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Los engaños del separatismo

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Cuando los historiadores, aquellos que se consideran a sí mismos como tales pero que, en realidad, no son más que siervos de sus propias imaginaciones y dependientes de sus sentimientos y ensoñaciones, que los arrastran hacia las interpretaciones históricas más absurdas, menos rigurosas y, evidentemente, más propicias a aquellas ilusorias situaciones que, en momento alguno, existieron ni formaron parte de la verdadera realidad histórica de aquellas regiones, países o naciones a las que, fraudulentamente, se refieren. En Cataluña, a falta de referencias mejores, de apoyos históricos de mayor solvencia o de excusas en las que afianzar este nacionalismo que intentan hacer valer las actuales generaciones de catalanes, muchos de ellos apenas con una estancia en tierras catalanas que no supera la cincuentena de años; impulsó a muchos de los más empedernidos nacionalistas a ascender hasta la famosa Marca Hispánica del imperio Carolingio, que cerró la invasión árabe hacia Europa y penetró en el norte de España para ocupar, con la ayuda de los montañeses del norte de la península, y a mantener a raya a los invasores moros. Los reyes francos decidieron nombrar condes, para que se ocuparan de defender las fronteras de aquellas regiones o condados que habían conquistado, a los que, antes de ocupar sus respectivos condados, les obligaron a prestar juramento de lealtad y fidelidad a la corona.

Entre los nombrados había condes de origen franco y otros autóctonos de la tierra. Los condados que llegaron a alcanzar mayor prestigio fueron los de Pamplona, más tarde convertido en reino; el de Aragón más tarde constituido en condado independiente; Urgel importante sede episcopal y condado con dinastía propia desde el 815 y el de Barcelona (su primer representante fue el conde Bera) que llegó a ser hegemónico sobre sus vecinos los de Ausona y Gerona. La unificación de los condados catalanes tuvo lugar durante la regencia de Wifredo el Velloso que, a su muerte, mantuvo indivisa la unión de Barcelona, Gerona y Osona. El matrimonio de Ramón Berenguer IV conde Barcelona y Petronila de Aragón heredera del trono de Aragón, consolidó la unión entre la casa real de Aragón y la dinastía condal de Barcelona. El compromiso de Caspe transfirió la titularidad del condado de Barcelona a la dinastía de Trastamara, mediante la coronación de Fernando I de Aragón. El resto es de sobra conocido (los decretos de Nueva Planta, la Guerra de Sucesión etc.).

Es obvio que todos quienes se molesten en leer esta opinión conocerán de sobras esta parte de la Historia de España, pero me he permitido resumirla como recordatorio de que, Cataluña, nunca ha sido una nación independiente, aunque estuvo integrada en la Corona de Aragón hasta que, el matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón, produjo la unificación de Castilla y Aragón en una unión que, desde entonces, es conocida como España. Todos los intentos de desvirtuar esta narración, todas las martingalas que los independentistas se han inventado y todos los derechos que se han pretendido atribuir los que intentan demostrar los atributos de los catalanes como país independiente como, por ejemplo, sería el caso de Escocia que, efectivamente, tuvo tiempos en los que fue un país independiente bajo el reinado de los Estuardo.

Deberíamos referirnos a esa Cataluña de finales del siglo XIX, del principio de la industrialización, del paso de los artesanos a la mecanización, de la conversión de los primitivos telares artesanales de los tejedores familiares al de los telares mecanizados y a las producciones, a gran escala, promovidas por los conocidos como “burgueses”, aquellos denominados “patronos” o “amos” que crearon las primeras fábricas textiles que pronto se constituyeron en el mayor factor productivo de la provincia de Barcelona.

