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Jim Hoagland

Lo que piensa realmente

|

1 de diciembre de 2009:

Apreciados conciudadanos,

Éste no es el discurso que esperabais escuchar. Pero mis expertos en la palabra tienen verdaderas dificultades redactando un discurso de aceptación para el único Premio Nobel de la Paz concedido nunca por pronunciar discursos. Así que voy a contaros lo que pienso realmente de Afganistán. Que viene a ser: "estoy extremadamente furioso".

Quiero lograr tres objetivos esta noche sin nombrarlos. En primer lugar, hacer saber a los listillos de los Generales Petraeus y McChrystal una cosa más: éste va a ser el último incremento de efectivos que vais a tener, así que aprovechadlo.

Yo no voy a seguir el camino gradualista que acabó con la presidencia de Lyndon Johnson. El julio de 1965, cuando Westmoreland realizó la infumable maniobra de la escalada en Vietnam y luego no paró de pedir más tropas, pasó hace mucho. A pesar del problema que ha representado, Dick Holbrooke ayudó recordando esa historia en el circo a tres pistas que dominó mis largas reuniones de planificación bélica.

Joe Biden también ha sabido hacer lo propio. Él se ha mostrado dispuesto, pero no satisfecho, a ser caracterizado en la prensa como alguien preparado para saltar del barco. Esto nos ayudó a placar los esfuerzos de McChrystal por endosarme 40.000 efectivos estadounidenses adicionales. Denis McDonough, mi asesor de comunicaciones, vendió de manera brillante el espejismo de Biden el pacifista. ¿No decía precisamente alguien que debía ascender a Denis? ¿No era Denis?

No importa. Esa táctica me hizo ganar el espacio para maniobrar hacia una cantidad más realista de, por ejemplo, 23.000 nuevas tropas de combate, 5.000 especialistas adicionales y un "incremento de la OTAN" de 5.000 tropas extranjeras. Ese es mi segundo objetivo encubierto: Salir airoso de este discurso de incremento sin perder el apoyo de la izquierda del Partido Demócrata -- siendo capaz al mismo tiempo de refutar las acusaciones vertidas por John McCain en torno a que ignoro a mis propios Generales. La estrategia a tres bandas de toda la vida.

Bush puso a los Generales en el centro de la atención pública a vender el incremento de Irak después de perder toda credibilidad, y los resultados de Petraeus fueron deslumbrantes. Lo que plantea dos grandes problemas. Petraeus es la única persona que podría hacerse con la candidatura Republicana en 2012 y suponer un competidor serio para mí (me pagan por anticiparme). Y si los Generales me cuelgan el muerto, el control civil del ejército de este país se convierte en una forma de hablar. Clinton tuvo miedo al ejército, Bush quedó en deuda con él. Yo tengo que devolver el equilibrio adecuado.

Por eso necesito a Bob Gates y a Jim Jones. Los que se burlaban de que conservase al secretario de defensa de Bush y que luego hiciera a un Marine de cuatro estrellas en la reserva al que apenas conocía mi elección al frente del Consejo de Seguridad Nacional no pensaban que vendrían momentos así. Yo ya estaba actuando.

Gates ha esquivado sin problemas mis numerosas filtraciones sobre Afganistán. Él se encargará de vender mi oferta final a los mandos como "el punto de partida" de las tropas estadounidenses que Petraeus afirma necesitamos durante tres años. Pero Gates sabe que yo lo convierto en un límite.

No nos podemos permitir un compromiso indefinido. Puse a Peter Orszag, un supervisor presupuestario reconocido, al frente de los fotógrafos durante el último consejo de estrategia. A muchos se les escapó, pero Andrea Mitchell lo pilló al vuelo en la NBC. No es raro que se haya casado con Alan Greenspan.
Apuesto a que Stan McChrystal nunca ha cuadrado unos presupuestos en toda su vida. Jones me dice que estos mandos de operaciones especiales están acostumbrados a recibir todo lo que piden, especialmente desde el 11 de Septiembre. Nadie del legislativo les va a negar nada.

Jones también está presionando a los europeos para que se unan a la batalla y está obteniendo resultados, hasta de los alemanes. ¿Qué tenemos que perder, dice Jones? Puede que lo peor fuera dar imagen de perder en Afganistán y después tener que escuchar a los europeos decir: bueno, es que nunca pedisteis más ayuda a la hora de la verdad. Para mí tiene sentido.

Hemos enviado a los integrantes de la OTAN las cifras de efectivos que pensamos pueden y deben aportar, país por país. Ese nuevo secretario general, Rasmussen, no para de hacer escalas, visitando las capitales para obtener compromisos serios. “Si no lo hacemos lo vamos a lamentar”, decimos a los europeos. Tienen hasta mediados de 2010 para desplegar sus nuevas unidades. Pero ahora necesito promesas para poder decir esta noche que es la guerra de la OTAN, no la guerra de Obama. Ese es el tercer objetivo no mencionado expresamente.

Así que he trufado el discurso de alusiones a que se trata de una estrategia de salida sin ponerme la soga del calendario, y presento "el incremento civil" como parte tan esencial como el aumento de tropas. Eso ayuda a sostener mi discurso de aceptación del Nobel. ¿Y quién sabe? Hasta puede que funcione. Que Dios nos bendiga.

