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En Paraguay está prohibido hablar del asesinato en Washington del ex canciller chileno Orlando Letelier, solo porque estuvo involucrado un familiar del zar de la prensa

Prohibido hablar del asesinato de Letelier

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El laureado escritor paraguayo Augusto Roa Bastos escribió en unos artículos magistrales, sobre los últimos años del dictador Stroessner, que éste se veía como un Tiranosaurio dando sus últimas boqueadas, y que los vientos de fronda le arrancaban escamas mientras agitaba su enorme cola dentada, a la que había amarrado a los saurios más pequeños que le servían.

La imagen advertía sobre el terrible precio que deberían pagar aquellos que seguían con el reloj en contra, a un actor político de un tiempo ido.

Sucede todavía hoy, a casi tres décadas del fin del régimen de Stroessner, en el ámbito del periodismo hegemónico en Paraguay. Aldo Zucolillo, el nuevo tiranosaurio del Paraguay, propietario del diario ABC color, sigue marcando el discurso dominante de la prensa paraguaya, e imponiendo silencio cuando los temas que se le antojan incómodos.

Uno de ellos, que le toca muy de cerca por involucrar a su propia familia, curiosamente se trata de un atentado terrorista perpetrado en Washington, capital de Estados Unidos, el 21 de Septiembre de 1976. Hacen hoy exactamente cuatro décadas.

Una bomba a control remoto, ubicado bajo el piso del habitáculo del automóvil que transportaba a Orlando Letelier, ex ministro de Defensa y ex canciller Chileno, que había sido antes embajador de Chile en Estados Unidos. La explosión se produjo en un segmento de la avenida Massachusetts que los habitantes de Washington denominan informalmente “Embassy Row”. El FBI, que llegó minutos después, encontró al sobreviviente Michael Moffit gritando desesperado, el cadáver de Letelier destrozado y a la esposa norteamericana de Moffit inerte, sin piernas ni signos de vida.

Hoy un melancólico monumento los recuerda frente a la embajada de Irlanda, lugar donde fueron asesinados. También un premio estadounidense a méritos en la lucha por los derechos humanos lleva el nombre “Letelier Moffit”. Los asesinos se acogieron a programas de protección a testigos en Estados Unidos, y nunca pudieron ser juzgados en Chile.

Chequeando la prensa internacional, pueden leerse incontables artículos relativos al tema, por cumplirse exactamente cuarenta años del atroz asesinato, condenable desde cualquier perspectiva o ubicación en el espectro ideológico.

Curiosamente, muy poco o nada se publica al respecto en Paraguay, en testimonio del poder que ejerce sobre la “prensa libre” el Tiranosaurio de la calle Yegros, Aldo Zucolillo, quien pudorosamente evita tocar el tema. El silencio se explica por la sencilla razón de que su cuñado, Conrado Pappalardo, está señalado por documentos norteamericanos como gestor de pasaportes paraguayos falsos y visa de la embajada estadounidense en Asunción para los terroristas que cometieron el atentado mortal.

Pappalardo, como era costumbre en el Paraguay de aquel tiempo, invocó para los propósitos al mismo general Vernon Walters, a Pinochet y Stroessner, sin saber que copias fotostáticas tomadas por el embajador estadounidense George Landau, y memorándums respecto al tema, quedarían para contar la historia a la posteridad, a buen resguardo en los archivos del Departamento de Estado Norteamericano.

Documentos desclasificados en el año 2000 demostraron que Pinochet en persona solicitó el favor a Stroessner, quien le encargó el trámite a su Jefe de Ceremonial, cuñado de Zucolillo. Como exponente de una “honorable familia” de ascendencia italiana, el dueño de ABC cuida la imagen de los suyos, y no se expondría jamás a que semejantes antecedentes puedan manchar su imagen ante la sociedad paraguaya.

Muchos optimistas creen que que realizo, contando historias increíbles pero reales como ésta, lo mismo que hacía el Sísifo de los mitos griegos.

Pero que como lo escribiera alguna vez Roa Bastos, es imposible que el Paraguay sea el agujero negro de antimateria suspendido fuera del tiempo que alguna vez Stroessner pensó que era, y que Zucolillo sigue creyendo que es.

