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Festejando la travesura

Levántate y anda, aunque sea tropezando

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Ayer me encontraba algo estropeado psíquicamente, de lo físico para qué vamos a escribir; pero de repente me acordé del mandato que “el nacido en Belén” sopló en los cerrados ojos de su amigo Lázaro cuando le dijo: “Levántate y anda”. Y el “dormido” abrió sus ojos y comenzó a dar unos pasos, esto ocurría a tiro de piedra de Jerusalén y la noticia corrió de boca en boca y fue por esto, el milagro del resucitado, por lo que fue aclamado en su entrada triunfal a la capital judía. ¿Lo sabían?

Pues me encontraba más o menos como Lázaro en su cueva, cuando un soplo proveniente no sé de dónde, aunque me lo imagino, susurró en mis oídos: “venga ya tío, agarra a la ‘pastora’, dile que se ponga guapa y daros un garbeo por la feria de día de Málaga”.

Dicho y hecho, me levanté del sepulcro del tedio y anduve agarrándome a ella, más guapa que un sol, y enfilamos el puente de la Esperanza al encuentro de la bulla, santa bulla y mezcla de jóvenes con ancianos, de novios entrelazados, de verdiales y sevillanas y todos con ganas de fiesta.

“No te vaya”, le dije a ella, y como el que no quiere la cosa introduje mi cuerpo en un corro que bailaba las sevillanas del desamor, ya saben, aquello de “cuando me enamore una vez/ me desenamoraré/ para tener la alegría/ de enamorarme otra vez”, y aunque la cogida de la moza por el talle no tenía la soltura de aquel año que alcé la copa de campeón en baile por sevillanas en la Feria de Fuengirola, quedé bien; pero un servidor nada más tenía ojos para ver si Rosi, la “pastora”, se había perdido en la bulla, pero que va, estaba allí “muerta” de risa contemplando a su pimpollo de los buenos tiempos.

Y nos fuimos a “La Cepa”, restaurante que cuando vengan por Málaga deben visitar para pedir “rape a la malagueña” que, por cierto, fue lo que engullí, además de otras bisuterías comestibles, al tiempo que ella, junto a unas anchoas parecidas a las que el Presidente de Cantabria regalaba a Zapatero, saboreaba una chuletillas de corderillo lechal, todo ello regado con fresco vino de Rueda.

Y volvimos, y aquí estamos festejando la travesura.

Levántate y anda, aunque sea tropezando

Festejando la travesura
José García Pérez
miércoles, 17 de agosto de 2016, 09:35 h (CET)
Ayer me encontraba algo estropeado psíquicamente, de lo físico para qué vamos a escribir; pero de repente me acordé del mandato que “el nacido en Belén” sopló en los cerrados ojos de su amigo Lázaro cuando le dijo: “Levántate y anda”. Y el “dormido” abrió sus ojos y comenzó a dar unos pasos, esto ocurría a tiro de piedra de Jerusalén y la noticia corrió de boca en boca y fue por esto, el milagro del resucitado, por lo que fue aclamado en su entrada triunfal a la capital judía. ¿Lo sabían?

Pues me encontraba más o menos como Lázaro en su cueva, cuando un soplo proveniente no sé de dónde, aunque me lo imagino, susurró en mis oídos: “venga ya tío, agarra a la ‘pastora’, dile que se ponga guapa y daros un garbeo por la feria de día de Málaga”.

Dicho y hecho, me levanté del sepulcro del tedio y anduve agarrándome a ella, más guapa que un sol, y enfilamos el puente de la Esperanza al encuentro de la bulla, santa bulla y mezcla de jóvenes con ancianos, de novios entrelazados, de verdiales y sevillanas y todos con ganas de fiesta.

“No te vaya”, le dije a ella, y como el que no quiere la cosa introduje mi cuerpo en un corro que bailaba las sevillanas del desamor, ya saben, aquello de “cuando me enamore una vez/ me desenamoraré/ para tener la alegría/ de enamorarme otra vez”, y aunque la cogida de la moza por el talle no tenía la soltura de aquel año que alcé la copa de campeón en baile por sevillanas en la Feria de Fuengirola, quedé bien; pero un servidor nada más tenía ojos para ver si Rosi, la “pastora”, se había perdido en la bulla, pero que va, estaba allí “muerta” de risa contemplando a su pimpollo de los buenos tiempos.

Y nos fuimos a “La Cepa”, restaurante que cuando vengan por Málaga deben visitar para pedir “rape a la malagueña” que, por cierto, fue lo que engullí, además de otras bisuterías comestibles, al tiempo que ella, junto a unas anchoas parecidas a las que el Presidente de Cantabria regalaba a Zapatero, saboreaba una chuletillas de corderillo lechal, todo ello regado con fresco vino de Rueda.

Y volvimos, y aquí estamos festejando la travesura.

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