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“El mejor de los partidos políticos no es otra cosa que una especie de conspiración contra el resto del país” Lord Halifax

España, los partidos políticos y el caos de la democracia

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Mientras Europa se encuentra purgando la temeridad y la falta de sentido común que llevó a los mandatarios de Alemania, Francia, Italia otras naciones europeas a declararse de forma, evidentemente culposa e imprudente, dispuestos a aceptar la avalancha de inmigrantes que se aglomeraron en sus fronteras, sin tomar la más mínima precaución, sin que la policía se cerciorase de que, aquellos reclamantes de asilo, no pertenecían a alguna de las múltiples organizaciones terroristas partidarias del Daesh, ni tuviese la precaución de mantenerlos en cuarentena durante el tiempo preciso para que todos fueran examinados, comprobando sus antecedentes y buscando, a través de los servicios de inteligencia ,si alguno de ellos, como se podía prever, tenía relaciones de alguna clase con los miembros del EI y sus prácticas terroríficas, antes de darles entrada en las diversas naciones de acogida.

Es evidente que la señora Merkel se equivocó y, lo peor es que hizo que, el resto de mandatarios de todas las naciones de Europa, excepto el UK que, como siempre suele suceder, ha sabido prever las consecuencias de una política de acogida de inmigrantes totalmente disparatada; se prestaran de forma casi incondicional a admitir la entrada en masa de sirios, iraquies, yemenies y otros tipos de inmigrantes de otros países, no todos, por supuesto, buscando refugio político para que no los masacraran los islamistas, sino que los había que iban en busca de mejorar su situación económica y, mezclados con ellos, una serie de jóvenes perfectamente entrenados para cometer actos terroristas dentro de las naciones que los acogían. Ahora, señores, estamos lamentando, cada día, las consecuencias de aquellas medidas con el pago, como tributo a la imprevisión de la UE, de una serie de personas asesinadas vilmente, en la mayoría de los casos por alguno de estos individuos a los que se les dio acogida y la han aprovechado para, a la vez que se inmolan en nombre del Islam, dejar tras de sí verdaderas carnicerías de inocentes ciudadanos europeos.

En España, si bien hemos sido afortunados, hasta ahora, en cuanto al terrorismo islamista, tenemos otros problemas que llevan camino de convertirse en endémicos. Después de dos elecciones legislativas celebradas apenas en seis meses, nos encontramos en una situación en la que, nuestros partidos políticos siguen empecinados en discusiones bizantinas entre ellos, sin que, en casi diez meses, hayan sido capaces de llegar a un acuerdo y, lo que todavía resulta más impactante, ni siquiera han sido capaces de sentarse a discutir entre ellos por la tozudez de algunos, la oposición a admitir en la discusión a determinados interlocutores y las propias divergencias internas, de cada una de las formaciones políticas, respecto a cuales deberían ser las posturas del partido frente a la situación creada por la aparición de nuevas formaciones minoritarias, la amenaza de los partidos nacionalistas que buscan la independencia y los comunistas bolivarianos que han tenido, hasta ahora, un papel importante y, evidentemente, perturbador, cuando se ha tratado de llegar a acuerdos para presentar al candidato a la investidura.

El general Franco implantó en España el sistema de partido único, el Movimiento Nacional, conocedor de lo que habían significado los partidos políticos nacidos en la II República y de las consecuencias que trajeron para los españoles y para la nación. En el libro “La Monarquía que quiso Franco”, de J. Tarragó (1978) aparece el siguiente párrafo: “no es imperativo de la democracia que ésta haya de practicarse a través de artificiales partidos políticos. Lo que a unos pueblos puede irles bien (se refiere a Gran Bretaña, EEUU, Suiza...), a otros como nosotros, está demostrado nos era fatal...”. Quizá para las nuevas generaciones de españoles les pueda resultar rara la idea de una democracia sin partidos políticos, pero es evidente que, para quienes somos admiradores del sistema americano (de los EE.UU.), de sus dos formaciones nacidas de la más sólida democracia existente sobre la Tierra, conformadas por los Demócratas y los Republicanos, que han sobrevivido con éxito desde la propia fundación de la nación americana y la promulgación de su Contitución en 1787. El hecho de que, tanto demócratas como republicanos, son formaciones respetuosas con la Constitución, con la propiedad privada, contrarias a los sistemas comunistas y celosos de la unidad de su nación, sus signos y sus símbolos nacionales, entre ellos la bandera a la que honran tanto en sus instituciones públicas como en las propias casas de muchos ciudadanos que tienen a honra el exhibirla, al contrario de lo que ocurre con los que vivimos en Cataluña, que no nos atrevemos a sacarla en público por temor a ser insultados o agredidos.

