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Etiquetas | Política | PSOE
Todos los líderes políticos nacionales han de contemplar la situación desde la óptica del artificiero

Nitroglicerina en el PSOE, o dinamita

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Hace unos días, en unos encuentros que organiza el Club Liberal Español en Madrid, Ramón Tamames, en una conferencia anunciada como “Unos pactos para hoy”, se ocupó de un tema que es parte de la historia reciente española y que en la situación política actual es motivo de recuerdo y reflexión: Los Pactos de la Moncloa.

Tamames, protagonista de la Transición y testigo desde las filas del Partido Comunista en el que militaba entonces, recordaba la realidad nacional en 1977, las conversaciones entre grupos políticos para encarar la situación y los acuerdos logrados en los Pactos de la Moncloa. Unos acuerdos que, sustancialmente, consistieron en dos programas: Uno de actuación política y jurídica; y otro para saneamiento y reforma de la Economía.

Decía el profesor Tamames que en aquellos pactos, importantes en su momento y legendarios ahora, hubo dos figuras relevantes: Adolfo Suárez, que pilotó la operación desde la Presidencia del Gobierno y al frente de la coalición poco cohesionada que era UCD. Y Santiago Carrillo, que logró que la izquierda que militaba en el PCE se implicara en la tarea.

Mientras Felipe González y el PSOE iban a las reuniones “a rebote”, recordaba Tamames, la UCD y el PCE establecieron acuerdos nacionales que engancharon a todos en unos “Pactos para un Gobierno de Concentración, pero sin los problemas de un Gobierno de Concentración”.

Tras la conferencia, sometido al habitual “trasteo verbal” de las preguntas, el profesor incidió en algo que ya había apuntado: Suárez prescindió de las reticencias de González y el PSOE a los acuerdos, y aprovechó el sentido de Estado que había en la izquierda que representaba el PCE de Carrillo.

Recordando lo que hizo Suárez con Carrillo y trayéndolo a la actualidad, había un hecho que constatar y una pregunta que hacer: Pedro Sánchez, ahora, ha colocado al PSOE en la misma situación de “a rebote” en que lo puso hace 39 años Felipe González frente a los pactos, ¿Como Suárez entonces, debería Rajoy ahora prescindir del PSOE y acudir a la izquierda que representa Podemos llamando a Pablo Iglesias para encarar los problemas nacionales?

Aunque hubo respuesta afirmativa con matices y Tamames tiene el respeto que su edad y currículo merecen, su posición no es relevante y no es oportuno detenerse en ella. Importa más saber quién ocupa hoy el lugar que entonces llenaba Santiago Carrillo y tratar de saber si el sentido de Estado Nacional que él tenía perdura en las fuerzas de izquierda que se integran en Podemos. Al respecto, por lo que se deduce de las Posturas Políticas que se perciben y los Programas Electorales que se han ofrecido (con cesiones a independentistas), no parece que los sucesores del PCE de 1977 mantengan las mismas convicciones.

Por el contrario, las posiciones junto a los independentistas, las luchas internas entre los grupos y sensibilidades que hay en Podemos, y el afán por disputar al PSOE la primacía de la izquierda ponen de relieve una realidad que resulta desoladora frente a las necesidades del Estado. Tanto que, sin posibilidad de renovar algo parecido a los Pactos de la Moncloa en otros de nombre nuevo (acaso Pactos de atriles en la Carrera de San Jerónimo o de los Leones del Congreso), hay que descartar la posibilidad de que la llamada de Rajoy a Pablo Iglesias pueda resultar útil.

Surge así la necesidad de procurar el concurso de un partido socialista que, como en 1977, se muestra renuente para implicarse en los pactos de Estado que se necesitan.

Pero ocurre que, a diferencia de lo que ocurría en 1977 con Felipe González, la cúpula del socialismo actual, además de reacia a pactos, se encuentra en un estado de ebullición y confrontación notables, con ideas confusas; y donde los intereses personales, del líder, sus próximos y alejados, priman frente a los intereses del partido y a las necesidades nacionales.

En esta situación, la cabeza del socialismo, que representa hoy Pedro Sánchez, sometida a presiones de todo tipo y a la descalificación general de propios y extraños, se ha convertido en una especie de explosivo de alta potencia capaz de provocar la explosión del PSOE y de privar a la nación del partido que ha propiciado estabilidad.

