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Eduardo Patiño

Lágrimas eternas

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Histórico, antológico, insuperable, sideral, colosal… pónganle el calificativo que quieran. El 2009 pasará a la historia del deporte rey como el año en que el ‘Pep Team’ entró en el olimpo de los dioses para convertirse en el mejor equipo de la historia. La victoria ante Estudiantes en la final del Mundialito de clubes coronó al Barcelona como el único equipo capaz de vencer en las seis competiciones disputadas. Liga, Copa del Rey, Liga de Campeones, Supercopa de España, Supercopa de Europa y Mundial de clubes, seis títulos de seis posibles, algo insuperable e inimaginable en un deporte tan igualado.

Aunque el éxito de los azulgrana reside en el colectivo, en este cuento de hadas hay muchos nombres, imágenes y héroes que pasarán a la historia: Messi, como el mejor jugador del mundo, Xavi como el gran motor de esta máquina perfecta, Iniesta y su gol en Stamford Bridge, Don Pedro y su don de la oportunidad… y así hasta llegar al utillero. Pero sin duda, uno quedará marcado como el gran protagonista de este cuento, el auténtico líder de esta hazaña, un personaje que permanecerá para siempre en las páginas doradas del club, Pep Guardiola. Sin duda, el mejor entrador en los 110 años del club.

Pese a generar desconfianza en su llegada al banquillo del Camp Nou, desde el primer día Guardiola se mostró seguro de sí mismo y tomó sin tapujos las riendas de un equipo a la deriva. “El líder soy yo. Los jugadores me seguirán y lo vamos a conseguir. Que me sigan, que me sigan", vaticinaba un segurísimo Guardiola hace unos meses. Sus palabras, impropias en un entrenador “novato”, son el fiel reflejo de la confianza y autoexigencia impuesta a un grupo al que ha impregnado de un estilo inconfundible y ha guiado con maestría a la cima del fútbol mundial. "Si perdemos, continuaremos siendo el mejor equipo del mundo. Si ganamos, seremos eternos", comentaba antes de la final. Quizás esa enorme responsabilidad de convertirse en eterno fue la que le llevó a derrumbarse sobre el césped del Zayed Sports City. Sus lágrimas quedarán grabadas para siempre en la retina de los aficionados culés. ¡Enhorabuena campeones!

Lágrimas eternas

Eduardo Patiño
Eduardo Patiño
lunes, 21 de diciembre de 2009, 07:16 h (CET)
Histórico, antológico, insuperable, sideral, colosal… pónganle el calificativo que quieran. El 2009 pasará a la historia del deporte rey como el año en que el ‘Pep Team’ entró en el olimpo de los dioses para convertirse en el mejor equipo de la historia. La victoria ante Estudiantes en la final del Mundialito de clubes coronó al Barcelona como el único equipo capaz de vencer en las seis competiciones disputadas. Liga, Copa del Rey, Liga de Campeones, Supercopa de España, Supercopa de Europa y Mundial de clubes, seis títulos de seis posibles, algo insuperable e inimaginable en un deporte tan igualado.

Aunque el éxito de los azulgrana reside en el colectivo, en este cuento de hadas hay muchos nombres, imágenes y héroes que pasarán a la historia: Messi, como el mejor jugador del mundo, Xavi como el gran motor de esta máquina perfecta, Iniesta y su gol en Stamford Bridge, Don Pedro y su don de la oportunidad… y así hasta llegar al utillero. Pero sin duda, uno quedará marcado como el gran protagonista de este cuento, el auténtico líder de esta hazaña, un personaje que permanecerá para siempre en las páginas doradas del club, Pep Guardiola. Sin duda, el mejor entrador en los 110 años del club.

Pese a generar desconfianza en su llegada al banquillo del Camp Nou, desde el primer día Guardiola se mostró seguro de sí mismo y tomó sin tapujos las riendas de un equipo a la deriva. “El líder soy yo. Los jugadores me seguirán y lo vamos a conseguir. Que me sigan, que me sigan", vaticinaba un segurísimo Guardiola hace unos meses. Sus palabras, impropias en un entrenador “novato”, son el fiel reflejo de la confianza y autoexigencia impuesta a un grupo al que ha impregnado de un estilo inconfundible y ha guiado con maestría a la cima del fútbol mundial. "Si perdemos, continuaremos siendo el mejor equipo del mundo. Si ganamos, seremos eternos", comentaba antes de la final. Quizás esa enorme responsabilidad de convertirse en eterno fue la que le llevó a derrumbarse sobre el césped del Zayed Sports City. Sus lágrimas quedarán grabadas para siempre en la retina de los aficionados culés. ¡Enhorabuena campeones!

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