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Desaparición de un personaje en Brunchitiekyll

Mi personaje voló

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Intuiciones, buen rumbo al sol, flores de colores, que no querré en su momento, ni misas ni recordatorios, mi paso por Les Trinchiparriénx, y todo para rogar: “que descanse en paz los muertos aunque no hayan recibido todos sus sacramentos”.

Silenciarse… No decir lo que sientes, o mueres, consejo, guarda silencio, que te matan los fantasmas literarios que también te aman, te vencen. Calla o mueres, pues.

Pompiyotín Fhurtesijó... fue mi personaje preferido de historias, por unos querido, por otros no tanto. Sentía que me enviaba flores, pero eran imaginarias. Le recitaba versos malos y por veces congeniábamos, nos dábamos ánimos, teníamos ganas de vivir y hacer cosas que nos llevaran a la fama, o al menos, a sobrevivir del cuento.

Él era “nieve sobre los pinos”… Blanca como un pan dulce que sabe a licor de manzana, como un “te quiero “tomate”. Nieve sobre el verde de los arbustos, blanca como paloma muy blanca. Nieve sobre los caminos empedrados, que volaba como flores inquietas caídas desde el arco iris.

Así de incomprensible e imposible, por veces invencible y frío… me era él.

Corría lentamente en busca de escondite, aquel hombre que fuera tan bohemio, deseando refugiarse tristemente con sus sueños tras unos matorrales espesos teñidos de rosado por la luz del alba, pero lamentablemente le he visto a través de aquellas silvas, pues era otoño ya y muchas hojas reposaban sobre el suelo de cemento.

Le reconocí entonces, escribiera sobre él desde que éramos jóvenes y consideré que no debía ocultarse porque toda su trayectoria fuera notable y digna de ser recordada. Fuera un pintor abstracto, médico de los muy malos, arquitecto desastre y vendedor de ilusiones en un circo de payasos y elefantes, de esos que tanto me gustan y os atraen.

Nunca se quejó de mis relatos, soñé con él, aunque me lo imaginara señor comprometido, no feliz, trabajador sin talento, fracasado por momentos, depresivo y solitario, como muchos otros seres humanos. Como yo.

Aunque con canas decida escapar, aún le tengo mis ganas, guardo cuentos para él, nos gustaban las mismas pizzas, ensaladas, bocadillos, y el mousse de melocotón.

Paseábamos por la plaza de Vrindikapuí Xhudaún cogidos de la mano, olíamos las orquídeas y aves del paraíso y nos observábamos con un silencio que descontrolaba a quienes nos veían y mismo a los pájaros que volaban a nuestro alrededor cantándonos marchas folkóricas, por veces, nupciales.

No fui mujer de paso por su trayectoria, pero se fue un día sin avisar, talvez le asusté con el personaje aquel que me pidiera no representar...

Estaba triste, pero era fuerte, me vio y bien reaccionó, sabe que jamás le haría daño o al menos eso creía él, yo ya no sé lo que quería de él..

No obstante escapó de nuevo, éramos amigos, pero se iba camino del abismo, de la perdición y el mutuo olvido, mal agradecido que no quiso despedirse, todo le saldrá mal y morirá solo. Yo también utilizaré mi espada si hace falta.

Pasados unos meses todos sabían de su nueva morada, el Tanatorio de Brunchitiekyll, sus cabellos eran todos blancos y le peinaran mal las pobladas y rebeldes cejas llenas de risos.

Aunque sea mi personaje e hice todo lo que quise con él, incluso hacerle fracasar, iré a verle al pueblo de Brunchitiekyll, su morada última, el lugar que quiso verle apagar la luz en sus ojos marrones, tantas veces amados, descritos, admirados y nombrados por mí en mis múltiples textos literarios, algunos de los cuales, aún yacen en el baúl del sótano sin ver la luz solar.

El fuego le quemará al morir, nada quedará de él, más que mis muchos cuentos mal contados y poesías sin rima. Versos, sin embargo, que serán leídos por millones de personas en todo el mundo.

De alto y activo pasó a ser un inútil, allí había mucha gente viéndole descansar, los traidores, las amantes, los idiotas y yo, que no sé bien qué signifiqué para él, su amiga, confidente, enemiga, apoyo o su pan diario. No tenía rosario ni coronas, no sonrisa ni ningún reproche porque quiso morir en paz con todos los hombres, aunque sea esta la peor raza existente, mejor era que muriese en gracia de sus perros y gatos, que tanto le amaron y consolaron siempre. Gracias por tu dedicación y buenos sentimientos, también de parte de tus mascotas, que ahora serán mías.