La industrialización trajo consigo la necesidad de más mano de obra y Cataluña se convirtió en el principal atractivo para aquellas personas que mal vivían en otras regiones, especialmente en las provincias de Murcia, Andalucía, Extremadura, Cádiz etc. que estaban dependientes de los grandes latifundistas, que los explotaban a cambio de míseros salarios y, en ocasiones, simplemente, por alojamiento y comida. Sin la aportación de todos estos inmigrantes nunca Cataluña hubiera conseguido situarse a la cabeza de las comunidades industriales de España, lo mismo que, sin la coincidencia de nuestra paz nacional con las dos guerras mundiales, no hubieran conseguido los burgueses catalanes enriquecerse con tanta rapidez y tan desmesuradamente. Resulta patético, como han trasladado los catalanes a través de los años, la creencia de la cualidad de extremadamente trabajador atribuible al pueblo catalán cuando, en la mayoría de los casos ( les recomiendo la saga del escritor catalán, Ignacio Agustí, sobre las costumbres de aquellas épocas, que se inicia con Mariona Rebull) no eran más que avispados comerciantes , expertos en hacer negocios, que explotaban a sus trabajadores con jornadas interminables, a cambio de salarios insignificantes, lo que dio lugar a que, precisamente en Cataluña, se formasen los sindicatos más radicales de todos los que han existido en tierra española, incluidos los anarquistas de la CNT y la FAI.

Casualmente, el separatismo o, al menos, el nacionalismo y este sentimiento identitario tan particular de una parte del pueblo catalán; donde estaba más arraigado era, precisamente, entre la clase burguesa, en los nuevos ricos, en los empresarios y en las sedes donde los intelectuales, muchas veces de izquierdas, se dedicaban a conspirar, maquinar y conjurarse contra el estado central. Los tiempos han cambiado y CDC que, hasta hace poco y durante muchos años, fue el meollo del separatismo catalán, evidentemente de tendencia derechista, ha dejado de ostentar esta supremacía que primero le fue arrebatada por la veterana ERC y, en la actualidad, parece que ya se han apropiado del eslogan del independentismo los que, precisamente, han venido de fuera, trayendo la revolución desde América y, evidentemente, aportando planteamientos comunistas a los que, vean la trayectoria de esta antisistema, revolucionaria y pesadilla de la policía y dirigente de los antidesahucios, conocida como Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona; que ha dado un paso más hacia la Generalitat, aunque ella dice que lo que quiere es ser alcaldesa hasta el 2023, declarándose manifiestamente partidaria de una Cataluña independiente.

Lo curioso es que, parece ser que ha adquirido un prestigio tan grande entre sus socios de Podemos que, si no nos engañan, todo el partido de Pablo Iglesias, ha decidido adoptar el mismo procedimiento por el resto de España. Estamos pues, en la autonomía catalana, ante unos separatistas, integrados en el Parlament catalán, que se dedican a redactar leyes para el nuevo estado independiente, que forman comisiones para redactar una constitución para este hipotético nuevo país, que están contratando funcionarios para ocupar los puestos en las instituciones del nuevo estado y para cubrir las plazas del nuevo ministerio de Hacienda, que se va a hacer cargo de las fianzas de esta eventual nueva nación catalana. Y vean ustedes a lo que nos conduce la inestabilidad política de España, no hay quien mueva un dedo para impedir que todas estas barbaridades, todos estos caudales dilapidados en actividades ilegales y todas estas energías malgastadas, tengan la respuesta oficial que se merecen, tanto por parte de los fiscales del Estado como de las instituciones encargadas de salvaguardar la unidad de la patria como por los tribunales a los que la ley les ha encargado que impidan estas actividades contraria a la Constitución, como sería el caso del TC que, al parecer, se mueve demasiado lento cuando se trata de sentarles las costuras a todos estos desvergonzados del Parlamento catalán que no dejan de amenazar, insultar, rebelarse y desobedecer todas aquellas normas que a ellos no les gustan, sin que ninguno de ellos haya sufrido en sus carnes el peso de la Justicia.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, contemplamos como pasan los días, transcurren las semanas, se agotan los meses y se esfuman los años, mientras el gobierno de España y las Cortes españolas parecen entregados al sueño de Morfeo, mientras los diligentes secesionistas catalanes parecen dispuestos a aprovechar la ocasión antes de que, el cíclope tuerto e invidente, representado por las autoridades del Estado de Derecho, se decidan a poner fin a un estado de cosas que amenaza con acabar en la más completa anarquía.

