Ídolo de Barcelona, más que José Tomás, Manolete y el mismismo Leo Messi. Chamaco ha muerto frente al mar con su inolvidable pase del fusil a cuestas, su melena despeinada, su sonrisa de pícaro onubense pero con alma de eterno niño soñador, maestro de la improvisación, del valor y la torería magistralmente inverosímil. Chamaco fenómeno de masas, personalísimo, inconfundible, nadie le llegó a superar en la Monumental. No hay derecho, precisamente ahora que nos quieren quitar los toros en Cataluña, Antonio nos abandona definitivamente desde su casa de El Portil. A él solo le bastaba anunciarse con dos más para agotar en cuestión de minutos las taquillas de la ciudad Condal, que hoy llora su ausencia, esta vez definitiva.
Eterno rival a la par que compañero de Miguel Baez “Litri” en pro de la corona taurina de Huelva; y también junto a ese otro gran torero fino y elegante, contrapunto de Antonio que fue Joaquín Bernardó. Sin Chamaco no podríamos haber conocido aquella singular visión al natural citando con el estoque mirando al cielo, como queriendo atraer de las estrellas y así poder ver nacer de nuevo aquel mágico y celestial toreo. No he conocido, llegó a decir Cossío, otro novillero que acaparara tanto la atención como Chamaco, desde el día de su debut en Palos cuando me brindó aquella faena que le sirvió para comprar su primer traje de luces, hasta la alternativa con Litri y Ordóñez en febrero de 56.
Millonario antes del doctorado, Catedrático antes de llegar a la escuela, sabio hombre de campo que amaba ver sus toros de encaste jandilla en su ultimo paraíso de Garruchena. Hoy, tras la sombra de una de sus centenarias encinas duerme su alocada muleta y con ella la imagen de sus de sus mejores triunfos. Carmen, Antonio y Juan, su ultimo suspiro fue para ellos, guardianes de su memoria y ejemplo de admiración. Aquel temperamento en la plaza que algunos confundieron con tremendismo, fue nuestra mejor bandera del torero que ha existido y existirá en toda Cataluña. Por eso hoy más que nunca grito ¡Viva Chamaco!