Me diera dinero escribir sobre sus hazañas y tenía ganas de llorarle tanto, que deseaba que mis pañuelos fuesen las sábanas de las camas. Me ayudó a progresar y a cumplir mis sueños, ni los ríos de Bendicatietg ni las montañas de Bolsylapiep podrán dejar de recordarle cada día de su eterna existencia.

Todo se acaba hoy, pero don Pompiyotín Fhurtesijó es inmortal. Tendrá misa cantada y bailada, pero no asistiré, no me aguanto ni una, luego desaparecerá su cuerpo bajo las llamas, a ellas no le importarán ni sus lágrimas celestiales vertidas en vida ni las muchas horas de maquillaje para sacarle color a sus mejillas pálidas que llevaban años sin recibir besos. Todo se lo llevará al polvo, porque al polvo nos...

Señores…

“Un pino se está muriendo en la entrada del edificio, se muere y llora, alguien lo puso allí para morir y secar a la vista de todos. Dios que no muera, le necesito. Me asusta verle morir, que se salve pronto, cuídale siempre, aunque te lo lleves a otro barrio, vela por él.

Le pondré agua del balneario del Triemúngh, tendrá abono y vitaminas para que crezca, pero no sé si se recuperará, necesita mimos, Dios anímale, protégele. Salva a Pompiyotín Fhurtesijó y llévale a la vida eterna en el cielo porque es de buena madera, fue astuto para el bien, precavido, sincero y sencillo para el mal, regular para recordar los cumpleaños de los amigos”.

Mañana cambiará su estado, hoy camino de casa recordaré:

“Amarte mi amigo, hasta hace poco inseparable, Pompiyotín Fhurtesijó que ahora, calla y muere. Pinito del sol, imitación de bienestar y talento cuando se convierte en un tímido cuento contado por esta servidora.

¿Y tú?, calla, silencio o desapareces como él, si decido así escribirlo. Son muchas las vibraciones que me llegan del más allá y estamos aún aquí presentes y vivos. No inventes y muévete, todo pasa por la vida, mañana será un día nuevo. Cállalo, pues es duro, y si regresa para visitarte después de su desaparición no te asustes y no le hables, Shssssss”.

Llegaba la nueva luz del día y le vería de nuevo, quedaban pocos minutos, poco ya. Su herencia es ya mía, pero sus males que se los lleve muy lejos. Los gusanos no le harán demasiado daño, sus arrugas desaparecerán, pero juro que será eterno en las mentes de los que han sabido de sus quehaceres, entretenimientos, diversiones, novias, estudios, dolencias y despechos.

Su futuro, el azul cielo… Allí sueño también ir algún día. Azul claro bonito y cariñoso como azul mar y sus enormes olas, como el azul terciopelo en la ropa de una dama pobre, pero querida por Dios, como el azul del río en un paisaje de Rhiwertijé. Azul hermoso y que sea todo, bendito sea, azulllll y por siempre.

Y… ¿me pregunto azul?. Si me cuidarás tú a mí, ¿si me rescatarás igual que has hecho con él?...Sálvame siempre mi azul, pero me hagas lo mismo que a él todavía porque me quedan historias en el tintero que desean ser plasmadas sobre los folios, aunque otros se rían de ellas.

Protección divina. En mi quietud la pido, la pinto al carboncillo amando el número trece y mis adorados gatos negros como el carbón, ahora también con las suyas, los perros Simón y Martín y los gatos Nicolás, Chito y Chichita.

Ellos son: buena suerte, imán positivo, sol con rayos rojos protectores. Suerte y buen fin pido para mí, pero lo que me inquieta es que no sé hasta cuando la podré tener, si eternamente o tres jornadas baratas que se acabarán con el alba o la firma de una, por el momento, última historia.

Fin de mi amigo inseparable, he decidido dejar de escribir sobre él, porque sería triste lo que tendría para contar y no deseo arrugarme llorando, no a los recuerdos llenos de dolor insuperable, deseos de pedir perdón, de decirle que le quiero, derramaría muchas lágrimas y no conviene a mis años, con mi taquicardia, mis pesadillas, mi miedo a las apariciones, la casa fría y los comentarios de las vecinas.

