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“Sospechoso es el consejo del que induce y no peligra” J.Setanti

Los enterados

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Si ha habido, en algún momento, una situación más propicia para que todos aquellos que pretenden entender de política pudieran formular sus profecías, seguramente sería la que en estas actualidades esta pasando nuestra nación. Ya no se trata de los políticos que, seguramente, han llegado al culmen de su incapacidad para entenderse los unos con los otros, ni de los técnicos en encuestas que, todo hay que decirlo, después del sonoro fracaso de sus pronósticos sobre los resultados de las pasadas consultas del 26 de Junio, lo mejor que podrían hacer sería reservarse sus opiniones para el momento en que, si ha de haberlas, se celebraran estas terceras elecciones que todo el mundo sataniza pero que, al paso que vamos, da la impresión de que no van a poder evitarse. La cuestión es que, desde la más humilde tertulia de cafetería a las más altas esferas del periodismo, pasando por los encuentros de expertos en las cadenas televisivas y por los más encarnizados debates políticos en las TV, no hay nadie que quiera que su opinión no sea oída o que sus aventurados pronósticos no sean escuchados. ¡Todos piensan que saben lo que va a suceder antes y después de una, puesta en cuestión, investidura!

Es cierto que estamos ante un laberinto en el que es difícil poder aventurar otra opinión que no sea la de lamentarse de que hayan pasado 8 meses de las primeras elecciones, del mes de Diciembre del 2015, y todavía, los que debieran ser los más responsables y resolutivos en cuestiones de formar gobierno, hayan sido incapaces de acertar en encontrar una solución a este caos en el que nos encontramos; del cual tampoco se puede liberar al pueblo español que ha conseguido, con su dispersión de votos y su falta de criterio a la hora de elegir, colocar a nuestra nación en una situación, poco menos que imposible, para lograr un entendimiento que sirviera para instalar en España un gobierno responsable, capacitado, solvente, estable y, por encima de todo, con toneladas de sentido común, una cualidad que, al parecer, parece que está ausente en todos los intentos que se vienen produciendo para lograr acuerdos válidos para conseguir la gobernabilidad del país.

Es una lástima no disponer grabaciones de lo que uno escucha a través de la radio, de las tertulias televisivas o de los artículos de prensa, con lo que seguramente habría materia más que suficiente para formar un mosaico de opiniones con el que, posiblemente, se podrían llenar miles de tomos de una enciclopedia sobre el egoísmo de los ciudadanos, sus resentimientos, su falta de preparación, su estupidez, su ignorancia y, por encima de todo, el cretinismo que suele acompañar al afán de notoriedad y petulancia que suele acompañar a quienes, en ocasiones, nada interesante tienen que decir a sus interlocutores pero se empeñan en decirlo. Si ustedes suelen escuchar la radio y se interesan por las tertulias que en ella tienen lugar, donde se habla de política o acuden a los programa de TV en los que, bajo la dirección de un moderador, se ventilan y discuten asuntos relacionados con la política; frecuentemente se encontrarán con que alguno de los partícipes, cuando quiere apoyar o reafirmar algunas de sus teorías o afirmaciones, suele recurrir a aquello de “he estado comentando con un alto cargo del partido tal y me ha asegurado…” o “sé de buena tinta, de un informador fiable que…” o “ he recibido un informe confidencial de la Casa real en el que se afirma…”.

La mayoría de ellos, como sucedió con la empresas encargadas de las encuestas sobre la previsión de la distribución de votos en las elecciones pasadas, suelen equivocarse en sus pronósticos, no aciertan en aquello que habían afirmado conocer de buena fuente y hacen el más espantoso ridículo del que, curiosamente, parecen olvidarse cuando, una vez pasados los comicios, en lugar de entonar un mea culpa y reconocer sus errores, intentan buscarles algún resquicio a sus erróneas declaraciones, por donde puedan salirse por la tangente y volver a insistir, sin el menor rubor, en cuanto se les presenta de nuevo la ocasión, en su presunta capacidad para analizar el futuro. Quizá sean inofensivos o, puede ser, que no sean más que pobres diablos que esconden su mediocridad pretendiendo aparentar unos conocimientos de los que carecen o una inteligencia de la que andan escasos. En todo caso, siempre puede haber personas que se dejen influir por ellos o que piensen que, aquello que escuchan, por venir de la radio o de las TV, es palabra de Papa. Y estas personas votan e influyen en los resultados de las urnas y son culpables de que hoy España ande dando tumbos, completamente desorientada.

