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“En los grandes peligros, la poca esperanza de vencerlos saca del ánimo desesperadas fuerzas” Miguel de Cervantes

Y… después de los comicios de Galicia y País Vasco, ¿qué nos espera?

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De un tiempo a esta parte, en la España del SigloXXI, los ciudadanos tenemos la especial sensación de que vamos, como en el popular juego de La Oca, de oca en oca, en este caso de elección en elección, sin que se sepa si al final vamos a caer en la terrorífica casilla de la muerte o vamos a acabar cayendo en El Laberinto, en el que nos vamos a eternizar intentando encontrar una salida que nos permita abandonar tan agobiante encierro. Primero (20 Diciembre 2015), los españoles acudimos a las urnas con una sensación de normalidad, aunque, debemos reconocer que, a diferencia de lo que se dilucidaba en las anteriores ocasiones, en las que la duda se centraba en si el vencedor de la contienda sería el PP o, su adversario endémico, el PSOE. Las encuestas pronosticaban que, con la aparición de Ciudadanos y los comunistas de Podemos, el reparto de votos sería distinto, como en realidad sucedió.

La sensación de la segunda vez que nos convocaron a votar, el 20 de Junio del corriente 2016, ya tuvimos la sensación de que algo no funcionaba en nuestra nación y que, los resultados atomizados de los comicios baldíos del mes de junio, eran la prueba palpable de que el país no sería gobernable y de que, los partidos políticos, mostraban una rara tendencia a no llegar a acuerdos, a enrocarse en sus planteamientos políticos, y a no respetar la inveterada costumbre de permitir gobernar al partido más votado. Pronto iremos por los 9 meses, desde las primeras elecciones de diciembre del 2015 y, en España, seguimos con idénticos problemas a los que impidieron que se formara un gobierno en aquellos comicios del diciembre pasado. Un país sin gobierno, sometido a las intemperancias de un señor, Pedro Sánchez, que sabe que ha perdido pero que se obceca en no apearse del machito, sólo por un espíritu de supervivencia y de egoísmo personal, una cerrazón mental rayana en la paranoia y una fijación consistente en ir en contra de la persona del señor Rajoy, al que se ha empeñado en hacer responsable de todo lo malo que ha venido ocurriendo a España sin tener en cuenta que, los verdaderos culpables de lo que nos ha ocurrido, fueron sus antecesores en el cargo de Secretario general del PSOE, cuando ocuparon la jefatura del gobierno durante dos infumables legislaturas.

Ahora todos se lamentan de que el horizonte se nos presente, una vez más, lleno de nubarrones que parece que nos llevan, de forma inexorable, a la celebración de otros comicios, los terceros que, si Dios no lo remedia, nos llevarían otra vez a las urnas el próximo mes de diciembre o sea, exactamente un año después de la celebración del primer intento, sin que, en este lapso de tiempo, quienes fueron elegidos para ocupar ambas cámaras de representación popular, hayan sido capaces de entenderse, al menos en lo esencial, para impedir que España esté sin gobierno, sin poder establecer las leyes que serían precisas, sin estar en condiciones de frenar, tal y como correspondería, los intentos de los separatistas catalanes de aprovechar la coyuntura para intentar llevar adelante su proyecto de separase de España, en lo que ya llevan empeñados demasiados años sin que, ninguno de los gobiernos nacionales que han estado al frente del ejecutivo, haya sido capaz de acabar con semejante traición. Haría falta que se presentasen unos nuevos PGE ( ya no estamos a tiempo para ello) que se proyectasen estrategias de cara a nuestra participación en la CE y que tuviéramos un gobierno estable para que quienes quieren invertir en nuestra deuda y valores tuviesen la seguridad de que somos un país serio y cumplidor con nuestras obligaciones, tanto dentro como fuera de España.

Ahora parece que todos están pendientes de las elecciones del día 25 en Galicia y el país Vasco, como si de los resultados de las mismas dependiera que los que, hasta ahora no han conseguido entenderse, por arte de birlibirloque, conseguirían entenderse en función de que ganase el señor Feijoo o no con mayoría absoluta o de que, en el país Vasco, como parecen pronosticar las encuestas, el partido socialista tenga una debacle. ¿De verdad podemos creer que, el señor Sánchez, que ha aguantado hasta ahora en su postura negativa, por un golpe más en la línea de flotación de su partido, va a cambiar de postura?, ¿acaso el señor Rivera, el gran vudú de la regeneración de la política española, el gran muftí de la lucha anticorrupción y el gran componedor; el que, hasta ahora, no ha conseguido más que perder votantes, tal y como le ha sucedido al señor Sánchez en su partido, llegar a acuerdos inútiles con PSOE y PP que han quedado en agua de borrajas, va a modificar su actitud si el señor Rajoy tiene un gran victoria en Galicia?

