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Un poema de Esther Videgain

El ladrón de sueños

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Alex,
tuvo una idea,
era sólo un pensamiento de su débil alma.

Alex,
anotó en letras de colores vivos,
con toda la ilusión de su aura, esa gran idea.

Su ingenio en su inocencia andaba...

Alex,
pensaba y pensaba...
buscó consejo en el "mago de los sueños robados", era su abuelo, tierno y delgado.

El mago se llamaba Tomás,
recuperaba los sueños que se esfumaban en el temido buen alba de la mañana,
los guardaba en un gran baúl.

Todas las fantasías del ser humano y de aquél que no es tan humano aguardaban ahí a su dueño.

Todas las noches,
nuestro Alex se iba a dormir,
se acostaba en su somier de espinas blandas y algo tiernas.

En la luz de su luto más dormido bailaban al compás sus miedos y su mil fantasías...

En su mesilla,
un despertador de manecillas baratas vestía la mesita de noche,
marcaba casi siempre a las siete de la mañana el fin de su otra vida paralela.

Alex,
solía enmascarar su triste vida en la otra vida del subconsciente,
donde bailan los sueños y duermen las penas del tormento mal vivido.

Su abuelito Tomás,
amanecía siempre llegando el amanecer sin su alba,
empezaba con los rayos de la primera mañana del día a guardar los primeros sueños robados...

En la temida oscuridad,
el ángel maligno robaba todas las fantasías,
y dejaba en las mentes solamente los miedos.

Un buen día,
la idea del joven Alex murió en su karma,
le pidió consuelo de sus mil lágrimas a su buen abuelito.

Bajaron los dos al sótano,
donde tenían los sueños robados,
por la escalera de los peldaños de madera vieja, rota y barata.

El joven nieto, Alex,
contó a su abuelo Tomás todos sus sueños y fantasías,
las que dormían en su otra vida, la del subconsciente amigo.

Su abuelito abrió el baúl de "los sueños robados",
con las palabras de luz del karma tristemente apagado,
empezaron a salir todos los sueños de los seres tan vacíos en la ilusión de sus sinos.

La habitación inferior se vistió de los cien mil colores de la vida muerta por aquel mago tan malo...

Alex recuperó sus sueños,
los que vestían con elegancia a su triste alma,
su mente se iluminó de mil pensamientos nuevos y antes muertos en su karma de luto...

La idea de aquel joven,
el que vivía de noche en su otra vida dormida en su falsa vida,
regaló a miles de karmas fundidos y algo muertos una nueva vida sin su falsa luz.

Había inventado un despertador de cuerda con una gran campana,
todas las mañanas, al despertar con su sonoro ding-dong,
en el tic-tac del nuevo día, se recuperaban todos los sueños robados a los almas en aquella luz de los albas de todos los días que vivimos.

El ladrón de sueños

Un poema de Esther Videgain
Esther Videgain
viernes, 2 de septiembre de 2016, 08:37 h (CET)
Alex,
tuvo una idea,
era sólo un pensamiento de su débil alma.

Alex,
anotó en letras de colores vivos,
con toda la ilusión de su aura, esa gran idea.

Su ingenio en su inocencia andaba...

Alex,
pensaba y pensaba...
buscó consejo en el "mago de los sueños robados", era su abuelo, tierno y delgado.

El mago se llamaba Tomás,
recuperaba los sueños que se esfumaban en el temido buen alba de la mañana,
los guardaba en un gran baúl.

Todas las fantasías del ser humano y de aquél que no es tan humano aguardaban ahí a su dueño.

Todas las noches,
nuestro Alex se iba a dormir,
se acostaba en su somier de espinas blandas y algo tiernas.

En la luz de su luto más dormido bailaban al compás sus miedos y su mil fantasías...

En su mesilla,
un despertador de manecillas baratas vestía la mesita de noche,
marcaba casi siempre a las siete de la mañana el fin de su otra vida paralela.

Alex,
solía enmascarar su triste vida en la otra vida del subconsciente,
donde bailan los sueños y duermen las penas del tormento mal vivido.

Su abuelito Tomás,
amanecía siempre llegando el amanecer sin su alba,
empezaba con los rayos de la primera mañana del día a guardar los primeros sueños robados...

En la temida oscuridad,
el ángel maligno robaba todas las fantasías,
y dejaba en las mentes solamente los miedos.

Un buen día,
la idea del joven Alex murió en su karma,
le pidió consuelo de sus mil lágrimas a su buen abuelito.

Bajaron los dos al sótano,
donde tenían los sueños robados,
por la escalera de los peldaños de madera vieja, rota y barata.

El joven nieto, Alex,
contó a su abuelo Tomás todos sus sueños y fantasías,
las que dormían en su otra vida, la del subconsciente amigo.

Su abuelito abrió el baúl de "los sueños robados",
con las palabras de luz del karma tristemente apagado,
empezaron a salir todos los sueños de los seres tan vacíos en la ilusión de sus sinos.

La habitación inferior se vistió de los cien mil colores de la vida muerta por aquel mago tan malo...

Alex recuperó sus sueños,
los que vestían con elegancia a su triste alma,
su mente se iluminó de mil pensamientos nuevos y antes muertos en su karma de luto...

La idea de aquel joven,
el que vivía de noche en su otra vida dormida en su falsa vida,
regaló a miles de karmas fundidos y algo muertos una nueva vida sin su falsa luz.

Había inventado un despertador de cuerda con una gran campana,
todas las mañanas, al despertar con su sonoro ding-dong,
en el tic-tac del nuevo día, se recuperaban todos los sueños robados a los almas en aquella luz de los albas de todos los días que vivimos.

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