Los que hubieran supuesto que, el señor P.Sánchez, líder de los socialistas, se iba a
resignar, después de los sucesivos fracasos que ha propiciado, no sólo para él mismo
sino para su propio partido el PSOE; a tirar la toalla, cediendo ante las peticiones de,
prácticamente, toda la ciudadanía española, cansada de estar acudiendo a las urnas cada
pocos meses y deseosa de que la situación política de España se regularice de una vez;
estuvieron demostrando que no conocen, suficientemente, la idiosincrasia, la tozudez, la
ambición desmesurada y el fanatismo del secretario general del Partido Socialista.
Le han bastado apenas dos meses, desde su último revés electoral, para volverse atrás de
sus primeras reacciones, en las que parecía que daba la partida contra Rajoy como
perdida, para recobrar su envalentonamiento, volver a su postura beligerante en contra
del señor Rajoy y apalancarse en este “no”, que parece que es su única respuesta a la
situación de un país que, es evidente, no puede permitirse alargar el tiempo de
interinidad de su gobierno, cuando la realidad viene pidiendo insistentemente, que se
ponga fin a tanto politiqueo y que, los aspirantes a dirigir el gobierno de España, se
dejen de tantos enfrentamientos inútiles, de tanta pérdida de tiempo y de tanto
personalismo para empezar a ponerse a trabajar, sin más dilación, para poner en marcha
los mecanismos legales para echar a rodar la maquinaria del Estado y empezar a
gobernar el país, comenzando por la promulgación de las leyes de las que tan necesitada
está nuestra nación.
Ha visto como aquellos que, en la anterior legislatura, le apoyaron (como ha sido el caso
de Ciudadanos), en esta ocasión, ante la evidencia de que el único partido que consiguió
aumentar el número de escaños ha sido el PP y que, tanto ellos como el PSOE, sufrieron
sendas derrotas que les costaron la perdida de una parte de los escaños que consiguieron
en los primeros comicios de Diciembre del 2015; han decidido cambiar de socio y, en
estos días, están intentando llegar a un acuerdo para apoyar la candidatura del señor
Rajoy. Los socialistas, lejos de asumir la situación, de comprender que los españoles
estamos hasta la coronilla de tantos personalismos, fanatismos, egoísmos y del empeño
de los perdedores de no atenerse a los principios democráticos por los que, el vencedor,
es quien debe gobernar; da la sensación de que han decidido mantener su posición
aunque ello, o precisamente por ello, finalmente se deba acudir a los comicios del 25
Diciembre del corriente ejercicio.
Parece ser que, como ocurre en este simpático cómic de los galos, todos los directivos
del PSOE hayan conseguido sendas pociones de la fórmula mágica del elíxir que tan
saludables efectos tiene en Obelix o Asterix. Resulta, en efecto, que de pronto han
decidido confiar en que, unas nuevas elecciones, les proporcionarían unos resultados
mejores, en lugar de, como parece que la mayoría de entendidos vienen afirmando,
constituyeran un nuevo desastre, que pudiera llegar a poner en cuestión hasta la misma
subsistencia de este partido más que centenario, como es el PSOE. La soberbia y el
encanallamiento con las que, el señor Sánchez, intenta manejar los destinos de la nación
española, no tiene límites y está dispuesto a impedir, aún a costa de los intereses de los
españoles y el destino de la nación, a costa de hacer todo lo necesario, como mucho nos
tememos, para llegar a acuerdos con los comunistas de Podemos y arrastrase a los pies
de los nacionalistas vascos y catalanes, para lograr formar un gobierno híbrido,
frankesteinico, como muchos lo califican, formado de un rompecabezas de partidos
políticos que, si hasta ahora no han conseguido entenderse, habría que ver lo que
ocurriría cuando se vieran ante la posibilidad de ejercer su cuota de poder y, los otros,
intentaran impedírselo. Tenemos experiencias notables en nuestro mismo país, como
fueron los poco ejemplarizantes casos del Tripartit catalán y del pentapartito de las
Baleares, ambos culminados con sendos desastres y, en el caso de las Baleares, con la
señora Muné y parte de sus colaboradores, procesados por corrupción e irregularidades
en su gestión en el gobierno Balear.
