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Ben Tanosborn

Dos mensajes de esperanza: de y para EEUU

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A algunos de nosotros en EEUU nos gustaría pensar que el Comité Nobel Noruego no atribuyó el Premio de la Paz (2009) el viernes a Barack Hussein Obama, nuestro 44.˚ presidente, como premio a una promesa aun sin cumplir, sino mas bien como premio a un acto formulando cambio; cambio ya ocurrido y que fue engendrado por palabras de Obama. Por lo menos eso es lo que esperamos, y que tal premio no sea recompensa prepagada de anticipados actos futuros.

Desafortunadamente, no solo para los norteamericanos sino también para los demás ciudadanos del planeta, EEUU es una nación dividida, tan dividida como pueda serlo Irak entre sunitas y chiítas – los kurdos prefiriendo tener su propio país – y cualquier periodista o comentarista en el uso de “algunos, muchos o casi todos” con referencia a nuestra población, debe cuidarse en su uso. El pegamento que mantenía unido a los estadounidenses en comunidad convergente en otros tiempos, y que se derivaba de un nivel de vida económico superior al de otros países, ahora ha terminado perdiendo sus características adhesivas aunque el gobierno todavía se aferre a él creando riqueza falsa, moneda sin valor y pagarés respaldados solo por la confianza en una nación que vive de añoranza, y que se está quedando a la zaga de otras naciones/economías.

Pero, divididos o no, los norteamericanos eligieron a Barack Obama como presidente, y por ese hecho, y el clamor de cambio de este líder carismático, tanto en la política domestica como en la extranjera, el mundo recibió un aviso: un mensaje de esperanza, una llamada para renovar los esfuerzos y conseguir la paz. Y el mundo vio las murallas de un Jericó norteamericano, construidas por el loco y arrogante Bush, desmoronarse al sonido de las trompetas de cambio de un ejército a las órdenes de ese Josué de color. No solamente el llamamiento a cambio durante el periodo electoral, sino después, durante los nueve meses de su presidencia. Desde su temprano viaje a El Cairo y acercamiento al mundo musulmán, a su compromiso al dialogo con cualquier nación – incluyendo a Corea del Norte e Irán – y una mano extendida a Rusia tras optar por no usar el escudo antimisil en países cercanos a sus fronteras, este presidente de EEUU ha demostrado poseer afinidad por la paz, aunque tenga que lidiar con fuerzas superiores dentro del país que se oponen a paz en la Tierra Santa, o de encontrar una solución para Afganistán donde el militar estadounidense lleve la delantera.

Sea como sea, y si el mundo quiere ver con propios ojos los “hechos de paz” que les de Obama, el mensaje de vuelta que EEUU ha recibido por medio del Premio Nóbel debe ser no solo bien recibido por el destinatario, Obama, sino el resto de la nación también. El mundo ve con buenos ojos el que EEUU actúe como nación responsable, y no a lo matón, actuando de forma unilateral, tanto en materias que afectan la paz en el mundo como en su supervivencia, como en el caso de cambio climatológico.

Cierto que Obama tan solo ha cambiado la actitud hacia la paz, pero dado su puesto como presidente de la hoy única superpotencia… ¿podemos pedir algo mas de él?

Este mismo viernes en que se le confería a Obama el Premio Nobel de la Paz, a solo ocho horas de sol en la costa occidental de EEUU, este escritor confrontaba en varias reuniones semanales de gestión la realidad de tal honor con otra realidad: lo odiado que es Obama por muchos en la comunidad empresarial norteamericana, así como de un fuerte contingente de bárbaros cristianos que se han unido a la América Corporativa formando una nueva fuerza política que se ha apoderado del partido Republicano y ha terminado asfixiando la decencia que antes existía en ese partido conservador.

