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Etiquetas | Paraguay | Política
Boquerón fue una costosa victoria pírrica para los paraguayos, pero su valor anímico fue inmenso, a tal punto que se opacó su carácter de victoria moral boliviana

Recordando una victorial moral boliviana

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La victoria de Boquerón, cuyo aniversario se recuerda en Paraguay con un feriado móvil trasladado a este lunes, fue un triunfo de innegable valor anímico y propagandístico de los paraguayos en la guerra con Bolivia por el Chaco Boreal (1932 a 1935), pero los expertos militares coinciden en definirla como una verdadera victoria moral boliviana.

Autores paraguayos que han sido censurados por la historiografía militar oficial, coinciden en que la conducción del general José Félix Estigarribia, idóneo en agronomía que nunca había egresado de una academia militar, fue realmente pésima.

Estigarribia había sido asimilado al ejército como Teniente Segundo en Comisión por decreto de Albino Jara, coronel de artillería aficionado a utilizar sus conocimientos para derrocar gobiernos. La actuación de Estigarribia había sido polémica en varias guerras civiles paraguayas, como la de 1922, pero su don de la ubicuidad para terminar siempre en las filas de los vencedores, le habían servido para escalar posiciones en una profesión a la que fue asimilado por las circunstancias.

Los mitos con respecto a Estigarribia que circulan en Paraguay, generados en la usina de simpatizantes de su obra política cumbre (que no son pocos), una constitución Nazi Fascista promulgada por decreto en 1940, son tan abundantes como disparatados. Algunos de ellos siguen vigentes a pesar de desmentidos contundentes, como que fue discípulo del Mariscal Foch, que ya estaba retirado de la docencia cuando Estigarribia visitó Francia.

Si se indaga en la verdadera historia de Boquerón, los motivos de júbilo paraguayo quedan muy disminuidos. La verdad sobre Estigarribia está tan maquillada por la propaganda neo nazi como los motivos reales de la guerra del Chaco: una disputa entre las empresas petroleras Shell y Standard Oil.

En Boquerón murieron, según las estimaciones más realistas, entre cinco y siete mil paraguayos lanzados por Estigarribia a un ataque a pecho gentil sobre posiciones fuertemente defendidas por un grupo de élite, fuertemente armado con lo más moderno de la maquinaria bélica boliviana, por un grupo de pocos centenares de bolivianos que rechazaron por casi un mes las embestidas de todo el ejército paraguayo, incluidas sus tropas en tiempo de paz.

Los paraguayos eran enviados a la muerte sin que siquiera se les diera la ubicación exacta del fortín que atacaban, que era desconocida por el mismo comandante Estigarribia. Todavía hoy sobrevive en Paraguay el dicho “Los que se apuraron murieron en Boquerón”, recordando aquellas grandes pérdidas sufridas en vidas humanas.

La mitificación de Boquerón como una “gran victoria” de veinte mil paraguayos atacando un fortín defendido por unos pocos centenares de bolivianos, encontró terreno propicio en la orientación propagandística que se le dio al relato de la guerra del Chaco, bajo las dictaduras neo nazis del mismo Estigarribia, Higinio Morinigo y Alfredo Stroessner. Este último, como participante de la batalla, estimuló la construcción del recordado mito del “cadete de Boquerón”.

Concluida la guerra, el mismo Estigarribia tendría un nefasto papel en las negociaciones para la paz del Chaco, donde desplazaría al presidente de la comisión paraguaya y aceptaría condiciones lesivas para la soberanía nacional impuestas por Spruille Braden.

Braden en realidad era un personero de empresas estadounidenses que logró con apoyo de éstas y del gobierno norteamericano, presidir las negociaciones de paz en Buenos Aires, concluidas en 1938. Sobre el epílogo de las mismas, Estigarribia se había hecho presente en esa ciudad abandonando la embajada paraguaya en Washington, sin comunicar al gobierno de Asunción, con una misión encomendada por el departamento de estado norteamericano. La consigna era preservar para Bolivia y las empresas petroleras estadounidenses, decenas de miles de kilómetros cuadrados que Paraguay tenía en su poder.

Estigarribia sería elevado a la presidencia del Paraguay, en recompensa por esta participación irregular en las negociaciones para la paz del Chaco en Buenos Aires, y ello está bien documentado por el departamento de estado norteamericano, en una tesis doctoral de Leslie B. Rout basado en esos documentos.

Todo este relato, sin duda, resulta incómodo para muchos exponentes del establishment paraguayo, tanto como los discursos del senador Huey Long sobre esta misma cuestión, en el confesionario del imperio que tanto dicen venerar, el Congreso de Estados Unidos.

