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Álvaro Calleja

Faltó el remate final

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No pudo ser. Nuestro ciclismo español no pudo poner la guinda en Mendrisio a una nueva temporada histórica. Una guinda que no cayó por poco, por muy poco. La estrategia funcionó en todo momento, pero un solo error mandó al traste las opciones de victoria. Fue una décima de segundo, la que tardó Cadel Evans en salir como caballo desbocado y sorprender ante la duda de los rivales. Las mismas dudas que pasaron por mi mente cuando vi al australiano abriendo hueco. Voy a ser sincero, pensé que no iba a llegar, como pensaron la mayoría de los corredores que estaban disputando la carrera en ese instante y como pensaron los directores desde el asiento de conductor, pero me equivoqué y, por tanto, se equivocaron también ellos, los dueños de los componentes de cada selección.

Debió ser el momento en el que Samuel o Alejandro tenían que haber saltado tras él, en busca y captura de un Evans que ha cerrado con broche de oro y brillantes, en forma de maillot arco iris, una temporada que se torció allá por el mes de julio en territorio galo y que empezó a enderarse en una Vuelta a España en la que un pinchazo le privó de haber estado más cerca de Valverde. Una Vuelta que ha demostrado, por enésima ocasión, que es una prueba esencial para todo aquel que quiera subir después al podio del Mundial. Este año los dueños de los tres cajones pasaron por la ronda española, Evans, Kolobnev y Joaquim Rodríguez.

Un Joaquim Rodríguez que estuvo expléndido. Encontró respuesta en sus piernas cada vez que la necesitó y ralló por encima de lo esperado. Era la cuarta bala de nuestra selección y acabó cruzando como el mejor. El catalán cierra una etapa en su vida, deja el Caisse d´Epargne para marcharse al Katusha, con su mejor logro, un bronce que para él supo a oro y para España como una gran oportunidad perdida.

Ahora, casi una semana después, es muy fácil encontrar errores en nuestra estrategia. Quizá habría que haber lanzado a uno de los líderes aunque Joaquim tuviera medalla segura, porque íbamos a por el oro, pero también podía haber sido un suicidio y quedarnos incluso sin el último metal. Lo que está claro es que España volvió tras el fracaso de Varese y que el año que viene en Melbourne querrá quitarse la espina clavada en Mendrisio.

Faltó el remate final

Álvaro Calleja
Álvaro Calleja
sábado, 3 de octubre de 2009, 06:39 h (CET)
No pudo ser. Nuestro ciclismo español no pudo poner la guinda en Mendrisio a una nueva temporada histórica. Una guinda que no cayó por poco, por muy poco. La estrategia funcionó en todo momento, pero un solo error mandó al traste las opciones de victoria. Fue una décima de segundo, la que tardó Cadel Evans en salir como caballo desbocado y sorprender ante la duda de los rivales. Las mismas dudas que pasaron por mi mente cuando vi al australiano abriendo hueco. Voy a ser sincero, pensé que no iba a llegar, como pensaron la mayoría de los corredores que estaban disputando la carrera en ese instante y como pensaron los directores desde el asiento de conductor, pero me equivoqué y, por tanto, se equivocaron también ellos, los dueños de los componentes de cada selección.

Debió ser el momento en el que Samuel o Alejandro tenían que haber saltado tras él, en busca y captura de un Evans que ha cerrado con broche de oro y brillantes, en forma de maillot arco iris, una temporada que se torció allá por el mes de julio en territorio galo y que empezó a enderarse en una Vuelta a España en la que un pinchazo le privó de haber estado más cerca de Valverde. Una Vuelta que ha demostrado, por enésima ocasión, que es una prueba esencial para todo aquel que quiera subir después al podio del Mundial. Este año los dueños de los tres cajones pasaron por la ronda española, Evans, Kolobnev y Joaquim Rodríguez.

Un Joaquim Rodríguez que estuvo expléndido. Encontró respuesta en sus piernas cada vez que la necesitó y ralló por encima de lo esperado. Era la cuarta bala de nuestra selección y acabó cruzando como el mejor. El catalán cierra una etapa en su vida, deja el Caisse d´Epargne para marcharse al Katusha, con su mejor logro, un bronce que para él supo a oro y para España como una gran oportunidad perdida.

Ahora, casi una semana después, es muy fácil encontrar errores en nuestra estrategia. Quizá habría que haber lanzado a uno de los líderes aunque Joaquim tuviera medalla segura, porque íbamos a por el oro, pero también podía haber sido un suicidio y quedarnos incluso sin el último metal. Lo que está claro es que España volvió tras el fracaso de Varese y que el año que viene en Melbourne querrá quitarse la espina clavada en Mendrisio.

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