En todo caso, la actual situación por la que estamos pasando en España, con la posibilidad de que los diversos partidos políticos, cada uno más pendiente de sus propios intereses que de los intereses del país y, ante la especial circunstancia de que los hay cuya finalidad primordial es conseguir la separación de su autonomía de la nación española y, a tal fin, no se esconden de estar trabajando para crear las instituciones precisas para el momento en el que, según ellos, consigan llegar a la escisión para la que trabajan. Lo cierto es que el maremagnum en el que nos encontramos ya está agotando la paciencia de los ciudadanos que, a poco que sigan las cosas como parece que continúan, se van a encontrar con la convocatoria de unas terceras elecciones, ante la rechifla y el pitorreo del resto de naciones que siguen nuestros avatares y que tampoco será capaz de garantizarnos que acabe, de una vez, este calvario al que nos han conducido esta serie de ineptos, incapaces, egoístas y descerebrados dirigentes de estos malhadados partidos, que parecen dispuestos a acabar con lo poco que queda bueno en nuestra nación.

El señor Ansón, indignado, ha escrito: “Los partidos políticos en una democracia plena son los cauces para solucionar los problemas de la nación. En España se han convertido en un problema en si mismo en lugar de una solución. El espectáculo que están dando a la ciudadanía es de vergüenza ajena”. Unas encuestas del rotativo La Razón hablan de que, en unas futuras elecciones un 40% de la ciudadanía no iría a votar. La pregunta fundamental que nos debiéramos hacer es la siguiente:¿Podría España soportar estar sin un gobierno formal durante otros periodo en el que se convocaran nuevas elecciones y, mientras tanto, sin que se pudieran establecer los imprescindibles PGE, sin que las comunidades y los municipios supieran su techo de gasto para poder confeccionar sus propios presupuestos para el 2017 o se encontraría nuestra nación en disposición de seguir sin promulgar leyes, sin tomar acuerdos imprescindibles, sin poder firmar acuerdos con el resto de países y sin llevar a cabo las reformas que, insistentemente, nos están reclamando desde Bruselas, entre otras tomar las medidas precisas para adecuar nuestro déficit público a las cifras que nos piden desde la CE.?

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, se nos ocurre preguntarnos si los padres de la Constitución del 78, al establecer el sistemas de autonomías y partidos políticos, estuvieron acertados o, por muy buena intención que pusieran en ello, lo único que hicieron fue establecer que, a través de abrir las puertas al comunismo, al socialismos, al resto de formaciones políticas que han ido apareciendo a través de los años, no incurrieron en el error de dar entrada, otra vez, a aquellos viejos partidos de la II República que fueron capaces de llevar a España a la Guerra Civil de 1036. Sería una verdadera pena que, la tan cacareada transición, para lo único que hubiera servido, fuera para volver a los mismos vicios de entonces.

España, los partidos políticos y el caos de la democracia

“El mejor de los partidos políticos no es otra cosa que una especie de conspiración contra el resto del país” Lord Halifax
Miguel Massanet
miércoles, 27 de julio de 2016, 08:27 h (CET)
Mientras Europa se encuentra purgando la temeridad y la falta de sentido común que llevó a los mandatarios de Alemania, Francia, Italia otras naciones europeas a declararse de forma, evidentemente culposa e imprudente, dispuestos a aceptar la avalancha de inmigrantes que se aglomeraron en sus fronteras, sin tomar la más mínima precaución, sin que la policía se cerciorase de que, aquellos reclamantes de asilo, no pertenecían a alguna de las múltiples organizaciones terroristas partidarias del Daesh, ni tuviese la precaución de mantenerlos en cuarentena durante el tiempo preciso para que todos fueran examinados, comprobando sus antecedentes y buscando, a través de los servicios de inteligencia ,si alguno de ellos, como se podía prever, tenía relaciones de alguna clase con los miembros del EI y sus prácticas terroríficas, antes de darles entrada en las diversas naciones de acogida.

Es evidente que la señora Merkel se equivocó y, lo peor es que hizo que, el resto de mandatarios de todas las naciones de Europa, excepto el UK que, como siempre suele suceder, ha sabido prever las consecuencias de una política de acogida de inmigrantes totalmente disparatada; se prestaran de forma casi incondicional a admitir la entrada en masa de sirios, iraquies, yemenies y otros tipos de inmigrantes de otros países, no todos, por supuesto, buscando refugio político para que no los masacraran los islamistas, sino que los había que iban en busca de mejorar su situación económica y, mezclados con ellos, una serie de jóvenes perfectamente entrenados para cometer actos terroristas dentro de las naciones que los acogían. Ahora, señores, estamos lamentando, cada día, las consecuencias de aquellas medidas con el pago, como tributo a la imprevisión de la UE, de una serie de personas asesinadas vilmente, en la mayoría de los casos por alguno de estos individuos a los que se les dio acogida y la han aprovechado para, a la vez que se inmolan en nombre del Islam, dejar tras de sí verdaderas carnicerías de inocentes ciudadanos europeos.