Se habla de disensiones en el seno del PSOE y es posible que sea cierto que las haya; de hecho, algunos de los llamados barones, se han mostrado inquietos con el rumbo de su partido, pero, tanto en sus congresos como fuera de ellos, cuando se habla de oponerse frontalmente al señor Sánchez, no parecen dispuestos a hacerlo y cuando se comenta una posible abstención para que gobierne Rajoy todos parecen oponerse. Puede que haya quien estima que conviene dar la sensación de que todos, derechas e izquierdas, se oponen y desechan la posibilidad de tener que acudir a unas terceras elecciones, debido a que es sabido que la ciudadanía está harta de tantas votaciones, de los políticos a los que mayoritariamente se tacha de incompetentes y de la cerrazón de aquellos que se empeñan en no discutir con los demás un posible entendimiento para sacar a España de esta absurda situación en la que, por su incompetencia, nos han metido.

Lo que sucede es que, si descartamos por imposible un acuerdo del PP con los socialistas y la colaboración de Ciudadanos; no quedan muchas otras opciones que, el señor Sánchez se lie la manta a la cabeza (que parece que es lo que le gustaría hacer) e intente llegar a acuerdos con Podemos que, hay que decirlo, parece más que dispuesto a hacerlo sin tantas exigencias como en la anterior ocasión. Como no suman los escaños precisos para poder formar un gobierno estable, es muy probable que se decida a cruzar las líneas rojas que le fijaron en el pasado congreso de su partido y busque algún subterfugio para no tener que ceder a las peticiones de ERC, la CUP o el PDC de que se les permita convocar un referendo por el derecho a decidir. No sería extraño que los separatistas, con tal de sacarse de encima a Rajoy, su pesadilla en el tema de su posible separación de España, es posible que se avinieran a renunciar momentáneamente a dicha exigencia o se arbitraran otros medios, como la federalización de España que, al menos como un primer paso, fueran convincentes para los nacionalistas que lo podrían vender a sus votantes como un simple aplazamiento y no como una renuncia o una claudicación.

Claro que sería bueno que, después de tantos avatares, de las continuas acusaciones de fraude derivadas de lo sucedido en Valencia y, últimamente, del tema de la señora exalcaldesa, Rita Barberá (pésimamente enfocado por la dirección del PP)¸una victoria del señor Feijoo, uno de los valores más sólidos que le quedan al PP, sería un bálsamo para Rajoy y su grupo ya que demostraría que, a pesar de todos los problemas con los que ha de bregar, los votantes siguen confiando en él por encima de las opciones de los partidos de izquierdas. Lo del país Vasco ya es harina de otro costal ya que el PP en aquella autonomía no tiene donde pescar votos y se trata únicamente de comprobar si, en realidad, se cumplen los pronósticos y el PSV se da el gran tastarazo que se viene anunciando; en cuyo caso, es evidente que la posición personal de P. Sánchez quedaría en entredicho y su posición en el anunciado congreso, posterior al 25 de septiembre, seguramente sería más delicada que, en el caso de que el castigo fuera menor del previsto.

Tenemos la impresión personal de que existen pocas probabilidades de que los partidos sean capaces de conseguir los acuerdos precisos para formar las coaliciones precisas que permitieran formar un gobierno capaz de enfrentarse, con posibilidades de éxito a una investidura; no sólo de derechas, capitaneada por Rajoy, sino incluso, aunque matemáticamente sería posible de una fórmula de unión de varios partidos, las divergencias existentes entre los partidos de la izquierda y la necesidad de contar con los separatistas vascos y catalanes, dejan pocas opciones a una entente semejante.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, lo que parece que se perfila como más probable y que, aunque nadie lo confiese, es muy posible que muchos partidos estén esperando, es que acabemos por tener que acudir a unos terceros comicios. No obstante, y la duda está en ello, nadie puede garantizar que, lo que resultara de estas nuevas votaciones, significara que los problemas del país quedaran solucionados y que, de ellas, saliera la posibilidad clara de formar un nuevo gobierno lo suficientemente estable y fuerte, capaz de acabar con este estado de inestabilidad por el que estamos pasando.

Y… después de los comicios de Galicia y País Vasco, ¿qué nos espera?

