Cuando uno se despierta y lee una noticia como la del fallecimiento de Andrés Montes, se frota los ojos varias veces e intenta creer que tan solo se trata de un mal sueño - una pesadilla más bien -, pero no, era cierto. Andrés Montes, ese genio de los micrófonos que enganchó a miles de jóvenes (me incluyo) a las noches NBA, nos había dejado para siempre. Se apaga así una de esas voces mágicas que conseguía cambiarte el estado de ánimo en cuestión de segundos, aunque fueran las seis de la mañana y el sueño apretara.
Pese a que siempre reconoció sentir especial predilección por el mundo de la música, Andrés quedará en nuestras mentes como un galáctico de las retransmisiones deportivas. Fuera fútbol, baloncesto o golf, si hubiera hecho falta, nos robaba una sonrisa, porque para este ‘jugón’ lo importante no era lo que contaba, sino cómo lo contaba. Sus motes, sus coletillas, sus cánticos, sus particulares frases…todo en él era especial, genuino, tan peculiar que, pese a no ser deportista, pasará a la historia del deporte español, pues él ha sido parte importante en el éxito de nuestro baloncesto. Fue quién nos acercó el mundial de Japón, fue un integrante más en la expedición que partió en busca del oro de Polonia y fue quién, de vez en cuando, nos hacía la vida un poco más maravillosa.
Gracias jugón. Descansa en paz.