Por eso, a la hora de tratar el asunto, todos los líderes políticos nacionales (Mariano Rajoy incluido) han de contemplar la situación desde la óptica del artificiero que, consciente de la situación, ha de tratar de evitar lo que de momento es solo una amenaza: La voladura de la organización socialista y la destrucción del PSOE.

Como la nitroglicerina (trinitroxipropano), que es un artefacto altamente explosivo y tan inestable que la menor sacudida o fricción puede provocar una explosión, hoy Pedro Sánchez se ha convertido en una especie de petardo de artificiero al que hay que cuidar, no agitar y tratar de estabilizar. Pasada la gravedad del momento, con todos los políticos nacionales atentos al peligro y los socialistas dedicados a la tarea de medida, control y reparación de daños en su partido, hay que pensar en cómo someter a control al elemento que puede provocar la hecatombe.

Como ayuda de la Historia y de la Química, aparece en 1867 la figura de Alfred Nobel, un químico sueco pacifista que descubrió que mezclando el elemento explosivo de la nitroglicerina con sílice (en sus orígenes caparazones silíceos de diatomeas formando la llamada “diatomita”) se lograba una pasta estable, controlable y apta para ser usada con control: La dinamita.

Siguiendo el símil, en la situación actual en que es necesario el concurso de todos para lograr unos pactos, como los de La Moncloa que recordaba Tamames, para enfrentarse a los problemas del momento, únicamente falta por encontrar las diatomeas socialistas oportunas.

Como apuntes, tras la denuncia masiva de los medios de comunicación y la alarma nacional por la actitud de Pedro Sánchez, en las últimas horas aparecen un par de soluciones capaces de promover la formación de una “diatomita” útil para usar el poder que hoy tiene el Partido Socialista:

La dimisión controlada de la parte de la cúpula del PSOE que, como las diatomeas en la dinamita, apaciguaría poderes destructivos y permitiría la continuidad organizada de la institución socialista.

O el acuerdo del Grupo Parlamentario Socialista para que sus diputados propicien una continuidad nacional en la que su partido, con ausencias si son necesarias, siga manteniendo el poder político que la sociedad le otorgue.

Nitroglicerina en el PSOE, o dinamita

Todos los líderes políticos nacionales han de contemplar la situación desde la óptica del artificiero
José Luis Heras Celemín
miércoles, 28 de septiembre de 2016, 00:24 h (CET)
Hace unos días, en unos encuentros que organiza el Club Liberal Español en Madrid, Ramón Tamames, en una conferencia anunciada como “Unos pactos para hoy”, se ocupó de un tema que es parte de la historia reciente española y que en la situación política actual es motivo de recuerdo y reflexión: Los Pactos de la Moncloa.

Tamames, protagonista de la Transición y testigo desde las filas del Partido Comunista en el que militaba entonces, recordaba la realidad nacional en 1977, las conversaciones entre grupos políticos para encarar la situación y los acuerdos logrados en los Pactos de la Moncloa. Unos acuerdos que, sustancialmente, consistieron en dos programas: Uno de actuación política y jurídica; y otro para saneamiento y reforma de la Economía.

Decía el profesor Tamames que en aquellos pactos, importantes en su momento y legendarios ahora, hubo dos figuras relevantes: Adolfo Suárez, que pilotó la operación desde la Presidencia del Gobierno y al frente de la coalición poco cohesionada que era UCD. Y Santiago Carrillo, que logró que la izquierda que militaba en el PCE se implicara en la tarea.

Mientras Felipe González y el PSOE iban a las reuniones “a rebote”, recordaba Tamames, la UCD y el PCE establecieron acuerdos nacionales que engancharon a todos en unos “Pactos para un Gobierno de Concentración, pero sin los problemas de un Gobierno de Concentración”.

Tras la conferencia, sometido al habitual “trasteo verbal” de las preguntas, el profesor incidió en algo que ya había apuntado: Suárez prescindió de las reticencias de González y el PSOE a los acuerdos, y aprovechó el sentido de Estado que había en la izquierda que representaba el PCE de Carrillo.

Recordando lo que hizo Suárez con Carrillo y trayéndolo a la actualidad, había un hecho que constatar y una pregunta que hacer: Pedro Sánchez, ahora, ha colocado al PSOE en la misma situación de “a rebote” en que lo puso hace 39 años Felipe González frente a los pactos, ¿Como Suárez entonces, debería Rajoy ahora prescindir del PSOE y acudir a la izquierda que representa Podemos llamando a Pablo Iglesias para encarar los problemas nacionales?