“En los grandes peligros, la poca esperanza de vencerlos saca del ánimo desesperadas fuerzas” Miguel de Cervantes
Miguel Massanet
martes, 20 de septiembre de 2016, 00:28 h (CET)
De un tiempo a esta parte, en la España del SigloXXI, los ciudadanos tenemos la especial sensación de que vamos, como en el popular juego de La Oca, de oca en oca, en este caso de elección en elección, sin que se sepa si al final vamos a caer en la terrorífica casilla de la muerte o vamos a acabar cayendo en El Laberinto, en el que nos vamos a eternizar intentando encontrar una salida que nos permita abandonar tan agobiante encierro. Primero (20 Diciembre 2015), los españoles acudimos a las urnas con una sensación de normalidad, aunque, debemos reconocer que, a diferencia de lo que se dilucidaba en las anteriores ocasiones, en las que la duda se centraba en si el vencedor de la contienda sería el PP o, su adversario endémico, el PSOE. Las encuestas pronosticaban que, con la aparición de Ciudadanos y los comunistas de Podemos, el reparto de votos sería distinto, como en realidad sucedió.

La sensación de la segunda vez que nos convocaron a votar, el 20 de Junio del corriente 2016, ya tuvimos la sensación de que algo no funcionaba en nuestra nación y que, los resultados atomizados de los comicios baldíos del mes de junio, eran la prueba palpable de que el país no sería gobernable y de que, los partidos políticos, mostraban una rara tendencia a no llegar a acuerdos, a enrocarse en sus planteamientos políticos, y a no respetar la inveterada costumbre de permitir gobernar al partido más votado. Pronto iremos por los 9 meses, desde las primeras elecciones de diciembre del 2015 y, en España, seguimos con idénticos problemas a los que impidieron que se formara un gobierno en aquellos comicios del diciembre pasado. Un país sin gobierno, sometido a las intemperancias de un señor, Pedro Sánchez, que sabe que ha perdido pero que se obceca en no apearse del machito, sólo por un espíritu de supervivencia y de egoísmo personal, una cerrazón mental rayana en la paranoia y una fijación consistente en ir en contra de la persona del señor Rajoy, al que se ha empeñado en hacer responsable de todo lo malo que ha venido ocurriendo a España sin tener en cuenta que, los verdaderos culpables de lo que nos ha ocurrido, fueron sus antecesores en el cargo de Secretario general del PSOE, cuando ocuparon la jefatura del gobierno durante dos infumables legislaturas.

Ahora todos se lamentan de que el horizonte se nos presente, una vez más, lleno de nubarrones que parece que nos llevan, de forma inexorable, a la celebración de otros comicios, los terceros que, si Dios no lo remedia, nos llevarían otra vez a las urnas el próximo mes de diciembre o sea, exactamente un año después de la celebración del primer intento, sin que, en este lapso de tiempo, quienes fueron elegidos para ocupar ambas cámaras de representación popular, hayan sido capaces de entenderse, al menos en lo esencial, para impedir que España esté sin gobierno, sin poder establecer las leyes que serían precisas, sin estar en condiciones de frenar, tal y como correspondería, los intentos de los separatistas catalanes de aprovechar la coyuntura para intentar llevar adelante su proyecto de separase de España, en lo que ya llevan empeñados demasiados años sin que, ninguno de los gobiernos nacionales que han estado al frente del ejecutivo, haya sido capaz de acabar con semejante traición. Haría falta que se presentasen unos nuevos PGE ( ya no estamos a tiempo para ello) que se proyectasen estrategias de cara a nuestra participación en la CE y que tuviéramos un gobierno estable para que quienes quieren invertir en nuestra deuda y valores tuviesen la seguridad de que somos un país serio y cumplidor con nuestras obligaciones, tanto dentro como fuera de España.

Ahora parece que todos están pendientes de las elecciones del día 25 en Galicia y el país Vasco, como si de los resultados de las mismas dependiera que los que, hasta ahora no han conseguido entenderse, por arte de birlibirloque, conseguirían entenderse en función de que ganase el señor Feijoo o no con mayoría absoluta o de que, en el país Vasco, como parecen pronosticar las encuestas, el partido socialista tenga una debacle. ¿De verdad podemos creer que, el señor Sánchez, que ha aguantado hasta ahora en su postura negativa, por un golpe más en la línea de flotación de su partido, va a cambiar de postura?, ¿acaso el señor Rivera, el gran vudú de la regeneración de la política española, el gran muftí de la lucha anticorrupción y el gran componedor; el que, hasta ahora, no ha conseguido más que perder votantes, tal y como le ha sucedido al señor Sánchez en su partido, llegar a acuerdos inútiles con PSOE y PP que han quedado en agua de borrajas, va a modificar su actitud si el señor Rajoy tiene un gran victoria en Galicia?

