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Como preludio al tenebroso operativo del Plan Cóndor para asesinar a Orlando Letelier, los mismos actores de la tragedia se envolvieron en una comedia

Tragicomedia en la Embajada norteamericana

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Hace unos meses un periódico estadounidense publicó una sustanciosa entrevista al ex embajador de Estados Unidos en Paraguay y Chile George Landau, realizada en 1991.

En sus declaraciones, además de testimoniar acerca de la conocida ayuda prestada por el cuñado de Aldo Zucolillo, Conrado Pappalardo, al operativo ordenado por Pinochet para asesinar en Washington a Orlando Letelier, narra otros episodios desopilantes que solo pudieron suceder en Paraguay.

Una de las anécdotas tragicómicas narradas por Landau, se da en el contexto de cómo conoció a Pappalardo, a quien describe como “inusualmente influyente” en el entorno de Stroessner.

Su primer encuentro, narra el ex embajador, se dio través del caso del arresto de "Gato" Chase, (el antropólogo Miguel Chase Sardi) quien era un connotado informante a sueldo de la CIA y la embajada norteamericana y al mismo tiempo favorito de los jerarcas del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Chase (camarada Gallardo) era constantemente convocado a La Habana y Moscú para departir con los más importantes líderes del bloque comunista y recibir aportes para la lucha paraguaya.

Al mismo tiempo, recibía dinero de la embajada norteamericana por sus informes acerca del Partido Comunista de Paraguay. Sin saber que se trataba del informante de los norteamericanos sobre las actividades comunistas, la policía política de Stroessner lo había detenido y sometido a apremios físicos.

Landau recuerda que realizó gestiones para que el informante sea liberado, pero costaba convencer a Stroessner que un comunista trabajaba para la CIA, al punto que recriminó a Landau por el mal criterio para elegir sus espías. Landau le dijo que Chase (cuyo nombre el ex embajador no cita porque dice no recordar) estaba conectado a la Inter American Foundation, pero no logró impresionar a Stroessner.

El dictador expresó su sorpresa por el hecho de que la liberación de un “peligroso comunista” sea reclamada alegando que colaboraba con la CIA, y si fuera el caso, demostraba el poco sentido común de la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos para seleccionar colaboradores.

Hizo falta que intervenga Dick (Vernon Walters) para convencer al dictador, y ello se logró a través de Conrado Pappalardo, a quien el ex diplomático califica como "especialmente influyente", al punto que Walters podía entrar y salir de Paraguay sin que nadie lo sepa gracias a él.

Vernon Walters había sido traductor de español de Harry Truman, en los años cincuenta, por lo que tenía muy buenas relaciones con los aliados del imperio norteamericano en Latinoamérica como Stroessner. El capítulo que siguió, un mes después, fue mucho más sombrío.

Pasado ese lapso, Pappalardo solicitó a Landau visas para dos pasaportes paraguayos falsos, a ser utilizados dos chilenos, con la coartada que viajarían a realizar una investigación secreta de CODELCO (empresa del cobre chilena, la mas grande del mundo), por orden del dictador chileno. En realidad, los mismos hombres para quienes Pappalardo solicitó pasaportes viajarían a Estados Unidos para asesinar a Orlando Letelier, en cumplimiento de una orden del dictador Pinochet.

Este episodio crucial del Plan Cóndor, en el cual está probada la colaboración paraguaya con Pinochet, jamás fue tratado por la prensa paraguaya. La explicación es simple: El principal involucrado, Conrado Pappalardo, es cuñado del empresario de medios Aldo Zucolillo, quien censura este capítulo para ocultar la participación familiar.

La semana pasada, este episodio crucial del Plan Cóndor fue recordado al cumplirse exactamente cuatro décadas, por los diarios más importantes de Europa y Estados Unidos, pero en Paraguay ningún medio lo mencionó.

Las dudas siguen flotando, por obra y gracia de este cómplice silencio familiar. Y con ellas sobrevive la incógnita planteada por Landau, quien nunca supo con exactitud si Pappalardo solo tenía una lengua muy larga, o si en realidad buscaba involucrar a la diplomacia norteamericana en el primer ataque terrorista en la historia de Estados Unidos.

