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Antonio Pérez Gómez

Irlanda, esa no es la dirección

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Si creyera en la reencarnación, probablemente pensaría que, en otra vida, he sido irlandés. Un irlandés patriota de principios del siglo XX. O un Celta subversivo de la alta edad media. O incluso un inocente trébol cuatrifolio, emergente entre un prado del esmeralda paisaje de la Isla. Me encanta Irlanda, su idiosincrasia, sus paisajes, su cultura, su música y su historia.

Su deporte no tanto, pues, a excepción del rugby -y, aún así, a menudo no ha sido más que un “outsider”, esperando al año malo de Francia e Inglaterra para poder luchar con sus “primos célticos” para conseguir el el 5 naciones, o ahora el 6-, los irlandeses no han destacado demasiado en los grandes deportes de equipo. Tiene su lógica, pues ellos viven pegados a sus dos deportes nacionales: el hurling y, sobre todo, el fútbol gaélico, tan maravilloso como desconocido para el resto del mundo. El fútbol universal despierta allí un interés moderado. Alto interés si lo comparamos a la afición al fútbol de la República del Bután. Más bien bajo si lo comparamos con cualquier país del sur de Europa. El caso es que ha habido algunos buenos jugadores irlandeses, pero nunca una gran selección, ni siquiera un buen club. Es significativo y paradójico que el gran club irlandés, el que representa toda la cultura y religión irlandesa sea el Celtic...un equipo escocés.

Pero los irlandeses, quizás apelando más a esa raza y ese orgullo que es tan patente en sus enfrentamientos en rugby, y probablemente apoyándose en sus partidos en casa, donde es tan complicado batirla, se ha metido en algunas fases finales de un mundial, contra todo pronóstico. Y todo apuntaba que, a pesar del complicado rival (la Francia de Henry, Ribery, Benzema, etc..) y de su tropiezo en el partido de ida, los chicos de Trapattoni podían clasificarse para Sudáfrica 2010, merced al gran partido que estaban realizando en París.
Ya saben el resto. Henry engañó al árbitro y Irlanda se vio injustamente eliminada.

Ahora se ha liado un cirio y el tema se ha hecho cuestión nacional por aquellos lares. Se pidió la repetición del partido basándose en un extraño precedente que la FIFA tuvo el error de cometer hace unos años. Al negarse Blatter a dicho dislate, la FAI, la federación Irlandesa de fútbol, ha seguido su escalada de disparates y pidió ser incluida en el mundial de forma extraordinaria, como invitada especial. El peligroso Blatter, extrañamente, acertó dos veces seguidas y volvió a negarse. Ahora en Irlanda ya no saben contra qué disparar, si contra Francia, contra Henry, contra Platini, contra Blatter o contra el mundo del fútbol. Se encuentran solos y sin apoyos. John Delaney, presidente de la FAI, dice que “Blatter ha insultado a Irlanda”, y el suizo, que ya no sabe donde meterse, promete vagas compensaciones “No económicas” en el futuro a Delaney. Verás que nos quedamos sin Eurocopa España y Portugal.

Pero, ¿por que no han encontrado apoyos los irlandeses? Pues exactamente por la mima razón de que tantas y tantas injusticias cometidas sobre el verde no son reparadas a posteriori desde algún despacho de alguna federación: porque el fútbol es oro y nadie quiere cargárselo. La pasión de los aficionados es el corazón y la sangre de este gran espectáculo. E incluso los cebollinos que suelen estar al cargo de las altas esferas del mundo del balompié saben meridianamente bien que desde el momento en que un aficionado salga del campo de fútbol con dudas de que si lo que ha visto puede ser modificado a posteriori, será la muerte del fútbol como deporte. En el instante en que una masa enardecida de hinchas, exultantes por la victoria de su equipo, alberguen la más mínima duda de que al día siguiente un burócrata puede modificar las decisiones que el árbitro (humano, luego falible) ha decretado durante el encuentro, el fútbol habrá concluido tal y como lo conocemos.

Entiéndaseme. Yo, al igual que cualquier amante del fútbol con un coeficiente mayor de 15, desesperamos porque las nuevas tecnologías eliminen los fallos externos al corriente discurrir de una disputa entre contrarios dentro de el reglamento. En casi todos los deportes masivos la tecnología ya se ha instalado. En el fútbol americano, el baloncesto, en el tenis con el “ojo del halcón”... el mismo rugby, deporte más antiguo e infinitamente más tradicional y tradicionalista que el fútbol, ha sabido adaptarse, y en las grandes citas se usan un “juez de TV”, para dilucidar en breves instantes las jugadas claves en caso de que haya dudas razonables y el árbitro así lo solicite (ensayos, drops y golpes de castigo).

Es en eso en lo que debe trabajar Irlanda. Esa es la lección que deberíamos extraer del “engaño Henry”. Si en el partido, alertado por las patentes e indignadas protestas de todo el equipo irlandés, el árbitro hubiera tenido un “juez de TV”, Irlanda probablemente estaría en el Mundial 2010. Es en esa dirección el la que deberíamos correr todos los amantes de este magno deporte.

