Por mucho que lo intentemos, tomarle la medida al señor Rajoy, es evidente que es empresa de Titanes
y, en consecuencia, vaticinar lo que va a hacer, decir, argüir o afirmar en un debate parlamentario, nos
parece poco menos que una misión imposible. Así como, en el caso de Pedro Sánchez del PSOE, resulta
fácil predecir cuáles van a ser sus argumentaciones, cómo va a enfocar su debate o los puntos en los que
va a insistir para atacar en la parte que más le duele a su sempiterno enemigo, el PP, y en particular y
con un especial encono, en la propia figura del presidente Rajoy, al que parece que se la tiene jurada y
con el que no guarda ni consideración, ni respeto, ni cortesía ni, por supuesto, unas formas mínimamente
educadas, por no decir de una mala educación rayana en el insulto y la degradación; cuando se trata de
don Mariano tanto puede ocurrir que largue un discurso, por supuesto bien pergeñado, cargado de
contenido, bien argumentado y con pocos resquicios en los que se pudiera clavar la cuña de la crítica,
aunque, no se sabe si aposta o por su natural sentido de la rigurosidad y sobriedad, algo plúmbeo; como
salir a la “cancha” de la oratoria parlamentaria, en tromba, ocurrente, beligerante y, por qué no decirlo,
aplastante y demoledor.
Por la limitación de espacio voy a pasar por encima del discurso, en la cámara baja, del señor Pedro
Sánchez por predecible, falto de originalidad y cargado de la bilis venenosa que suele utilizar cuando se
refiere a su adversario del PP, del que lo único que, en realidad, puede resaltarse es su forma enconada y
definitiva con la que enfatiza su negativa a cualquier tipo de apoyo a Rajoy ni, y aquí estriba la
enseñanza de su actuación, la persistencia en negarse a la abstención para permitir un gobierno, en
minoría de 170 escaños, dirigido por el líder del PP. Su postura ha sido clara y determinante, el “no”
contundente será la única respuesta a la investidura de don Mariano.
Pero, quizá por residir en Cataluña, por ser de los afectados por esta epidemia de radicalismo catalán,
empeñado en profundizar en su camino hacia la independencia o por la indignación que me produce que,
un sujeto de la catadura del señor Tardá (ERC), se atribuya hablar en nombre de todos los catalanes, se
permita repudiar a España, tenga la cara dura de pretender argumentar supuestos derechos que
justifiquen el hecho nacionalista catalán, cuando es cierto que nunca esta parte de España tuvo la
consideración de estado y, a lo más que llegó, es a ser una parte del Reino de Aragón. El señor Tardá ha
protagonizado el espectáculo más absurdo, inconveniente, desagradable, insultante y repugnante que
nunca se hubiera podido imaginar, precisamente en la cámara de la representación popular española, el
Parlamento de la nación; ante el cual no ha manifestado el más mínimo respeto al pueblo español.
Con su egolatría nacionalista, pretendiendo presumir de erudito y citando a otros países, cuyas
circunstancias políticas y referencias históricas nada tenían que ver con lo que dispone nuestra
Constitución, ni con el hecho irrefutable de que España lleva 600 años siendo una nación cuando se
produjo la unión de Castilla y Aragón en las personas de don Fernando y doña Isabel. Se ha empeñado,
en su particular interpretación de la Historia en la que, Isabel de Castilla, se presentaba como reina de
Castilla y no de Aragón, mera cuestión secundaria, si nos situamos en las costumbres de aquellos
tiempos en la que los reinos se formaban por medio de enlaces de los reyes de los distintos reinos de de
España. Sólo que en aquella ocasión se cimentó una unión que ha persistido hasta nuestros días.
Se puede afirmar que, el discurso del señor Tardá ha conseguido, una vez más, presentarnos a una
Cataluña que, evidentemente, nada tiene que ver con la de la mayoría de los catalanes: agresiva,
inconformista, rencorosa, insolidaria, defensora del incumplimiento de las leyes, pretendidamente
democrática interpretando el concepto de democracia como exclusivo de los ciudadanos catalanes y no,
como le ha refutado Rajoy, un derecho de todos los españoles para poder decidir sobre si, una parte
concreta del Estado, puede independizarse o no por su propia y exclusiva voluntad. Con la clac de sus
escasos colegas de grupo y el cálido acogimiento de Podemos, a los que ha dedicado elogios por el
apoyo al referéndum separatista catalán; Tardá no ha escatimado descalificaciones, interpretaciones
erróneas, como cuando se ha referido a que Cataluña sería admitida, sin inconvenientes, en la UE si se
separaba de España; ignorando la legislación europea y las declaraciones de todos los mandatarios
representados en ella, que han repetido hasta la saciedad la imposibilidad de que ello ocurriera.