Los engaños del separatismo

Miguel Massanet
jueves, 8 de septiembre de 2016, 08:45 h (CET)
Cuando los historiadores, aquellos que se consideran a sí mismos como tales pero que, en realidad, no son más que siervos de sus propias imaginaciones y dependientes de sus sentimientos y ensoñaciones, que los arrastran hacia las interpretaciones históricas más absurdas, menos rigurosas y, evidentemente, más propicias a aquellas ilusorias situaciones que, en momento alguno, existieron ni formaron parte de la verdadera realidad histórica de aquellas regiones, países o naciones a las que, fraudulentamente, se refieren. En Cataluña, a falta de referencias mejores, de apoyos históricos de mayor solvencia o de excusas en las que afianzar este nacionalismo que intentan hacer valer las actuales generaciones de catalanes, muchos de ellos apenas con una estancia en tierras catalanas que no supera la cincuentena de años; impulsó a muchos de los más empedernidos nacionalistas a ascender hasta la famosa Marca Hispánica del imperio Carolingio, que cerró la invasión árabe hacia Europa y penetró en el norte de España para ocupar, con la ayuda de los montañeses del norte de la península, y a mantener a raya a los invasores moros. Los reyes francos decidieron nombrar condes, para que se ocuparan de defender las fronteras de aquellas regiones o condados que habían conquistado, a los que, antes de ocupar sus respectivos condados, les obligaron a prestar juramento de lealtad y fidelidad a la corona.

Entre los nombrados había condes de origen franco y otros autóctonos de la tierra. Los condados que llegaron a alcanzar mayor prestigio fueron los de Pamplona, más tarde convertido en reino; el de Aragón más tarde constituido en condado independiente; Urgel importante sede episcopal y condado con dinastía propia desde el 815 y el de Barcelona (su primer representante fue el conde Bera) que llegó a ser hegemónico sobre sus vecinos los de Ausona y Gerona. La unificación de los condados catalanes tuvo lugar durante la regencia de Wifredo el Velloso que, a su muerte, mantuvo indivisa la unión de Barcelona, Gerona y Osona. El matrimonio de Ramón Berenguer IV conde Barcelona y Petronila de Aragón heredera del trono de Aragón, consolidó la unión entre la casa real de Aragón y la dinastía condal de Barcelona. El compromiso de Caspe transfirió la titularidad del condado de Barcelona a la dinastía de Trastamara, mediante la coronación de Fernando I de Aragón. El resto es de sobra conocido (los decretos de Nueva Planta, la Guerra de Sucesión etc.).

Es obvio que todos quienes se molesten en leer esta opinión conocerán de sobras esta parte de la Historia de España, pero me he permitido resumirla como recordatorio de que, Cataluña, nunca ha sido una nación independiente, aunque estuvo integrada en la Corona de Aragón hasta que, el matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón, produjo la unificación de Castilla y Aragón en una unión que, desde entonces, es conocida como España. Todos los intentos de desvirtuar esta narración, todas las martingalas que los independentistas se han inventado y todos los derechos que se han pretendido atribuir los que intentan demostrar los atributos de los catalanes como país independiente como, por ejemplo, sería el caso de Escocia que, efectivamente, tuvo tiempos en los que fue un país independiente bajo el reinado de los Estuardo.

Deberíamos referirnos a esa Cataluña de finales del siglo XIX, del principio de la industrialización, del paso de los artesanos a la mecanización, de la conversión de los primitivos telares artesanales de los tejedores familiares al de los telares mecanizados y a las producciones, a gran escala, promovidas por los conocidos como “burgueses”, aquellos denominados “patronos” o “amos” que crearon las primeras fábricas textiles que pronto se constituyeron en el mayor factor productivo de la provincia de Barcelona.