Verán, uno puede tener una opinión sobre cualquier tema, una opinión que dependerá de los conocimientos que tenga sobre aquella materia respecto a la que opina; pero, salvo casos muy especiales, sólo tendrá un valor relativo, un criterio personal más o menos acertado que, naturalmente, puede ser puesto en cuestión, rebatido o, en su caso criticado; pero, en todo caso, discutible. Por ello, siempre he considerado una actitud muy saludable de aquel que cree que tiene algo de decir que pudiera ser de interés para otros, limitarse a comentar lo que está sucediendo, buscarle las raíces y los antecedentes y, de todo ello, intentar sacar las oportunas conclusiones que, como es natural, nunca podrán entenderse como condicionamiento futuribles respecto a lo que va a suceder aunque, en algunas ocasiones, sí sirvan para sacar de ellas las enseñanzas que nos puedan servir para intentar no equivocarnos en el futuro. Otra cosa sería cuando, un especialista, habla sobre un tema científico, técnico o histórico para el que está perfectamente preparado y autorizado académicamente, pero aquí no se habla de estos casos.

Hay otro tipo de enterados que, de verdad, están convencidos de que lo son y de que están en condiciones de asesorar a quienes, por los cargos públicos o de importancia que ocupan, tienen que tomar decisiones, emitir juicios, hacer valoraciones, formular declaraciones y, en fin, ejercer la función de gobierno que les confiaron los electores. Estos, seguramente, son los que más peligro entrañan y aquellos que, habiendo conseguido la confianza de los políticos, están en disposición de influir en ellos y en aquellas resoluciones o medidas que decidan poner en práctica. Por desgracia, todos hemos tenido ocasión de comprobar como estos personajes, verdaderos intrigantes de la política, presuntos conocedores de los resortes de las relaciones entre partidos y “expertos” en los trucos para promocionar y conseguir adeptos de las formaciones a las que asesoran; contrariamente a lo que se podría esperar de ellos, no son más que personajes de pacotilla, expertos en el auto bombo y que, en muchos casos, suelen resultar verdaderas plagas, capaces por si solos de acabar con la formación política a la que asesoran.

Es evidente que, cuando hablamos de estos personajes, estamos refiriéndonos a quienes, por desgracia, han existido en todas las épocas de la Humanidad y han formado parte de casi todos los gobiernos en los que, fatalidades de la vida, siempre han tenido una influencia que ha sido capaz de dar al traste con las buenas intenciones de los gobernantes. Ustedes mismos podrán comprobar como, en la actualidad, detrás de cada líder que ocupa las cabeceras de los periódicos, existe un “tapado” un cerebro gris que le va musitando al oído todas las maldades que le dicta su mala conciencia; detrás de la cual, como en todo lo que sucede en este Mundo, suelen existir resabios, rencores, odios o venganzas latentes, que impiden que los instintos nobles se abran paso por entre tal maraña de malas pasiones.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos encontramos a los pies de los caballos cuando, hace apenas unos años, habíamos conseguido superar una de las peores etapas por las que pasó nuestra nación y escalar, tanto en el orden interior nacional como en lo que respecta a nuestras relaciones con el resto de países, una posición envidiable que, como siempre suele ocurrirnos a los españoles, sólo duró hasta que las envidias y nuestra predisposición a tomar las decisiones equivocadas, llevaron al pueblo español a entregarse en las manos de los socialistas del señor Rodríguez Zapatero. Lo que sucedió a continuación parece que, para vergüenza nuestra, muchos han sufrido una amnesia traumática que ha ayudado a que sigamos en un limbo político, que todavía no sabemos como vamos a salir de él.