Recordando una victorial moral boliviana

Boquerón fue una costosa victoria pírrica para los paraguayos, pero su valor anímico fue inmenso, a tal punto que se opacó su carácter de victoria moral boliviana
Luis Agüero Wagner
lunes, 3 de octubre de 2016, 00:56 h (CET)
La victoria de Boquerón, cuyo aniversario se recuerda en Paraguay con un feriado móvil trasladado a este lunes, fue un triunfo de innegable valor anímico y propagandístico de los paraguayos en la guerra con Bolivia por el Chaco Boreal (1932 a 1935), pero los expertos militares coinciden en definirla como una verdadera victoria moral boliviana.

Autores paraguayos que han sido censurados por la historiografía militar oficial, coinciden en que la conducción del general José Félix Estigarribia, idóneo en agronomía que nunca había egresado de una academia militar, fue realmente pésima.

Estigarribia había sido asimilado al ejército como Teniente Segundo en Comisión por decreto de Albino Jara, coronel de artillería aficionado a utilizar sus conocimientos para derrocar gobiernos. La actuación de Estigarribia había sido polémica en varias guerras civiles paraguayas, como la de 1922, pero su don de la ubicuidad para terminar siempre en las filas de los vencedores, le habían servido para escalar posiciones en una profesión a la que fue asimilado por las circunstancias.

Los mitos con respecto a Estigarribia que circulan en Paraguay, generados en la usina de simpatizantes de su obra política cumbre (que no son pocos), una constitución Nazi Fascista promulgada por decreto en 1940, son tan abundantes como disparatados. Algunos de ellos siguen vigentes a pesar de desmentidos contundentes, como que fue discípulo del Mariscal Foch, que ya estaba retirado de la docencia cuando Estigarribia visitó Francia.

Si se indaga en la verdadera historia de Boquerón, los motivos de júbilo paraguayo quedan muy disminuidos. La verdad sobre Estigarribia está tan maquillada por la propaganda neo nazi como los motivos reales de la guerra del Chaco: una disputa entre las empresas petroleras Shell y Standard Oil.

En Boquerón murieron, según las estimaciones más realistas, entre cinco y siete mil paraguayos lanzados por Estigarribia a un ataque a pecho gentil sobre posiciones fuertemente defendidas por un grupo de élite, fuertemente armado con lo más moderno de la maquinaria bélica boliviana, por un grupo de pocos centenares de bolivianos que rechazaron por casi un mes las embestidas de todo el ejército paraguayo, incluidas sus tropas en tiempo de paz.

Los paraguayos eran enviados a la muerte sin que siquiera se les diera la ubicación exacta del fortín que atacaban, que era desconocida por el mismo comandante Estigarribia. Todavía hoy sobrevive en Paraguay el dicho “Los que se apuraron murieron en Boquerón”, recordando aquellas grandes pérdidas sufridas en vidas humanas.

La mitificación de Boquerón como una “gran victoria” de veinte mil paraguayos atacando un fortín defendido por unos pocos centenares de bolivianos, encontró terreno propicio en la orientación propagandística que se le dio al relato de la guerra del Chaco, bajo las dictaduras neo nazis del mismo Estigarribia, Higinio Morinigo y Alfredo Stroessner. Este último, como participante de la batalla, estimuló la construcción del recordado mito del “cadete de Boquerón”.

Concluida la guerra, el mismo Estigarribia tendría un nefasto papel en las negociaciones para la paz del Chaco, donde desplazaría al presidente de la comisión paraguaya y aceptaría condiciones lesivas para la soberanía nacional impuestas por Spruille Braden.

Braden en realidad era un personero de empresas estadounidenses que logró con apoyo de éstas y del gobierno norteamericano, presidir las negociaciones de paz en Buenos Aires, concluidas en 1938. Sobre el epílogo de las mismas, Estigarribia se había hecho presente en esa ciudad abandonando la embajada paraguaya en Washington, sin comunicar al gobierno de Asunción, con una misión encomendada por el departamento de estado norteamericano. La consigna era preservar para Bolivia y las empresas petroleras estadounidenses, decenas de miles de kilómetros cuadrados que Paraguay tenía en su poder.

Estigarribia sería elevado a la presidencia del Paraguay, en recompensa por esta participación irregular en las negociaciones para la paz del Chaco en Buenos Aires, y ello está bien documentado por el departamento de estado norteamericano, en una tesis doctoral de Leslie B. Rout basado en esos documentos.

Todo este relato, sin duda, resulta incómodo para muchos exponentes del establishment paraguayo, tanto como los discursos del senador Huey Long sobre esta misma cuestión, en el confesionario del imperio que tanto dicen venerar, el Congreso de Estados Unidos.

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