Hoy, un día después, como si pusiera el acento final a ese tema de una nación dividida, desperté con el acompañamiento de un cínico correo electrónico de Michael Steele, presidente del Comité Nacional Republicano, cuyo tema era “Premio Nobel de la Paz por ‘Impresionantez’”. En este correo, este buhonero de odio de su partido, sin andarse con rodeos, nos lleva a la conclusión de “el poco sentido, y lo que ha llegado a ser este premio que un día fuera honorable y respetado” por haber sido otorgado a su indigno compatriota, Barack Obama, añadiendo como posdata a su carta… “Eslóganes a la ultima y estima internacional no crean nuevos empleos para los norteamericanos, o reducen la deuda nacional, o mantienen al país mas seguro en un mundo peligroso”. Nada parece haber cambiado en como la América Republicana ve al mundo: como irrelevante y peligroso… sin pizca de diferencia de cómo lo viera George W. Bush.

Como consuelo, tal basura de mensaje aterrizó apropiadamente entre dos misivas de spam (correo basura), uno anunciando seudo-fármacos enmascarados con nombres de Viagra y Cialis, el otro vendiendo “títulos universitarios” como quincalla por cuatro monedas. El Presidente Steele no pudiera haber seleccionado mejor compañía para su misiva de hoy.

Desafortunadamente para el presidente de EEUU, la desagradable realidad es que verdaderos cambios en la política exterior estadounidense probablemente no le serán permitidos por aquellos que en el país tienen la ultima palabra (el verdadero poder); a menos de que el presidente pueda lograr apoyo de los que por un motivo u otro empiezan a sentir desafecto dentro de “la otra América”, algo que es muy difícil ocurra a menos que tengamos un milagro con la economía, aunque la mejora sea solo temporal; y, claro está, se le de reconocimiento de ello al presidente.

Entretanto, nuestro político-pugilista líder recibe ganchos a diestra y siniestra… y hasta progresistas, entre los cuales me incluyo, le acusan de ser un centrista que termina rindiéndose a los deseos de la Derecha, terminando por no ser ni un buen forjador de paz en el extranjero, ni proveedor de una necesaria justicia social en el país.

Al final de cuentas, la esperanza es lo ultimo que se pierde, aunque sean los hechos por Obama los que terminaran siendo o no sempiternos.

Dos mensajes de esperanza: de y para EEUU

Ben Tanosborn
Ben Tanosborn
domingo, 11 de octubre de 2009, 23:10 h (CET)
A algunos de nosotros en EEUU nos gustaría pensar que el Comité Nobel Noruego no atribuyó el Premio de la Paz (2009) el viernes a Barack Hussein Obama, nuestro 44.˚ presidente, como premio a una promesa aun sin cumplir, sino mas bien como premio a un acto formulando cambio; cambio ya ocurrido y que fue engendrado por palabras de Obama. Por lo menos eso es lo que esperamos, y que tal premio no sea recompensa prepagada de anticipados actos futuros.

Desafortunadamente, no solo para los norteamericanos sino también para los demás ciudadanos del planeta, EEUU es una nación dividida, tan dividida como pueda serlo Irak entre sunitas y chiítas – los kurdos prefiriendo tener su propio país – y cualquier periodista o comentarista en el uso de “algunos, muchos o casi todos” con referencia a nuestra población, debe cuidarse en su uso. El pegamento que mantenía unido a los estadounidenses en comunidad convergente en otros tiempos, y que se derivaba de un nivel de vida económico superior al de otros países, ahora ha terminado perdiendo sus características adhesivas aunque el gobierno todavía se aferre a él creando riqueza falsa, moneda sin valor y pagarés respaldados solo por la confianza en una nación que vive de añoranza, y que se está quedando a la zaga de otras naciones/economías.

Pero, divididos o no, los norteamericanos eligieron a Barack Obama como presidente, y por ese hecho, y el clamor de cambio de este líder carismático, tanto en la política domestica como en la extranjera, el mundo recibió un aviso: un mensaje de esperanza, una llamada para renovar los esfuerzos y conseguir la paz. Y el mundo vio las murallas de un Jericó norteamericano, construidas por el loco y arrogante Bush, desmoronarse al sonido de las trompetas de cambio de un ejército a las órdenes de ese Josué de color. No solamente el llamamiento a cambio durante el periodo electoral, sino después, durante los nueve meses de su presidencia. Desde su temprano viaje a El Cairo y acercamiento al mundo musulmán, a su compromiso al dialogo con cualquier nación – incluyendo a Corea del Norte e Irán – y una mano extendida a Rusia tras optar por no usar el escudo antimisil en países cercanos a sus fronteras, este presidente de EEUU ha demostrado poseer afinidad por la paz, aunque tenga que lidiar con fuerzas superiores dentro del país que se oponen a paz en la Tierra Santa, o de encontrar una solución para Afganistán donde el militar estadounidense lleve la delantera.