Aunque hubo respuesta afirmativa con matices y Tamames tiene el respeto que su edad y currículo merecen, su posición no es relevante y no es oportuno detenerse en ella. Importa más saber quién ocupa hoy el lugar que entonces llenaba Santiago Carrillo y tratar de saber si el sentido de Estado Nacional que él tenía perdura en las fuerzas de izquierda que se integran en Podemos. Al respecto, por lo que se deduce de las Posturas Políticas que se perciben y los Programas Electorales que se han ofrecido (con cesiones a independentistas), no parece que los sucesores del PCE de 1977 mantengan las mismas convicciones.

Por el contrario, las posiciones junto a los independentistas, las luchas internas entre los grupos y sensibilidades que hay en Podemos, y el afán por disputar al PSOE la primacía de la izquierda ponen de relieve una realidad que resulta desoladora frente a las necesidades del Estado. Tanto que, sin posibilidad de renovar algo parecido a los Pactos de la Moncloa en otros de nombre nuevo (acaso Pactos de atriles en la Carrera de San Jerónimo o de los Leones del Congreso), hay que descartar la posibilidad de que la llamada de Rajoy a Pablo Iglesias pueda resultar útil.

Surge así la necesidad de procurar el concurso de un partido socialista que, como en 1977, se muestra renuente para implicarse en los pactos de Estado que se necesitan.

Pero ocurre que, a diferencia de lo que ocurría en 1977 con Felipe González, la cúpula del socialismo actual, además de reacia a pactos, se encuentra en un estado de ebullición y confrontación notables, con ideas confusas; y donde los intereses personales, del líder, sus próximos y alejados, priman frente a los intereses del partido y a las necesidades nacionales.

En esta situación, la cabeza del socialismo, que representa hoy Pedro Sánchez, sometida a presiones de todo tipo y a la descalificación general de propios y extraños, se ha convertido en una especie de explosivo de alta potencia capaz de provocar la explosión del PSOE y de privar a la nación del partido que ha propiciado estabilidad.

Por eso, a la hora de tratar el asunto, todos los líderes políticos nacionales (Mariano Rajoy incluido) han de contemplar la situación desde la óptica del artificiero que, consciente de la situación, ha de tratar de evitar lo que de momento es solo una amenaza: La voladura de la organización socialista y la destrucción del PSOE.

Como la nitroglicerina (trinitroxipropano), que es un artefacto altamente explosivo y tan inestable que la menor sacudida o fricción puede provocar una explosión, hoy Pedro Sánchez se ha convertido en una especie de petardo de artificiero al que hay que cuidar, no agitar y tratar de estabilizar. Pasada la gravedad del momento, con todos los políticos nacionales atentos al peligro y los socialistas dedicados a la tarea de medida, control y reparación de daños en su partido, hay que pensar en cómo someter a control al elemento que puede provocar la hecatombe.

Como ayuda de la Historia y de la Química, aparece en 1867 la figura de Alfred Nobel, un químico sueco pacifista que descubrió que mezclando el elemento explosivo de la nitroglicerina con sílice (en sus orígenes caparazones silíceos de diatomeas formando la llamada “diatomita”) se lograba una pasta estable, controlable y apta para ser usada con control: La dinamita.

Siguiendo el símil, en la situación actual en que es necesario el concurso de todos para lograr unos pactos, como los de La Moncloa que recordaba Tamames, para enfrentarse a los problemas del momento, únicamente falta por encontrar las diatomeas socialistas oportunas.

Como apuntes, tras la denuncia masiva de los medios de comunicación y la alarma nacional por la actitud de Pedro Sánchez, en las últimas horas aparecen un par de soluciones capaces de promover la formación de una “diatomita” útil para usar el poder que hoy tiene el Partido Socialista:

La dimisión controlada de la parte de la cúpula del PSOE que, como las diatomeas en la dinamita, apaciguaría poderes destructivos y permitiría la continuidad organizada de la institución socialista.

O el acuerdo del Grupo Parlamentario Socialista para que sus diputados propicien una continuidad nacional en la que su partido, con ausencias si son necesarias, siga manteniendo el poder político que la sociedad le otorgue.

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