En realidad, señores, nos encontramos ante uno de los casos en los que, aquellos que han venido
presumiendo de ser los redentores de la política española, que se han erigido como los encargados de
limpiar a nuestra nación de la corrupción, de mostrarse como el ejemplo de las virtudes y los defensores
de las clases desfavorecidas y de los gobiernos libres de cualquier tara, entre los cuales, como es natural,
se incluyen ellos mismos como ejemplo de políticos sin tara y ejemplo de partido intachable; capaz de
poder ejercer de árbitro y consejero, por encima del resto de grupos que, por haber gobernado, por tener
que enfrentarse a los vaivenes de la nación, por haber luchado con todos los medios para sacar al país de
una situación extrema y por haber, como le ocurre a quienes tienen la responsabilidad de gobernar,
sufrido en sus propias carnes los casos de corrupción y de miembros aprovechados que nublan la
trayectoria del partido; algo que, partidos como Ciudadanos o Podemos, al no haber tenido la
oportunidad de acceder al poder, no han tenido ocasión de padecer.
Sea como fuere, hete aquí que, apenas unos momentos antes de la última votación del segundo día de la
sesión de investidura de don Mariano Rajoy, el presunto colaborador y apoyo del PP, Ciudadanos de
Albert Rivera, aquel que presentó la larga lista de reivindicaciones y que exigió a los populares que
aceptaran las condiciones draconianas que, como condición previa para prestarse a negociar, se
permitieron exigir como si, en realidad, ellos hubieran sido los que hubieran ganado las elecciones y el
PP el que las hubiera perdido, debiendo resignarse a rendirse a sus exigencias. Muchos pensamos
entonces que, el señor Rajoy y la dirección del partido, se dejaron humillar demasiado cuando, como
todos veían venir, las posibilidades de sacar adelante la investidura se mostraban, como ha ocurrido,
extraordinariamente difíciles, por no decir imposibles.
El discurso de Albert Rivera fue una ducha de agua fría para los del PP y su forma de darle una larga
cambiada a la situación, manifestándose en contra del señor Rajoy, aunque su grupo votó sí, pidiendo
un cambio de líder o dando por finiquitado el acuerdo que, apenas unos días antes Ciudadanos habían
convenido con el partido en el gobierno. Dice la Historia que hubo un general, que tenía rodeada con
cuatro cuerpos de tropa una ciudad, fuertemente defendida por grandes murallas; al ser interrogado
sobre como cómo pensaba ocuparla y si pensaba hacerlo con un ataque de aquellos cuatro ejércitos, el
general se sonrió y respondió “No, con ninguno de estos. Mi quinta columna consiste en mis espías,
agentes, amigos y simpatizantes quienes ya están dentro de la ciudad. Solo espera. Ellos abrirán esos
grandes portones desde adentro y mi ejército correrá al interior. Es semejante al caballo de Troya”.
El señor Albert Rivera, de Ciudadanos, ha pretendido jugar con dos barajas. Ya actuó de una forma
semejante cuando, el señor Sánchez del PSOE y él firmaron un pacto por el que se comprometía a
apoyar la candidatura del socialista, en el que se habían aprobado más de 100 puntos exigidos por
Ciudadanos. Sólo cuando Sánchez buscó el apoyo de Podemos, Ciudadanos dio marcha atrás. No por no
estar dispuesto a apoyar un gobierno socialista, si no porque Podemos estaba listo a facilitar que, los
independentistas catalanes, pudiera efectuar el famoso referendo por el llamado “derecho a
decidir”.Ahora, cuando ha comprobado que Rajoy no salía elegido, se ha desdicho de sus promesas y,
vayan ustedes a saber lo que estará dispuesto a pactar para seguir intentando estar en el candelero; algo
que, con toda probabilidad, si acudiéramos a unas terceras elecciones le iba a costar seguir
masnteniéndose como partido bisagra cuando, con toda probabilidad, como ha sucedido en los últimos
comicios, volvería a ver mermados los apoyos de los ciudadanos que empiezan a desconfiar de él.
