Según los sondeos y encuestas los españoles están cansados de seguir con
el bloqueo político. Y no es de extrañar, que de llegar a terceras elecciones,
la abstención sería alta. Además, por si faltaba algo más, Rajoy quiere
volver a intentar ser investido tras su reciente derrota. Sabiendo de la
rotunda negativa del PSOE no tenía que haber aceptado la propuesta de
intentar ser investido, porque era algo abocado inexorablemente al fracaso,
como así ha sido. Si el presidente en funciones hubiera contado con
posibilidades reales y con la confianza de lograr la investidura con una
cierta holgura se justificaría mejor su intento de ser investido.
La intención de voto en las probables terceras elecciones sería casi idéntica,
parece ser, excepto con Ciudadanos que podría perder más votos al ser
considerado un partido que no es útil.
Y, mientras tanto, Sánchez se ha postulado como el líder de un cambio
político progresista que agrupe a otras fuerzas y se plantea como alternativa
política viable frente al PP. Pero no parece muy convincente, si se piensa
lo que ha sucedido hace meses en relación con sus conversaciones con los
dirigentes de Unidos Podemos.
Una considerable parte de la ciudadanía está más disgustada que antes,
porque ve que la situación de bloqueo se extiende en el tiempo, sin visos de
solución. Se está hablando de un independiente como candidato a la
presidencia, pero, de momento, solo son especulaciones, sin concreción
real.
Creo que la prioridad ahora es que Sánchez negocie de verdad con
Podemos y otras fuerzas políticas del arco parlamentario para intentar
lograr un apoyo suficiente para optar a ser serio candidato a la investidura.
Pero, si todo se reduce a un juego político más para ganar tiempo y seguir
al frente del partido socialista considero que es una estrategia equivocada y
perjudicial para el país.
Rajoy y el PP creen que después de las elecciones vascas y gallegas del 25
de septiembre van a contar con más escaños o apoyos, pero son ilusiones
que no van a ser realidad, por lo que dicen los dirigentes de los partidos
nacionalistas. Considero que ya está bien con un intento fracasado y ahora
debería ser el turno de Pedro Sánchez, aunque también pueda perder.
Si no es posible un gobierno de izquierdas, por razones aritméticas, no
sería mala idea que fuera presidente un político o intelectual de prestigio,
independiente o no, como figura de consenso que supiera y tuviera el valor
de aplicar medidas eficaces contra el paro, la desigualdad, la pobreza, etc.
Un programa de mínimos que mejore la sanidad, la educación, las
pensiones, la política de vivienda, etc., aplicado con coherencia y
profundidad en la sociedad española que tanto lo necesita, casi se diría que
lo está pidiendo a gritos.