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Antonio Álvarez

El ocaso de Ronaldinho

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El ocaso de un futbolista puede llegar por múltiples variables. Bien porque su rendimiento físico entra en declive, bien porque sobrepasa la treintena, o bien, como es el caso de Ronaldinho, porque decide echarse a perder por sí mismo, sin la ayuda de ningún factor externo. En dos temporadas ha pasado de ser aplaudido en el Santiago Bernabéu, a que los aficionados se rían de él, cuál mono de feria.

Es cierto que al final sus frondosos piños brillaron por la victoria del Milán. Pero hasta que los italianos empataron, la gran parte de los madridistas asistían entre carcajadas al lamentable juego de un brasileño que podía haber pasado a la historia, pero que eligió la discoteca al balón. Besó la gloria en el 2006 y desde entonces no ha dejado de tomarse copas, y no precisamente de celebrar títulos.

Garrincha o George Best fueron grandes estrellas del mundo del fútbol que se perdieron fuera del campo, pero que luego sobre el césped mantuvieron la compostura y un carácter ganador. Ronaldinho ha perdido frescura, eso está claro, lo que le ha llevado a perder también esa chispa, ese toque mágico que lo caracterizaba y dejaba embobado al personal.

Se puede decir, salvando las distancias, que el Gaucho ha ido por el camino de Paul Gascoigne, otro genial futbolista que prefirió la botella al balón. Lo bueno que tiene el brasileño es su edad, 29 años. Por delante tiene, aún, el derecho de tirar de un equipo como el Milán y un Mundial, lugar idóneo para resucitar.

El ocaso de Ronaldinho

Antonio Álvarez
Antonio Álvarez
jueves, 22 de octubre de 2009, 08:41 h (CET)
El ocaso de un futbolista puede llegar por múltiples variables. Bien porque su rendimiento físico entra en declive, bien porque sobrepasa la treintena, o bien, como es el caso de Ronaldinho, porque decide echarse a perder por sí mismo, sin la ayuda de ningún factor externo. En dos temporadas ha pasado de ser aplaudido en el Santiago Bernabéu, a que los aficionados se rían de él, cuál mono de feria.

Es cierto que al final sus frondosos piños brillaron por la victoria del Milán. Pero hasta que los italianos empataron, la gran parte de los madridistas asistían entre carcajadas al lamentable juego de un brasileño que podía haber pasado a la historia, pero que eligió la discoteca al balón. Besó la gloria en el 2006 y desde entonces no ha dejado de tomarse copas, y no precisamente de celebrar títulos.

Garrincha o George Best fueron grandes estrellas del mundo del fútbol que se perdieron fuera del campo, pero que luego sobre el césped mantuvieron la compostura y un carácter ganador. Ronaldinho ha perdido frescura, eso está claro, lo que le ha llevado a perder también esa chispa, ese toque mágico que lo caracterizaba y dejaba embobado al personal.

Se puede decir, salvando las distancias, que el Gaucho ha ido por el camino de Paul Gascoigne, otro genial futbolista que prefirió la botella al balón. Lo bueno que tiene el brasileño es su edad, 29 años. Por delante tiene, aún, el derecho de tirar de un equipo como el Milán y un Mundial, lugar idóneo para resucitar.

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