Mi personaje voló

Desaparición de un personaje en Brunchitiekyll
Aurora Peregrina Varela Rodriguez
lunes, 3 de octubre de 2016, 00:43 h (CET)
Intuiciones, buen rumbo al sol, flores de colores, que no querré en su momento, ni misas ni recordatorios, mi paso por Les Trinchiparriénx, y todo para rogar: “que descanse en paz los muertos aunque no hayan recibido todos sus sacramentos”.

Silenciarse… No decir lo que sientes, o mueres, consejo, guarda silencio, que te matan los fantasmas literarios que también te aman, te vencen. Calla o mueres, pues.

Pompiyotín Fhurtesijó... fue mi personaje preferido de historias, por unos querido, por otros no tanto. Sentía que me enviaba flores, pero eran imaginarias. Le recitaba versos malos y por veces congeniábamos, nos dábamos ánimos, teníamos ganas de vivir y hacer cosas que nos llevaran a la fama, o al menos, a sobrevivir del cuento.

Él era “nieve sobre los pinos”… Blanca como un pan dulce que sabe a licor de manzana, como un “te quiero “tomate”. Nieve sobre el verde de los arbustos, blanca como paloma muy blanca. Nieve sobre los caminos empedrados, que volaba como flores inquietas caídas desde el arco iris.

Así de incomprensible e imposible, por veces invencible y frío… me era él.

Corría lentamente en busca de escondite, aquel hombre que fuera tan bohemio, deseando refugiarse tristemente con sus sueños tras unos matorrales espesos teñidos de rosado por la luz del alba, pero lamentablemente le he visto a través de aquellas silvas, pues era otoño ya y muchas hojas reposaban sobre el suelo de cemento.

Le reconocí entonces, escribiera sobre él desde que éramos jóvenes y consideré que no debía ocultarse porque toda su trayectoria fuera notable y digna de ser recordada. Fuera un pintor abstracto, médico de los muy malos, arquitecto desastre y vendedor de ilusiones en un circo de payasos y elefantes, de esos que tanto me gustan y os atraen.

Nunca se quejó de mis relatos, soñé con él, aunque me lo imaginara señor comprometido, no feliz, trabajador sin talento, fracasado por momentos, depresivo y solitario, como muchos otros seres humanos. Como yo.

Aunque con canas decida escapar, aún le tengo mis ganas, guardo cuentos para él, nos gustaban las mismas pizzas, ensaladas, bocadillos, y el mousse de melocotón.

Paseábamos por la plaza de Vrindikapuí Xhudaún cogidos de la mano, olíamos las orquídeas y aves del paraíso y nos observábamos con un silencio que descontrolaba a quienes nos veían y mismo a los pájaros que volaban a nuestro alrededor cantándonos marchas folkóricas, por veces, nupciales.

No fui mujer de paso por su trayectoria, pero se fue un día sin avisar, talvez le asusté con el personaje aquel que me pidiera no representar...

Estaba triste, pero era fuerte, me vio y bien reaccionó, sabe que jamás le haría daño o al menos eso creía él, yo ya no sé lo que quería de él..

No obstante escapó de nuevo, éramos amigos, pero se iba camino del abismo, de la perdición y el mutuo olvido, mal agradecido que no quiso despedirse, todo le saldrá mal y morirá solo. Yo también utilizaré mi espada si hace falta.

Pasados unos meses todos sabían de su nueva morada, el Tanatorio de Brunchitiekyll, sus cabellos eran todos blancos y le peinaran mal las pobladas y rebeldes cejas llenas de risos.

Aunque sea mi personaje e hice todo lo que quise con él, incluso hacerle fracasar, iré a verle al pueblo de Brunchitiekyll, su morada última, el lugar que quiso verle apagar la luz en sus ojos marrones, tantas veces amados, descritos, admirados y nombrados por mí en mis múltiples textos literarios, algunos de los cuales, aún yacen en el baúl del sótano sin ver la luz solar.

El fuego le quemará al morir, nada quedará de él, más que mis muchos cuentos mal contados y poesías sin rima. Versos, sin embargo, que serán leídos por millones de personas en todo el mundo.

De alto y activo pasó a ser un inútil, allí había mucha gente viéndole descansar, los traidores, las amantes, los idiotas y yo, que no sé bien qué signifiqué para él, su amiga, confidente, enemiga, apoyo o su pan diario. No tenía rosario ni coronas, no sonrisa ni ningún reproche porque quiso morir en paz con todos los hombres, aunque sea esta la peor raza existente, mejor era que muriese en gracia de sus perros y gatos, que tanto le amaron y consolaron siempre. Gracias por tu dedicación y buenos sentimientos, también de parte de tus mascotas, que ahora serán mías.

