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Eduardo Patiño

Cambio de ciclo

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Por fin, se acabó. El campeonato del mundo de Fórmula Uno 2009, uno de los más aburridos y esperpénticos que se recuerdan, ya es historia. Y con él, se pone punto y final a la segunda etapa de Fernando Alonso como piloto de Renault. Siempre se dijo que segundas partes nunca fueron buenas, y en este caso, era evidente que la relación entre ambos era lo más parecido a un matrimonio de conveniencia. Alonso, porque su marcha de McLaren le dejaba en tierra de nadie, a la espera de que quedara un volante vacante en Ferrari, y Renault, porque sabían que el regreso de Fernando era la única salvación posible para un equipo totalmente a la deriva.

Y es que, a pesar de la gran inversión y esfuerzo realizado, hay cosas muy difíciles de cambiar de un año para otro. En 2008 se alegaron errores de cálculo con el simulador y, pese a las enormes dificultades, la temporada quedó maquillada por las dos victorias conseguidas y el quinto puesto en el mundial de pilotos, pero el 2009 tiró por la borda todas las esperanzas y se convirtió en una auténtica pesadilla desde las primeras carreras. Cierto es que el campeonato ha sido una lotería marcada por las diferentes interpretaciones en el reglamento, especialmente con el famoso difusor -que ha dado un vuelco radical a la clasificación-, pero los problemas internos, incluidos el escándalo de Singapur y la consiguiente marcha de Briatore, han dejado cierto sabor a fracaso en la retina de todos.

Pese a sentir cierta predilección por la escudería francesa, una marca con la que nos hemos sentido identificados durante mucho tiempo y que ha permitido a un español convertirse en bicampeón del mundo, me alegro de que esta etapa haya llegado a su fin. A todos nos hubiera gustado que esta relación de amor-odio hubiera tenido un final diferente, no ya feliz, pero por lo menos decente. Al final no ha podido ser y el decimocuarto puesto de Abu Dhabi es el fiel reflejo de lo sucedido durante la temporada. El ovetense abandona la fábrica gala con un podio en su haber, en la que es su segunda peor campaña desde que llegó a la F-1, solamente superada por el año de aprendizaje en Minardi.

Fin de una etapa y principio de otra. Hasta siempre Renault, hola Ferrari. Desde hoy, a pensar en rojo.

Cambio de ciclo

Eduardo Patiño
Eduardo Patiño
lunes, 2 de noviembre de 2009, 06:36 h (CET)
Por fin, se acabó. El campeonato del mundo de Fórmula Uno 2009, uno de los más aburridos y esperpénticos que se recuerdan, ya es historia. Y con él, se pone punto y final a la segunda etapa de Fernando Alonso como piloto de Renault. Siempre se dijo que segundas partes nunca fueron buenas, y en este caso, era evidente que la relación entre ambos era lo más parecido a un matrimonio de conveniencia. Alonso, porque su marcha de McLaren le dejaba en tierra de nadie, a la espera de que quedara un volante vacante en Ferrari, y Renault, porque sabían que el regreso de Fernando era la única salvación posible para un equipo totalmente a la deriva.

Y es que, a pesar de la gran inversión y esfuerzo realizado, hay cosas muy difíciles de cambiar de un año para otro. En 2008 se alegaron errores de cálculo con el simulador y, pese a las enormes dificultades, la temporada quedó maquillada por las dos victorias conseguidas y el quinto puesto en el mundial de pilotos, pero el 2009 tiró por la borda todas las esperanzas y se convirtió en una auténtica pesadilla desde las primeras carreras. Cierto es que el campeonato ha sido una lotería marcada por las diferentes interpretaciones en el reglamento, especialmente con el famoso difusor -que ha dado un vuelco radical a la clasificación-, pero los problemas internos, incluidos el escándalo de Singapur y la consiguiente marcha de Briatore, han dejado cierto sabor a fracaso en la retina de todos.

Pese a sentir cierta predilección por la escudería francesa, una marca con la que nos hemos sentido identificados durante mucho tiempo y que ha permitido a un español convertirse en bicampeón del mundo, me alegro de que esta etapa haya llegado a su fin. A todos nos hubiera gustado que esta relación de amor-odio hubiera tenido un final diferente, no ya feliz, pero por lo menos decente. Al final no ha podido ser y el decimocuarto puesto de Abu Dhabi es el fiel reflejo de lo sucedido durante la temporada. El ovetense abandona la fábrica gala con un podio en su haber, en la que es su segunda peor campaña desde que llegó a la F-1, solamente superada por el año de aprendizaje en Minardi.

Fin de una etapa y principio de otra. Hasta siempre Renault, hola Ferrari. Desde hoy, a pensar en rojo.

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