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Rafa Nadal, mi paisano ¡Un orgullo para España!

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Cuando una persona es un deportista y, por añadidura, un deportista de éxito que ha conseguido todos los galardones que se puedan soñar, cuando apenas tenía edad para digerirlos, sin endiosarse y para aceptarlos con humildad, generosidad y, por añadidura, con patriotismo; sería normal que, cuando ya no se encuentra en su momento álgido de la fama, se preocupara de consolidar sus finanzas, de acudir a aquellos torneos que le resultasen más beneficiosos crematísticamente y empezara a dosificarse para no ponerse en peligro de recaer aquellas lesiones que todos los deportistas, a través de su carrera ( en este caso muy prolongada)han ido coleccionando como tributo al esfuerzo que, necesariamente, han de hacer para mantenerse en la élite.

No obstante, Rafa Nadal, uno de los mejores tenistas de todos los tiempos, siempre ha sabido unir a sus éxitos deportivos esta sencillez que le caracteriza, el respeto para con sus colegas; la generosidad y la simpatía con la que siempre atiende a la prensa; una vida personal carente de lacras ni vicios y, una de las cosas que más admiro de él, es su patriotismo, algo no muy corriente en esta vertiente Este de la península, donde la sombra de Cataluña hace que el sentimiento independentista o, al menos, una cierta ojeriza hacia todo el resto de España, la haya convertido en una de las zonas donde lo español es visto más como una tara que como una virtud.

Pero si hubiera algo que le faltara, que todavía no hubiera necesitado hacer y, además, algo tan grande y de tanta responsabilidad como ha sido el asumir el compromiso de representar a España en unos Juegos Olímpicos para los que, el mismo lo ha reconocido, no estaba suficientemente preparado a causa de una lesión de muñeca que seguía dándoles molestias y dolor, una circunstancia que, para otro cualquiera que no tuviera su carácter y su entrega al deporte español, seguramente le hubiera servido de justificante para eludir asumir un compromiso de tanta responsabilidad como el que él se ha cargado sobre sus espaldas, con el que se exponía a que el tenis español en Rio, si él hubiera fallado, hubiera finalizado con un desastre total como el que, desgraciadamente, han sufrido valores tan destacados como Gabiñe Muguruza, Carla Suárez, David Ferrer etc. que han ido dejando huérfano el medallero en su especialidad.

La seriedad del mallorquín; su costumbre de no dar por perdido un punto hasta el último golpe de su raqueta; su cualidad de no desesperarse ni dejarse vencer nunca por la adversidad y este pundonor que siempre le acompaña en cualquiera de sus actuaciones, han hecho de Rafa Nadal un ejemplo mundial para cualquier deportista, sea cual fuere su especialidad. Y, como muchos esperábamos, aunque nuestra afición por el deporte sea muy limitada, la presencia de este gran deportista en la delegación del tenis español en Brasil, ha sido suficiente para que aquello que, de otro modo, no hubiera pasado de una actuación discreta, con un medallero huero de metales parece, al menos con lo que ya se ha conseguido, que puede salvarse honrosamente y hasta, si hay un poco de suerte en las confrontaciones que quedan pendientes, con la satisfacción de habernos hecho en las Olimpiadas un hueco en la especialidad tenística, desde el cual el oro sigue reluciendo, con intensidad, en manos españolas.

Cuando, en España, parece como si una banda de locos hubiera asaltado las plazas de los políticos y empiezan a sonar los ecos de ultratumba de aquellas voces que hablaban de muerte, de crímenes, de intolerancia, de venganzas y de odios, mientras las calles de nuestra nación empezaron a ver correr la sangre de los españoles por sus imbornales y las muchedumbres excitadas por los agitadores que hablaban de lucha de clases y de muerte a la religión, hace de ello 80 años, en épocas de aquel Frente Popular que estranguló la II República, entregándosela al anarquismo y, más tarde, al comunismo internacional, dispuesto a acabar con nuestras libertades y a crear, de la mano del señor Negrín y los comisarios soviéticos que le asesoraban, en una más de las naciones esclavizadas por el sanedrín del “camarada” señor Stalin.