A pesar de que, dentro del propio Partido Socialista, hay personas sensatas que no se
cansan de advertir de los peligros de mantener una postura tan poco flexible y de que
hay encuestas en las que queda constancia de que, una mayoría de los simpatizantes del
PSOE, piensan que su partido debiera abstenerse en la investidura de Rajoy y que hay
muchos de los barones del partido que esperan que Sánchez se de de morros con sus
errores; lo cierto es que, cuando llega el momento de manifestarlos en público o en el
Congreso del partido, parece que no se atreven, no confían en conseguir el apoyo
necesario o prefieren la actitud cobarde de aguardar a que, su jefe de partido, caiga por
sus propios “méritos”. En todo caso, tanto en el supuesto de que el señor Sánchez,
llevado por su egolatría y por su odio hacia el PP, opte por seguir en su loco camino
hacia su propia destrucción; como el en que, sean el resto de directivos del partido,
quienes lo apoyen en su obsesión; el peligro de que la actitud del PSOE, obligue a
prorrogar los PGE del año pasado, manteniendo los limitados techos de gasto para el
Estado y las autonomías, y la constitución de un nuevo gobierno se retrase hasta los
primeros meses del 2017 y eso en el caso de que, de las nuevas elecciones, saliera un
panorama político capaz de que se consiguiera una mayoría suficiente para gobernar.
Al parecer, nadie se ha querido dar cuenta de que, en todo caso, la prorrogación de los
presupuestos del 2015 iba a representar mantener los ajustes que en él se establecieron,
cortar el camino a aumentar los gastos en aquellas partidas en las que fuera preciso,
limitar las posibilidades de jugar con los incrementos de recaudación de la
Administración para cambiar la distribución entre las distintas partidas del gasto
público. Y un punto que parece que los socialistas piensan que va a variar respecto a los
resultados de las últimas elecciones: Podemos. Suponen, los sabios socialistas, que
Podemos y sus aliados van a perder votos si se celebraran unas nuevas consultas; se
basan en su estancamiento, que no disminución de votos y escaños, sufrido en los
comicios del 26J. Tenemos la impresión de que sus cálculos pueden resultar erróneos,
puesto que, los de Podemos, han seguido, a nuestro entender, una política inteligente
que les ha permitido no desgastarse, como les ocurre a los socialistas, que han estado en
boca de los ciudadanos por su labor de obstaculizar la formación de un nuevo gobierno.
El señor Iglesias y sus seguidores han sabido demostrar, precisamente en los comicios
pasados, que saben remontar en las encuestas porque tienen oradores bien preparados y,
cuando llega el momento de poner la carne en el asador son inteligentes y consiguen
que, una parte de los ciudadanos, se deje arrastrar por sus propuestas simplistas, pero
llenas de carga social, de promesas de cambio, de justicia distributiva, de amenazas para
los ricos y gabelas para los pobres. Y esto cala cuando tenemos todavía, en este país, la
friolera de más de 4 millones de personas sin trabajo, un magnífico caldo de cultivo para
el trabajo de los comunistas bolivarianos.
Existe la posibilidad de que, como suele suceder en estos casos, el fiarse de cálculos de
futuro, el hacer planes sobre algo tan variable y escurridizo como es el voto ciudadano,
cuando faltan unos meses para que las votaciones tuvieran lugar, y lo que resulta más
discutible, sin que exista ningún indicio, más bien todo lo contrario, de que en unas
nuevas votaciones el PSOE podría sacar ventaja y mejorar los últimos resultados del
26J; tiene el grave inconveniente de que, si lo fían todo a apostar por un resultado que,
cuanto menos es muy discutibles y acaban equivocándose, es muy posible que el
resultado pudiera ser, ya no malo o malísimo para los que han intentado la proeza, que
también, sino un verdadero hachazo para el propio partido socialista, que puede quedar
abocado a su propia disolución o, al menos, quedar en una situación en la que deje de
ser un partido a tener en cuenta en la política española.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, se contempla el
panorama que tenemos delante, como una especie del juego de La Oca, en el que el
camino se nos presenta lleno de obstáculos, con el peligro de que, cuando ya habíamos
llegado a pocas casillas de la meta, representada, en este caso, por la salida por
completo de la crisis, tengamos la fatalidad de que, por un mal cálculo de un grupo de
obcecados, incapaces de contemplar con objetividad lo que le conviene al país,
caigamos en aquella casilla que nos envía de nuevo a la puerta de salida.