Sin embargo, un cubanito y un locutor de radio me han hecho reconciliarme con una profesión a la que he llegado tarde, pero a la que adoro, y conocer a un modesto corredor velocista que no sabía cómo agradecer lo que le habíamos ofrecido en España mientras no cesaba de besar nuestra bandera entre sollozos.
Ya basta de envidiar a esos ciudadanos de otros países que miman y veneran su enseña, cantan su himno y mantienen un respetuoso silencio mientras escuchan el de otras naciones. Nosotros, desgraciadamente, quizás nos faltan letristas o ganas de mojarnos, por lo que no tenemos letra en nuestro himno. Parece que nos da vergüenza glosar nuestro país. Que “bergoña”. Pero nos queda la oportunidad de reivindicar nuestro orgullo de ser españoles.
He sido muy feliz durante el desarrollo de estos juegos olímpicos. Me han hecho saltar las lágrimas un cubanito, una simpatiquísima cántabra y una chiquilla andaluza que es muy grande. Y sobre todo el seguimiento de los medios, TVE y la Cope me han puesto en Brasil, sin miedo a los atracos y lleno de locutores con corazón, muy cerca de nuestros compatriotas, que no son los mejores, pero son los nuestros.
A lo largo de mis diez años ante los micrófonos se me han humedecido los ojos y hecho un nudo en la garganta ante los entrevistados en algunas ocasiones. Creía que era un grave error. Hoy creo que no. Es bueno que los españoles demostremos nuestros más nobles sentimientos y busquemos lo que nos une.
¡Qué buena noticia nos ha dado ese cubanito de Cienfuegos, Yidiel Contreras! Nos ha devuelto a la realidad. Ser españoles es, como mínimo, tan bueno como ser de cualquier otro país. Fuera complejos. Viva España.