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Edward Schumacher-Matos

El retorno de las FARC

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CARTAGENA, Colombia -- Las guerrillas izquierdistas están protagonizando una recuperación incipiente. Los grupos paramilitares están resurgiendo. Y el extraordinario éxito del Presidente de Colombia Álvaro Uribe a la hora de reducir la violencia durante los siete últimos años se está estancando, y puede que hasta perdiendo terreno.

El combativo Uribe, mientras tanto, ha puesto el sistema político del país patas arriba al buscar la forma de cambiar la Constitución para poder presentarse a un tercer mandato en las elecciones programadas dentro de sólo cinco meses.

Hasta muchos de los partidarios de Uribe convienen en que su reelección debilitará el desarrollo institucional mismo del estado colombiano que con tanto éxito él ha defendido. Pero Uribe sigue disfrutando de considerable popularidad en torno al 60% y seguramente ganaría si los comicios se celebraran hoy.

Su popularidad se basa en su éxito militar y económico, y en plantar cara al venezolano Hugo Chávez, el belicoso vecino del país. Pero el índice de paro de Colombia de casi el 12% es uno de los más elevados de Latinoamérica, y la forma en que la guerrilla y los paramilitares se manifiestan este año plantea dudas de si Uribe es hasta el líder adecuado para seguir afrontando los importantes desafíos del país en materia de seguridad.

Principios abstractos aparte, Colombia necesita una cara nueva en la Casa de Narino, el palacio presidencial, por los mismos motivos prácticos que hacen pensar a Uribe que debería quedarse. Sin duda ha sido el presidente más grande de la historia de Colombia, pero igual que sucede con tantos líderes fuertes, la mentalidad única que le convirtió en un héroe le convierte ahora cada vez más en una obligación.

Su franqueza ha alienado a gran parte de la judicatura y el estamento político. Colombia también está enormemente aislada en Sudamérica a causa del importante error de cálculo cometido por Uribe al empujar a la administración Obama a aprobar recientemente un acuerdo totalmente innecesario de uso militar estadounidense de siete bases colombianas.

Las tropas estadounidenses destacadas aquí que aconsejan a los colombianos en su lucha contra las mafias de la droga y las guerrillas ya estaban destacadas aquí y fuera de las bases. Los funcionarios de bajo rango encargados de la negociación quisieron ser formalistas en los llamados derechos de destacamento, incluso si el número de efectivos viene bajando de manera constante y ahora está por debajo de los 300. Uribe quiso comprometer a los estadounidenses a largo plazo como aliado y como elemento disuasorio frente a Chávez.

Lo que en su lugar ha logrado el acuerdo es dar una enorme ventaja propagandística a Chávez y enfurecer a Brasil y a la mayoría de los países restantes de la región, que interpretan las bases como una tentativa de establecer la hegemonía militar estadounidense en el continente sudamericano. Chávez las llama "bases americanas" que le apuntan. Uribe ha perdido credibilidad en la región.

Pero es la lucha militar en el país la que resulta más crucial. El ejército colombiano, puede que el mejor y más preparado para la contienda en el continente, ha venido vacilando durante el último año a medida que su jefe del estado mayor se ha visto distraído por los amargos enfrentamientos políticos y por Chávez.

Durante una conferencia de jueces, funcionarios, secretarios de partido, académicos y activistas procedentes de todo el espectro político celebrada aquí a instancias de la Corporación Nuevo Arco Iris, un laboratorio de ideas de Bogotá, se difundía un estudio basado en fuentes oficiales entre otras que demuestra que las guerrillas izquierdistas han matado a 1.150 agentes colombianos y policías durante los seis primeros meses del año, un ritmo muy superior a los 1.700 que perdieron la vida el año pasado. Durante el mes de octubre, las guerrillas perpetraron 1.429 atentados, superando en 10 meses los 1.353 registrados durante todo el año pasado.

Las cifras incluyen los efectivos que perdieron la vida a consecuencia del creciente uso por parte de las guerrillas de minas terrestres, incluyendo pequeños dispositivos que se colocan colgando de árboles a ras de suelo.

Tras sufrir una cadena de importantes derrotas en el 2008, incluyendo la muerte de un buen número de líderes y la liberación de la candidata presidencial secuestrada Ingrid Betancourt, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o FARC se han reagrupado bajo lo que llaman "Plan Renacimiento". Con entre 7.000 y 11.000 miembros, vuelve a atacar bases militares en las regiones montañosas y fronterizas aisladas.

Tanto las guerrillas como los guerrilleros paramilitares viven del lucrativo tráfico de drogas. Otrora sangrientos enemigos ideológicos, ahora los dos colaboran puntualmente.

El país está inmerso en la tarea admirable pero virtualmente imposible de sacar a la luz la verdad de las masacres y las desapariciones, mezclar perdón con castigo, procesar a los soldados y los congresistas que cooperaron, indemnizar a las víctimas y devolver a sus granjas y aldeas a los millones de desplazados. Más de 10.000 guerrilleros han aprovechado también el mismo proceso de paz.

Está tan atrasado y lleno de disputas políticas y jurídicas, sin embargo, que amenaza con venirse abajo. Todos los bandos se sienten traicionados, lo que vuelve a alimentar parcialmente el resurgimiento de la violencia. Lo que hace falta es una dirección nueva para renovar el desarrollo tanto de la guerra como de la paz. Ese es el motivo de que Uribe tenga que marcharse.

