Eso es lo me produce escuchar y leer la noticia del control subreal que realizaron a Óscar Pereiro hace poco. Un control de sangre y orina en el pasillo de un restaurante de Santiago de Compostela. Sí, como lo oyen. Un control en el pasillo de un restaurante en el que el ciclista no estaba sólo.
Por más que intento buscar sentido a este hecho, no le encuentro. Es lamentable como puede ocurrir una situación de este estilo en pleno 2009. ¿Es un delincuente? ¿Ha matado a alguien? ¿Está en busca y captura? No lo entiendo.
¿Tan difícil les hubiera sido a los “vampiros” realizar el control entre las horas señaladas y en el lugar indicado por el corredor? ¿Tan difícil hubiera sido hacerlo de esa manera en vez de dejar en ridículo a un deportista conocido en un establecimiento con público? Un deportista que, para colmo, lleva sin competir durante mucho tiempo y con resultados que no ponen en duda su limpieza.
Situación que sólo ocurre en el ciclismo. Dudo que sucediese lo mismo con Cristiano Ronaldo, Fernando Alonso o Rafa Nadal. Lo dudo mucho. Una historia lamentable derivada de una ley lamentable en la que se trata al deportista como culpable antes, incluso, de realizarle las pruebas.