Irlanda, esa no es la dirección

Antonio Pérez Gómez
Antonio Pérez Gómez
viernes, 4 de diciembre de 2009, 06:49 h (CET)
Si creyera en la reencarnación, probablemente pensaría que, en otra vida, he sido irlandés. Un irlandés patriota de principios del siglo XX. O un Celta subversivo de la alta edad media. O incluso un inocente trébol cuatrifolio, emergente entre un prado del esmeralda paisaje de la Isla. Me encanta Irlanda, su idiosincrasia, sus paisajes, su cultura, su música y su historia.

Su deporte no tanto, pues, a excepción del rugby -y, aún así, a menudo no ha sido más que un “outsider”, esperando al año malo de Francia e Inglaterra para poder luchar con sus “primos célticos” para conseguir el el 5 naciones, o ahora el 6-, los irlandeses no han destacado demasiado en los grandes deportes de equipo. Tiene su lógica, pues ellos viven pegados a sus dos deportes nacionales: el hurling y, sobre todo, el fútbol gaélico, tan maravilloso como desconocido para el resto del mundo. El fútbol universal despierta allí un interés moderado. Alto interés si lo comparamos a la afición al fútbol de la República del Bután. Más bien bajo si lo comparamos con cualquier país del sur de Europa. El caso es que ha habido algunos buenos jugadores irlandeses, pero nunca una gran selección, ni siquiera un buen club. Es significativo y paradójico que el gran club irlandés, el que representa toda la cultura y religión irlandesa sea el Celtic...un equipo escocés.

Pero los irlandeses, quizás apelando más a esa raza y ese orgullo que es tan patente en sus enfrentamientos en rugby, y probablemente apoyándose en sus partidos en casa, donde es tan complicado batirla, se ha metido en algunas fases finales de un mundial, contra todo pronóstico. Y todo apuntaba que, a pesar del complicado rival (la Francia de Henry, Ribery, Benzema, etc..) y de su tropiezo en el partido de ida, los chicos de Trapattoni podían clasificarse para Sudáfrica 2010, merced al gran partido que estaban realizando en París.
Ya saben el resto. Henry engañó al árbitro y Irlanda se vio injustamente eliminada.

Ahora se ha liado un cirio y el tema se ha hecho cuestión nacional por aquellos lares. Se pidió la repetición del partido basándose en un extraño precedente que la FIFA tuvo el error de cometer hace unos años. Al negarse Blatter a dicho dislate, la FAI, la federación Irlandesa de fútbol, ha seguido su escalada de disparates y pidió ser incluida en el mundial de forma extraordinaria, como invitada especial. El peligroso Blatter, extrañamente, acertó dos veces seguidas y volvió a negarse. Ahora en Irlanda ya no saben contra qué disparar, si contra Francia, contra Henry, contra Platini, contra Blatter o contra el mundo del fútbol. Se encuentran solos y sin apoyos. John Delaney, presidente de la FAI, dice que “Blatter ha insultado a Irlanda”, y el suizo, que ya no sabe donde meterse, promete vagas compensaciones “No económicas” en el futuro a Delaney. Verás que nos quedamos sin Eurocopa España y Portugal.

Pero, ¿por que no han encontrado apoyos los irlandeses? Pues exactamente por la mima razón de que tantas y tantas injusticias cometidas sobre el verde no son reparadas a posteriori desde algún despacho de alguna federación: porque el fútbol es oro y nadie quiere cargárselo. La pasión de los aficionados es el corazón y la sangre de este gran espectáculo. E incluso los cebollinos que suelen estar al cargo de las altas esferas del mundo del balompié saben meridianamente bien que desde el momento en que un aficionado salga del campo de fútbol con dudas de que si lo que ha visto puede ser modificado a posteriori, será la muerte del fútbol como deporte. En el instante en que una masa enardecida de hinchas, exultantes por la victoria de su equipo, alberguen la más mínima duda de que al día siguiente un burócrata puede modificar las decisiones que el árbitro (humano, luego falible) ha decretado durante el encuentro, el fútbol habrá concluido tal y como lo conocemos.

Entiéndaseme. Yo, al igual que cualquier amante del fútbol con un coeficiente mayor de 15, desesperamos porque las nuevas tecnologías eliminen los fallos externos al corriente discurrir de una disputa entre contrarios dentro de el reglamento. En casi todos los deportes masivos la tecnología ya se ha instalado. En el fútbol americano, el baloncesto, en el tenis con el “ojo del halcón”... el mismo rugby, deporte más antiguo e infinitamente más tradicional y tradicionalista que el fútbol, ha sabido adaptarse, y en las grandes citas se usan un “juez de TV”, para dilucidar en breves instantes las jugadas claves en caso de que haya dudas razonables y el árbitro así lo solicite (ensayos, drops y golpes de castigo).

Es en eso en lo que debe trabajar Irlanda. Esa es la lección que deberíamos extraer del “engaño Henry”. Si en el partido, alertado por las patentes e indignadas protestas de todo el equipo irlandés, el árbitro hubiera tenido un “juez de TV”, Irlanda probablemente estaría en el Mundial 2010. Es en esa dirección el la que deberíamos correr todos los amantes de este magno deporte.

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