Estamos en una situación en la que corre peligro nuestra unidad, todo el trabajo llevado a cabo para sacarnos de la crisis, en manos de unos políticos iluminados, inexpertos y dominados por su fanatismo y falta de sentido común, capaces de permitir el desmoronamiento de nuestra patria, con tal de satisfacer sus ambiciones particulares y sus objetivos, evidentemente, contrarios a los intereses de España y del pueblo español; el que tengamos la suerte de que aparezca una figura, en este caso deportiva, capaz de unificar todas las ideologías, de aunar todos los elogios y de captar todas las simpatías del pueblo español, como es el caso de Rafa Nadal, no puede menos que despertar en nosotros un rayo de esperanza, de sentirnos partícipes de una sensación de elogio compartido y experimentar la agradable sensación de participar de esta especial unanimidad que, tan raramente, se produce entre todos los españoles, al coincidir en otorgarle, al tenista mallorquín, la cualidad de ser un ejemplo para todos los españoles de todas aquellas virtudes que todos quisiéramos encontrar en las personas que nos rodean.

No conviene alargar más el elogio para no incurrir en pesadas redundancia ni pretender otorgarnos un protagonismo que, en este caso, tiene un destinatario claro y merecido en la persona de este hombre joven, Rafa Nadal, que ha tenido la suerte de haber nacido en esta tierra mallorquina que, tanto él como yo llevamos en el corazón, y que ha sabido sacar y reunir, en su persona, todas las esencias de una raza isleña, famosa por la laboriosidad de sus gentes y por el cariño con el que saben acoger a los visitantes que nos honran con su presencia.

Una vez más la gloria que acompaña a Rafa Nadal, en toda su carrera profesional, ha trascendido de su persona para prestigiar a esta tierra española en la que hemos tenido la suerte de nacer. De política ya tendremos ocasión de volver a hablar, pero hoy no.

Rafa Nadal, mi paisano ¡Un orgullo para España!

Miguel Massanet
domingo, 14 de agosto de 2016, 02:04 h (CET)
Cuando una persona es un deportista y, por añadidura, un deportista de éxito que ha conseguido todos los galardones que se puedan soñar, cuando apenas tenía edad para digerirlos, sin endiosarse y para aceptarlos con humildad, generosidad y, por añadidura, con patriotismo; sería normal que, cuando ya no se encuentra en su momento álgido de la fama, se preocupara de consolidar sus finanzas, de acudir a aquellos torneos que le resultasen más beneficiosos crematísticamente y empezara a dosificarse para no ponerse en peligro de recaer aquellas lesiones que todos los deportistas, a través de su carrera ( en este caso muy prolongada)han ido coleccionando como tributo al esfuerzo que, necesariamente, han de hacer para mantenerse en la élite.

No obstante, Rafa Nadal, uno de los mejores tenistas de todos los tiempos, siempre ha sabido unir a sus éxitos deportivos esta sencillez que le caracteriza, el respeto para con sus colegas; la generosidad y la simpatía con la que siempre atiende a la prensa; una vida personal carente de lacras ni vicios y, una de las cosas que más admiro de él, es su patriotismo, algo no muy corriente en esta vertiente Este de la península, donde la sombra de Cataluña hace que el sentimiento independentista o, al menos, una cierta ojeriza hacia todo el resto de España, la haya convertido en una de las zonas donde lo español es visto más como una tara que como una virtud.

Pero si hubiera algo que le faltara, que todavía no hubiera necesitado hacer y, además, algo tan grande y de tanta responsabilidad como ha sido el asumir el compromiso de representar a España en unos Juegos Olímpicos para los que, el mismo lo ha reconocido, no estaba suficientemente preparado a causa de una lesión de muñeca que seguía dándoles molestias y dolor, una circunstancia que, para otro cualquiera que no tuviera su carácter y su entrega al deporte español, seguramente le hubiera servido de justificante para eludir asumir un compromiso de tanta responsabilidad como el que él se ha cargado sobre sus espaldas, con el que se exponía a que el tenis español en Rio, si él hubiera fallado, hubiera finalizado con un desastre total como el que, desgraciadamente, han sufrido valores tan destacados como Gabiñe Muguruza, Carla Suárez, David Ferrer etc. que han ido dejando huérfano el medallero en su especialidad.