El retorno de las FARC

Edward Schumacher-Matos
Edward Schumacher-Matos
sábado, 12 de diciembre de 2009, 11:04 h (CET)
CARTAGENA, Colombia -- Las guerrillas izquierdistas están protagonizando una recuperación incipiente. Los grupos paramilitares están resurgiendo. Y el extraordinario éxito del Presidente de Colombia Álvaro Uribe a la hora de reducir la violencia durante los siete últimos años se está estancando, y puede que hasta perdiendo terreno.

El combativo Uribe, mientras tanto, ha puesto el sistema político del país patas arriba al buscar la forma de cambiar la Constitución para poder presentarse a un tercer mandato en las elecciones programadas dentro de sólo cinco meses.

Hasta muchos de los partidarios de Uribe convienen en que su reelección debilitará el desarrollo institucional mismo del estado colombiano que con tanto éxito él ha defendido. Pero Uribe sigue disfrutando de considerable popularidad en torno al 60% y seguramente ganaría si los comicios se celebraran hoy.

Su popularidad se basa en su éxito militar y económico, y en plantar cara al venezolano Hugo Chávez, el belicoso vecino del país. Pero el índice de paro de Colombia de casi el 12% es uno de los más elevados de Latinoamérica, y la forma en que la guerrilla y los paramilitares se manifiestan este año plantea dudas de si Uribe es hasta el líder adecuado para seguir afrontando los importantes desafíos del país en materia de seguridad.

Principios abstractos aparte, Colombia necesita una cara nueva en la Casa de Narino, el palacio presidencial, por los mismos motivos prácticos que hacen pensar a Uribe que debería quedarse. Sin duda ha sido el presidente más grande de la historia de Colombia, pero igual que sucede con tantos líderes fuertes, la mentalidad única que le convirtió en un héroe le convierte ahora cada vez más en una obligación.

Su franqueza ha alienado a gran parte de la judicatura y el estamento político. Colombia también está enormemente aislada en Sudamérica a causa del importante error de cálculo cometido por Uribe al empujar a la administración Obama a aprobar recientemente un acuerdo totalmente innecesario de uso militar estadounidense de siete bases colombianas.

Las tropas estadounidenses destacadas aquí que aconsejan a los colombianos en su lucha contra las mafias de la droga y las guerrillas ya estaban destacadas aquí y fuera de las bases. Los funcionarios de bajo rango encargados de la negociación quisieron ser formalistas en los llamados derechos de destacamento, incluso si el número de efectivos viene bajando de manera constante y ahora está por debajo de los 300. Uribe quiso comprometer a los estadounidenses a largo plazo como aliado y como elemento disuasorio frente a Chávez.

Lo que en su lugar ha logrado el acuerdo es dar una enorme ventaja propagandística a Chávez y enfurecer a Brasil y a la mayoría de los países restantes de la región, que interpretan las bases como una tentativa de establecer la hegemonía militar estadounidense en el continente sudamericano. Chávez las llama "bases americanas" que le apuntan. Uribe ha perdido credibilidad en la región.

Pero es la lucha militar en el país la que resulta más crucial. El ejército colombiano, puede que el mejor y más preparado para la contienda en el continente, ha venido vacilando durante el último año a medida que su jefe del estado mayor se ha visto distraído por los amargos enfrentamientos políticos y por Chávez.

Durante una conferencia de jueces, funcionarios, secretarios de partido, académicos y activistas procedentes de todo el espectro político celebrada aquí a instancias de la Corporación Nuevo Arco Iris, un laboratorio de ideas de Bogotá, se difundía un estudio basado en fuentes oficiales entre otras que demuestra que las guerrillas izquierdistas han matado a 1.150 agentes colombianos y policías durante los seis primeros meses del año, un ritmo muy superior a los 1.700 que perdieron la vida el año pasado. Durante el mes de octubre, las guerrillas perpetraron 1.429 atentados, superando en 10 meses los 1.353 registrados durante todo el año pasado.

Las cifras incluyen los efectivos que perdieron la vida a consecuencia del creciente uso por parte de las guerrillas de minas terrestres, incluyendo pequeños dispositivos que se colocan colgando de árboles a ras de suelo.

Tras sufrir una cadena de importantes derrotas en el 2008, incluyendo la muerte de un buen número de líderes y la liberación de la candidata presidencial secuestrada Ingrid Betancourt, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o FARC se han reagrupado bajo lo que llaman "Plan Renacimiento". Con entre 7.000 y 11.000 miembros, vuelve a atacar bases militares en las regiones montañosas y fronterizas aisladas.

Tanto las guerrillas como los guerrilleros paramilitares viven del lucrativo tráfico de drogas. Otrora sangrientos enemigos ideológicos, ahora los dos colaboran puntualmente.

El país está inmerso en la tarea admirable pero virtualmente imposible de sacar a la luz la verdad de las masacres y las desapariciones, mezclar perdón con castigo, procesar a los soldados y los congresistas que cooperaron, indemnizar a las víctimas y devolver a sus granjas y aldeas a los millones de desplazados. Más de 10.000 guerrilleros han aprovechado también el mismo proceso de paz.

Está tan atrasado y lleno de disputas políticas y jurídicas, sin embargo, que amenaza con venirse abajo. Todos los bandos se sienten traicionados, lo que vuelve a alimentar parcialmente el resurgimiento de la violencia. Lo que hace falta es una dirección nueva para renovar el desarrollo tanto de la guerra como de la paz. Ese es el motivo de que Uribe tenga que marcharse.

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