Me diera dinero escribir sobre sus hazañas y tenía ganas de llorarle tanto, que deseaba que mis pañuelos fuesen las sábanas de las camas. Me ayudó a progresar y a cumplir mis sueños, ni los ríos de Bendicatietg ni las montañas de Bolsylapiep podrán dejar de recordarle cada día de su eterna existencia.

Todo se acaba hoy, pero don Pompiyotín Fhurtesijó es inmortal. Tendrá misa cantada y bailada, pero no asistiré, no me aguanto ni una, luego desaparecerá su cuerpo bajo las llamas, a ellas no le importarán ni sus lágrimas celestiales vertidas en vida ni las muchas horas de maquillaje para sacarle color a sus mejillas pálidas que llevaban años sin recibir besos. Todo se lo llevará al polvo, porque al polvo nos...

Señores…

“Un pino se está muriendo en la entrada del edificio, se muere y llora, alguien lo puso allí para morir y secar a la vista de todos. Dios que no muera, le necesito. Me asusta verle morir, que se salve pronto, cuídale siempre, aunque te lo lleves a otro barrio, vela por él.

Le pondré agua del balneario del Triemúngh, tendrá abono y vitaminas para que crezca, pero no sé si se recuperará, necesita mimos, Dios anímale, protégele. Salva a Pompiyotín Fhurtesijó y llévale a la vida eterna en el cielo porque es de buena madera, fue astuto para el bien, precavido, sincero y sencillo para el mal, regular para recordar los cumpleaños de los amigos”.

Mañana cambiará su estado, hoy camino de casa recordaré:

“Amarte mi amigo, hasta hace poco inseparable, Pompiyotín Fhurtesijó que ahora, calla y muere. Pinito del sol, imitación de bienestar y talento cuando se convierte en un tímido cuento contado por esta servidora.

¿Y tú?, calla, silencio o desapareces como él, si decido así escribirlo. Son muchas las vibraciones que me llegan del más allá y estamos aún aquí presentes y vivos. No inventes y muévete, todo pasa por la vida, mañana será un día nuevo. Cállalo, pues es duro, y si regresa para visitarte después de su desaparición no te asustes y no le hables, Shssssss”.

Llegaba la nueva luz del día y le vería de nuevo, quedaban pocos minutos, poco ya. Su herencia es ya mía, pero sus males que se los lleve muy lejos. Los gusanos no le harán demasiado daño, sus arrugas desaparecerán, pero juro que será eterno en las mentes de los que han sabido de sus quehaceres, entretenimientos, diversiones, novias, estudios, dolencias y despechos.

Su futuro, el azul cielo… Allí sueño también ir algún día. Azul claro bonito y cariñoso como azul mar y sus enormes olas, como el azul terciopelo en la ropa de una dama pobre, pero querida por Dios, como el azul del río en un paisaje de Rhiwertijé. Azul hermoso y que sea todo, bendito sea, azulllll y por siempre.

Y… ¿me pregunto azul?. Si me cuidarás tú a mí, ¿si me rescatarás igual que has hecho con él?...Sálvame siempre mi azul, pero me hagas lo mismo que a él todavía porque me quedan historias en el tintero que desean ser plasmadas sobre los folios, aunque otros se rían de ellas.

Protección divina. En mi quietud la pido, la pinto al carboncillo amando el número trece y mis adorados gatos negros como el carbón, ahora también con las suyas, los perros Simón y Martín y los gatos Nicolás, Chito y Chichita.

Ellos son: buena suerte, imán positivo, sol con rayos rojos protectores. Suerte y buen fin pido para mí, pero lo que me inquieta es que no sé hasta cuando la podré tener, si eternamente o tres jornadas baratas que se acabarán con el alba o la firma de una, por el momento, última historia.

Fin de mi amigo inseparable, he decidido dejar de escribir sobre él, porque sería triste lo que tendría para contar y no deseo arrugarme llorando, no a los recuerdos llenos de dolor insuperable, deseos de pedir perdón, de decirle que le quiero, derramaría muchas lágrimas y no conviene a mis años, con mi taquicardia, mis pesadillas, mi miedo a las apariciones, la casa fría y los comentarios de las vecinas.

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