La industrialización trajo consigo la necesidad de más mano de obra y Cataluña se convirtió en el principal atractivo para aquellas personas que mal vivían en otras regiones, especialmente en las provincias de Murcia, Andalucía, Extremadura, Cádiz etc. que estaban dependientes de los grandes latifundistas, que los explotaban a cambio de míseros salarios y, en ocasiones, simplemente, por alojamiento y comida. Sin la aportación de todos estos inmigrantes nunca Cataluña hubiera conseguido situarse a la cabeza de las comunidades industriales de España, lo mismo que, sin la coincidencia de nuestra paz nacional con las dos guerras mundiales, no hubieran conseguido los burgueses catalanes enriquecerse con tanta rapidez y tan desmesuradamente. Resulta patético, como han trasladado los catalanes a través de los años, la creencia de la cualidad de extremadamente trabajador atribuible al pueblo catalán cuando, en la mayoría de los casos ( les recomiendo la saga del escritor catalán, Ignacio Agustí, sobre las costumbres de aquellas épocas, que se inicia con Mariona Rebull) no eran más que avispados comerciantes , expertos en hacer negocios, que explotaban a sus trabajadores con jornadas interminables, a cambio de salarios insignificantes, lo que dio lugar a que, precisamente en Cataluña, se formasen los sindicatos más radicales de todos los que han existido en tierra española, incluidos los anarquistas de la CNT y la FAI.

Casualmente, el separatismo o, al menos, el nacionalismo y este sentimiento identitario tan particular de una parte del pueblo catalán; donde estaba más arraigado era, precisamente, entre la clase burguesa, en los nuevos ricos, en los empresarios y en las sedes donde los intelectuales, muchas veces de izquierdas, se dedicaban a conspirar, maquinar y conjurarse contra el estado central. Los tiempos han cambiado y CDC que, hasta hace poco y durante muchos años, fue el meollo del separatismo catalán, evidentemente de tendencia derechista, ha dejado de ostentar esta supremacía que primero le fue arrebatada por la veterana ERC y, en la actualidad, parece que ya se han apropiado del eslogan del independentismo los que, precisamente, han venido de fuera, trayendo la revolución desde América y, evidentemente, aportando planteamientos comunistas a los que, vean la trayectoria de esta antisistema, revolucionaria y pesadilla de la policía y dirigente de los antidesahucios, conocida como Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona; que ha dado un paso más hacia la Generalitat, aunque ella dice que lo que quiere es ser alcaldesa hasta el 2023, declarándose manifiestamente partidaria de una Cataluña independiente.

Lo curioso es que, parece ser que ha adquirido un prestigio tan grande entre sus socios de Podemos que, si no nos engañan, todo el partido de Pablo Iglesias, ha decidido adoptar el mismo procedimiento por el resto de España. Estamos pues, en la autonomía catalana, ante unos separatistas, integrados en el Parlament catalán, que se dedican a redactar leyes para el nuevo estado independiente, que forman comisiones para redactar una constitución para este hipotético nuevo país, que están contratando funcionarios para ocupar los puestos en las instituciones del nuevo estado y para cubrir las plazas del nuevo ministerio de Hacienda, que se va a hacer cargo de las fianzas de esta eventual nueva nación catalana. Y vean ustedes a lo que nos conduce la inestabilidad política de España, no hay quien mueva un dedo para impedir que todas estas barbaridades, todos estos caudales dilapidados en actividades ilegales y todas estas energías malgastadas, tengan la respuesta oficial que se merecen, tanto por parte de los fiscales del Estado como de las instituciones encargadas de salvaguardar la unidad de la patria como por los tribunales a los que la ley les ha encargado que impidan estas actividades contraria a la Constitución, como sería el caso del TC que, al parecer, se mueve demasiado lento cuando se trata de sentarles las costuras a todos estos desvergonzados del Parlamento catalán que no dejan de amenazar, insultar, rebelarse y desobedecer todas aquellas normas que a ellos no les gustan, sin que ninguno de ellos haya sufrido en sus carnes el peso de la Justicia.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, contemplamos como pasan los días, transcurren las semanas, se agotan los meses y se esfuman los años, mientras el gobierno de España y las Cortes españolas parecen entregados al sueño de Morfeo, mientras los diligentes secesionistas catalanes parecen dispuestos a aprovechar la ocasión antes de que, el cíclope tuerto e invidente, representado por las autoridades del Estado de Derecho, se decidan a poner fin a un estado de cosas que amenaza con acabar en la más completa anarquía.

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