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La comodidad placentera implantada sobre la ligereza elude cualquier tipo de compromiso

Imperativo informativo personal

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Los cambios nos abocan a la inestabilidad. ¿Equivalente a inseguridad? Aunque estabilidad y seguridad difieren en demasiados enfoques. Sus efectos son agravados por la invasión pertinaz de datos e informaciones. El conjunto excede la capacidad individual de asimilación. La DISYUNTIVA es notoria. Atendemos a los logros del esfuerzo personal, pese a sus limitaciones; o vamos a remolque de los pronunciamientos ajenos, pese a los abusos. Si añadimos el ritmo acelerado, las dificultades devienen en un vértigo angustioso. La ubicación personal en tales aventuras delimita las propias experiencias, pero también las responsabilidades de los actuantes.

No hay una equivalencia entre las voces altisonantes que ocupan gran parte de las esferas informativas y la entidad razonada de sus argumentaciones. Abundan estos ORÁCULOS en las diferentes agrupaciones de la sociedad actual, difieren poco de los antiguos, sus contenidos son igual de fantasiosos; apenas en las figuras, en la antigüedad ocultos en ciertos lugares monumentales; en la actualidad ocupando los medios informativos. Resultan increibles las facilidades otorgadas a unos elementos de poco fuste. El discernimiento de sus presencias es un primer paso para no perdernos en los territorios de la confusión. Será una tarea compleja, nunca concluida, decisiva de cara a las experiencias personales.

Como elementos aislados, vistos como meras peculiaridades expresivas, su malicia no pasaría de lo pintoresco, una curiosidad más a tener en cuenta. Sin embargo, adoptan los comportamientos de CHAMANES demagógicos, con afanes de reconducir a la sociedad a través de sus maquinaciones. Y eso suele manifestarse con el beneplácito general, quizá por la diversion ocasionada y la frivolidad imperante en los ambientes. Son patentes sus opiniones caprichosas, con frecuencia serviles hacia otras perversiones. Lo cual no obstaculiza lo más mínimo su proliferación. Digamos que los simples oráculos han dado un paso adelante con el objeto de manipular al resto de la gente que pueda permanecer desprevenida, aunque fueran mayorías.

La comodidad placentera implantada sobre la ligereza elude cualquier tipo de compromiso. Establecidas así las relaciones sociales, con ese fondo dicharachero, facilón, de aparente intrascendencia; la supuesta coherencia de la gente mejor predispuesta, se ve dificultada por el tono general desmadejado. La intención aclaratoria precisará de un ATREVIMIENTO y coraje fuera de lo común. Trás la querencia de mejores proyectos, sobreviene el enfrentamiento con la masa acomodaticia. Aunque no queda otra si la intención fuera auténtica. El revulsivo apoyado en ese coraje nos mantiene en alerta para no caer en la molicie de las informaciones tendenciosas.

Está demostrado con suficiencia, la información administrada con cápsulas no existe; presupone todo un proceso, nutrido por aportaciones incesantes, silencios interesados, errores o malversaciones. No basta la difusión de datos, pueden perderse sin ninguna utilidad. La recepción y asimilación son imprescindibles para la culminación del proceso. Para esta segunda parte receptiva, el NÚCLEO de cada persona resulta crucial. O es que valdrá la afirmación de comunicaciones sin contar con la parte receptiva ni con sus valoraciones. Los grandes textos o proclamas, las campañas organizadas, quedan amputados de raíz si no cuentan con el referido núcleo de los individuos.

Y eso sucede porque las FACETAS de cada uno de esos núcleos humanos vienen a ser infinitas. No cabe el trasplante directo de lo que se pronuncia, para incorporarlo dentro de otras personas. No obstante, la presión desde fuera llega a ser agobiante. No podemos eludir el carácter evolutivo de la vida personal, aquello de que no siempre coincido con mis opiniones anteriores. Y no sólo eso, las valoraciones personales variarán según el sector de su vida que se vea afectado. Su familia, dedicación profesional, educación previa, aficciones, creencias...; marcarán el carácter de la información asimilada por cada protagonista. La suplantación de estas características por gente de fuera es imposible, aunque se pretenda lo contrario.

Lejos de ser minuciosos para el análisis detallado de lo que queremos decir, de lo que escuchamos; abundamos en la táctica del PIM-PAM-PUM. El diálogo comienza, si lo hay, con una expresión escueta de una opinión poco meditada. La respuesta suele ser inmediata, siempre a la contra del primer interviniente; importan poco los contenidos. Siendo la conclusión un efecto lógico de aquel automatismo; otro disparo poco fundamentado. Sirven de ejemplo los denominados debates en la esferas políticas, pero los apreciamos en otras relaciones sociales. Hasta estadísticas con pretensiones de bien elaboradas, surgen sin fundamento real. Nadamos entre ese fuego cruzado, con la consiguiente dificultad para el entendimiento.