Se habla de disensiones en el seno del PSOE y es posible que sea cierto que las haya; de hecho, algunos de los llamados barones, se han mostrado inquietos con el rumbo de su partido, pero, tanto en sus congresos como fuera de ellos, cuando se habla de oponerse frontalmente al señor Sánchez, no parecen dispuestos a hacerlo y cuando se comenta una posible abstención para que gobierne Rajoy todos parecen oponerse. Puede que haya quien estima que conviene dar la sensación de que todos, derechas e izquierdas, se oponen y desechan la posibilidad de tener que acudir a unas terceras elecciones, debido a que es sabido que la ciudadanía está harta de tantas votaciones, de los políticos a los que mayoritariamente se tacha de incompetentes y de la cerrazón de aquellos que se empeñan en no discutir con los demás un posible entendimiento para sacar a España de esta absurda situación en la que, por su incompetencia, nos han metido.

Lo que sucede es que, si descartamos por imposible un acuerdo del PP con los socialistas y la colaboración de Ciudadanos; no quedan muchas otras opciones que, el señor Sánchez se lie la manta a la cabeza (que parece que es lo que le gustaría hacer) e intente llegar a acuerdos con Podemos que, hay que decirlo, parece más que dispuesto a hacerlo sin tantas exigencias como en la anterior ocasión. Como no suman los escaños precisos para poder formar un gobierno estable, es muy probable que se decida a cruzar las líneas rojas que le fijaron en el pasado congreso de su partido y busque algún subterfugio para no tener que ceder a las peticiones de ERC, la CUP o el PDC de que se les permita convocar un referendo por el derecho a decidir. No sería extraño que los separatistas, con tal de sacarse de encima a Rajoy, su pesadilla en el tema de su posible separación de España, es posible que se avinieran a renunciar momentáneamente a dicha exigencia o se arbitraran otros medios, como la federalización de España que, al menos como un primer paso, fueran convincentes para los nacionalistas que lo podrían vender a sus votantes como un simple aplazamiento y no como una renuncia o una claudicación.

Claro que sería bueno que, después de tantos avatares, de las continuas acusaciones de fraude derivadas de lo sucedido en Valencia y, últimamente, del tema de la señora exalcaldesa, Rita Barberá (pésimamente enfocado por la dirección del PP)¸una victoria del señor Feijoo, uno de los valores más sólidos que le quedan al PP, sería un bálsamo para Rajoy y su grupo ya que demostraría que, a pesar de todos los problemas con los que ha de bregar, los votantes siguen confiando en él por encima de las opciones de los partidos de izquierdas. Lo del país Vasco ya es harina de otro costal ya que el PP en aquella autonomía no tiene donde pescar votos y se trata únicamente de comprobar si, en realidad, se cumplen los pronósticos y el PSV se da el gran tastarazo que se viene anunciando; en cuyo caso, es evidente que la posición personal de P. Sánchez quedaría en entredicho y su posición en el anunciado congreso, posterior al 25 de septiembre, seguramente sería más delicada que, en el caso de que el castigo fuera menor del previsto.

Tenemos la impresión personal de que existen pocas probabilidades de que los partidos sean capaces de conseguir los acuerdos precisos para formar las coaliciones precisas que permitieran formar un gobierno capaz de enfrentarse, con posibilidades de éxito a una investidura; no sólo de derechas, capitaneada por Rajoy, sino incluso, aunque matemáticamente sería posible de una fórmula de unión de varios partidos, las divergencias existentes entre los partidos de la izquierda y la necesidad de contar con los separatistas vascos y catalanes, dejan pocas opciones a una entente semejante.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, lo que parece que se perfila como más probable y que, aunque nadie lo confiese, es muy posible que muchos partidos estén esperando, es que acabemos por tener que acudir a unos terceros comicios. No obstante, y la duda está en ello, nadie puede garantizar que, lo que resultara de estas nuevas votaciones, significara que los problemas del país quedaran solucionados y que, de ellas, saliera la posibilidad clara de formar un nuevo gobierno lo suficientemente estable y fuerte, capaz de acabar con este estado de inestabilidad por el que estamos pasando.

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