Tragicomedia en la Embajada norteamericana

Como preludio al tenebroso operativo del Plan Cóndor para asesinar a Orlando Letelier, los mismos actores de la tragedia se envolvieron en una comedia
Luis Agüero Wagner
miércoles, 28 de septiembre de 2016, 08:28 h (CET)
Hace unos meses un periódico estadounidense publicó una sustanciosa entrevista al ex embajador de Estados Unidos en Paraguay y Chile George Landau, realizada en 1991.

En sus declaraciones, además de testimoniar acerca de la conocida ayuda prestada por el cuñado de Aldo Zucolillo, Conrado Pappalardo, al operativo ordenado por Pinochet para asesinar en Washington a Orlando Letelier, narra otros episodios desopilantes que solo pudieron suceder en Paraguay.

Una de las anécdotas tragicómicas narradas por Landau, se da en el contexto de cómo conoció a Pappalardo, a quien describe como “inusualmente influyente” en el entorno de Stroessner.

Su primer encuentro, narra el ex embajador, se dio través del caso del arresto de "Gato" Chase, (el antropólogo Miguel Chase Sardi) quien era un connotado informante a sueldo de la CIA y la embajada norteamericana y al mismo tiempo favorito de los jerarcas del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Chase (camarada Gallardo) era constantemente convocado a La Habana y Moscú para departir con los más importantes líderes del bloque comunista y recibir aportes para la lucha paraguaya.

Al mismo tiempo, recibía dinero de la embajada norteamericana por sus informes acerca del Partido Comunista de Paraguay. Sin saber que se trataba del informante de los norteamericanos sobre las actividades comunistas, la policía política de Stroessner lo había detenido y sometido a apremios físicos.

Landau recuerda que realizó gestiones para que el informante sea liberado, pero costaba convencer a Stroessner que un comunista trabajaba para la CIA, al punto que recriminó a Landau por el mal criterio para elegir sus espías. Landau le dijo que Chase (cuyo nombre el ex embajador no cita porque dice no recordar) estaba conectado a la Inter American Foundation, pero no logró impresionar a Stroessner.

El dictador expresó su sorpresa por el hecho de que la liberación de un “peligroso comunista” sea reclamada alegando que colaboraba con la CIA, y si fuera el caso, demostraba el poco sentido común de la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos para seleccionar colaboradores.

Hizo falta que intervenga Dick (Vernon Walters) para convencer al dictador, y ello se logró a través de Conrado Pappalardo, a quien el ex diplomático califica como "especialmente influyente", al punto que Walters podía entrar y salir de Paraguay sin que nadie lo sepa gracias a él.

Vernon Walters había sido traductor de español de Harry Truman, en los años cincuenta, por lo que tenía muy buenas relaciones con los aliados del imperio norteamericano en Latinoamérica como Stroessner. El capítulo que siguió, un mes después, fue mucho más sombrío.

Pasado ese lapso, Pappalardo solicitó a Landau visas para dos pasaportes paraguayos falsos, a ser utilizados dos chilenos, con la coartada que viajarían a realizar una investigación secreta de CODELCO (empresa del cobre chilena, la mas grande del mundo), por orden del dictador chileno. En realidad, los mismos hombres para quienes Pappalardo solicitó pasaportes viajarían a Estados Unidos para asesinar a Orlando Letelier, en cumplimiento de una orden del dictador Pinochet.

Este episodio crucial del Plan Cóndor, en el cual está probada la colaboración paraguaya con Pinochet, jamás fue tratado por la prensa paraguaya. La explicación es simple: El principal involucrado, Conrado Pappalardo, es cuñado del empresario de medios Aldo Zucolillo, quien censura este capítulo para ocultar la participación familiar.

La semana pasada, este episodio crucial del Plan Cóndor fue recordado al cumplirse exactamente cuatro décadas, por los diarios más importantes de Europa y Estados Unidos, pero en Paraguay ningún medio lo mencionó.

Las dudas siguen flotando, por obra y gracia de este cómplice silencio familiar. Y con ellas sobrevive la incógnita planteada por Landau, quien nunca supo con exactitud si Pappalardo solo tenía una lengua muy larga, o si en realidad buscaba involucrar a la diplomacia norteamericana en el primer ataque terrorista en la historia de Estados Unidos.

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