor Izeta, se desmelenara en defensa del no a Rajoy, recurriendo al truco de elevar el tono de su voz, en un alarido digno del más conspicuo castrati, suplicándole a Sánchez, presente entre la concurrencia, que mantuviese firme su no a la investidura de Rajoy y se negara a cualquier tipo de concesión al PP? Dónde ha visto el señor Blanco que hubiera un momento, en este ya largo proceso de investidura, en el que el PSOE se prestara a negociar una solución con el PP aún que, tanto el señor Rivera de Ciudadanos, como desde todas las estancias del PP, se le ha pedido reiteradamente que se negociara algún tipo de acuerdo para evitar el desgobierno de España.

Quedará por ver cómo acaba el golpe de mano de los críticos del partido socialista que, en un principio, parecía que tenía por objeto darle la posibilidad a Rajoy de formar un gobierno mediante la abstención en la investidura, pero que luego parece que su verdadera finalidad consistía en evitar cualquier posible pacto con Podemos y, especialmente, con los separatistas catalanes lo que, evidentemente sobrepasaba las autorizaciones que recibió Sánchez del anterior Congreso socialista que, en ningún modo, le permitían cualquier tipo de contacto con los separatistas para llegar a acuerdos de gobierno o de investidura.

En todo caso, da la sensación de que todos los partidos les temen a unas nuevas elecciones y reniegan de tal posibilidad, pero debemos decir que tenemos la intuición de que, en el fondo, hay algunos de ellos que no las verían mal ya que, todas las encuestas que se vienen haciendo respecto a la intención de voto de los ciudadanos, favorecen, en especial, a dos de ellos: el PP y los de Podemos. Y me baso para ello en lo que parece que se está preparando en el PP que, contrariamente a la postura que han venido manteniendo hasta la fecha anterior a la de la reunión de la Comisión Federal de los socialistas, ahora ya se oyen voces en las que se pide que, para una posible negociación con los nuevos directivos del PSOE, ya no bastaría con que se abstuvieran a la hora de la investidura, sino que se les pediría que negociaran algún tipo de acuerdo de legislatura, que garantizase la estabilidad del nuevo gobierno. Evidentemente, si ya existen muchas susceptibilidades entre los miembros del PSOE respecto a una simple abstención, no quiero imaginarme la que se iba a armar si, ahora, se les pidiese, por añadidura, un pacto de legislatura que les mantuviese atados por los próximos cuatro años. Vamos, algo impensable.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, seguimos poniendo en tela de juicio la posibilidad de que se lleguen, dentro de los plazos establecidos y ante el hecho de que quedan pocos días para conseguirlos, acuerdos precisos para evitarlo, teniendo en cuenta que ya discurren los plazos perentorios hacia el momento en el que, inevitablemente, se deberá proceder a convocar estas temidas terceras elecciones que, indudablemente, nos llevarían a nuevo panorama político que, con toda posibilidad, echaría por tierra todos los acuerdos que hasta ahora se han llevado a cabo. Quod natura non dat, Salmantica non praestat.

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