Lo que piensa realmente

Jim Hoagland
Jim Hoagland
sábado, 28 de noviembre de 2009, 06:54 h (CET)
1 de diciembre de 2009:

Apreciados conciudadanos,

Éste no es el discurso que esperabais escuchar. Pero mis expertos en la palabra tienen verdaderas dificultades redactando un discurso de aceptación para el único Premio Nobel de la Paz concedido nunca por pronunciar discursos. Así que voy a contaros lo que pienso realmente de Afganistán. Que viene a ser: "estoy extremadamente furioso".

Quiero lograr tres objetivos esta noche sin nombrarlos. En primer lugar, hacer saber a los listillos de los Generales Petraeus y McChrystal una cosa más: éste va a ser el último incremento de efectivos que vais a tener, así que aprovechadlo.

Yo no voy a seguir el camino gradualista que acabó con la presidencia de Lyndon Johnson. El julio de 1965, cuando Westmoreland realizó la infumable maniobra de la escalada en Vietnam y luego no paró de pedir más tropas, pasó hace mucho. A pesar del problema que ha representado, Dick Holbrooke ayudó recordando esa historia en el circo a tres pistas que dominó mis largas reuniones de planificación bélica.

Joe Biden también ha sabido hacer lo propio. Él se ha mostrado dispuesto, pero no satisfecho, a ser caracterizado en la prensa como alguien preparado para saltar del barco. Esto nos ayudó a placar los esfuerzos de McChrystal por endosarme 40.000 efectivos estadounidenses adicionales. Denis McDonough, mi asesor de comunicaciones, vendió de manera brillante el espejismo de Biden el pacifista. ¿No decía precisamente alguien que debía ascender a Denis? ¿No era Denis?

No importa. Esa táctica me hizo ganar el espacio para maniobrar hacia una cantidad más realista de, por ejemplo, 23.000 nuevas tropas de combate, 5.000 especialistas adicionales y un "incremento de la OTAN" de 5.000 tropas extranjeras. Ese es mi segundo objetivo encubierto: Salir airoso de este discurso de incremento sin perder el apoyo de la izquierda del Partido Demócrata -- siendo capaz al mismo tiempo de refutar las acusaciones vertidas por John McCain en torno a que ignoro a mis propios Generales. La estrategia a tres bandas de toda la vida.

Bush puso a los Generales en el centro de la atención pública a vender el incremento de Irak después de perder toda credibilidad, y los resultados de Petraeus fueron deslumbrantes. Lo que plantea dos grandes problemas. Petraeus es la única persona que podría hacerse con la candidatura Republicana en 2012 y suponer un competidor serio para mí (me pagan por anticiparme). Y si los Generales me cuelgan el muerto, el control civil del ejército de este país se convierte en una forma de hablar. Clinton tuvo miedo al ejército, Bush quedó en deuda con él. Yo tengo que devolver el equilibrio adecuado.

Por eso necesito a Bob Gates y a Jim Jones. Los que se burlaban de que conservase al secretario de defensa de Bush y que luego hiciera a un Marine de cuatro estrellas en la reserva al que apenas conocía mi elección al frente del Consejo de Seguridad Nacional no pensaban que vendrían momentos así. Yo ya estaba actuando.

Gates ha esquivado sin problemas mis numerosas filtraciones sobre Afganistán. Él se encargará de vender mi oferta final a los mandos como "el punto de partida" de las tropas estadounidenses que Petraeus afirma necesitamos durante tres años. Pero Gates sabe que yo lo convierto en un límite.

No nos podemos permitir un compromiso indefinido. Puse a Peter Orszag, un supervisor presupuestario reconocido, al frente de los fotógrafos durante el último consejo de estrategia. A muchos se les escapó, pero Andrea Mitchell lo pilló al vuelo en la NBC. No es raro que se haya casado con Alan Greenspan.
Apuesto a que Stan McChrystal nunca ha cuadrado unos presupuestos en toda su vida. Jones me dice que estos mandos de operaciones especiales están acostumbrados a recibir todo lo que piden, especialmente desde el 11 de Septiembre. Nadie del legislativo les va a negar nada.

Jones también está presionando a los europeos para que se unan a la batalla y está obteniendo resultados, hasta de los alemanes. ¿Qué tenemos que perder, dice Jones? Puede que lo peor fuera dar imagen de perder en Afganistán y después tener que escuchar a los europeos decir: bueno, es que nunca pedisteis más ayuda a la hora de la verdad. Para mí tiene sentido.

Hemos enviado a los integrantes de la OTAN las cifras de efectivos que pensamos pueden y deben aportar, país por país. Ese nuevo secretario general, Rasmussen, no para de hacer escalas, visitando las capitales para obtener compromisos serios. “Si no lo hacemos lo vamos a lamentar”, decimos a los europeos. Tienen hasta mediados de 2010 para desplegar sus nuevas unidades. Pero ahora necesito promesas para poder decir esta noche que es la guerra de la OTAN, no la guerra de Obama. Ese es el tercer objetivo no mencionado expresamente.

Así que he trufado el discurso de alusiones a que se trata de una estrategia de salida sin ponerme la soga del calendario, y presento "el incremento civil" como parte tan esencial como el aumento de tropas. Eso ayuda a sostener mi discurso de aceptación del Nobel. ¿Y quién sabe? Hasta puede que funcione. Que Dios nos bendiga.

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