Resulta patético y, a la vez, incomprensible, ue los partidos que se enfrentan en unas elecciones para
obtener más votos que sus adversarios políticos pretendan indicar, como Ciudadanos pretende con el PP,
quién ha de ser el que se presente como candidato en los otros partidos. Y todavía resulta más
incomprensible que, aquellos que llevan dos elecciones reduciendo el número de los escaños obtenidos (
en el caso de Ciudadanos en las elecciones del 26J perdieron nada menos que 7, quedando reducidos a
32 escaños; cuando el PP consiguió alcanzar los 137, votando por el señor Rajoy su candidato al
gobierno) Señor Rivera ¿cree usted tener más derecho o autoridad que los millones de electores que
votaron por Rajoy cuando, usted mismo y su proyecto de regeneración política, sufrieron un importante
descalabro?
Evidentemente que el señor Sánchez está llevando a cabo una aventura suicida para él y el PSOE, pero,
al menos, no ha mostrado en ningún momento la predisposición a aliarse con el PP y tampoco a querer
abstenerse, lo que, aunque seguramente tiene por objeto el que el Rey lo proponga como candidato, para
que intentar formar un gobierno de un conglomerado de izquierdas, si es que se atreve a aliarse con los
separatistas catalanes y vascos, no ha ido dando una de cal y otra de arena como lo está haciendo este
señor de Ciudadanos, que intenta jugar a hacer de Rasputín, fingiendo apoyar a unos a los que antes ha
obligado a someterse a sus condiciones y, cuando ve que la situación no es la que le conviene, no tiene
ningún empacho en ponerse la otra chaqueta, la de las izquierdas, para arrimar el ascua a su sardina,
sabiendo que se está jugando su supervivencia política, como es el caso del señor Pedro Sánchez del
PSOE, si se llegaran a producir estas terceras elecciones, de las que es muy posible que el pueblo
español abomine, se abstenga en una gran parte de acudir a votar y decida apostar por el retorno al
bipartidismo, después del sonado fracaso de este experimento de las últimas elecciones, de las cuales la
atomización del voto no ha servido más que para hacer imposible la gobernabilidad del país, que ya
lleva más de 8 meses en manos de un gobierno en funciones que, por desgracia, no tiene las potestades
para poder actuar con plenas facultades.
Es obvio que el señor Rivera, como tantos otros que han saltado a la palestra de la lucha política, ha
querido dar un salto que es muy posible que le haya resultado demasiado importante, demasiado
trascendental y desproporcionado a lo que representaba formar parte del Parlamento catalán, con unas
responsabilidades más reducidas y una función muy específica centrada en atacar el independentismo
catalán. Algo muy distinto de saltar a la política nacional, seguramente pensando que su fama, como
azote del nacionalismo y extremismo catalanista, le iba a permitir alcanzar metas y, desgraciadamente
para él, han sido demasiado ambiciosas para su capacidad como aspirante a gobernante. De joven
dirigente político, carente de la madurez precisa y creyéndose que el pueblo español iba a dejarse
convencer por sus utopías, cuando lo que precisa nuestra nación son dirigentes bregados, preparados,
bien relacionados internacionalmente y que tengan la valentía precisa de poner en funcionamiento
aquellas medidas, en ocasiones poco populares, pero que son precisas para que consigamos salir
adelante; algo que, evidentemente, no sería posible si las izquierdas, con sus planes de aumentar la
deuda y de implantar políticas sociales imposibles de mantener, pretendiendo imponer políticas que,
Europa, no podría admitir si, estos izquierdistas consiguieran, de nuevo, entrar en el gobierno de nuestra
nación.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la sensación de que vamos a
entrar en un túnel en el que, la evidente campaña llevada a cabo por las izquierdas españolas, lideradas
por el PSOE del señor Sánchez y apoyada, de forma interesada, por el señor Pablo Iglesia y su camarilla
comunista bolivariana, con la posible colaboración de algunos partidos separatistas que, por boca del
señor Tardá, ya lo dijeron, explícitamente, en el Parlamento de la nación; ofreciéndose a formar parte de
una alianza en contra de Rajoy, la bestia negra del separatismo catalán, al que están dispuestos a derrotar
aunque, para ello, deban entregarse en manos del comunismo. Un periodo durante el cual España se va a
jugar, como hace mucho tiempo que no sucedía, el porvenir de los ciudadanos españoles y, seguramente
el de las futuras generaciones.