La seriedad del mallorquín; su costumbre de no dar por perdido un punto hasta el último golpe de su raqueta; su cualidad de no desesperarse ni dejarse vencer nunca por la adversidad y este pundonor que siempre le acompaña en cualquiera de sus actuaciones, han hecho de Rafa Nadal un ejemplo mundial para cualquier deportista, sea cual fuere su especialidad. Y, como muchos esperábamos, aunque nuestra afición por el deporte sea muy limitada, la presencia de este gran deportista en la delegación del tenis español en Brasil, ha sido suficiente para que aquello que, de otro modo, no hubiera pasado de una actuación discreta, con un medallero huero de metales parece, al menos con lo que ya se ha conseguido, que puede salvarse honrosamente y hasta, si hay un poco de suerte en las confrontaciones que quedan pendientes, con la satisfacción de habernos hecho en las Olimpiadas un hueco en la especialidad tenística, desde el cual el oro sigue reluciendo, con intensidad, en manos españolas.

Cuando, en España, parece como si una banda de locos hubiera asaltado las plazas de los políticos y empiezan a sonar los ecos de ultratumba de aquellas voces que hablaban de muerte, de crímenes, de intolerancia, de venganzas y de odios, mientras las calles de nuestra nación empezaron a ver correr la sangre de los españoles por sus imbornales y las muchedumbres excitadas por los agitadores que hablaban de lucha de clases y de muerte a la religión, hace de ello 80 años, en épocas de aquel Frente Popular que estranguló la II República, entregándosela al anarquismo y, más tarde, al comunismo internacional, dispuesto a acabar con nuestras libertades y a crear, de la mano del señor Negrín y los comisarios soviéticos que le asesoraban, en una más de las naciones esclavizadas por el sanedrín del “camarada” señor Stalin.

Estamos en una situación en la que corre peligro nuestra unidad, todo el trabajo llevado a cabo para sacarnos de la crisis, en manos de unos políticos iluminados, inexpertos y dominados por su fanatismo y falta de sentido común, capaces de permitir el desmoronamiento de nuestra patria, con tal de satisfacer sus ambiciones particulares y sus objetivos, evidentemente, contrarios a los intereses de España y del pueblo español; el que tengamos la suerte de que aparezca una figura, en este caso deportiva, capaz de unificar todas las ideologías, de aunar todos los elogios y de captar todas las simpatías del pueblo español, como es el caso de Rafa Nadal, no puede menos que despertar en nosotros un rayo de esperanza, de sentirnos partícipes de una sensación de elogio compartido y experimentar la agradable sensación de participar de esta especial unanimidad que, tan raramente, se produce entre todos los españoles, al coincidir en otorgarle, al tenista mallorquín, la cualidad de ser un ejemplo para todos los españoles de todas aquellas virtudes que todos quisiéramos encontrar en las personas que nos rodean.

No conviene alargar más el elogio para no incurrir en pesadas redundancia ni pretender otorgarnos un protagonismo que, en este caso, tiene un destinatario claro y merecido en la persona de este hombre joven, Rafa Nadal, que ha tenido la suerte de haber nacido en esta tierra mallorquina que, tanto él como yo llevamos en el corazón, y que ha sabido sacar y reunir, en su persona, todas las esencias de una raza isleña, famosa por la laboriosidad de sus gentes y por el cariño con el que saben acoger a los visitantes que nos honran con su presencia.

Una vez más la gloria que acompaña a Rafa Nadal, en toda su carrera profesional, ha trascendido de su persona para prestigiar a esta tierra española en la que hemos tenido la suerte de nacer. De política ya tendremos ocasión de volver a hablar, pero hoy no.

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