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En el otoño de 1993 fuimos enviados a Bélgica un grupo de malagueños con el fin de transmitir la Buena Noticia a los emigrantes españoles que vivían en Lieja

Bar "El Malagueño"

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Fue una experiencia extraordinaria. Íbamos a un lugar desconocido a hablar con desconocidos. El conserje-portero- hombre para todo del Consulado Español en Lieja (Aurelio Tejón), fue nuestro anfitrión. Nos acogió en su vivienda que ocupaba la tercera planta del consulado. Allí iniciamos nuestro periplo en aquel país.

Hacía un frío terrible. Diez o doce grados bajo cero. Mucho para nosotros. Pero los llevamos con un mínimo de dignidad y mucha buena voluntad. Hicimos nuestro trabajo con bastante éxito. En una de las reuniones que tuvimos en la casa de España, nos invitaron a visitar, entre otros lugares de encuentro, el bar “el Malagueño”.

En todas las ciudades de cierta entidad del centro de Europa que he visitado, casi siempre he podido encontrar un establecimiento con las mismas características. Un nombre que recuerda el terruño, unos carteles de toros y el “Viva España” de Manolo Escobar a todo trapo. En ellos se discute de futbol como si fuera Canaletas o La Cibeles. Se bebe lo que hay y se consumen los embutidos traídos las últimas vacaciones. Los domingos paella; tortilla de patatas siempre. Viendo el partido Bélgica-España de esta semana pasada, me he acordado de aquel malagueño propietario del bar establecido en la ciudad de George Simenón, una de mis referencias literarias. Me dijo que había hecho un poco de fortuna trabajando duramente en las cercanas minas arriba del Mosa (muchas veces citadas en las novelas de Maigret). Ahora su vida consistía en dejar pasar el tiempo rodeado de españoles y añorando su barrio de la Trinidad.

Es uno de los emigrantes que han disfrutado de la victoria de “su equipo”, enarbolando sin pudor la bandera de España. Viéndolos, he rememorado a aquellos cientos de compatriotas que visitamos durante años en Suiza y Bélgica. Ellos pertenecían a la primera generación, hoy luchan entre sus deseos de volver a España y la negativa al retorno de sus descendientes que ya viven otra vida.

Estos solo quieren asomarse por aquí… de turismo. Son esos muchos, que solo vienen a la fiesta veraniega de la Virgen del pueblo y que el resto del tiempo cantan con Manolo Escobar “España es la mejor” en el bar de “el Malagueño”, en una de las numerosas cuestas de Lieja. Ellos son de aquí, aunque ahora estén allí. Presumen de españoles; mucho más que algunos de nuestros representantes en el Congreso. Cuando juega España enarbolan sus banderas y se sienten otra vez conquistadores. Ellos son mi buena noticia de hoy.

Bar "El Malagueño"

En el otoño de 1993 fuimos enviados a Bélgica un grupo de malagueños con el fin de transmitir la Buena Noticia a los emigrantes españoles que vivían en Lieja
Manuel Montes Cleries
lunes, 5 de septiembre de 2016, 08:38 h (CET)
Fue una experiencia extraordinaria. Íbamos a un lugar desconocido a hablar con desconocidos. El conserje-portero- hombre para todo del Consulado Español en Lieja (Aurelio Tejón), fue nuestro anfitrión. Nos acogió en su vivienda que ocupaba la tercera planta del consulado. Allí iniciamos nuestro periplo en aquel país.

Hacía un frío terrible. Diez o doce grados bajo cero. Mucho para nosotros. Pero los llevamos con un mínimo de dignidad y mucha buena voluntad. Hicimos nuestro trabajo con bastante éxito. En una de las reuniones que tuvimos en la casa de España, nos invitaron a visitar, entre otros lugares de encuentro, el bar “el Malagueño”.

En todas las ciudades de cierta entidad del centro de Europa que he visitado, casi siempre he podido encontrar un establecimiento con las mismas características. Un nombre que recuerda el terruño, unos carteles de toros y el “Viva España” de Manolo Escobar a todo trapo. En ellos se discute de futbol como si fuera Canaletas o La Cibeles. Se bebe lo que hay y se consumen los embutidos traídos las últimas vacaciones. Los domingos paella; tortilla de patatas siempre. Viendo el partido Bélgica-España de esta semana pasada, me he acordado de aquel malagueño propietario del bar establecido en la ciudad de George Simenón, una de mis referencias literarias. Me dijo que había hecho un poco de fortuna trabajando duramente en las cercanas minas arriba del Mosa (muchas veces citadas en las novelas de Maigret). Ahora su vida consistía en dejar pasar el tiempo rodeado de españoles y añorando su barrio de la Trinidad.

Es uno de los emigrantes que han disfrutado de la victoria de “su equipo”, enarbolando sin pudor la bandera de España. Viéndolos, he rememorado a aquellos cientos de compatriotas que visitamos durante años en Suiza y Bélgica. Ellos pertenecían a la primera generación, hoy luchan entre sus deseos de volver a España y la negativa al retorno de sus descendientes que ya viven otra vida.

Estos solo quieren asomarse por aquí… de turismo. Son esos muchos, que solo vienen a la fiesta veraniega de la Virgen del pueblo y que el resto del tiempo cantan con Manolo Escobar “España es la mejor” en el bar de “el Malagueño”, en una de las numerosas cuestas de Lieja. Ellos son de aquí, aunque ahora estén allí. Presumen de españoles; mucho más que algunos de nuestros representantes en el Congreso. Cuando juega España enarbolan sus banderas y se sienten otra vez conquistadores. Ellos son mi buena noticia de hoy.

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Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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