En España, si bien hemos sido afortunados, hasta ahora, en cuanto al terrorismo islamista, tenemos otros problemas que llevan camino de convertirse en endémicos. Después de dos elecciones legislativas celebradas apenas en seis meses, nos encontramos en una situación en la que, nuestros partidos políticos siguen empecinados en discusiones bizantinas entre ellos, sin que, en casi diez meses, hayan sido capaces de llegar a un acuerdo y, lo que todavía resulta más impactante, ni siquiera han sido capaces de sentarse a discutir entre ellos por la tozudez de algunos, la oposición a admitir en la discusión a determinados interlocutores y las propias divergencias internas, de cada una de las formaciones políticas, respecto a cuales deberían ser las posturas del partido frente a la situación creada por la aparición de nuevas formaciones minoritarias, la amenaza de los partidos nacionalistas que buscan la independencia y los comunistas bolivarianos que han tenido, hasta ahora, un papel importante y, evidentemente, perturbador, cuando se ha tratado de llegar a acuerdos para presentar al candidato a la investidura.

El general Franco implantó en España el sistema de partido único, el Movimiento Nacional, conocedor de lo que habían significado los partidos políticos nacidos en la II República y de las consecuencias que trajeron para los españoles y para la nación. En el libro “La Monarquía que quiso Franco”, de J. Tarragó (1978) aparece el siguiente párrafo: “no es imperativo de la democracia que ésta haya de practicarse a través de artificiales partidos políticos. Lo que a unos pueblos puede irles bien (se refiere a Gran Bretaña, EEUU, Suiza...), a otros como nosotros, está demostrado nos era fatal...”. Quizá para las nuevas generaciones de españoles les pueda resultar rara la idea de una democracia sin partidos políticos, pero es evidente que, para quienes somos admiradores del sistema americano (de los EE.UU.), de sus dos formaciones nacidas de la más sólida democracia existente sobre la Tierra, conformadas por los Demócratas y los Republicanos, que han sobrevivido con éxito desde la propia fundación de la nación americana y la promulgación de su Contitución en 1787. El hecho de que, tanto demócratas como republicanos, son formaciones respetuosas con la Constitución, con la propiedad privada, contrarias a los sistemas comunistas y celosos de la unidad de su nación, sus signos y sus símbolos nacionales, entre ellos la bandera a la que honran tanto en sus instituciones públicas como en las propias casas de muchos ciudadanos que tienen a honra el exhibirla, al contrario de lo que ocurre con los que vivimos en Cataluña, que no nos atrevemos a sacarla en público por temor a ser insultados o agredidos.

En todo caso, la actual situación por la que estamos pasando en España, con la posibilidad de que los diversos partidos políticos, cada uno más pendiente de sus propios intereses que de los intereses del país y, ante la especial circunstancia de que los hay cuya finalidad primordial es conseguir la separación de su autonomía de la nación española y, a tal fin, no se esconden de estar trabajando para crear las instituciones precisas para el momento en el que, según ellos, consigan llegar a la escisión para la que trabajan. Lo cierto es que el maremagnum en el que nos encontramos ya está agotando la paciencia de los ciudadanos que, a poco que sigan las cosas como parece que continúan, se van a encontrar con la convocatoria de unas terceras elecciones, ante la rechifla y el pitorreo del resto de naciones que siguen nuestros avatares y que tampoco será capaz de garantizarnos que acabe, de una vez, este calvario al que nos han conducido esta serie de ineptos, incapaces, egoístas y descerebrados dirigentes de estos malhadados partidos, que parecen dispuestos a acabar con lo poco que queda bueno en nuestra nación.

El señor Ansón, indignado, ha escrito: “Los partidos políticos en una democracia plena son los cauces para solucionar los problemas de la nación. En España se han convertido en un problema en si mismo en lugar de una solución. El espectáculo que están dando a la ciudadanía es de vergüenza ajena”. Unas encuestas del rotativo La Razón hablan de que, en unas futuras elecciones un 40% de la ciudadanía no iría a votar. La pregunta fundamental que nos debiéramos hacer es la siguiente:¿Podría España soportar estar sin un gobierno formal durante otros periodo en el que se convocaran nuevas elecciones y, mientras tanto, sin que se pudieran establecer los imprescindibles PGE, sin que las comunidades y los municipios supieran su techo de gasto para poder confeccionar sus propios presupuestos para el 2017 o se encontraría nuestra nación en disposición de seguir sin promulgar leyes, sin tomar acuerdos imprescindibles, sin poder firmar acuerdos con el resto de países y sin llevar a cabo las reformas que, insistentemente, nos están reclamando desde Bruselas, entre otras tomar las medidas precisas para adecuar nuestro déficit público a las cifras que nos piden desde la CE.?

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, se nos ocurre preguntarnos si los padres de la Constitución del 78, al establecer el sistemas de autonomías y partidos políticos, estuvieron acertados o, por muy buena intención que pusieran en ello, lo único que hicieron fue establecer que, a través de abrir las puertas al comunismo, al socialismos, al resto de formaciones políticas que han ido apareciendo a través de los años, no incurrieron en el error de dar entrada, otra vez, a aquellos viejos partidos de la II República que fueron capaces de llevar a España a la Guerra Civil de 1036. Sería una verdadera pena que, la tan cacareada transición, para lo único que hubiera servido, fuera para volver a los mismos vicios de entonces.

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