Si hay un corredor que no se merece lo que está viviendo ese es Óscar Pereiro. El gallego está al borde de la retirada justo cuando la vida le volvía a sonreir. Hace una semana escribí un texto sobre uno de esos temas que siempre te alegran la vista. Dos grandes del ciclismo iban a encontrarse en las filas de un equipo kazajo. Un encuentro que, salvo sorpresa, ya no existirá.
El Astana, o Samruk-Kazyna, como quieran llamarle, ha decidido destrozar la carrera deportiva de un vencedor del Tour porque sí, sin más razón que esa. El conjunto de Alberto Contador se ha echado para atrás después de haber llegado a un acuerdo con Pereiro y ahora le están ofreciendo cifras de dinero ridículas.
Un acuerdo que puede significar la muerte como ciclista de uno de esos corredores, como recordaba hace siete días, que animan toda carrera en la que estén sobre el asfalto. Óscar puede que ya no vuelva a hacer de las suyas por el capricho de varias personas que se han empeñado en destruir su sueño. El sueño de volver a sentirse deportista. El sueño de volver a disfrutar sobre la bicicleta tras varios años de sufrimiento.
Ha sobrevivido a aquella brutal caída en el Colle dell´Agnello que encogió los corazones de todo el mundo que seguía atento la etapa del 20 de julio de 2008 y a los abandonos por desgana y dignidad, pero, por desgracia, puede que haya llegado la hora en la que Óscar Pereiro se vea obligado a decir adiós en una batalla que se juega en los despachos. Deseo y espero que no.