Prohibido hablar del asesinato de Letelier

En Paraguay está prohibido hablar del asesinato en Washington del ex canciller chileno Orlando Letelier, solo porque estuvo involucrado un familiar del zar de la prensa
Luis Agüero Wagner
miércoles, 21 de septiembre de 2016, 09:13 h (CET)
El laureado escritor paraguayo Augusto Roa Bastos escribió en unos artículos magistrales, sobre los últimos años del dictador Stroessner, que éste se veía como un Tiranosaurio dando sus últimas boqueadas, y que los vientos de fronda le arrancaban escamas mientras agitaba su enorme cola dentada, a la que había amarrado a los saurios más pequeños que le servían.

La imagen advertía sobre el terrible precio que deberían pagar aquellos que seguían con el reloj en contra, a un actor político de un tiempo ido.

Sucede todavía hoy, a casi tres décadas del fin del régimen de Stroessner, en el ámbito del periodismo hegemónico en Paraguay. Aldo Zucolillo, el nuevo tiranosaurio del Paraguay, propietario del diario ABC color, sigue marcando el discurso dominante de la prensa paraguaya, e imponiendo silencio cuando los temas que se le antojan incómodos.

Uno de ellos, que le toca muy de cerca por involucrar a su propia familia, curiosamente se trata de un atentado terrorista perpetrado en Washington, capital de Estados Unidos, el 21 de Septiembre de 1976. Hacen hoy exactamente cuatro décadas.

Una bomba a control remoto, ubicado bajo el piso del habitáculo del automóvil que transportaba a Orlando Letelier, ex ministro de Defensa y ex canciller Chileno, que había sido antes embajador de Chile en Estados Unidos. La explosión se produjo en un segmento de la avenida Massachusetts que los habitantes de Washington denominan informalmente “Embassy Row”. El FBI, que llegó minutos después, encontró al sobreviviente Michael Moffit gritando desesperado, el cadáver de Letelier destrozado y a la esposa norteamericana de Moffit inerte, sin piernas ni signos de vida.

Hoy un melancólico monumento los recuerda frente a la embajada de Irlanda, lugar donde fueron asesinados. También un premio estadounidense a méritos en la lucha por los derechos humanos lleva el nombre “Letelier Moffit”. Los asesinos se acogieron a programas de protección a testigos en Estados Unidos, y nunca pudieron ser juzgados en Chile.

Chequeando la prensa internacional, pueden leerse incontables artículos relativos al tema, por cumplirse exactamente cuarenta años del atroz asesinato, condenable desde cualquier perspectiva o ubicación en el espectro ideológico.

Curiosamente, muy poco o nada se publica al respecto en Paraguay, en testimonio del poder que ejerce sobre la “prensa libre” el Tiranosaurio de la calle Yegros, Aldo Zucolillo, quien pudorosamente evita tocar el tema. El silencio se explica por la sencilla razón de que su cuñado, Conrado Pappalardo, está señalado por documentos norteamericanos como gestor de pasaportes paraguayos falsos y visa de la embajada estadounidense en Asunción para los terroristas que cometieron el atentado mortal.

Pappalardo, como era costumbre en el Paraguay de aquel tiempo, invocó para los propósitos al mismo general Vernon Walters, a Pinochet y Stroessner, sin saber que copias fotostáticas tomadas por el embajador estadounidense George Landau, y memorándums respecto al tema, quedarían para contar la historia a la posteridad, a buen resguardo en los archivos del Departamento de Estado Norteamericano.

Documentos desclasificados en el año 2000 demostraron que Pinochet en persona solicitó el favor a Stroessner, quien le encargó el trámite a su Jefe de Ceremonial, cuñado de Zucolillo. Como exponente de una “honorable familia” de ascendencia italiana, el dueño de ABC cuida la imagen de los suyos, y no se expondría jamás a que semejantes antecedentes puedan manchar su imagen ante la sociedad paraguaya.

Muchos optimistas creen que que realizo, contando historias increíbles pero reales como ésta, lo mismo que hacía el Sísifo de los mitos griegos.

Pero que como lo escribiera alguna vez Roa Bastos, es imposible que el Paraguay sea el agujero negro de antimateria suspendido fuera del tiempo que alguna vez Stroessner pensó que era, y que Zucolillo sigue creyendo que es.

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