Después de años de lucha contra la escoria terrorista que intentó robar la libertad de un país atentando contra la vida y la integridad de sus ciudadanos, ahora tenemos que soportar el asco y la repugnancia de ver a un ser despreciable como Otegi anunciando junto con sus no menos depreciables acólitos, que pretende pasarse por el forro la ley presentándose a lehendakari en las próximas elecciones vascas.
No pretendo saber lo que pueden sentir las víctimas del terrorismo cada vez que tienen que soportar este insulto a la decencia en cualquier medio de comunicación. Tiene que ser terrible lo que les pasa por la cabeza en esos momentos.
Pero sí puedo, como demócrata y persona decente, expresar como me siento yo cuando enciendo el televisor o abro un periódico y me topo con la cara de este esperpento de intento de ser humano riéndose de todos nosotros y de todo el sistema democrático que hemos construido.
Siempre he dicho que en el momento que nuestro estado permitió a ETA mutar y colarse en las instituciones empezamos a perder la batalla contra el terrorismo.
Cierto es que todos ansiábamos ver el fin de las armas de estos malnacidos que durante décadas sembraron el horror en nombre de unos supuestos ideales políticos.
Quizás sea por la influencia de la literatura o el cine pero las buenas personas suelen creer que los buenos, al final, siempre ganan.
No existe ningún fin ideológico o político que justifique lo que hizo una banda de lo que no eran más que viles delincuentes y asesinos.
En España ETA y su repugnante entorno, eran y son, los malos y toda la gente de bien somos los buenos.
Y los buenos que tenían que haber ganado hace tiempo se encuentran ahora con que realmente están ganando los malos.
Nunca perdonaré la cobardía de los últimos dirigentes de los dos grandes partidos, PSOE y PP, estableciendo una hoja de ruta frente a los terroristas que, aunque es cierto que nos evitó a todos más derramamiento de sangre también permitió que se guardasen los principios en un cajón y que se permitiese el acceso del entorno de ETA a las instituciones. Y de aquellos polvos, estos lodos.
Y no se lo perdonaré porque esos dos mismos partidos han sido la cuna de muchos de los héroes de este país. Políticos las dos formaciones que sacrificaron mucho, en ocasiones sus propias vidas, a favor de la libertad de todos. Nunca podremos dejar de estar agradecidos a todos ellos.
Cuando se trata con asesinos, delincuentes y este tipo de calaña, las buenas intenciones no sirven para nada.
Sólo hay una vía, y es la de la ley.
Tenemos los mejores cuerpos y fuerzas de seguridad del estado del mundo. Tenemos un código penal que, aunque es muy mejorable, es una herramienta fundamental.
Si nos ha fallado el buenismo con esta gentuza, tenemos que dejarlo a un lado y hacerlo ya.
Si finalmente Otegi es candidato pese a su inhabilitación por haber intentado reconstruir Batasuna, tendremos una terrible respuesta al título de este artículo: “Si, habremos perdido”.
No quiero perder la esperanza, no quiero perder la fe. Al final, ¡tienen que ganar los buenos!