Los enterados

“Sospechoso es el consejo del que induce y no peligra” J.Setanti
Miguel Massanet
martes, 9 de agosto de 2016, 11:04 h (CET)
Si ha habido, en algún momento, una situación más propicia para que todos aquellos que pretenden entender de política pudieran formular sus profecías, seguramente sería la que en estas actualidades esta pasando nuestra nación. Ya no se trata de los políticos que, seguramente, han llegado al culmen de su incapacidad para entenderse los unos con los otros, ni de los técnicos en encuestas que, todo hay que decirlo, después del sonoro fracaso de sus pronósticos sobre los resultados de las pasadas consultas del 26 de Junio, lo mejor que podrían hacer sería reservarse sus opiniones para el momento en que, si ha de haberlas, se celebraran estas terceras elecciones que todo el mundo sataniza pero que, al paso que vamos, da la impresión de que no van a poder evitarse. La cuestión es que, desde la más humilde tertulia de cafetería a las más altas esferas del periodismo, pasando por los encuentros de expertos en las cadenas televisivas y por los más encarnizados debates políticos en las TV, no hay nadie que quiera que su opinión no sea oída o que sus aventurados pronósticos no sean escuchados. ¡Todos piensan que saben lo que va a suceder antes y después de una, puesta en cuestión, investidura!

Es cierto que estamos ante un laberinto en el que es difícil poder aventurar otra opinión que no sea la de lamentarse de que hayan pasado 8 meses de las primeras elecciones, del mes de Diciembre del 2015, y todavía, los que debieran ser los más responsables y resolutivos en cuestiones de formar gobierno, hayan sido incapaces de acertar en encontrar una solución a este caos en el que nos encontramos; del cual tampoco se puede liberar al pueblo español que ha conseguido, con su dispersión de votos y su falta de criterio a la hora de elegir, colocar a nuestra nación en una situación, poco menos que imposible, para lograr un entendimiento que sirviera para instalar en España un gobierno responsable, capacitado, solvente, estable y, por encima de todo, con toneladas de sentido común, una cualidad que, al parecer, parece que está ausente en todos los intentos que se vienen produciendo para lograr acuerdos válidos para conseguir la gobernabilidad del país.

Es una lástima no disponer grabaciones de lo que uno escucha a través de la radio, de las tertulias televisivas o de los artículos de prensa, con lo que seguramente habría materia más que suficiente para formar un mosaico de opiniones con el que, posiblemente, se podrían llenar miles de tomos de una enciclopedia sobre el egoísmo de los ciudadanos, sus resentimientos, su falta de preparación, su estupidez, su ignorancia y, por encima de todo, el cretinismo que suele acompañar al afán de notoriedad y petulancia que suele acompañar a quienes, en ocasiones, nada interesante tienen que decir a sus interlocutores pero se empeñan en decirlo. Si ustedes suelen escuchar la radio y se interesan por las tertulias que en ella tienen lugar, donde se habla de política o acuden a los programa de TV en los que, bajo la dirección de un moderador, se ventilan y discuten asuntos relacionados con la política; frecuentemente se encontrarán con que alguno de los partícipes, cuando quiere apoyar o reafirmar algunas de sus teorías o afirmaciones, suele recurrir a aquello de “he estado comentando con un alto cargo del partido tal y me ha asegurado…” o “sé de buena tinta, de un informador fiable que…” o “ he recibido un informe confidencial de la Casa real en el que se afirma…”.

La mayoría de ellos, como sucedió con la empresas encargadas de las encuestas sobre la previsión de la distribución de votos en las elecciones pasadas, suelen equivocarse en sus pronósticos, no aciertan en aquello que habían afirmado conocer de buena fuente y hacen el más espantoso ridículo del que, curiosamente, parecen olvidarse cuando, una vez pasados los comicios, en lugar de entonar un mea culpa y reconocer sus errores, intentan buscarles algún resquicio a sus erróneas declaraciones, por donde puedan salirse por la tangente y volver a insistir, sin el menor rubor, en cuanto se les presenta de nuevo la ocasión, en su presunta capacidad para analizar el futuro. Quizá sean inofensivos o, puede ser, que no sean más que pobres diablos que esconden su mediocridad pretendiendo aparentar unos conocimientos de los que carecen o una inteligencia de la que andan escasos. En todo caso, siempre puede haber personas que se dejen influir por ellos o que piensen que, aquello que escuchan, por venir de la radio o de las TV, es palabra de Papa. Y estas personas votan e influyen en los resultados de las urnas y son culpables de que hoy España ande dando tumbos, completamente desorientada.

