Hoy me vas a permitir que dedique estas líneas semanales a hablar del carácter científico y de la importancia que sin duda ha adquirido a lo largo de los últimos años el estudio científico de la felicidad y el bienestar. Es indudable que las personas a las que debemos nuestros esfuerzos como profesionales son responsabilidad de la propia psicología como disciplina así como el mejorar la vida haciendo que ésta realmente merezca la pena ser vivida.
Sin duda alguna la psicología positiva, disciplina a la que represento con mucho orgullo, sin duda responde a esa máxima, que no es otra sino trabajar para la persona como centro y para sus entornos de desarrollo (comunidades, organizaciones, grupos, etcétera), entendiendo que el objetivo de todas las personas es ser felices.
Es verdad que hablar de felicidad nos ha situado en medio de un curioso juego, en el cual nosotros no hemos querido participar. Es obvio el interés de algunos por hacerse un hueco en este campo tan importante del desarrollo humano y ello ha atraído a partidarios de las pseudociencias ya que han observado un yacimiento de desarrollo económico, así como a otro nutrido grupo de profesionales que también buscan abrirse un hueco en este cada vez más nutrido y masificado campo del trabajo con las personas.
Pero además, dentro de este maremágnum, existen algunos profesionales de la psicología (por suerte cada vez menos) que piensan que hablar de la felicidad o del bienestar queda ajeno al campo científico de la psicología, que quizás debemos quedarnos anclados en el estudio del trauma, el dolor y el sufrimiento. Entienden que la eficacia de nuestro trabajo no está en prevenir a través de programas educativos que potencien el bienestar y la felicidad como elementos fundamentales de salud y desarrollo personal de nuestros hijos e hijas y, por si fuera poco, piensan que el estudiar las causas por las que una comunidad, barrio, pueblo o país pueden potenciar el crecimiento de sus habitantes mejorando el bienestar de los mismos repercutiendo sobre su felicidad queda alejado de lo que nuestra disciplina como ciencia debe abordar.
No se puede obviar el trabajo que desde las diferentes áreas de desarrollo personal se están realizando para mejorar la calidad de vida de las personas, tanto a nivel personal, como social o laboral, siempre persiguiendo el mismo objetivo, a saber, hacer que la vida de las personas merezca la pena ser vivida.
Sin duda alguna me ratifico en creer que las personas deben tener la posibilidad de experimentar el bienestar y la felicidad como objetivo de vida, pudiendo optar a adquirir y potenciar en sus vidas todas aquellas herramientas y estilos de vida que les aporten valor.