Las supuestas coherencias individuales aparecen escindidas en una doble versión. Con uno mismo, porque ya perdemos la posible hilación de los razonamientos, pendiente somo estamos del automatismo respondón. Con el resto de la gente, por el descuido del verdadero sentido de cuanto expresan. Por lo tanto, la INCOHERENCIA es manifiesta. Por esta vía acabamos en el tobogán de una incongruencia trás otra y la dispersión de las mentalidades. No basta con estar presentes, es conveniente y necesaria la perspicacia para no perder el rumbo.

También dependemos de los enigmas, aunque somos propensos a dejar de lado aquello que desconocemos. Tenemos un misterio delante, pues hacemos como que no lo vemos, como si así esquiváramos la realidad de su existencia. Y, sobre todo, nos cuesta una enormidad el reconocimiento de lo que desconocemos. Supone otra tarea añadida cuando pretendemos informarnos, ese descubrimiento de las IGNORANCIAS patentes en cuantas expresiones nos endilgan; no siempre por error, con excesiva frecuencia delatan maliciosas intervenciones.

Los rituales de cada grupo tratan de fijar las posiciones, pero siempre a base de la supresión de facetas personales insustituibles. Son como estandartes globales, debajo de los cuales quedan diluidos los elementos individuales. Por detrás de dichas PARAFERNALIAS son obvias las dificultades para conocer realmente el discurso de cada participante. Embobados con las aparentes presencias, dejamos de comunicarnos con las personas.

Quizá olvidamos con demasiada facilidad el carácter incompleto de las informaciones, empeñados en datos objetivos (que no lo son tanto), desdeñamos los matices interminables de cada persona y no digamos de las interminables agrupaciones. La adecuada COMPRENSIÓN individual establece sus condiciones de selección, pesquisa y relación con sus propias condiciones individuales. Representa un punto de partida crucial para la ciudadanía. Cabe renunciar a él, en efecto; en una escapatoria necia hacia lo insustancial.

Imperativo informativo personal

La comodidad placentera implantada sobre la ligereza elude cualquier tipo de compromiso
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 16 de septiembre de 2016, 08:38 h (CET)
Los cambios nos abocan a la inestabilidad. ¿Equivalente a inseguridad? Aunque estabilidad y seguridad difieren en demasiados enfoques. Sus efectos son agravados por la invasión pertinaz de datos e informaciones. El conjunto excede la capacidad individual de asimilación. La DISYUNTIVA es notoria. Atendemos a los logros del esfuerzo personal, pese a sus limitaciones; o vamos a remolque de los pronunciamientos ajenos, pese a los abusos. Si añadimos el ritmo acelerado, las dificultades devienen en un vértigo angustioso. La ubicación personal en tales aventuras delimita las propias experiencias, pero también las responsabilidades de los actuantes.

No hay una equivalencia entre las voces altisonantes que ocupan gran parte de las esferas informativas y la entidad razonada de sus argumentaciones. Abundan estos ORÁCULOS en las diferentes agrupaciones de la sociedad actual, difieren poco de los antiguos, sus contenidos son igual de fantasiosos; apenas en las figuras, en la antigüedad ocultos en ciertos lugares monumentales; en la actualidad ocupando los medios informativos. Resultan increibles las facilidades otorgadas a unos elementos de poco fuste. El discernimiento de sus presencias es un primer paso para no perdernos en los territorios de la confusión. Será una tarea compleja, nunca concluida, decisiva de cara a las experiencias personales.

Como elementos aislados, vistos como meras peculiaridades expresivas, su malicia no pasaría de lo pintoresco, una curiosidad más a tener en cuenta. Sin embargo, adoptan los comportamientos de CHAMANES demagógicos, con afanes de reconducir a la sociedad a través de sus maquinaciones. Y eso suele manifestarse con el beneplácito general, quizá por la diversion ocasionada y la frivolidad imperante en los ambientes. Son patentes sus opiniones caprichosas, con frecuencia serviles hacia otras perversiones. Lo cual no obstaculiza lo más mínimo su proliferación. Digamos que los simples oráculos han dado un paso adelante con el objeto de manipular al resto de la gente que pueda permanecer desprevenida, aunque fueran mayorías.