Cuando afirma de que hay un sentimiento español de rechazo hacia lo catalán, no hace más que mentir
alevosamente porque ello no es así, sí es posible que este sentimiento, por otra parte natural, hacia unos
catalanes, exista en aquellos casos de separatistas que reniegan de España y que se manifiestan en contra
del resto de los pueblos que configuran la nación. Pero, a mi modesto entender, el discurso apocalíptico
de un Tardá, que se ha dejado arrastrar por sus instintos básicos de catalanófilo fanático, ha venido a
comprometer, seriamente, al señor Sánchez que, entre asombrado e incómodo, ha tenido que escuchar la
oferta, sin disimulos ni ambigüedades, del separatista de la ERC en la que le ofrecía, sin más
condiciones que aceptar un referéndum, según el propio Tardá, a “la escocesa”, el apoyo incondicional
de su partido en el caso de que aquel se decidiese a optar por la investidura.
Si tenemos en cuenta que las líneas rojas que, el Congreso del Partido Socialista, le fijó a su secretario
general, cuando Sánchez optaba a la investidura; tendremos que pensar que, si no se ha dicho nada en
contra, siguen vigentes para esta ocasión, entonces recordemos que una de ellas, la más importante,
consistía en no prestar apoyo a la celebración de un referendo por el derecho a decidir en Cataluña.
Si es
verdad que, el PSOE, se sacó de la manga, con fines estrictamente electoralistas, la posibilidad de
modificar la constitución para poder establecer un modelo de España de tipo federalista, que no fue bien
aceptada por los independentistas y, por otra parte, no tenía ninguna posibilidad de llevarlo adelante
dado que, el PP, entonces como ahora, disponía de mayoría absoluta en el Senado.
No creemos que esta expansión, a todas luces improvisada, del señor Tardá, les haya hecho la más
mínima gracia a los socialistas que, en la réplica de Rajoy, ya han tenido que escuchar como, el
candidato, sacaba a relucir esta posibilidad que, evidentemente no favorece en nada las opciones del
posible candidato del PSOE, señor Sánchez, en el caso de que, como es muy posible que suceda, deba
producirse la celebración de unos terceros comicios. Se puede decir que, en general, las palabras de
Tardá, aunque aparentemente se hayan tomado como un excentricidad del representante del
independentismo catalán, de todos conocidos por su lenguaje abrupto y directo; lo cierto es que les ha
puesto muy difícil, al resto de formaciones políticas, el buscar apoyo de los nacionalistas catalanes ya
que, sin lugar a dudas, el precio que reclaman es, nada más ni nada menos, que favorecer su camino,
nunca negado ni disimulado, hacia la consecución de su aspiración: independizarse de la nación
española. Y esto, hasta este momento, tiene poco tirón en caso de que los ciudadanos tuvieran que acudir
a las urnas por una tercera vez.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos crea la intranquilidad de que, tanto
retraso en la formación de un gobierno estable en nuestra nación, tantos dimes y diretes entre los
distintos partidos, tanta falta de responsabilidad respecto a lo que, de verdad, está precisando nuestro
país y tanta obcecación por los líderes de las distintas formaciones políticas, por “mantenella y no
enmendalla”; no acabe por conducirnos a una situación límite que nos ponga en peligro de chocar con el
resto de la CE, de modo que la confianza que nos han venido dispensando hasta ahora, se vaya
difuminando, como parece que ya está comenzando a suceder, de modo que la pérdida de la fe en
nuestra recuperación, el miedo a que no seamos capaces de cumplir con nuestros compromisos con el
resto de Europa y la posibilidad de que, el próximo gobierno de España, pudiera estar en manos de
grupos como Podemos y ERC, sean los factores que acaben con nuestras posibilidad de llegar, como
anunciaban los recientes datos económicos, a salir de la crisis y recobrar los beneficios de pertenecer de
forma integral al grupo de naciones que han conseguido superar la crisis de los pasados años.