Verán, uno puede tener una opinión sobre cualquier tema, una opinión que dependerá de los conocimientos que tenga sobre aquella materia respecto a la que opina; pero, salvo casos muy especiales, sólo tendrá un valor relativo, un criterio personal más o menos acertado que, naturalmente, puede ser puesto en cuestión, rebatido o, en su caso criticado; pero, en todo caso, discutible. Por ello, siempre he considerado una actitud muy saludable de aquel que cree que tiene algo de decir que pudiera ser de interés para otros, limitarse a comentar lo que está sucediendo, buscarle las raíces y los antecedentes y, de todo ello, intentar sacar las oportunas conclusiones que, como es natural, nunca podrán entenderse como condicionamiento futuribles respecto a lo que va a suceder aunque, en algunas ocasiones, sí sirvan para sacar de ellas las enseñanzas que nos puedan servir para intentar no equivocarnos en el futuro. Otra cosa sería cuando, un especialista, habla sobre un tema científico, técnico o histórico para el que está perfectamente preparado y autorizado académicamente, pero aquí no se habla de estos casos.

Hay otro tipo de enterados que, de verdad, están convencidos de que lo son y de que están en condiciones de asesorar a quienes, por los cargos públicos o de importancia que ocupan, tienen que tomar decisiones, emitir juicios, hacer valoraciones, formular declaraciones y, en fin, ejercer la función de gobierno que les confiaron los electores. Estos, seguramente, son los que más peligro entrañan y aquellos que, habiendo conseguido la confianza de los políticos, están en disposición de influir en ellos y en aquellas resoluciones o medidas que decidan poner en práctica. Por desgracia, todos hemos tenido ocasión de comprobar como estos personajes, verdaderos intrigantes de la política, presuntos conocedores de los resortes de las relaciones entre partidos y “expertos” en los trucos para promocionar y conseguir adeptos de las formaciones a las que asesoran; contrariamente a lo que se podría esperar de ellos, no son más que personajes de pacotilla, expertos en el auto bombo y que, en muchos casos, suelen resultar verdaderas plagas, capaces por si solos de acabar con la formación política a la que asesoran.

Es evidente que, cuando hablamos de estos personajes, estamos refiriéndonos a quienes, por desgracia, han existido en todas las épocas de la Humanidad y han formado parte de casi todos los gobiernos en los que, fatalidades de la vida, siempre han tenido una influencia que ha sido capaz de dar al traste con las buenas intenciones de los gobernantes. Ustedes mismos podrán comprobar como, en la actualidad, detrás de cada líder que ocupa las cabeceras de los periódicos, existe un “tapado” un cerebro gris que le va musitando al oído todas las maldades que le dicta su mala conciencia; detrás de la cual, como en todo lo que sucede en este Mundo, suelen existir resabios, rencores, odios o venganzas latentes, que impiden que los instintos nobles se abran paso por entre tal maraña de malas pasiones.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos encontramos a los pies de los caballos cuando, hace apenas unos años, habíamos conseguido superar una de las peores etapas por las que pasó nuestra nación y escalar, tanto en el orden interior nacional como en lo que respecta a nuestras relaciones con el resto de países, una posición envidiable que, como siempre suele ocurrirnos a los españoles, sólo duró hasta que las envidias y nuestra predisposición a tomar las decisiones equivocadas, llevaron al pueblo español a entregarse en las manos de los socialistas del señor Rodríguez Zapatero. Lo que sucedió a continuación parece que, para vergüenza nuestra, muchos han sufrido una amnesia traumática que ha ayudado a que sigamos en un limbo político, que todavía no sabemos como vamos a salir de él.

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