Sea como sea, y si el mundo quiere ver con propios ojos los “hechos de paz” que les de Obama, el mensaje de vuelta que EEUU ha recibido por medio del Premio Nóbel debe ser no solo bien recibido por el destinatario, Obama, sino el resto de la nación también. El mundo ve con buenos ojos el que EEUU actúe como nación responsable, y no a lo matón, actuando de forma unilateral, tanto en materias que afectan la paz en el mundo como en su supervivencia, como en el caso de cambio climatológico.

Cierto que Obama tan solo ha cambiado la actitud hacia la paz, pero dado su puesto como presidente de la hoy única superpotencia… ¿podemos pedir algo mas de él?

Este mismo viernes en que se le confería a Obama el Premio Nobel de la Paz, a solo ocho horas de sol en la costa occidental de EEUU, este escritor confrontaba en varias reuniones semanales de gestión la realidad de tal honor con otra realidad: lo odiado que es Obama por muchos en la comunidad empresarial norteamericana, así como de un fuerte contingente de bárbaros cristianos que se han unido a la América Corporativa formando una nueva fuerza política que se ha apoderado del partido Republicano y ha terminado asfixiando la decencia que antes existía en ese partido conservador.

Hoy, un día después, como si pusiera el acento final a ese tema de una nación dividida, desperté con el acompañamiento de un cínico correo electrónico de Michael Steele, presidente del Comité Nacional Republicano, cuyo tema era “Premio Nobel de la Paz por ‘Impresionantez’”. En este correo, este buhonero de odio de su partido, sin andarse con rodeos, nos lleva a la conclusión de “el poco sentido, y lo que ha llegado a ser este premio que un día fuera honorable y respetado” por haber sido otorgado a su indigno compatriota, Barack Obama, añadiendo como posdata a su carta… “Eslóganes a la ultima y estima internacional no crean nuevos empleos para los norteamericanos, o reducen la deuda nacional, o mantienen al país mas seguro en un mundo peligroso”. Nada parece haber cambiado en como la América Republicana ve al mundo: como irrelevante y peligroso… sin pizca de diferencia de cómo lo viera George W. Bush.

Como consuelo, tal basura de mensaje aterrizó apropiadamente entre dos misivas de spam (correo basura), uno anunciando seudo-fármacos enmascarados con nombres de Viagra y Cialis, el otro vendiendo “títulos universitarios” como quincalla por cuatro monedas. El Presidente Steele no pudiera haber seleccionado mejor compañía para su misiva de hoy.

Desafortunadamente para el presidente de EEUU, la desagradable realidad es que verdaderos cambios en la política exterior estadounidense probablemente no le serán permitidos por aquellos que en el país tienen la ultima palabra (el verdadero poder); a menos de que el presidente pueda lograr apoyo de los que por un motivo u otro empiezan a sentir desafecto dentro de “la otra América”, algo que es muy difícil ocurra a menos que tengamos un milagro con la economía, aunque la mejora sea solo temporal; y, claro está, se le de reconocimiento de ello al presidente.

Entretanto, nuestro político-pugilista líder recibe ganchos a diestra y siniestra… y hasta progresistas, entre los cuales me incluyo, le acusan de ser un centrista que termina rindiéndose a los deseos de la Derecha, terminando por no ser ni un buen forjador de paz en el extranjero, ni proveedor de una necesaria justicia social en el país.

Al final de cuentas, la esperanza es lo ultimo que se pierde, aunque sean los hechos por Obama los que terminaran siendo o no sempiternos.

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