La comodidad placentera implantada sobre la ligereza elude cualquier tipo de compromiso. Establecidas así las relaciones sociales, con ese fondo dicharachero, facilón, de aparente intrascendencia; la supuesta coherencia de la gente mejor predispuesta, se ve dificultada por el tono general desmadejado. La intención aclaratoria precisará de un ATREVIMIENTO y coraje fuera de lo común. Trás la querencia de mejores proyectos, sobreviene el enfrentamiento con la masa acomodaticia. Aunque no queda otra si la intención fuera auténtica. El revulsivo apoyado en ese coraje nos mantiene en alerta para no caer en la molicie de las informaciones tendenciosas.

Está demostrado con suficiencia, la información administrada con cápsulas no existe; presupone todo un proceso, nutrido por aportaciones incesantes, silencios interesados, errores o malversaciones. No basta la difusión de datos, pueden perderse sin ninguna utilidad. La recepción y asimilación son imprescindibles para la culminación del proceso. Para esta segunda parte receptiva, el NÚCLEO de cada persona resulta crucial. O es que valdrá la afirmación de comunicaciones sin contar con la parte receptiva ni con sus valoraciones. Los grandes textos o proclamas, las campañas organizadas, quedan amputados de raíz si no cuentan con el referido núcleo de los individuos.

Y eso sucede porque las FACETAS de cada uno de esos núcleos humanos vienen a ser infinitas. No cabe el trasplante directo de lo que se pronuncia, para incorporarlo dentro de otras personas. No obstante, la presión desde fuera llega a ser agobiante. No podemos eludir el carácter evolutivo de la vida personal, aquello de que no siempre coincido con mis opiniones anteriores. Y no sólo eso, las valoraciones personales variarán según el sector de su vida que se vea afectado. Su familia, dedicación profesional, educación previa, aficciones, creencias...; marcarán el carácter de la información asimilada por cada protagonista. La suplantación de estas características por gente de fuera es imposible, aunque se pretenda lo contrario.

Lejos de ser minuciosos para el análisis detallado de lo que queremos decir, de lo que escuchamos; abundamos en la táctica del PIM-PAM-PUM. El diálogo comienza, si lo hay, con una expresión escueta de una opinión poco meditada. La respuesta suele ser inmediata, siempre a la contra del primer interviniente; importan poco los contenidos. Siendo la conclusión un efecto lógico de aquel automatismo; otro disparo poco fundamentado. Sirven de ejemplo los denominados debates en la esferas políticas, pero los apreciamos en otras relaciones sociales. Hasta estadísticas con pretensiones de bien elaboradas, surgen sin fundamento real. Nadamos entre ese fuego cruzado, con la consiguiente dificultad para el entendimiento.

Las supuestas coherencias individuales aparecen escindidas en una doble versión. Con uno mismo, porque ya perdemos la posible hilación de los razonamientos, pendiente somo estamos del automatismo respondón. Con el resto de la gente, por el descuido del verdadero sentido de cuanto expresan. Por lo tanto, la INCOHERENCIA es manifiesta. Por esta vía acabamos en el tobogán de una incongruencia trás otra y la dispersión de las mentalidades. No basta con estar presentes, es conveniente y necesaria la perspicacia para no perder el rumbo.

También dependemos de los enigmas, aunque somos propensos a dejar de lado aquello que desconocemos. Tenemos un misterio delante, pues hacemos como que no lo vemos, como si así esquiváramos la realidad de su existencia. Y, sobre todo, nos cuesta una enormidad el reconocimiento de lo que desconocemos. Supone otra tarea añadida cuando pretendemos informarnos, ese descubrimiento de las IGNORANCIAS patentes en cuantas expresiones nos endilgan; no siempre por error, con excesiva frecuencia delatan maliciosas intervenciones.

Los rituales de cada grupo tratan de fijar las posiciones, pero siempre a base de la supresión de facetas personales insustituibles. Son como estandartes globales, debajo de los cuales quedan diluidos los elementos individuales. Por detrás de dichas PARAFERNALIAS son obvias las dificultades para conocer realmente el discurso de cada participante. Embobados con las aparentes presencias, dejamos de comunicarnos con las personas.

Quizá olvidamos con demasiada facilidad el carácter incompleto de las informaciones, empeñados en datos objetivos (que no lo son tanto), desdeñamos los matices interminables de cada persona y no digamos de las interminables agrupaciones. La adecuada COMPRENSIÓN individual establece sus condiciones de selección, pesquisa y relación con sus propias condiciones individuales. Representa un punto de partida crucial para la ciudadanía. Cabe renunciar a él, en efecto; en una escapatoria necia hacia lo insustancial.

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