WASHINGTON - Tres presidentes norteamericanos han sentado las bases de un gran acuerdo que podría alinear los intereses de las principales potencias del mundo en Europa y Oriente Medio. Corresponde ahora a Barack Obama aprovechar esa oportunidad manteniendo la vista en los árboles sin apartarla del bosque.
Los obstáculos principales en el campo de visión del Presidente Obama son Afganistán e Irán. Ha permitido o instado a sus ayudantes a escenificar un debilitante debate semipúblico en torno a si Afganistán necesita un aumento paulatino o una retirada escalada de tropas. Han confundido efectivos con estrategia. En el tema de Irán, un Obama sin concesiones ha optado de pronto por lanzar amenazas antagónicas que serán difíciles de poner en práctica. Ha puesto nerviosos a los aliados sin asestar un golpe a los adversarios.
Sin embargo, Obama también ha demostrado su habilidad diplomática y su visión global con el abandono de la problemática e ineficaz instalación del escudo antimisiles en Europa Central, como afirmaba aquí el capaz secretario general de la OTAN entrante, Anders Fogh Rasmussen, la semana pasada. Acompañar esa maniobra con acuerdos importantes pero privados entre los líderes rusos e israelíes en torno a Irán podría cimentar la piedra angular de una nueva arquitectura global de seguridad.
"La cooperación práctica" con Rusia en Afganistán, Irán y Oriente Medio es a la vez necesaria y posible, sugería Rasmussen - una conclusión que comparto. No se basa en ningún acto de fe en las angelicales intenciones de Vladimir Putin, que ciertamente no existen, sino en el insalvable interés de Rusia en salir de su situación de inestabilidad económica e irrelevancia política.
Parafraseando la evaluación de Mikhail Gorbachev que hacía Margaret Thatcher, Rasmussen, ex primer ministro danés, predice que "el mundo exterior puede influir a los dirigentes de Rusia." Se comprometía a seguir "una doble vía" de firmeza en las misiones esenciales de la OTAN y de aperturismo a la cooperación en "las nuevas amenazas que todos afrontamos," sobre todo el terrorismo transnacional.
Rusia está facilitando a la OTAN la libre circulación de suministros y "puede añadir valor" a la iniciativa internacional de contrainsurgencia en marcha allí, continuaba Rasmussen. De hecho, durante una entrevista mantenida en Moscú con periodistas extranjeros y académicos hace poco, el Ministro de Exteriores Sergei Lavrov describía el interés de Rusia en ayudar a armar a la Policía Nacional Afgana y decía que Rusia "no quiere ver a la OTAN derrotada en Afganistán". Rusia quiere lograr "un equilibrio de intereses" con Estados Unidos, agregó.
Bill Clinton y los dos presidentes Bush contribuyeron a la llegada de este momento ampliando la OTAN hacia el este y ayudando a estabilizar las democracias de libre mercado emergentes de los estados del antiguo Pacto de Varsovia y la región del báltico tras las revoluciones sin derramamiento de sangre de los años 1989-90. Ninguna se ha vuelto atrás.
El equipo Obama parece creer que estas naciones tienen el suficiente éxito para no necesitar de la dimensión extra de protección aliada contra Rusia implícita en el anterior plan de defensa balística estadounidense. Es un buen criterio. El plan de defensa balística de Obama abre la puerta a una mayor cooperación estadounidense no sólo con Moscú sino también con Europa Occidental e Israel proporcionando un escudo más flexible y oportuno contra los misiles de corto alcance iraníes. Hay un equilibrio de intereses a alcanzar: Rusia hace más de lo que le toca con las sanciones y la contrainsurgencia en estas zonas problemáticas, al tiempo que la OTAN construye una vía gradual y estudiada a la adhesión de Ucrania y Georgia que no lo reconozca un derecho de veto a Rusia ni le provoque una indigestión.
En visitas independientes a Moscú hace poco, el Presidente israelí Shimon Peres y el Primer Ministro Benjamín Netanyahu habrían recibido garantías de Rusia de que retrasará o evitará la entrega a los iraníes de los misiles antiaéreos S-300 mientras amenacen con desestabilizar la región. En su conferencia de prensa en Moscú, Peres parecía vincular el sistema de defensa antimisiles estadounidense, la cooperación rusa en Irán y la contención israelí como elementos de un gran paquete.
Los esqueletos de los grandes acuerdos propuestos que nunca llegaron a cristalizar pueblan los desiertos metafóricos de la diplomacia. Sólo un optimista empedernido - confieso serlo - llegaría a plantear la posibilidad, en especial cuando tratar con la Rusia de Putin suena a cinismo total. Entiendo todas estas advertencias.
Pero la historia no marcha en línea recta. A veces se lanza hacia adelante, como en 1989, con las explosiones de libertad y progreso en derechos humanos que exigieron apoyo urgente. Y hay momentos en los que la historia discurre por los márgenes, cuando buenas personas tienen que tratar con personas despreciables, normalmente mediante el acomodo (Roosevelt y Stalin en la Segunda Guerra Mundial) o el enfrentamiento armado (George HW Bush y Saddam Hussein en 1991).
Los confusos tiempos que nos han tocado vivir y los temperamentos complementarios de un Obama de proyección estratégica y un Putin abierto al intercambio sugieren que una iniciativa conjunta OTAN-Rusia en los peores avisperos del mundo debería seguirse ya sin sacrificar las futuras opciones en torno a Ucrania y Georgia. Sólo probando en serio podemos saber si esta idea puede ser demasiado cínica, o de hecho, demasiado romántica.